lunes, 28 de junio de 2010

Falsas doctrinas y falsos maestros

Judas 1

3 Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos.
4 Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.
5 Mas quiero recordaros, ya que una vez lo habéis sabido, que el Señor, habiendo salvado al pueblo sacándolo de Egipto, después destruyó a los que no creyeron.
6 Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día;
7 como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno.
8 No obstante, de la misma manera también estos soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las potestades superiores.
9 Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés,no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda.
10 Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales.
11 !!Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la contradicción de Coré.
12 Estos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados;
13 fieras ondas del mar, que espuman su propia verg:uenza; estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas.
14 De éstos también profetizó Enoc,séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares,
15 para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él.
16 Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho.

Bendiciones.

jueves, 24 de junio de 2010

El amor hacia los enemigos

Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente.
39 Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra;
40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa;
41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos.
42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.
43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.
44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;
45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.
46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?
47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?
48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Bendiciones.

lunes, 21 de junio de 2010

POR QUÉ SE DEMORA LA VENIDA DE JESÚS

Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto. (1 Cor. 7: 29).
Los ángeles de Dios, en sus mensajes para los hombres, representan el tiempo
como muy corto. Así me ha sido siempre presentado. Es cierto que el tiempo se
ha extendido más de lo que esperábamos en los primeros días de este mensaje.
Nuestro Salvador no apareció tan pronto como lo esperábamos. Pero, ¿ha fallado
la palabra del Señor? ¡Nunca! Debiera recordarse que las promesas y amenazas
de Dios son igualmente condicionales.
Dios ha confiado a su pueblo una obra que debe efectuarse en la tierra. Había de
ser dado el mensaje del tercer ángel, las mentes de los creyentes había de ser
dirigidas al santuario celestial, donde Cristo ha entrado para hacer expiación por
su pueblo. La reforma del día de reposo había de ser llevada adelante. Debe ser
reparada la brecha de la ley de Dios. El mensaje debe ser proclamado con fuerte
pregón para que todos los habitantes de la tierra puedan recibir la amonestación.
El pueblo de Dios debe purificar su alma mediante la obediencia a la verdad y
estar preparado para encontrarse con él sin falta, en su venida.
Si después del gran chasco de 1844 los adventistas se hubiesen mantenido firmes
en su fe, y unidos en la providencia de Dios que abría el camino, hubieran
proseguido recibiendo el mensaje del tercer ángel y proclamándolo al mundo con
el poder del Espíritu Santo. . . el Señor hubiera obrado poderosamente
acompañando sus esfuerzos, se habría completado la obra y Cristo habría venido
antes de esto para recibir a su pueblo y darle su recompensa.
Pero muchos de los creyentes adventistas claudicaron en su fe en el período de
duda e incertidumbre que siguió al chasco. . . Así se estorbó la obra y el mundo
fue dejado en tinieblas. . .
Durante cuarenta años, la incredulidad, la murmuración y la rebelión impidieron la
entrada del antiguo Israel en la tierra de Canaán. Los mismos pecados han
demorado la entrada del moderno Israel en la Canaán celestial. En ninguno de los
dos casos faltaron las promesas de Dios. La incredulidad, la mundanalidad, la falta
de consagración y las contiendas entre el profeso pueblo de Dios nos han
mantenido en este mundo de pecado y tristeza tantos años.


¡MARANATA: EL SEÑOR VIENE!


Bendciones!

domingo, 20 de junio de 2010

Clama a voz en cuello, no te detengas...

Isaías 58

1 Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado.
2 Que me buscan cada día, y quieren saber mis caminos, como gente que hubiese hecho justicia, y que no hubiese dejado la ley de su Dios; me piden justos juicios, y quieren acercarse a Dios.
3 ¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso; humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido? He aquí que en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto, y oprimís a todos vuestros trabajadores.
4 He aquí que para contiendas y debates ayunáis y para herir con el puño inicuamente; no ayunéis como hoy, para que vuestra voz sea oída en lo alto.
5 ¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y de ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová?
6 ¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?
7 ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?
8 Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia.
9 Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad;
10 y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía.
11 Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan.
12 Y los tuyos edificarán las ruinas antiguas; los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar.

La observancia del día de reposo 13 Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras,
14 entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado.

