viernes, 9 de septiembre de 2011

REMORDIMIENTO o REGOCIJO



REMORDIMIENTO o REGOCIJO

20 de agosto de 2011

por Ernie Knoll

www.formypeople.org



En mi sueño, estoy volando a través de la extensión del espacio. Voy a una velocidad muy grande, paso varios planetas, algunos con lunas que orbitan alrededor de ellos. Pero hay un planeta muy amado, en el cual mantengo la fija vista. Hace sus rotaciones en un mar de oscuridad, sin embargo está rodeado de azul y blanco. Tengo ansias de estar con un pueblo que vive allí. Después de penetrar la atmósfera de la tierra, veo una iglesia en la parte oriental de los Estados Unidos que pienso visitar. Me acerco rápidamente y toco el suelo suavemente. Al caminar por la yerba, me doy cuenta de que alguien ha trabajado arduamente para preparar el césped para el sábado. También noto que ahora tengo la salud y energías que tenía cuando yo tenía unos 30 años. Con facilidad asciendo las gradas de mármol, y me acerco a una de las grandes puertas de madera ornamentada al frente de la iglesia. Tengo deseos de adorar al Padre celestial con mi pueblo durante este sábado hermoso.

Al entrar al vestíbulo de la iglesia, me sorprende el ruido de mucha gente conversando, especialmente porque están apenas afuera del santuario. Quiero decirle a cada uno que no haga ruido en la casa de mi Padre. Algunos hasta comentan temas que no son apropiados para el sábado; algunos conversan de cosas mundanas. También me pregunto por qué no hay nadie que me salude. Veo que hay muchos carritos preparados con pan, una variedad de bollos y pastelitos, jugo, leche y varios sabores de café. Me detengo y me pregunto si será posible que no haya entrado a una Iglesia Adventista del Séptimo Día, porque las iglesias del Padre celestial no serían como ésta. Dios ha dado instrucciones por medio de sus profetas en cuanto a cómo adorar y qué comer. ¿Será que esta gente cree que ya no necesita la dirección que el Padre ha dado a través de sus profetas? ¿Por qué hacen caso omiso de los consejos enviados con amor y para su preparación? Y para colmo, la comida en los carritos se ofrece por un donativo mínimo. Los miembros no se dan cuenta de que están comprando y vendiendo en el día sábado. Ahora veo cables eléctricos y siento un fuerte deseo de hacer un látigo con esos cables para sacar a los miembros de la iglesia. Quiero echar los carritos a rodar y dejar que caigan escaleras abajo y se destrocen, para que los perros, las ratas, los cerdos y los zopilotes consuman el alimento sin valor que se ofrece.1

Entonces salgo del vestíbulo y camino por una de las entradas, que parecen túneles, que van hacia el santuario. Me espantan las cosas que oigo. Se oye el ruido de instrumentos y cantos que se presentan, no para la honra y gloria de Dios, sino para Satanás. Algunos hasta están bailando. Entonces, un hombre ofrece una oración como si fuese a santificar el santuario. Está de pie, mirando hacia arriba, con las palmas extendidas. Me pregunto por qué no se arrodilla e inclina la cabeza con reverencia. Habla como un orador dando una presentación, y la oración suena como algo practicado. ¿Por qué no ora de su corazón? Veo que las palabras que pronuncia flotan hacia arriba, como si fuesen hacia el Padre celestial, pero entonces caen al suelo y se rompen como cristales. Él termina y el público aplaude y vitorea su oración. Entonces, él relata una historia para entretener, y muchos se ríen y vuelven a aplaudir. A continuación, él pide más cantos y aparecen palabras en una pantalla inmensa. Me pregunto por qué los miembros no cantan himnos inspirados que fueron escritos para acercar a la gente más a Dios. En vez de eso, todos se ponen de pie y hacen ademanes con las manos o aplauden, y hay más baile.

Otro hombre se dirige hacia la plataforma. Cesa la música y los bailarines regresan a sus asientos. El hombre dice que Dios y sus ángeles están ahí, y que han cantado y bailado con ellos. Anima a todos a disfrutar del refrigerio que ofrecen en el vestíbulo y asistir a una de muchas clases emocionantes de la Escuela Sabática.

Salgo y paso por el túnel de entrada que va hacia el vestíbulo, donde el ruido ahora es aún más fuerte. Voy en busca de un salón de clases donde pueda escuchar la Palabra de Dios. Veo a un hombre que busca individuos para invitar a su clase. Me doy cuenta que su cuerpo es el de un anciano, pero a su cara le han hecho mucha cirugía plástica para cambiar la estructura de su rostro de cómo el Creador la había formado. Él ha cambiado la apariencia de sus mejillas, nariz y barbilla. Casi parece que le han quitado toda la piel de la cara y la han reemplazado con el pellejo de un cerdo. Sólo invita a su clase a los que son jóvenes y atractivos. A los demás, les dice que no son dignos, o que harían perder el tiempo de su clase y que deberían ir a otra.

Ahora me siento más y más como alguien indeseado. Yo sólo deseaba adorar con mi pueblo, pero me hacen sentir como que ésta no es mi iglesia. La mayor parte de lo que he visto y oído va en contra de lo que han enseñado los profetas de Dios. Esta gente no es mi pueblo, y tengo que irme.

Salgo del vestíbulo y me encuentro afuera, donde hay paz y tranquilidad. Ni el Padre ni el Espíritu Santo estaban presente en esa iglesia. Yo sé que existe la iglesia del Padre; consiste de su pueblo. Este edificio no contiene su pueblo, porque están dormidos y han sido engañados por el que adoran. Yo sé que el pueblo de Dios está en alguna parte; iré a otra iglesia. Me doy cuenta de que aunque haya sólo una persona fiel, el Padre estará presente con él/ella.2

Ahora sé que allá lejos, hacia el oeste, hay una iglesia-casa que voy a visitar. Sin duda esos miembros adoran de la manera correcta. Bajo las gradas rápidamente, feliz con la idea de que voy a hallar un lugar donde pueda estar con mi pueblo y ser bienvenido. Cruzo la calle, atravieso un área cubierta de césped, subo una colina y bajo por otra, mis ojos fijos en una casa no muy nueva construida en la ladera de una loma. Camino rápidamente, y aunque pasa mucho tiempo, parece que sólo me ha tomado segundos para llegar. Estoy ansioso de entrar. La puerta trasera está al nivel del suelo, pero el frente de la casa tiene escaleras, las cuales subo rápidamente. Cuando llego al portal, veo que hay un reloj grande colgado de uno de varios postes cuadrados de madera. El reloj dice que son casi las 8:00 a.m. Yo sé que la Escuela Sabática y el culto de adoración no comenzarán por ahora, pero deseo estar con mi pueblo, el cual se alegrará de que yo esté con ellos. Quiero gozar de su compañerismo antes de comenzar los cultos. Aunque sé que puedo abrir la puerta y entrar, decido tocar primero y decir en voz alta, “Buenos días. Feliz sábado”.3

Entro al pasillo a la entrada de la casa y veo que hay varias habitaciones a la derecha y a la izquierda. De repente, veo a tres mujeres que salen de las habitaciones de la derecha e izquierda. Desesperadamente se apuran por alistarse. Todavía llevan puestas su bata y chanclas, y tienen rulos en el cabello. Una de las mujeres se detiene y, con voz agitada, me dice, ¿“Qué haces aquí? ¿Por qué has llegado tan temprano? Nosotras no estamos listas. ¿Por qué viniste tan pronto? ¡Has venido demasiado pronto! ¡Yo no estoy lista! ¿Por qué viniste tan pronto? ¡Has llegado demasiado temprano”!

