sábado, 3 de mayo de 2014

Ernie Knoll - Invoca el nombre de Jesús

7 de marzo de 2014
por Ernie Knoll
www.formypeople.org






[Favor de notar: De la misma manera como ocurrió en el sueño “Si Me Amas”, el comienzo de este sueño muestra a un ángel maligno que trata de engañarme diciéndome la verdad mezclada con el error.] 
 Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado.  Joel 2:32

En mi sueño, voy caminando por un sendero que tiene árboles en cada lado. Noto que es un sendero muy transitado, porque la tierra está lisa. Sopla una brisa fresca. De repente al caminar, veo en el aire sobre mí al Heraldo y a varios ángeles guardias grandes. Ellos descienden lentamente y se detienen delante de mí. El Heraldo me llama por mi nombre celestial y revela que ha sido enviado con un mensaje que debo compartir cuando se me lo mande. Me dice que voy a ver lo que él va a mostrarme, porque así lo ha permitido el Padre celestial. Debo saber que si permanezco fiel, los ángeles celestiales me protegerán.

El Heraldo coloca sus manos sobre mis hombros, repite mi nombre celestial y dice, “Si en cualquier momento necesitas hacerlo, simplemente deja de caminar e invoca el nombre más precioso del universo, Jesús”. Me recuerda que yo simplemente soy un mensajero, tal como él es un mensajero. Quiénes nosotros somos no es importante. El único nombre digno de ser mencionado es el de Jesús, el nombre más bello del universo. Me dice, “Recuerda que si necesitas hacerlo en cualquier momento, para e invoca el nombre de Jesús”. Dice el Salmo 50:15, “Invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás.”

Ahora, el Heraldo y los ángeles guardias están muy cerca detrás de mí. Cuando comienzo a caminar, noto que varios ángeles descienden lentamente delante de mí. Me doy vuelta y miro hacia los ángeles guardias detrás de mí, y veo que como un solo hombre, todos levantan sus escudos y espadas, los cuales brillan con un fulgor iridiscente, como si fueran energía viva. Como si estuviesen listos para pelear, los ángeles guardias dan varios pasos hacia adelante, frente al Heraldo. Vuelvo a mirar hacia los ángeles que descendieron delante de mí. Brillan fuertemente, y muchos de ellos también tienen escudos y espadas. Sin levantarlos, caminan pacíficamente hacia mí.

Uno de los ángeles me sonríe. Parecido al Heraldo, es más alto y de aspecto más noble que los otros ángeles. Se dirigió hacia mí diciendo, “Hermano de Jesús, te traigo saludos de amor de Jesús, Aquél cuyo nombre se menciona con más frecuencia y cuyo nombre resuena por todo el universo del Padre”. Él sonríe constantemente, y yo sigo caminando. El ángel sigue diciendo, “Se te ha dicho que Jesús siempre está contigo. Se te ha dicho que lo único que tienes que hacer es invocar su nombre. Ésas son palabras muy confortantes. Es bueno saber que lo único que tienes que hacer es invocar el nombre de Jesús, y Él estará ahí mismo contigo. ¿Sabes? Si Él quisiera, Él pudiera pedir miles de legiones de ángeles, sólo para ti. Debe ser maravilloso saber que de todos los hermanos que Él tiene en la tierra, Él haría eso por ti. Tú eres alguien muy especial para Él. ¿Sabes? Nuestro Padre, desde su trono sagrado en el cielo, te llama Elías y Juan el Bautista. ¿Sabes? Él te sostiene en su mano de una manera muy especial. Es más, tú eres un mensajero muy especial para Él, como tantos otros que han servido y, claro está, han muerto. Otros mensajeros han vivido en escasez y pobreza, pero Él te ha cuidado y ha provisto abundantemente para tus necesidades”.

Ese ángel vuelve a hablarme diciendo, “Hermano de Jesús, es bueno saber que Jesús  ha dicho que perdonará todos tus pecados”. Mientras seguimos, ese ángel poco a poco me hace recordar mi vida. Me trae a la memoria cosas que hice como niño. Me recuerda las cosas que hice cuando era mayorcito. Al caminar, comienzo a pensar de todas las cosas que hice. A veces, el ángel me recuerda cuán indigno soy de que Jesús se moleste en llamarme hermano suyo. Al escuchar al ángel, comienzo a sentirme sumamente indigno. Empiezo a recordar muchas cosas que hice y hasta dónde he caído en el pecado. Siento que soy un gran pecador, que soy indigno, que soy despreciable, inmerecedor, y que he hecho cosas mucho peores que otros.1

El ángel toma mi mano izquierda y me dice que no debo sentirme mal, porque todos han pecado. Me dice que nadie es perfecto, y que todos siguen cometiendo errores. Él dice que nadie puede andar sin pecado, y que todos saben que es imposible guardar las leyes de Dios.2 El ángel sonríe y me dice que es bueno saber que lo único que tenemos que hacer es pedir perdón al Padre, y Él siempre nos perdonará. Sigue diciendo que el Padre, desde su trono, espera que nosotros se lo pidamos, y Él nos perdonará. Me dice que el Padre es todo amor y perdón, y que nosotros siempre recibiremos el perdón, porque ésa es la naturaleza del Padre.

Miro al ángel y le digo, “Pero, es importante pedir estas cosas en el nombre de Jesús”.3 Él sonríe y contesta, “Aunque a muchos les agrada mencionar el nombre de Jesús, para poder ser perdonados el Padre siempre espera que cada uno le pida perdón a Él”.