Bendiciones!

sábado, 19 de junio de 2010

Saúl Rechazado

SAÚL no había soportado la prueba de su fe en el lance dificultoso de Gilgal, y
había deshonrado el servicio de Dios; pero sus errores no eran todavía
irreparables, y el Señor quiso concederle otra oportunidad para que aprendiera a
tener una fe implícita en su palabra y a obedecer a sus mandamientos.
Cuando fue reprendido por el profeta en Gilgal, no le pareció a Saúl que hubiera
un gran pecado en la conducta que había seguido. Creyó que había sido tratado
injustamente y, procurando vindicar sus acciones, presentó excusas por su error.
Desde entonces tuvo muy pocas relaciones con el profeta. Samuel amaba a Saúl
como a un hijo propio, mientras que Saúl, de temperamento osado y ardiente,
había estimado mucho al profeta; pero la reprensión de Samuel despertó su
resentimiento, y desde entonces le evitaba en lo posible.
Pero el Señor envió a su siervo con otro mensaje para Saúl. Por la obediencia
podía probar todavía que era fiel a Dios y digno de ir a la cabeza de Israel. Samuel
fue adonde estaba el rey, y le entregó el mensaje del Señor. Para que el monarca
pudiera comprender cuán importante es acatar el mandamiento, Samuel declaró
expresamente que le hablaba por orden divina, por la misma autoridad que había
llamado a Saúl al trono. El profeta dijo: "Así ha dicho Jehová de los ejércitos:
Acuérdome de lo que hizo Amalec a Israel; que se le opuso en el camino, cuando
subía de Egipto. Ve pues, y hiere a Amalec, y destruiréis en él todo lo que tuviera:
y no te apiades de él: mata hombres, mujeres, niños y mamantes, vacas y ovejas,
camellos y asnos." (Véase 1 Samuel 15)
Los amalecitas fueron los primeros que guerrearon contra Israel en el desierto; y a
causa de este pecado, juntamente con 680 la manera en que desafiaban a Dios y
se envilecieron por la idolatría, el Señor, por medio de Moisés, había pronunciado
sentencia contra ellos. Por instrucción divina, quedó registrada la historia de su
crueldad hacia Israel, con la orden: "Raerás la memoria de Amalec de debajo del
cielo: no te olvides." (Deut. 25: 19.) Durante cuatrocientos años se había
postergado la ejecución de esta sentencia; pero los amalecitas no se habían
apartado de sus pecados. El Señor sabía que esta gente impía raería, si fuera
posible, su pueblo y su culto de la tierra. Ahora había llegado la hora en que debía
ejecutarse la tan diferida sentencia.
La paciencia de Dios hacia los impíos envalentona a los hombres en la
transgresión; pero el hecho de que su castigo se demore no lo hará menos seguro
ni menos terrible. "Jehová se levantará como en el monte Perasim, como en el
valle de Gabaón se enojará para hacer su obra, su extraña obra, y para hacer su
operación, su extraña operación." (Isa. 28: 21.)
Para nuestro Dios misericordioso, el acto del castigo es un acto extraño. "Vivo yo,
dice el Señor Jehová, que no quiero la muerte del impío, sino que se torne el impío
de su camino, y que viva." (Eze. 33: 1.) El Señor es "misericordioso, y piadoso;
tardo para la ira, y grande en benignidad y verdad, . . . que perdona la iniquidad, la
rebelión, y el pecado." No obstante, "de ningún modo justificará al malvado." (Exo.
34: 6, 7) Aunque no se deleita en la venganza, ejecutará su juicio contra los
transgresores de su ley. Se ve forzado a ello, para salvar a los habitantes de la
tierra de la depravación y la ruina total. Para salvar a algunos, debe eliminar a los
que se han empedernido en el pecado. "Jehová es tardo para la ira, y grande en
poder, y no tendrá al culpado por inocente." (Nah. 1: 3.) Mediante terribles actos
de justicia vindicará la autoridad de su ley pisoteada. El mismo hecho de que le
repugna ejecutar la justicia, atestigua la enormidad de los pecados que exigen sus
juicios, y la severidad de la retribución que espera al transgresor. 681
Pero aun mientras Dios ejecuta su justicia, recuerda la misericordia. Los
amalecitas debían ser destruidos, pero los cineos, que moraban entre ellos, se
habían de salvar. Este pueblo, aunque no estaba enteramente libre de la idolatría,
adoraba a Dios, y manifestaba amistad hacia Israel. De esta tribu procedía el
cuñado de Moisés, Obab, quien había acompañado a los israelitas en sus viajes
por el desierto, y por su conocimiento del país les había prestado valiosos
servicios.
Desde que los filisteos fueron derrotados en Michmas, Saúl había guerreado
contra Moab, Ammón y Edom, como también contra los amalecitas y los filisteos; y
dondequiera que dirigiera sus armas, ganaba nuevas victorias. Al recibir la orden
de ir contra los amalecitas, en seguida proclamó la guerra. A su autoridad de rey
se agregó la del profeta, y al ser convocados para la batalla, todos los hombres de
Israel acudieron a su estandarte.