Me duele el alma al oír las palabras que resuenen en mis oídos. Entonces, veo que hay un espejo en la pared a mi derecha. De repente, al mirar el espejo, me doy cuenta que todo este tiempo no se ha tratado de mí. Yo estaba mirando a través de los ojos de Jesús. Por primera vez noto las cicatrices en su frente causadas por la corona de espinas.

Entonces veo a Jesús salir de la casa. Le oigo decir que Él envió un mensaje diciendo a todos que se preparen, porque Él viene. Él dice que nos dijo que no dijéramos que Él viene pronto, porque eso da a entender que será en algún momento futuro. Nos dijo que nos alistemos, porque viene. Él dice que fue a la iglesia y no le dieron la bienvenida, porque no adoran al Padre, sino a Satanás. Él dice que fue a la pequeña iglesia-casa, pero ellos no estaban listos, al contrario, le dijeron que había llegado demasiado pronto.4

Lentamente, Jesús desciende las escaleras de la casa, y se va caminando, rechazado, sin haber recibido una bienvenida, indeseado. Ahora escucho otra voz que dice, “Él dio tanto por un mundo que no lo desea a Él”. Entonces me doy cuenta de que el Heraldo está de pie junto a mí. Me llama por mi nombre celestial y explica que Jesús, el Rey de Reyes, el que tiene las llaves de la vida eterna, desea tanto estar con su pueblo cada sábado, para cantar y dar gloria al nombre del Padre celestial. Él dice que Jesús anhela el día cuando pueda echar al suelo el incensario y regresar para buscar a su pueblo. Dice que nuestro Señor, nuestro Maestro, nuestro Rey abandonó todo para salvarnos del pecado y rescatarnos de esta tierra.

Entonces el Heraldo explica que es triste que algunos que lean este sueño van a pensar que deben comenzar los cultos a las 8:00 a.m. Este mensaje no se trata de la hora cuando debe comenzar el culto, sino de vivir cada momento como si fuese el momento cuando nuestro Gran Maestro caminará con cada uno de nosotros. Me dice el Heraldo que a todos se nos ha dicho que debemos arrepentirnos y prepararnos. Pronto se verá que muchos descansarán en los brazos de su Maestro. Para algunos, el momento que se les ha dado puede ser su último, hasta que sean llamados de su sueño en la tumba. Para ellos, sólo será un breve pensar y verán a Jesús venir en las nubes. Él llamará a los que escucharon y se prepararon. Los demás serán llamados más tarde, para recibir su juicio. Para muchos, pronto Él llamará al ángel marcador para que marque el sitio donde descansarán un tiempo breve. Aquéllos que permanezcan vivos y vean descansar en la tumba a ancianos, jóvenes, padres, hijos o hijas, no deben sentir remordimiento, sino regocijo; porque el Rey de Reyes ha tenido compasión de ellos y les ha permitido descansar mientras ocurren los eventos que están por cumplirse.

Me dice el Heraldo que él ha sido enviado para compartir ciertas cosas conmigo, y me pide que camine con él. Le extiendo mi mano derecha y al instante nos encontramos en un aula de clases. Me siento en la única silla, y el Heraldo se para al frente. Me dice que se le dijo que a mí me preocupaba algo. Le digo que muchos saben que yo pequé, pero también pedí perdón. Muchos han declarado que yo dije que los sueños colocados en mi sito web no eran de Dios. El Heraldo me asegura que todos los ángeles; aquéllos que caminan por las calles de oro; Jesús, quien tiene en su mano el incensario y sirve a favor nuestro; y el Padre sentado en su trono—todos saben que yo nunca dije que los sueños colocados en mi sitio web eran de Satanás. Me explica el Heraldo que los que propagaron esos informes falsos son guiados por Satanás. Los individuos que no se tomaron la molestia de confirmar la veracidad de esos datos, recibirán su juicio de Dios.

El Heraldo me instruye en cuanto a lo siguiente: Siempre habrá quienes se presten para publicar los pecados de otros. Nótese cuán rápidamente corrió la palabra en cuanto a los pecados de individuos como Samuel Koranteng-Pipim y Jim Hohnberger. Nadie está exento de los engaños de Lucifer. Él atacará a todos, pero en forma especial a los que están haciendo la obra del Padre. Cuando uno de ellos cae en pecado, la gente rápidamente esparce el chisme y los datos. No se toman la molestia de compartir las grandes verdades que ellos han enseñado, ni el gran número de individuos que han llevado a Dios como resultado de su labor. Si ellos desean propagar nuevas, deben decir lo siguiente: El Padre escuchó cuando esos individuos pidieron perdón. Ellos no le hablaron con sus labios, sino de corazón. El Padre escuchó sus plegarias de arrepentimiento, y los ha perdonado. El Padre ha dicho que ya no sabe nada de sus pecados. Sepan que desde la profundidad del hoyo, Él los levantará para que le sirvan como predicadores que harán lo que Él les pida. El Heraldo revela que me mostrará más en cuanto a esto más tarde. Dice que muchos han señalado mi pecado, pero se han olvidado de tantos otros que también pecaron, pero se arrepintieron y fueron usados de nuevo por Dios, de la misma manera como yo fui perdonado y nuevamente me está usando Dios.5

Lo siguiente servirá para recordar a los que se han olvidado que, durante la historia de este mundo, hubo quienes anduvieron en forma especial con el Padre, pero cometieron grandes pecados. Dice el Heraldo que se le ha dicho que debe colocarme en otro sueño.

Me encuentro en una sala de justicia. Estoy al frente y a la derecha del tribunal del juez, quien está a mis espaldas. Frente a mí y a mi derecha, hay una baranda de madera. Al otro lado de la baranda hay un sitio donde otro individuo se podría colocar, también de espaldas al juez. Miro hacia atrás, para ver si veo al juez, pero me doy cuenta de que él está ubicado tan alto, que no lo puedo ver. Los que están frente a mí tampoco lo pueden ver. Lo único que vemos es una luz muy brillante.

Frente a mí y a mi izquierda, está el fiscal, vestido de un manto largo y negro. Alrededor de su cuello, lleva una banda negra de satén, y debajo del manto, una camisa negra con vuelos. También lleva una peluca. La mirada de sus ojos es la de alguien ansioso de acusar a otros de sus pecados.6

Frente a mí y a mi derecha está el defensor. Él lleva la misma indumentaria que viste el fiscal, pero toda blanca. El defensor tiene un aspecto de tranquilidad y paciencia.

