martes, 14 de julio de 2009

PROMESAS ÁUREAS

Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos. (Jer. 15: 16).

Tuve un sueño en el que me veía ante una gran muchedumbre(*), hablando con ellos de la fe y tratando de hacerles comprender que les faltaba mucho en este sentido... Tenían una experiencia deficiente en el conocimiento de Dios y de su Redentor. Yo procuraba mostrarles que debían ser capaces de exponer en forma inteligente las palabras de Juan: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan 1: 29), para que pudieran considerarlo como el portador de sus pecados. Luego se abrió ante mi la Palabra de Dios y la vi rodeada de una luz hermosísima y sorprendente. Fueron pasando página tras página, y leí las misericordiosas invitaciones y palabras de súplica a buscar la gloria la voluntad de Dios, y todas las demás cosas serían añadidas. Estas invitaciones, promesas y seguridades se destacaban en letras doradas. ¿Por qué no os apoderáis de ellas? dije. Buscad primeramente conocer a Dios antes que nada. Escudriñad las Escrituras. Alimentaos de las palabras de Cristo, que son espíritu y vida y vuestro conocimiento aumentará y se expandirá. Estudiad vuestra Biblia. No estudiéis la filosofía contenida en muchos libros, sino estudiad la filosofía de la Palabra del Dios viviente. Otras producciones literarias tienen poca importancia cuando se comparan con ésta. No pongáis en vuestra mente tantas cosas vulgares que no satisfacen. En la Palabra de Dios se despliega un rico banquete ante vosotros. Es la mesa del Señor, abundantemente provista, donde podéis comer y satisfacemos (Carta 47, 1898).

Elena G. de White. A fin de conocerle.


Dios les bendiga

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