Esta expedición no se había de emprender con un objeto de engrandecimiento
personal; los israelitas no habían de recibir ni el honor de la conquista ni los
despojos de sus enemigos. Debían emprender aquella guerra únicamente como
un acto de obediencia a Dios, con el propósito de ejecutar el juicio de él contra los
amalecitas. Dios quería que todas las naciones contemplaran la suerte funesta de
aquel pueblo que había desafiado su soberanía, y que notaran cómo era destruido
por el pueblo mismo que habían menospreciado.
"Y Saúl hirió a Amalec, desde Havila hasta llegar a Shur, que está a la frontera de
Egipto. Y tomó vivo a Agag rey de Amalec, mas a todo el pueblo mató a filo de
espada. Y Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas, y al
ganado mayor, a los gruesos y a los carneros, y a todo lo bueno: que no lo
quisieron destruir: mas todo lo que era vil y flaco destruyeron."
La victoria contra los amalecitas fue la más brillante que Saúl jamás ganara, y
sirvió para reanimar el orgullo de su corazón, que era su mayor peligro. El edicto
divino que condenaba 682 a los enemigos de Dios a la destrucción total, no fue
sino parcialmente cumplido. Con la ambición de realzar el honor de su regreso
triunfal con la presencia de un cautivo real, Saúl se aventuró a imitar las
costumbres de las naciones vecinas, y por eso, salvó a Agag, el feroz y belicoso
rey de los amalecitas. El pueblo se reservó lo mejor de los rebaños, manadas y
bestias de carga, disculpando su pecado con la excusa de que guardaba el
ganado para ofrecerlo como sacrificio al Señor. Pero su objeto era usar estos
animales meramente como substitutos, para economizar su propio ganado.
A Saúl se le había sometido ahora a la prueba final. Su presuntuoso desprecio de
la voluntad de Dios, al revelar su resolución de gobernar como monarca
independiente, demostró que no se le podía confiar el poder real como vicegerente
del Señor.
Mientras Saúl y su ejército volvían a sus hogares entusiasmados por la victoria,
había profunda angustia en la casa de Samuel el profeta. Este había recibido del
Señor un mensaje que denunciaba el procedimiento del rey: "Pésame de haber
puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí y no ha cumplido mis
palabras." El profeta se afligió profundamente por la conducta del rey rebelde, y
lloró y oró toda la noche pidiendo que se revocara la terrible sentencia.
El arrepentimiento de Dios no es como el del hombre. "El Vencedor de Israel no
mentirá, ni se arrepentirá: porque no es hombre que se arrepienta." El
arrepentimiento del hombre implica un cambio de parecer. El arrepentimiento de
Dios implica un cambio de circunstancias y relaciones. El hombre puede cambiar
su relación hacia Dios al cumplir las condiciones que le devolverán el favor divino,
o puede, por su propia acción, colocarse fuera de la condición favorecedora; pero
el Señor es el mismo "ayer, y hoy, y por los siglos." (Heb. 13: 8.) La desobediencia
de Saúl cambió su relación para con Dios; pero quedaron sin alteración las
condiciones para ser aceptado por Dios: los requerimientos de Dios seguían
siendo los mismos; 683 pues en él "no hay mudanza, ni sombra de variación."
(Sant. 1: 17.)
Con corazón adolorido salió el profeta la siguiente mañana al encuentro del rey
descarriado. Samuel abrigaba la esperanza de que Saúl, al reflexionar,
reconociera su pecado, y por el arrepentimiento y humillación, fuese restaurado al
favor divino. Pero cuando se ha dado el primer paso en el sendero de la
transgresión, el camino se vuelve fácil. Saúl, envilecido por su desobediencia, vino
al encuentro de Samuel con una mentira en los labios. Exclamó: "Bendito seas tú
de Jehová; yo he cumplido la palabra de Jehová."
Los ruidos que oía el profeta desmentían la declaración del rey desobediente. A la
pregunta directa: "¿Pues qué balido de ganados y bramido de bueyes es éste que
yo oigo con mis oídos?" contestó Saúl: "De Amalec los han traído; porque el
pueblo perdonó a lo mejor de las ovejas y de las vacas, para sacrificarlas a Jehová
tu Dios; pero lo demás lo destruimos." El pueblo había obedecido a las
instrucciones de Saúl; pero éste, para escudarse, quería cargar al pueblo con el
pecado de su propia desobediencia.
El mensaje de que Saúl había sido rechazado infundía indecible tristeza al
corazón de Samuel. Debía dárselo ante todo el ejército de Israel, cuando todos
rebosaban de orgullo y regocijo triunfal por la victoria acreditada al valor y la
estrategia de su rey, pues Saúl no había asociado a Dios con el éxito de Israel en
este conflicto; pero cuando el profeta comprobó la evidencia de la rebelión de
Saúl, se indignó al ver como había violado el mandamiento del Cielo e inducido al
pecado a Israel aquel que había sido tan altamente favorecido por Dios.