Ahora se ha reunido un gran número de espectadores, y el fiscal se acerca y se para frente a mí. Dice que va a mostrar por qué no se me permitirá continuar con mi ministerio. Dice que tiene pruebas de que he pecado y he transgredido todos los mandamientos; porque cuando se quebranta uno, se han quebrantado todos. Él explica que yo mentí, y que muchos creyeron esa mentira. De manera que ahora no puede confiarse en mí. Sigue acusándome de ser falso, un fraude y, claro está, de no ser un profeta verdadero. Entonces, regresa a su asiento y se sienta en el mismo borde, como si estuviese ansioso de dar un salto para acusar a la siguiente persona.

A continuación, el defensor se acerca y se para frente a mí. Con su voz suave dice, “Sí, Ernie ha hecho lo que usted dijo. Es cierto que lo hizo, y mucho más que usted no mencionó. Es verdad que Ernie pecó; pero cuando se lo enfrentó con sus pecados, se arrepintió”. El defensor regresa a su mesa y dice, “Para complacer a los de esta sala que estén listos para emitir un fallo, llamo a David, hijo de Isaí, para que todos lo vean y escuchen”. Sale un hombre y se pone de pie a mi derecha, al otro lado de la baranda. El fiscal se levanta y presenta a David como el gran rey David que poseía tanto poder, pero pecó en gran manera. Miró a Betsabé y cometió lujuria en su corazón. Entonces cometió adulterio con ella. Como ella quedó encinta, David mandó a llamar a su esposo para que viniera del campo de batalla para acostarse con ella. Cuando él rehusó, fracasó el plan de David de que Betsabé pudiese decir que su esposo era el padre. De manera que David dio órdenes para que su esposo volviera al frente de batalla, donde fue muerto. David no confesó sus pecados hasta después de que Natán lo confrontó. A David se lo halló culpable de lujuria, mentira, adulterio y asesinato. El fiscal regresa a su asiento.

El defensor viene hacia el frente y con voz suave dice que, efectivamente, David hizo todo lo que él dijo, y más. Pero, después de ser enfrentado, confesó y se arrepintió. Se acercaron dos guardias y se pararon a cada lado de David. Entonces, la voz de un moderador dice que David halló gracia a los ojos del Padre celestial, quien aceptó su confesión y lo perdonó. Ahora, él está sin culpa; el Padre no recuerda sus pecados. Cuando lo despiden, los guardias lo escoltan a la libertad.

Los guardias traen a otro hombre, quien se para a mi derecha. El fiscal se levanta y anuncia que ése es Noé, el gran hombre que construyó un arca para salvar la raza humana y el reino animal. Sin embargo, se lo acusa de haber pecado. Después del diluvio, sembró uvas, de las cuales hizo vino. Después de beber el vino y emborracharse, su hijo, Cam, vio su desnudez. Entonces, Noé proclamó una maldición contra el hijo de Cam. El fiscal regresa a su asiento y se pone de pie el defensor. Nuevamente dice con su voz suave que sí, efectivamente Noé hizo todo lo que se dijo, y más, pero Noé se arrepintió y Dios lo perdonó. Entran los guardias y se colocan a cada lado de Noé. El moderador anuncia que Noé halló gracia a los ojos de Dios. Fue perdonado y se le reveló que tres grandes razas saldrían de sus hijos. Los guardias lo escoltan a la libertad.7

Ahora veo que los guardias traen a Elías, el profeta que fue trasladado. Viene el fiscal y explica que ahí tienen a un gran hombre. Él oró que no lloviese por tres años y medio, y así fue. En el Monte Carmelo, él mostró el poder que el Padre le dio. Sin embargo, pecó cuando temió a Jezabel y huyó por su vida. No mostró fe. Antes de que el defensor pueda decir nada, los guardias van hacia Elías. Entonces, el moderador explica que Elías confesó y halló gracia con el Padre. Fue llevado al cielo, donde ahora camina con el Padre.

Los guardias traen a otro hombre, y el fiscal se enfrenta con él. Lo presenta como el gran Moisés, quien libró a los israelitas. Entonces dice que él pecó grandemente. Aunque lo cuidaron como príncipe, mató a un egipcio y huyó por su vida. Cuando regresó para guiar a su pueblo de la esclavitud egipcia, hizo caer plagas sobre los egipcios, las cuales causaron destrucción y muerte. Cerca del final de su labor, cuando el pueblo se quejaba porque no había agua, se enojó y golpeó la piedra en vez de hablarle, como Dios le había mandado. Tomó la gloria para sí mismo. Poco después, Moisés murió.

Entonces, el defensor va hacia Moisés y coloca su mano derecha sobre el hombro izquierdo de Moisés. Con voz tierna explica que lo que dijo el fiscal es verdad. Moisés hizo lo que él dijo, y más. Cuando los guardias se acercan a Moisés, vuelvo a escuchar al fiscal decir que Moisés fue un asesino, que tenía problemas con la paciencia, no cumplía con las instrucciones, le faltaba fe y ni siquiera hablaba claramente. El defensor explica que Moisés fue levantado de la tierra y nuevamente se le sopló aire a los pulmones. Entonces, fue llevado al cielo, donde ahora él camina por las calles de oro. Veo que escoltan a Moisés hasta salir de la sala.

Ahora traen a muchos otros para ser juzgados, tales como Pedro (negó a Cristo), Salomón (lujuria, vanidad), Jonás (huyó de Dios), Sansón (reveló el secreto de Dios, lujuria), Jacob (mintió), Aarón (ayudó a fabricar el becerro de oro), Abraham (mintió), Sara (no confió en Dios, celos, dureza), Eva (dudó la palabra de Dios), María (orgullo, crítica, prejuicio, celos), Rebeca (engaño), María Magdalena (poseída de demonios, fornicación), etc. Cada uno pasa adelante, y el fiscal los acusa a todos de los pecados cometidos. En cada oportunidad, el defensor acuerda con lo que se ha dicho, pero muestra que cada uno confesó y fue perdonado. En cada oportunidad, volvieron a hallar gracia con Dios.

Entonces, el moderador menciona que a mí se me ha hallado culpable de mentir, porque mostré falta de fe que Dios protegería mi ministerio, tal como protegió a Elías. Yo no confesé hasta que fui confrontado, de la misma manera como David no confesó hasta que Natán se encaró con él. Pregunta el moderador, ¿“Cuál es el fallo? ¿Es culpable, tal como dice el fiscal”? El público queda en silencio, meditando de todos los demás quienes, a lo largo de la historia de este mundo, han pecado. Algunos pecaron grandemente, pero se arrepintieron y fueron perdonados. Volvieron a hallar el favor de Dios.

Ahora, todos los presentes oyen la voz del juez que habla desde muy alto, detrás de las luces brillantes. Esa voz no había dicho nada hasta ese momento. Tiene el sonido de una catarata poderosa, un arroyo y un chorrito de agua—todo a la vez. Cuando esa Gran Voz habla, todos los presentes inmediatamente caen de rodillas. La Voz dice que escuchó la plegaria de mis labios pidiendo perdón. Sin embargo, la plegaria de mi corazón fue la que le hizo saber mi sinceridad. Fue su propia decisión borrar el registro de mis pecados, y ya Él no los recuerda. Le pregunta a los que están ansiosos de acusarme si ellos están sin pecado. Dice la Gran Voz que nadie ha podido probar, ni con la Biblia ni con el Espíritu de Profecía, que haya algún error en los sueños que aparecen en mi sitio web. La Voz manda a pasar adelante a cualquiera que nunca haya pecado, para que dicte un fallo en contra de uno a quien Él ha perdonado.8

La Gran Voz llama mi nombre y manda que sólo yo me ponga de pie frente a los que me acusan. Me levanto de mis rodillas y miro al público. Todos están de rodillas, con la cabeza inclinada. Manda la Voz, “Los que han pecado y pedido perdón en el nombre de mi Hijo, Cristo Jesús, pónganse de pie y salgan de este lugar”. Veo que todos los que han venido para verme acusado y declarado culpable, se ponen de pie. Con la cabeza inclinada, salen en silencio de la sala del tribunal. El último en salir es el fiscal. El defensor me sonríe, asciende y se para junto al Gran Juez.9

Ahora me encuentro caminando por una pradera grande. Es primavera. Hay una gran variedad de flores que atraen las abejas y las mariposas, y cantan muchos pajaritos. Miro hacia mi derecha y veo que alguien está sentado en la yerba. Camino hacia él y al acercarme me doy cuenta de quién es. Cuando comienzo a correr hacia Jesús, Él se pone de pie y viene hacia mí. Lo abrazo y le digo cuánto me alegro que Él esté allí. Él me dice que desea estar conmigo durante este día sábado y que va a mostrarme algo. Me explica que lo que me va a mostrar es semejante a lo que le mostró a su profetisa Elena de White. El mensaje sigue siendo el mismo, pero me lo mostrará para estos tiempos, de manera que sea comprendido más claramente.

Estoy de pie con Jesús en calidad de observador. Veo individuos que comienzan a escalar una montaña muy alta. Cada uno lleva sobre sus espaldas una bolsa de lona muy grande y llena. Me pregunto cómo pueden sostener o estabilizar el gran peso que cargan. Cuando esas personas comienzan a caminar por la yerba donde comienza la cuesta, todos cantan el himno, “Al andar con Jesús”. Cuando llegan al coro, todos cantan con voz fuerte, “Obedezco por fe”.

Al andar con Jesús en su fúlgida luz,
En mi senda su gloria veré;
Y su voz he de oír, pues promete vivir
Con aquél que obedece por fe.

Coro
Su santa Ley obedezco por fe,
Y feliz para siempre con Jesús estaré.
Si trabajo y penar tengo aquí que cargar,
Fortaleza en Jesús obtendré;
Pues alivia su amor mi afán, mi dolor,
Cuando ve que obedezco por fe

Coro

Nunca pude saber de su amor el placer
Hasta que todo a Cristo entregué.
Su bondad, su favor, su poder redentor
Goza aquél que obedece por fe.

Coro

Fiel Amigo Él es; sentareme a sus pies,

Y a su lado el camino andaré.

Lo que Él diga, haré; donde Él quiera, iré;

Sin temor obedezco por fe.

Coro

Los observo escalar. Después de un rato, algunos se quitan los zapatos y caminan descalzos para poder manejar su carga más fácilmente. Más adelante, algunos se dan por vencidos y regresan, montaña abajo. Para ellos fue demasiado difícil y se rindieron. El grupo se disminuye y veo que ya todos andan descalzos. Muchos se han quitado casi toda la ropa que llevaban puesta. Siguen cantando el mismo himno. Unidos en mente y espíritu, saben que deben confiar y obedecer. Después de un buen rato, dejan atrás la yerba y durante un buen rato siguen un sendero de gravilla que asciende montaña arriba. Al acercarse a la cima, el sendero se torna muy estrecho. En algunas partes apenas es suficientemente ancho para colocar el pie izquierdo junto al derecho. Al subir la cuesta, ahora muy escarpada, cada uno decide con mucho cuidado adónde va a colocar sus pies, ya ensangrentados y en carne viva, debido a las piedras agudas del sendero. Comienzan a darse cuenta de que no les será posible alcanzar la cima de la montaña por sus propias fuerzas, porque el sendero es muy estrecho y escarpado y llevan un peso muy grande en sus espaldas. Siguen adelante, cantando el mismo himno y esforzándose por confiar y obedecer.

De repente, ven una cuerda blanca, muy grande, con muchos nudos. Comienzan a usar la cuerda, confiando que les ayudará durante el resto del camino. Las piernas de muchos tienen cortadas, por haber tropezado y caído. Las manos y brazos tienen cortaduras, y sangran debido a sus esfuerzos por estabilizarse. Usan la cuerda para subir la última parte escarpada de la montaña.

Uno por uno llegan a la cima, una meseta grande cubierta de yerba verde y hermosa que sigue hasta el horizonte. Cuando comienzan a caminar, ven por delante un espacio llano, cubierto de mármol, que forma la base para muchos escalones de mármol que ascienden hasta el cielo. En la cima hay un trono glorioso, de oro puro. Ahora, cada uno suelta el fardo que ha estado cargando, y lo deja sobre la base de mármol, frente al primer escalón. Al caer, las bolsas se abren y se desparraman muchos tesoros. Veo copas de oro con joyas, ristras de gemas preciosas, grandes montones de monedas de oro y plata, y fajos de dinero. Los que lucharon y soportaron hasta alcanzar la cima de esa gran montaña ahora echan sus tesoros al pie del trono.10 Dejan ahí sus tesoros y siguen adelante; esas cosas ya no les llaman la atención. Al caminar por la yerba, sanan sus manos, piernas y pies y cambia su apariencia. Ahora, una luz brillante los rodea.

Ahora, Jesús me recuerda que en el sueño anterior Él reveló que iba a dar sueños a muchos para que dieran todo lo que poseían, y que ahora es el momento de invertir para su jubilación en el cielo. Algunos a quienes Jesús dijo que dieran todo, han descartado el mensaje. Otros, han decidido compartir sólo una pequeña parte de sus fondos. Eso muestra poca o ninguna fe. Algunos han decidido obtener un lugar seguro en esta tierra para su jubilación. Algunos han decidido que desean obtener una casa en el campo y sembrar una hortaliza, porque están cumpliendo con el consejo del Espíritu de Profecía. Sin embargo, Dos está llamando a los que estén dispuestos a abandonar todo, algunos para hacer donaciones de sus fondos, y otros para viajar de sitio en sitio para dar el último mensaje del evangelio.