Samuel no fue engañado por el subterfugio del rey. Con dolor e indignación
declaró: "Déjame declararte lo que Jehová me ha dicho esta noche. . . . Siendo tú
pequeño en tus ojos ¿no has sido hecho cabeza a las tribus de Israel, y Jehová te
ha ungido por rey sobre Israel?" Le repitió el mandamiento del 684 Señor con
respecto a Amalec, y quiso saber por qué había desobedecido el rey.
Saúl persistió en justificarse: "Antes he oído la voz de Jehová, y fui a la jornada
que Jehová me envió, y he traído a Agag rey de Amalec, y he destruido a los
Amalecitas: mas el pueblo tomó del despojo ovejas y, vacas, las primicias del
anatema, para sacrificarlas a Jehová tu Dios en Gilgal."
Con palabras severas y solemnes el profeta deshizo su refugio de mentiras, y
pronunció la sentencia irrevocable: "¿Tiene Jehová tanto contentamiento con los
holocaustos y víctimas, como en obedecer a las palabras de Jehová? Ciertamente
el obedecer es mejor que los sacrificios; y el prestar atención que el sebo de los
carneros: porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e
idolatría el infringir. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te
ha desechado para que no seas rey."
Cuando el rey oyó esta temible sentencia, exclamó "Yo he pecado; que he
quebrantado el dicho de Jehová y tus palabras: porque temí al pueblo, consentí a
la voz de ellos." Aterrorizado por la denuncia del profeta, Saúl reconoció su culpa,
que antes había negado tercamente; pero siguió culpando al pueblo y declarando
que había pecado por temor a él.
No era una tristeza causada por su pecado, sino más bien el temor a la pena, lo
que movía al rey de Israel cuando rogó así a Samuel: "Perdona pues ahora mi
pecado, y vuelve conmigo para que adore a Jehová." Si Saúl hubiera sentido
arrepentimiento verdadero, habría confesado públicamente su pecado, pero se
preocupaba principalmente de conservar su autoridad y retener la lealtad del
pueblo. Deseaba ser honrado con la presencia de Samuel para fortalecer su
propia influencia en la nación.
"No volveré contigo -fue la contestación del profeta;- porque desechaste la palabra
de Jehová, y Jehová te ha desechado para que no seas rey sobre Israel."
Cuando Samuel se volvió para marcharse, el rey, desesperado 685 por el temor,
trabó de su manto para detenerle, pero éste se rasgó en sus manos. Declaró
entonces el profeta: "Jehová ha desgarrado hoy de ti el reino de Israel, y lo ha
dado a tu prójimo mejor que tú."
Saúl estaba más perturbado porque se veía enajenado de Samuel que por el
desagrado de Dios. Sabía que el pueblo confiaba más en el profeta que en él
mismo. Si por orden divina se ungía ahora a otro rey, comprendía Saúl que le
sería imposible mantener su autoridad. Temía que si Samuel le abandonaba
completamente se produjera una revuelta inmediata. Saúl suplicó al profeta que le
honrara ante los ancianos y el pueblo uniéndosela públicamente en un servicio
religioso. Por indicación divina, Samuel accedió a la petición del rey, a fin de no
dar lugar a una revuelta. Pero sólo se quedó allí como testigo silencioso del
servicio.
Había de cumplirse todavía un acto de justicia severo y terrible. Samuel debía
vindicar públicamente el honor de Dios, y reprender la conducta de Saúl. Mandó
que se trajera ante él al rey de los amalecitas. Agag era más culpable y más
despiadado que todos los que habían perecido por la espada de Israel. Era
hombre que había odiado al pueblo de Dios y procurado destruirlo por todos los
medios a su alcance. Había ejercido la influencia más enérgica en favor de la
idolatría. Vino a la orden del profeta, lisonjeándose de que el peligro de muerte
había pasado. Samuel declaró: "Como tu espada dejó las mujeres sin hijos, así tu
madre será sin hijo entre las mujeres. Entonces Samuel cortó en pedazos a Agag
delante de Jehová." Hecho esto, Samuel regresó a su casa en Rama, y Saúl
regresó a la suya en Gabaa, y sólo una vez volvieron a encontrarse el profeta y el
rey.
Cuando fue llamado al trono, Saúl tenía una opinión muy humilde de su propia
capacidad, y se dejaba instruir. Le faltaban conocimientos y experiencia, y tenía
graves defectos de carácter. Pero el Señor le concedió el Espíritu Santo para
guiarle y ayudarle, y le colocó donde podía desarrollar las 686 cualidades
requeridas para ser soberano de Israel. Si hubiera permanecido humilde,
procurando siempre ser dirigido por la sabiduría divina, habría podido desempeñar
los deberes de su alto cargo con éxito y honor. Bajo la influencia de la gracia
divina, toda buena cualidad habría ido ganando fuerza, mientras que las
tendencias pecaminosas habrían perdido su poder.
Tal es la obra que el Señor se propone hacer en beneficio de todos los que se
consagran a él. Son muchos los que él llamó a ocupar cargos en su obra porque