Está por llevarse a cabo la última obra, y todavía hay algunos que no están listos. Va a venir Jesús, y le dirán que vino demasiado pronto. ¿Hallará fe hoy, o sólo un pueblo que aplaude, baila o vive cómodamente, bien sea en una ciudad o en el campo? ¿Hallará Jesús un pueblo listo para rendirle todo, sabiendo que Él suplirá lo que necesiten? Él pide que su pueblo le rinda todo. Él dio todo eternamente por su pueblo. Él no les dijo a sus perseguidores que sólo le diesen latigazos a la espalda. Él no les dijo que sólo le clavaran un brazo a la cruz. Él no les dijo que lo clavasen a la cruz sólo hasta que se sintiese débil y hambriento. Ahora, Él se ofrece como vuestro hermano, si deseáis aceptarlo. ¿Le daréis la bienvenida con brazos abiertos, o tendrá que alejarse de vosotros? ¿Lo saludaréis cuando regrese, o le diréis que vino demasiado pronto?

Jesús está pidiendo que su pueblo supla, por fe, lo que hace falta para terminar la última gran obra. Él me recuerda que Él ha prometido enviar a pastores para hacer su obra. Él enviará a los que han caído y conocen personalmente la importancia del arrepentimiento. Uno no puede hablar ni enseñar esas cosas sin conocerlas. Él me recuerda que el Heraldo me mostró a Pipim y Hohnberger y a otros como ellos. Éstos son maestros que enseñan conforme a las instrucciones de Dios. Se me mostró que ellos y otros han sido perdonados y están listos para hacer una gran obra.

Jesús les pidió a los que tienen medios económicos que coloquen su tesoro en el cielo, no en esta tierra.11 Se me mostró que muchos irán al descanso, y la voz de Jesús los llamará de la tumba. Jesús pide que todos obedezcan sus instrucciones. Ahora es el momento de hacer su obra. Ahora es el momento de colocar vuestros tesoros al pie del trono. Ahora es el momento cuando Jesús llama a sus predicadores a la batalla.

Anteriormente, Jesús mandó que su pueblo se prepare. La preparación también incluye considerar cada día como si fuese el último que se os dé. Cada día nuevo que os despertéis es un regalo, y puede ser el último, hasta que Jesús os llame de la tumba, bien sea para vida eterna o para pérdida eterna. Muchos creen que porque aman a Dios y andan de cerca con Él, no les pasará nada. Él ha dicho que cada uno que desee obedecer sus mensajes, debe prepararse. A la mensajera de Dios, Elena de White, Dios le instruyó a dar este mensaje:

¡Cuántas veces los que están en peligro de ser destruidos por terribles brotes de vientos y agua, han sido protegidos misericordiosamente del mal! ¿Nos damos cuenta de que hemos sido protegidos de la destrucción sólo a causa del cuidado protector de agencias invisibles? Aunque se han hundido muchos barcos, y han perecido muchos hombres y mujeres que iban a bordo, Dios en su misericordia ha protegido a su pueblo. Pero no debemos sorprendernos si algunos que aman y temen a Dios son sobrecogidos por las aguas tempestuosas del mar. Ellos dormirán hasta que el Dador de la vida regrese para darles vida. No debemos pronunciar ni una palabra en contra de Dios ni de la manera cómo El obra. Manuscript Releases (Manuscritos) tomo 19, p. 281.

Cuando Dios le pidió a su profetisa que registrase esas palabras, no existían ciertos medios de viaje que hay ahora. Dios ha protegido a muchos por sólo uno. En otros casos, Dios ha permitido que muchos fieles descansen junto con muchos que no eran fieles. Se están cumpliendo los últimos eventos de esta tierra. Éstas son las señales de las cuales debéis estar pendientes, las que mencionaron los profetas de Dios. Algunos de su pueblo permanecerán hasta que vean a Jesús venir en las nubes. Muchos otros descansarán hasta el día cuando Él los llame de la tumba. Fueron dadas las lo instrucciones de prepararse, porque ya muchos están yendo al descanso, o irán pronto. Dios pregunta a dónde estáis colocando vuestro tesoro. ¿Será al pie del trono celestial, para sostener a los obreros a quienes Dios ha elegido? ¿O será en un banco, en una casa hipotecada, en terrenos o vehículos? Cada uno deberá rendir cuentas a Dios si su tesoro no fue usado para esparcir su Palabra por medio de los pastores y maestros que Él está seleccionando.

Me dice Jesús que los que oyen su voz y gozan de la presencia del Espíritu Santo, darán todo lo que tienen a su ministerio, para que Becky y yo podamos comenzar de nuevo a viajar para compartir los mensajes de Dios. Nosotros debemos pedir que los que tengan interés en servir al ministerio Para Mi Pueblo, nos lo hagan saber. Entonces, el Señor nos guiará a aquéllos que deben unirse a nuestro ministerio. Por medio de las dádivas generosas de otros, se sostendrán y sustentarán los que sirvan en este ministerio. Jesús me revela que Él tiene muchos tenientes ansiosos de servir, listos y esperando. Algunos harán donativos a este ministerio para proveer un sistema de apoyo financiero. Otros lo verán y se unirán para dar medios económicos. Jesús me recuerda que Él seguirá dando mensajes y sueños a su pueblo. Los mensajes también incluirán un pedido de colocar todo lo que poseen a los pies del trono de Dios para sostener el Ministerio Para Mi Pueblo.

Jesús también me dice que Él tiene a muchos que han servido, pero fueron despedidos a causa de las palabras rectas que compartieron. Él tiene otros que han pecado, pero se arrepintieron y fueron perdonados. Él tiene tenientes listos y a la espera que hablan distintos idiomas. Me recuerda que he recibido instrucciones en cuanto a lo que debo hacer y cómo los llamados deben alcanzar a su pueblo. Jesús enfatiza que su pueblo es su iglesia, sus Adventistas del Séptimo Día. Él está esperando que su pueblo acepte la invitación del Espíritu Santo en cuanto al sitio para colocar sus tesoros. Por medio de todo lo que se dé, los tenientes del Padre celestial podrán ofrecerse para dar sus palabras. Muchos han pedido formar parte de la obra de Dios, pero ¿quiénes están dispuestos a colocar todo lo que poseen a los pies de su trono?

Jesús ya ha mostrado que los fondos de muchos les serán quitados. Entonces no podrán pagar sus hipotecas. Perderán sus fondos y sus hogares. Ahora tienen la oportunidad de dar todo y permitir que el Padre celestial los mantenga, o de orar más tarde, pidiendo perdón por no dar todo y haberlo perdido todo. Jesús me recuerda el Salmo 50:10, donde dice: “Porque mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados”. Me dice que haga saber que hasta el suelo sobre el cual crece el bosque, y el terreno sobre el cual caminan los animales, le pertenecen. Él es el Dueño de todo esto, por la vida que Él dio y la sangre que Él vertió. A cada individuo se le da una oportunidad de dar todo por fe, sabiendo que Dios lo mantendrá y protegerá.

Me dice Jesús que muchos han pedido una señal. Muchos han pedido respuestas a sus oraciones privadas y no privadas. Han pedido un mensaje. Han pedido dirección y ser guiados por la senda recta. A los que todavía están pidiendo, orando, buscando, ayunando y meditando, Jesús les pide que abran sus ojos, destapen sus oídos y alcen sus rostros para ver delante de sí mismos cada aspecto del clima intenso que se está permitiendo. En la Palabra de Dios se registra que habrá terremotos en varios lugares. Estamos viendo el comienzo del desatamiento de los cuatro vientos. Jesús ha dicho que permitirá que muchos vayan al descanso, algunos con la señal de Dios, y otros con la marca de Satanás. Dios ha dado muchas señales, pero muchos siguen pidiendo una señal. Dice Jesús que habrá que abreviar el tiempo, porque el espíritu de Satanás se está fortaleciendo en los que andan por el mundo. Se puede ver el espíritu de Satanás en las interacciones de los que fueron creados a la imagen de Dios, y en la falta de arrepentimiento de los que diariamente caminan bajo la sombra de Satanás. Jesús dice que Dios ha enviado un mensaje en cuanto al amor del amor de los amores en los ojos de Jesús. Muchos han dicho Amén a ese mensaje. Sin embargo, cuando Dios muestra las pautas por medio de sus mensajeros, esos mismos individuos oran pidiendo ser guiados. Pregunta Jesús, ¿“Hallaré fe, o hallaré a muchos como Tomás que tenía la necesidad de colocar su mano en la herida en mi costado? ¿Hallaré fe, o hallaré a muchos todavía pidiendo una señal cuando vaya en las nubes para llevar a mi pueblo al hogar”?

Me dice Jesús que Él les dijo a los que andan en su luz, a los que actúan y sirven por fe, a los que han sido derrotados por el control del pecado, a los que Él ha extendido la mano, limpiado el fango del pecado y levantado, que Él tiene una labor para ellos. Dice que no deben temer cada nuevo día, sino que deben permitir que Él los guíe por cada paso del camino.

Jesús me mira, me llama por mi nombre celestial, y dice que me está usando para dar instrucciones en cuanto a lo que debe hacerse ahora. En vista de las señales en el mundo que ya se han cumplido, dice a los que son como Tomás y sienten la necesidad de tocar la herida: “Sepan que las señales que habéis pedido están frente a vuestros ojos. Algunos están esperando que caigan las bolas de fuego, o que desaparezcan ciudades enteras de la faz de la tierra. A ellos pregunta Jesús: ¿Deseáis estar de pie viendo acercarse la bola de fuego que caerá sobre vosotros? ¿Será ésa vuestra señal, ver eso con vuestros ojos, clavados e incapaces de huir? Es por el amor que os tengo que envío instrucciones en cuanto a lo que debe hacerse ahora. Los que esperen, recibirán una maldición de remordimiento. Nuevamente envío un mansaje. Cada uno debe prestar atención a esta advertencia. A los que he pedido que den todo, yo di instrucciones a mi profetisa, Elena de White”. Jesús se da vuelta, señala hacia el cielo y me muestra estas palabras:

Cada uno deberá soportar la prueba por sí mismo. La fe de los miembros de la iglesia será probada en forma individual, como si no hubiera otra persona en el mundo. En el tiempo de angustia, de nada les valdrán a los santos las casas ni las tierras, porque entonces tendrán que huir delante de turbas enfurecidas, y en aquel entonces no podrán deshacerse de sus bienes para hacer progresar la causa de la verdad presente. Vi que si algunos se aferraban a sus propiedades y no preguntaban al Señor en qué consistía su deber, él no se lo hará conocer y les permitirá conservar sus propiedades, pero en el tiempo de angustia éstas se levantarán delante de ellos como una montaña para aplastarlos, y ellos tratarán de deshacerse de ellas, pero no podrán [...]. Pero si ellos desean que se les enseñe, él les hará saber, en tiempo de necesidad, cuándo y cuánto deben vender. Ahora es demasiado tarde para aferrarse a los tesoros mundanales. Casas y tierras innecesarias pronto no serán de beneficio para nadie, porque la maldición de Dios descansará más y más pesadamente sobre la tierra. Llega la invitación: “Vended lo que poseéis, y dad limosna”. Lucas 12:33. Este mensaje debiera hacerse llegar fielmente a los corazones de la gente, para que la propiedad de Dios le pueda ser devuelta en ofrendas que promuevan su obra en el mundo. Eventos de los Últimos Días, p. 221.

Jesús me dice que todos los que ahora den con fe todo cuanto puedan, para permitir que aquéllos a quienes Él llama enseñen y sirvan, serán cuidados. Se les proporcionará todo lo necesario para su vida diaria. Ahora es el momento de dar, antes del tiempo de angustia, cuando será difícil o imposible dar. Ahora es el momento de dar, para comenzar la última obra, grande e importante. Jesús les pide que lean y crean las siguientes palabras que Él le pidió a Elena de White que registrara para esta generación:

El Señor me ha mostrado repetidas veces que sería contrario a la Biblia el hacer cualquier provisión para nuestras necesidades temporales durante el tiempo de angustia. Vi que si los santos guardaran alimentos almacenados o en el campo en el tiempo de angustia, cuando hubiese en la tierra guerra, hambre y pestilencia, manos violentas se los arrebatarían y extraños segarían sus campos. Será entonces tiempo en que habremos de confiar por completo en Dios, y él nos sostendrá. Vi que nuestro pan y nuestras aguas nos estarán asegurados en aquel tiempo, y no sufriremos escasez ni hambre; porque Dios puede preparar mesa para nosotros en el desierto. Si fuese necesario, mandaría cuervos para que nos alimentasen, como alimentó a Elías, o haría bajar maná del cielo, como lo hizo en favor de los israelitas. Vi que nos espera un tiempo de angustia, cuando una severa necesidad obligará al pueblo de Dios a vivir de pan y agua [...]. En el tiempo de angustia nadie trabajará con sus manos. Sus sufrimientos serán mentales, y Dios les proveerá de alimento. El tiempo de angustia está ante nosotros, y entonces una severa necesidad requerirá que el pueblo de Dios se niegue a sí mismo y coma meramente lo suficiente para sostener la vida, pero Dios nos preparará para ese tiempo. En esa hora terrible nuestra necesidad será la oportunidad de Dios para impartir su poder fortificante y sostener a su pueblo. Pan y agua es todo lo que se promete al remanente en el tiempo de angustia. En el tiempo de angustia que vendrá inmediatamente antes de la venida de Cristo, los justos serán resguardados por el ministerio de los santos ángeles. Eventos de los Últimos Días, pp. 223-224