tienen un espíritu humilde y dócil. En su providencia los coloca donde pueden
aprender de él. Les revelará los defectos de carácter que tengan, y a todos los que
busquen su ayuda, les dará fuerza para corregir sus errores.
Pero Saúl se vanaglorió de su ensalzamiento, y deshonró a Dios por su
incredulidad y desobediencia. Aunque al ser llamado a ocupar el trono era humilde
y dudaba de su capacidad, el éxito le hizo confiar en sí mismo. La primera victoria
de su reinado encendió en su corazón aquel orgullo que era su mayor peligro. El
valor y la habilidad militar que manifestó en la liberación de Jabes-Galaad
despertaron el entusiasmo de toda la nación. El pueblo honró a su rey,
olvidándose de que no era sino el agente por medio de quien Dios había obrado; y
aunque al principio Saúl dio toda la gloria a Dios, más tarde se atribuyó el honor.
Perdió de vista el hecho de que dependía de Dios, y en su corazón se apartó del
Señor. Así se preparó para cometer su pecado de presunción y sacrilegio en
Gilgal.
La misma confianza ciega en sí mismo le condujo a rechazar la reprensión de
Samuel. Saúl reconocía que Samuel era un profeta enviado de Dios; por
consiguiente, debiera haber aceptado el reproche, aunque él mismo no pudiese
ver que había pecado. Si se hubiera mostrado dócil para ver y confesar su error,
esta amarga experiencia le habría resultado en una salvaguardia para el futuro.
Si el Señor se hubiera separado enteramente de Saúl, no le habría hablado otra
vez por medio de su profeta, ni le habría 687 confiado una obra definida que
hacer, para que corrigiera sus errores pasados. Cuando un profeso hijo de Dios se
vuelve descuidado en el cumplimiento de la voluntad de su Padre, e induce así a
otros a que sean irreverentes y desprecien los mandamientos de Dios, hay todavía
una posibilidad de que sus fracasos se truequen en victorias si tan sólo acepta la
reprensión con verdadera contrición de alma, y se vuelve hacia Dios con humildad
y fe. La humillación de la derrota resulta a menudo en una bendición al mostrarnos
nuestra incapacidad para hacer la voluntad de Dios sin su ayuda.
Cuando Saúl se desvió de la reprensión que le mandó el Espíritu Santo de Dios, y
persistió en justificarse obstinadamente, rechazó el único medio por el cual Dios
podía obrar para salvarle de sí mismo. Se había separado voluntariamente de
Dios. No podía recibir ayuda ni dirección de Dios antes de volver a él mediante la
confesión de su pecado.
En Gilgal, Saúl había aparentado ser muy concienzudo, cuando ante el ejército de
Israel ofreció un sacrificio a Dios. Pero su piedad no era genuina. Un servicio
religioso realizado en oposición directa al mandamiento de Dios, sólo sirvió para
debilitar las manos de Saúl y le colocó en una posición tal que no podía recibir la
ayuda que Dios quería tanto otorgarle.
En la expedición contra Amalec, Saúl creyó que había hecho cuanto era esencial
entre todo lo que el Señor le había mandado; pero al Señor no le agradó la
obediencia parcial, ni quiso pasar por alto lo que se había descuidado por un
motivo tan plausible. Dios no le ha dado al hombre la libertad de apartarse de sus
mandamientos. El Señor había declarado a Israel: "No haréis ... cada uno lo que le
parece," sino "guarda y escucha todas estas palabras que yo te mando." (Deut.
12: 8, 28.) Al decidir sobre cualquier camino a seguir, no hemos de preguntarnos
si es previsible que de él resultará algún daño, sino más bien si está de acuerdo
con la voluntad de Dios, "Hay camino que al hombre parece derecho; empero su
fin son caminos de muerte." (Prov. 14: 12.) 688
"El obedecer es mejor que los sacrificios." Las ofrendas de los sacrificios no tenían
en sí mismas valor alguno a los ojos de Dios. Estaban destinadas a expresar, por
parte del que las ofrecía, arrepentimiento del pecado y fe en Cristo, y a prometer
obediencia futura a la ley de Dios. Pero sin arrepentimiento, ni fe ni un corazón
obediente, las ofrendas no tenían valor. Cuando, violando directamente el
mandamiento de Dios, Saúl se propuso presentar en sacrificio lo que Dios había
dispuesto que fuese destruido, despreció abiertamente la autoridad divina. El
sacrificio hubiera sido un insulto para el Cielo. No obstante conocer el relato del
pecado de Saúl y sus resultados, ¡cuántos siguen una conducta parecida!
Mientras se niegan a creer y obedecer algún mandamiento del Señor, perseveran
en ofrecer a Dios sus servicios religiosos formales. No responde el Espíritu de
Dios a tal servicio. Por celosos que sean los hombres en su observancia de las
ceremonias religiosas, el Señor no las puede aceptar si ellos persisten en violar
deliberadamente uno de sus mandamientos.
"Como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría el infringir."