Jesús se pone de pie frente a mí y coloca sus manos sobre mis hombros. Me dice que las acusaciones que fueron hechas en contra mía eran solamente eso—sólo acusaciones. En forma literal, todos los acusadores se han ido. Jesús me vuelve a decir que mientras Becky y yo viajemos, debemos pedir que los que Dios mande, se unan a esta gran obra. Los que acepten obrarán milagros que no se han visto desde los tiempos de los discípulos. Los que acepten, irán adelante y enseñarán conforme a las palabras de Dios. Muchos aprenderán. Jesús dice que les enviará su Espíritu. Debemos saber que ahora es el momento de entregar todo al pie del trono. Ahora es el momento de comenzar. Ahora es el momento de decidir donde cada uno desea vivir. ¿Desea vivir en una casa cómoda, o en una casa alquilada, listos para ir adonde sean enviados? Cada uno debe decidir si va a almacenar tesoros en esta tierra, o invertirlos en almas para el cielo. Jesús revela que sus tenientes predicadores se han preparado para ir a la batalla que está justo delante de nosotros. Los medios económicos para todo esto serán provistos. Jesús pide que los que puedan dar, den todo ahora. Él dice, “Es cierto que nuestro Padre es el Dueño de todos animales de los collados. ¿Hallaré fe”?

Para resumir, Jesús enseña que los que creen los mensajes y desean escucharnos a Becky a mí compartirlos para ser fortalecidos, deben enviarnos una invitación para ir. Los que deseen ayudar con la obra final deben presentarse a nosotros como candidatos dispuestos para servir en nuestro ministerio. Dios nos enseñará quiénes deben servir. Aquéllos a quienes Él ha ordenado y puesto en su servicio, pero que han caído y se han arrepentido, como Pipim y Hohnberger, si están dispuestos, deben levantarse para servir en el Ministerio Para Mi Pueblo. Éstos deben responder al llamado de ir adelante y hacer la obra, sabiendo que se les proporcionará todo para sus necesidades. Ellos deben salir a manifestar el poder del Espíritu Santo, junto con los que Yo he ungido, como Hugo Gambetta, y que han sido descartados debido a la verdad que creen y enseñan.12 Jesús los llama a ir adelante en su nombre con los mensajes del cuarto ángel que Él ha enviado para ser proclamados por su pueblo. Deben salir con dos megáfonos, uno en cada mano. Deben ponerse en alto, donde todos los puedan ver. Aquéllos que los han acusado verán y oirán a quiénes Dios ha llamado para dar sus mensajes. Salgan como salieron los discípulos con el poder y fuerza que les dará el Espíritu Santo. Levántense a enseñar, predicar, servir y ponerse en pie, unidos como el verdadero pueblo de Dios, su verdadera Iglesia Adventista del Séptimo Día—los que estén unidos en la adoración y en las enseñanzas de la Biblia y el Espíritu de Profecía por medio de Elena de White, unidos en los mensajes que Dios ha enviado en estos tiempos finales por sus profetas—levántense juntos, unidos como un solo hombre, como su pueblo y su iglesia, unidos en sus mensajes.

Jesús me pregunta qué hora es por mi reloj. Miro hacia abajo, me quito el reloj de la muñeca y lo pongo en mi bolsillo. Le digo que mi tiempo es suyo, y que no me guío por mi reloj, sino que todo se cumplirá conforme al tiempo suyo y por su reloj.

Jesús me abraza y me dice que está ansioso de poder estar conmigo otra vez. Dice, “Dile a mi pueblo que estoy ansioso de que llegue el día cuando pueda abrazar y caminar con cada uno de mi pueblo. No expresen remordimiento a causa de mis palabras, sino regocijo, ¡porque voy presto”!


    1. Juan 2:13-16
      Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén, y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado.
    2. Manuscript Releases (Manuscritos), tomo 19, p. 242
      De los que guardan los mandamientos de Dios, de los que no viven sólo de pan, sino por cada palabra que sale de la boca de Dios, de ellos está compuesta la iglesia del Dios viviente. [Trad.]

      Los Hechos de los Apóstoles, p. 10
      Desde el principio, las almas fieles han constituido la iglesia en la tierra.

      Ibíd., p. 44
      Hasta el fin del tiempo, la presencia del Espíritu ha de morar con la iglesia fiel.
    3. El Deseado de Todas las Gentes, p. 454
      El Testigo verdadero dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo.” Apocalipsis 3:20. Toda amonestación, reprensión y súplica de la Palabra de Dios o de sus mensajeros es un llamamiento a la puerta del corazón. Es la voz de Jesús que procura entrada. Con cada llamamiento desoído se debilita la inclinación a abrir. Si hoy son despreciadas las impresiones del Espíritu Santo, mañana no serán tan fuertes. El corazón se vuelve menos sensible y cae en una peligrosa inconsciencia en cuanto a lo breve de la vida frente a la gran eternidad venidera. Nuestra condenación en el juicio no se deberá al hecho de que hayamos estado en el error, sino al hecho de haber descuidado las oportunidades enviadas por el cielo para que aprendiésemos lo que es la verdad.
    4. Marcos 13:33-37
      Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo. Es como el hombre que yéndose lejos, dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase. Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana; para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad.

      Jeremías 8:19-20
      ¿Por qué me hicieron airar con sus imágenes de talla, con vanidades ajenas? Pasó la siega, terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvos.

      The Signs of the Times (Las Señales de los Tiempos), 13 de agosto de 1894
      El destino solemne de las cinco vírgenes fatuas, presentado en la parábola de las diez vírgenes, se registra como advertencia para aquéllos que, aunque profesan la fe de Cristo, se han enfriado y alejado.

      Las cinco vírgenes fatuas representan a los cristianos mundanos, descuidados, indolentes y satisfechos consigo mismos. Poseen una expectativa tranquila de algún día ir al cielo, pero no han purificado sus almas con la obediencia de la verdad.

      Las cinco vírgenes fatuas poseían un verdadero interés en el evangelio. Conocían la norma perfecta de la justicia; pero el amor propio paralizó sus energías; porque vivían para complacer y glorificarse a sí mismas, y no tenían el aceite de la gracia en sus vasijas para reabastecer sus lámparas. Con frecuencia las afligía el enemigo, quien conocía sus flaquezas y ponía delante de ellas una apariencia de luz. La verdad, la verdad preciosa, vivificante, representada por el aceite, les parecía sin importancia, y Satanás se aprovechó de su ceguera, ignorancia y fe débil. Ellas poseían una experiencia fluctuante, basada en principios inestables. [Trad.]

      El Comentario Bíblico Adventista del Séptimo Día, tomo 5, p. 1075
      Todos los que esperan al Esposo celestial están representados en la parábola como dormidos, porque su Señor demoraba su venida; pero los prudentes se despertaron ante el mensaje de su aproximación, respondieron al mensaje, no perdieron todo su discernimiento espiritual, y se pusieron en acción. Su experiencia religiosa se robusteció e incrementó al aferrarse de la gracia de Cristo, y pusieron su afecto en las cosas de lo alto. Comprendieron dónde estaba la fuente de sus recursos y apreciaron el amor que Dios les prodigaba. Abrieron su corazón para recibir el Espíritu Santo, por el cual el amor de Dios fue derramado en su corazón. Arreglaron y encendieron sus lámparas, las cuales proyectaban constantes rayos de luz a las tinieblas morales del mundo. Glorificaron a Dios porque tenían el aceite de la gracia en su corazón e hicieron la misma obra que su Maestro había hecho antes que ellos: fueron a buscar y salvar a los que estaban perdidos.

      The Review and Herald (La Revista Adventista), 27 de marzo de 1894
      Las cinco vírgenes fatuas tenían lámparas (esto significa un conocimiento de la verdad de las Escrituras), pero no poseían la gracia de Cristo. Día tras día cumplían con una serie de ceremonias y tareas externas, pero su servicio era inánime, carente de la justicia de Cristo. [Trad.]
    5. Testimonios para los Ministros, p. 106
      El Señor a menudo obra donde nosotros menos lo esperamos; nos sorprende al revelar su poder mediante instrumentos de su propia elección, mientras pasa por alto a los hombres por cuyo intermedio esperábamos que vendría la luz. Dios quiere que recibamos la verdad por sus propios méritos, porque es la verdad.

      Ibid., p. 107
      Nadie debe pretender que tiene toda la luz que existe para el pueblo de Dios. El Señor no tolerará esta condición. El ha dicho: “He aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar”. Aun cuando todos nuestros hombres prominentes rechacen la luz y la verdad, esa puerta permanecerá aún abierta. El Señor suscitará a hombres que den a nuestro pueblo el mensaje para este tiempo.
    6. Apocalipsis 12:10
      Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
    7. Historia de los Patriarcas y Profetas, p. 97
      Hablando por inspiración divina, Noé predijo la historia de las tres grandes razas que habrían de proceder de estos padres de la humanidad. Al hablar de los descendientes de Cam, refiriéndose al hijo más que al padre, manifestó Noé: “Maldito sea Canaán, siervo de siervos será a sus hermanos”. Génesis 9:25. El crimen antinatural de Cam demostró que hacía mucho que la reverencia filial había desaparecido de su alma, y reveló la impiedad y la vileza de su carácter. Estas perversas características se perpetuaron en Canaán y su descendencia, cuya continua culpabilidad atrajo sobre ellos el juicio de Dios.
    8. Romanos 3:23
      Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.
    9. Juan 8:7-11
      Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.
    10. The Review and Herald (La Revista Adventista), 16 de agosto de 1898
      Los seguidores de Cristo deben predicarlo por precepto y por ejemplo. Deben suplicar a sus semejantes que no se abastezcan de sólo una porción terrenal, privándose así de la felicidad eterna. "No os hagáis tesoros en la tierra”, dice Cristo, “donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. El que guarda su tesoro junto al trono eterno, se hace partícipe de los atributos celestiales. Aprecia y disfruta de los atributos divinos y las bendiciones temporales de una manera que el mundano no es capaz de comprender. [Trad.]

      Palabras de Vida del Gran Maestro, p. 308
      Dios desea que escojamos lo celestial en vez de lo terrenal. Nos presenta las posibilidades de una inversión celestial. Quisiera estimular nuestros más elevados blancos, asegurar nuestro más selecto tesoro. … Cuando hayan sido arrasadas las riquezas que la polilla devora y el orín corrompe, los seguidores de Cristo podrán regocijarse en su tesoro celestial, las riquezas imperecederas.

      Mejor que toda la amistad del mundo es la amistad de los redimidos de Cristo. Mejor que un título de propiedad para el palacio más noble de la tierra es un título a las mansiones que nuestro Señor ha ido a preparar. Y mejores que todas las palabras de alabanza terrenal, serán las palabras del Salvador a sus siervos fieles: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. Mateo 25:34.

      A aquéllos que hayan despilfarrado sus bienes, Cristo todavía da oportunidad de obtener riquezas duraderas. El dice: “Dad, y se os dará”. “Haceos bolsas que no se envejecen, tesoro en los cielos que nunca falta; donde ladrón no llega, ni polilla corrompe”. Lucas 6:38; 12:33.

      “A los ricos de este siglo manda... que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, que con facilidad comuniquen atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano a la vida eterna”. 1 Timoteo 6:17-19.

      Permitid, pues, que vuestra propiedad vaya antes que vosotros al cielo. Haceos tesoros junto al trono de Dios.
    11. Manuscript Releases (Manuscritos), tomo 8, p. 305
      Cuando gastamos el dinero sin necesidad y no lo colocamos a su disposición, robamos la tesorería del Señor. Dios no ha designado que miles de libras [esterlinas] sean encerradas en bancos o en inversiones, sino que se usen sabiamente. Oh, ¡cuánto anhelo ver que su obra avance con la rapidez que debiera! Si tan solo permitiéramos que circulasen algunos de los medios económicos que yacen inútiles en bancos e invertidos en casas y terrenos innecesarios, ¡cuán grande sería la bendición a la causa! ¡Con cuánta velocidad se esparciría a todo el mundo la luz de la verdad presente!

      Ha avanzado demasiado la historia de este mundo para darse el gusto de vivir holgados y ociosos. Ninguno debiera pensar acaparar sus medios económicos para los años futuros, sino que deben invertir sus medios para fomentar nuevos intereses en lugares donde hay necesidad de la verdad. Si todos los profesos seguidores de Cristo hubiesen hecho esto, se hubiesen obrado grandes cambios en nuestras ciudades. [Trad.]

      The General Conference Bulletin (Boletín de la Asociación General), 1o de octubre de 1896.
      Si en realidad viene el Señor, es hora de vender lo que poseéis y dar limosna. Es hora de llevar vuestro dinero a los banqueros, hora de colocar cada dólar que podáis en la tesorería del Señor, para que se puedan erigir instituciones para educar obreros, quienes serán educados como se educaban los que asistían a las escuelas de los profetas. Si viene el Señor y os halla haciendo esta clase de obra, Él dirá, "Bien hecho, buen siervo y fiel… entra en el gozo de tu Señor”.

      El Señor ha confiado sus bienes y la inversión de su capital a sus siervos, y Él espera que ellos sean diligentes y activos, atentos a los intereses de su reino. Todos deben ser obreros, pero la carga de responsabilidad más pesada descansa sobre los que tienen los mayores talentos, los mayores medios económicos, las oportunidades más abundantes. Seremos justificados por la fe, y juzgados por nuestras obras. [Trad.]
    12. Testimonios para los Ministros, p. 409
      Muchos ocuparán nuestros púlpitos sosteniendo en las manos la antorcha de la falsa profecía encendida por la infernal tea satánica. Si se albergan dudas e incredulidad, los ministros fieles serán retirados de entre aquéllos que creen saber tanto. “¡Oh, si también tú conocieses—dijo Cristo—a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos”.