La rebelión tuvo su origen en Satanás, y toda rebelión contra Dios se debe
directamente a las influencias satánicas. Los que se oponen al gobierno de Dios
se han aliado con el caudillo de los apóstatas, y éste ejercerá su poder y astucia
para cautivar los sentidos de ellos y descarriar su entendimiento. Hará que todo
aparezca bajo una luz falsa. Como nuestros primeros padres, los que están bajo el
dominio de su hechizo ven sólo los grandes beneficios que han de recibir por su
transgresión.
No puede darse mayor evidencia del poder engañador de Satanás que el hecho
de que muchos que son dirigidos por él se engañan a sí mismos con la creencia
de que están en el servicio de Dios. Cuando Coré, Datán y Abiram se rebelaron
contra la autoridad de Moisés, creyeron que sólo se estaban oponiendo a un jefe
humano, a un hombre como ellos mismos; y llegaron a creer que estaban
realmente haciendo la voluntad 689 de Dios. Pero al rechazar el instrumento
escogido por Dios, rechazaron a Cristo; e insultaron al Espíritu de Dios. Así, en los
días de Cristo, los escribas y ancianos judíos, que profesaban ser muy celosos por
el honor de Dios, crucificaron a su Hijo. El mismo espíritu existe todavía en los
corazones de los que insisten en seguir su propia voluntad en oposición a la
voluntad de Dios.
Saúl había tenido pruebas abundantes de que Samuel era inspirado por Dios. Al
atreverse a desobedecer el mandamiento que Dios le había dado por el profeta,
obró contra los dictados de la razón y del sano juicio. Su presunción fatal debe
atribuirse al hechizo satánico. Saúl había demostrado gran celo en el exterminio
de la idolatría y de la hechicería; no obstante, en su desobediencia al
mandamiento divino había sido instigado por el mismo espíritu de oposición a Dios
que animaba a los que practicaban la hechicería, y había sido tan realmente
inspirado por Satanás como ellos; y cuando fue reprendido por ello, sumó la
obstinación a la rebelión. No podría haber hecho mayor insulto al Espíritu de Dios
si se hubiera unido abiertamente con los idólatras.
Pasar por alto los reproches y las advertencias de la palabra de Dios o de su
Espíritu, es un paso peligroso. Muchos, como Saúl, ceden a la tentación hasta que
se ponen ciegos y no pueden ver el carácter verdadero del pecado. Se jactan de
que tenían algún buen propósito en vista, y que no han hecho ningún daño al
apartarse de las instrucciones de Dios. Así desprecian el Espíritu de la gracia
hasta que ya no oyen su voz, y él los deja entregados a los engaños que han
escogido.
En Saúl Dios había dado a los israelitas un rey según el corazón de ellos, como
dijo Samuel cuando le fue confirmado el reino a Saúl en Gilgal: "Ahora pues, ved
aquí vuestro rey que habéis elegido." (1 Sam. 12: 13.) Bien parecido, de estatura
noble y de porte principesco, tenía una apariencia en un todo de acuerdo con el
concepto que ellos tenían de la dignidad real; y su valor personal y su pericia en la
dirección de los ejércitos 690 eran las cualidades que ellos consideraban como las
mejor calculadas para obtener el respeto y el honor de otras naciones.
Les interesaba muy poco que su rey tuviera las cualidades superiores que eran las
únicas capaces de habilitarle para gobernar con justicia y con equidad. No pidieron
un hombre que tuviera verdadera nobleza de carácter, y que amara y temiera a
Dios. No buscaron el consejo de Dios acerca de las cualidades que su gobernante
debía tener para que ellos pudieran conservar su carácter distintivo y santo como
pueblo escogido del Señor. No buscaron el camino de Dios, sino el propio. Por lo
tanto, Dios les dio un rey como lo querían, uno cuyo carácter reflejaba el de ellos
mismos. El corazón de ellos no se sometía a Dios, y su rey tampoco era
subyugado por la gracia divina. Bajo el gobierno de este rey, iban a obtener la
experiencia necesaria para que pudieran ver su error, y volver a ser leales a Dios.
Sin embargo, habiendo el Señor encargado a Saúl la responsabilidad del reino, no
le abandonó ni le dejó solo. Hizo que el Espíritu Santo se posara en Saúl para que
le revelara su propia debilidad y su necesidad de la gracia divina; y si Saúl hubiera
fiado en Dios, el Señor habría estado con él. Mientras la voluntad de Saúl fue
dominada por la voluntad de Dios, mientras cedió a la disciplina de su Espíritu,
Dios pudo coronar sus esfuerzos de éxito. Pero cuando Saúl escogió obrar
independientemente de Dios, el Señor no pudo ya ser su guía, y se vio obligado a
hacerle a un lado. Entonces llamó a su trono a un "varón según su corazón" (1
Sam. 13: 14), no a uno que no tuviera faltas en su carácter, sino a uno que, en vez
de confiar en sí mismo, dependería de Dios, y sería guiado por su Espíritu; que,
cuando pecara, se sometería a la reprensión y la corrección.

HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS
ELENA G. DE WHITE.

Bendiciones!

lunes, 14 de junio de 2010

Las calamidades de Job

1:1 Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.
1:2 Y le nacieron siete hijos y tres hijas.
1:3 Su hacienda era siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, y muchísimos criados; y era aquel varón más grande que todos los orientales.
1:4 E iban sus hijos y hacían banquetes en sus casas, cada uno en su día; y enviaban a llamar a sus tres hermanas para que comiesen y bebiesen con ellos.
1:5 Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días.
1:6 Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás.
1:7 Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella.
1:8 Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?
1:9 Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde?
1:10 ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra.
1:11 Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia.
1:12 Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová.
1:13 Y un día aconteció que sus hijos e hijas comían y bebían vino en casa de su hermano el primogénito,
1:14 y vino un mensajero a Job, y le dijo: Estaban arando los bueyes, y las asnas paciendo cerca de ellos,
1:15 y acometieron los sabeos y los tomaron, y mataron a los criados a filo de espada; solamente escapé yo para darte la noticia.
1:16 Aún estaba éste hablando, cuando vino otro que dijo: Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y a los pastores, y los consumió; solamente escapé yo para darte la noticia.
1:17 Todavía estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Los caldeos hicieron tres escuadrones, y arremetieron contra los camellos y se los llevaron, y mataron a los criados a filo de espada; y solamente escapé yo para darte la noticia.
1:18 Entre tanto que éste hablaba, vino otro que dijo: Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito;
1:19 y un gran viento vino del lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre los jóvenes, y murieron; y solamente escapé yo para darte la noticia.
1:20 Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró,
1:21 y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.
1:22 En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno.


Dios les bendiga

viernes, 4 de junio de 2010

LA VISIÓN SE CUMPLIRÁ CIERTAMENTE

Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no
mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará. (Hab. 2: 3).

La fe que fortaleció a Habacuc y a todos los santos y justos de aquellos tiempos
de prueba intensa, era la misma fe que sostiene al pueblo de Dios hoy. En las
horas más sombrías, en las circunstancias más amedrentadoras, el creyente
puede afirmar su alma en la fuente de toda luz y poder. Día tras día, por la fe en
Dios, puede renovar su esperanza y valor. . . Al servir a Dios, no hay por qué
experimentar abatimiento, vacilación o temor. El Señor hará más que cumplir las
más altas expectativas de aquellos que ponen su confianza en él. Les dará la
sabiduría que exigen sus variadas necesidades.
Acerca de la abundante provisión hecha para toda alma tentada, el apóstol Pablo
da un testimonio elocuente. Le fue asegurado divinamente: "Bástate mi gracia,
porque mi poder se perfecciona en la debilidad". Con gratitud y confianza, el
probado siervo de Dios contestó: "Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien
en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por
amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en
persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte" (2
Cor. 12: 9, 10).
Debemos apreciar y cultivar la fe acerca de la cual testificaron los profetas y los
apóstoles, la fe que echa mano de las promesas de Dios y aguarda la liberación
que ha de venir en el tiempo y de la manera que él señaló. La segura palabra
profética tendrá su cumplimiento final en el glorioso advenimiento de nuestro
Señor y Salvador Jesucristo, como Rey de reyes Señor de señores. El tiempo de
espera puede parecer largo; el alma puede estar oprimida por circunstancias
desalentadoras; pueden caer al lado del camino muchos de aquellos en quienes
se puso confianza; pero con el profeta que procuró alentar a Judá en un tiempo de
apostasía sin parangón, declaremos con confianza: "Jehóvá está en su santo
templo; calle delante de él toda la tierra" ( Hab. 2: 20). Recordemos siempre el
mensaje animador: "Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura
hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá. . . El
justo por su fe vivirá" (vers. 3, 4).* 65

Bendiciones!

jueves, 3 de junio de 2010

Satanás dice:

LA HISTORIA DE PROFETAS Y REYES
Por ELENA G. de WHITE

Durante la dispensación cristiana, el gran enemigo de la felicidad del hombre hizo al
sábado del cuarto mandamiento objeto de ataques especiales. Satanás dice: "Obraré
en forma contraria a los propósitos de Dios. Daré a mis secuaces poder para desechar
el monumento de Dios, el séptimo día como día de reposo. Así demostraré al mundo
que el día santificado y bendecido por Dios fue cambiado. Ese día no vivirá en la mente
del pueblo. Borraré su recuerdo. Pondré en su lugar un día que no lleva las
credenciales de Dios, un día que no puede ser una señal entre Dios y su pueblo.
Induciré a los que acepten este día a que lo revistan de la santidad que Dios dio al
séptimo día.
"Mediante mi viceregente, me exaltaré a mí mismo. El primer día será ensalzado, y el
mundo protestante recibirá este falso día de reposo como verdadero. Mediante el
abandono de la observancia sabática que Dios instituyó, haré despreciar su 137 ley.
Haré aplicar a mi día de reposo las palabras "Señal entre mí y vosotros por vuestras
edades."
"De esta manera el mundo llegará a ser mío. Seré gobernante de la tierra, príncipe del
mundo. Regiré de tal modo los ánimos que estén bajo mi poder que el sábado de Dios
será objeto especial de desprecio. ¿Una señal? Yo haré que la observancia del séptimo
día sea una señal de deslealtad hacia las autoridades de la tierra. Las leyes humanas
se volverán tan estrictas que hombres y mujeres no se atreverán a observar el séptimo
día como día de reposo. Por temor a que les falten el alimento y el vestido, se unirán al
mundo en la transgresión de la ley de Dios. La tierra quedará completamente bajo mi
dominio."
Por el establecimiento de un falso día de reposo, el enemigo pensó cambiar los
tiempos y las leyes. Pero ¿logró realmente cambiar la ley de Dios? La respuesta se
encuentra en las palabras del capítulo 31 de Éxodo. El que es el mismo ayer, hoy y por
los siglos, declaró acerca del día de reposo, o sábado: "Es señal entre mí y vosotros
por vuestras edades." "Señal es para siempre." (Exo. 31: 13, 17.) La señal indicadora
que fue cambiada apunta en un sentido equivocado, pero Dios no ha cambiado. Sigue
siendo el poderoso Dios de Israel. "He aquí que las naciones son reputadas como la
gota de un acetre, y como el orín del peso: he aquí que hace desaparecer las islas
como polvo. Ni el Líbano bastará para el fuego, ni todos sus animales para el sacrificio.
Como nada son todas las gentes delante de él; y en su comparación serán estimadas
en menos que nada, y que lo que no es." (Isa. 40: 15-17.) Y el Señor siente hoy tanto
celo por su ley como en los días de Acab y Elías.

LA HISTORIA DE PROFETAS Y REYES
Por ELENA G. de WHITE

Bendiciones!

martes, 1 de junio de 2010

Juicio de Jehová...

Isaías 3

Juicio de Jehová contra Judá y Jerusalén

1 Porque he aquí que el Señor Jehová de los ejércitos quita de Jerusalén y de Judá al sustentador y al fuerte, todo sustento de pan y todo socorro de agua;
2 el valiente y el hombre de guerra, el juez y el profeta, el adivino y el anciano;
3 el capitán de cincuenta y el hombre de respeto, el consejero, el artífice excelente y el hábil orador.
4 Y les pondré jóvenes por príncipes, y muchachos serán sus señores.
5 Y el pueblo se hará violencia unos a otros, cada cual contra su vecino; el joven se levantará contra el anciano, y el villano contra el noble.
6 Cuando alguno tomare de la mano a su hermano, de la familia de su padre, y le dijere: Tú tienes vestido, tú serás nuestro príncipe, y toma en tus manos esta ruina;
7 él jurará aquel día, diciendo: No tomaré ese cuidado; porque en mi casa ni hay pan, ni qué vestir; no me hagáis príncipe del pueblo.
8 Pues arruinada está Jerusalén, y Judá ha caído; porque la lengua de ellos y sus obras han sido contra Jehová para irritar los ojos de su majestad.
9 La apariencia de sus rostros testifica contra ellos; porque como Sodoma publican su pecado, no lo disimulan. !!Ay del alma de ellos! porque amontonaron mal para sí.
10 Decid al justo que le irá bien, porque comerá de los frutos de sus manos.
11 !!Ay del impío! Mal le irá, porque según las obras de sus manos le será pagado.
12 Los opresores de mi pueblo son muchachos, y mujeres se enseñorearon de él. Pueblo mío, los que te guían te engañan, y tuercen el curso de tus caminos.
13 Jehová está en pie para litigar, y está para juzgar a los pueblos.
14 Jehová vendrá a juicio contra los ancianos de su pueblo y contra sus príncipes; porque vosotros habéis devorado la viña, y el despojo del pobre está en vuestras casas.
15 ¿Qué pensáis vosotros que majáis mi pueblo y moléis las caras de los pobres? dice el Señor, Jehová de los ejércitos.

Bendiciones!