“Cuando Jesús vino a la tierra, Él no fue exactamente como tú. Él no tenía la propensión hacia el pecado. ¿Sabes? Jesús fue hecho de carne y hueso como tú. Él sangró cuando se cortaba. Él lloró cuando sentía dolor. Pero a diferencia de ti, Él no podía pecar.4 Debido a que Adán y Eva comieron del fruto prohibido del árbol del conocimiento, tú también posees plenamente la naturaleza caída de Adán. Pero Jesús, bueno, Él vino a la tierra como un ser humano, pero también vino con sus poderes principescos.5 Ésa es la razón por la cual Él no poseía la propensión al pecado. Cuando lo pensamos bien, sabemos que Él sanó a los ciegos y a los que no podían caminar. Él resucitó muertos y tornó agua en jugo. ¡Hasta anduvo sobre el agua, e hizo muchas otras cosas que ningún verdadero hermano o hermana de Adán o Eva jamás podría hacer! Aferrado a mi mano izquierda, sonríe y me pregunta, “¿Cuándo fue la última vez que tú diste la vista a un ciego, tornaste agua en jugo o anduviste sobre el agua? Jesús vino como un ser humano, pero Él usó poderes que los seres humanos no tienen”.

Mientras ese ángel y yo caminamos, él sigue recordándome de todos mis pecados. Me dice que además de todos los pecados que he cometido, yo seguiré pecando, porque no tengo la ventaja que tenía Jesús.6 Me dice que voy a terminar igual que todos los otros mensajeros antes de mí; no seré alzado al aire para encontrarme con Jesús, sino que seré enterrado. Nuevamente, repite todos mis pecados y los repasa uno por uno. Entonces, comienza a mencionar cosas que nunca hice. Me sonríe y me recuerda que está escrito que el que quebranta uno de los mandamientos de Dios, ha quebrantado todos. Pero pienso para mí que no he hecho todas las cosas que él mencionó, y que no tengo que arrepentirme de las cosas que nunca hice.

Sin embargo, después de escuchar todo lo que el ángel me dijo, me parece que no hay manera de jamás estar sin pecado. Comienzo a pensar en cuán serias son todas las cosas que he hecho, y que verdaderamente, si quebrantamos uno de sus mandamientos, los quebrantamos todos.7 Me siento más y más indigno, como si viviese cada día sin el perdón de mis pecados. Entonces empiezo a sentirme abrumado con la idea de que he pecado demasiado, y que a causa de todas las cosas que he hecho, ciertamente Dios no podrá perdonarme jamás. Siento que soy un gran pecador y que estoy perdido. Me siento perdido para siempre, un ser humano  miserable y sin fuerzas, en comparación con la que poseía Jesús. Comienzo a llorar y a sentir que todo lo que hago es completamente en vano. Me compadezco a mí mismo profundamente.

De repente, me sobrecoge una sensación de estar envuelto en una lluvia de agua fresca y cálida, y a la vez como si estuviese envuelto en una cobija tibia. El Espíritu Santo me ha recordado lo que dijo el Heraldo justo antes de que él y sus ángeles tomasen sus posiciones detrás de mí: “Si en cualquier momento necesitas hacerlo, simplemente deja de caminar e invoca el nombre de Jesús, el nombre más precioso del universo, Jesús”.

Teniendo esas palabras en mente, me detengo y en voz alta clamo en voz fuerte, “¡Jesús”! Parece que sé que su nombre resuena por todos los confines del universo. Al instante, todos los seres santos del universo lo oyen, y ellos también invocan el nombre de Jesús a mi favor. Ahora estoy seguro, porque al instante mi mente queda despejada de todos los pensamientos que el ángel maligno me había inculcado.

Al instante, parece que el cielo se ha rasgado, e inmediatamente veo a Jesús descender con miles y miles y miles de legiones de ángeles. Al parecer, todo el cielo y cada ángel del universo entero y sin fin, ha venido aquí al instante, gracias a la simple invocación del nombre de Jesús, el nombre más precioso del universo.

Inmediatamente, Jesús viene y me toma de la mano derecha, mientras que el ángel que me tenía asido de la mano izquierda y los ángeles que lo acompañaban rápidamente se van. Noto que a ellos les es difícil soportar el fulgor de Jesús, y que les causa dolor escuchar su nombre maravilloso. No soportan permanecer en su presencia.8

Mientras Jesús y yo andamos juntos por un sendero, el Heraldo y sus ángeles caminan detrás de nosotros. Noto que los ángeles guardias bajan sus espadas y escudos. Ahora muchos ángeles vuelan por encima de nosotros cantando suavemente. Veo que el sendero alrededor de los pies de Jesús y a lo lejos detrás de nosotros, se torna en una alfombra de hierba verde. A lo largo del sendero, árboles en flor llenan el ambiente de fragancia.  A cada lado del sendero hay una gran variedad de flores. Nos rodean distintos tipos de mariposas y aves cantoras. Ahora siento una brisa cálida y muy confortante.

Miro a los ojos de Jesús y sigo viendo ese amor del amor de los amores, un amor que no tiene fin. De la misma manera como el universo no tiene fin, no tiene fin el amor que veo en los ojos de Jesús, mi Hermano, mi Salvador, mi Creador—Jesús—el nombre más precioso del universo. Todos los seres que no han caído pronuncian ese nombre, y lo hacen resonar por todo el universo.

Me dice Jesús que es importante que todos se acerquen y arrodillen ante el trono del Padre celestial. Se nos ha enseñado que para ser perdonados debemos pedir perdón de nuestros pecados en el nombre de Jesús. Tal como dice Jeremías 31:34, cuando el Padre perdona, Él elije no volver a recordar el pecado.

Jesús extiende su mano derecha y todos se detienen. Todo queda en silencio, y el único sonido que oigo es su voz. Señala hacia una escena, que recuerdo es su crucifixión. Me explica que en la cruz Él soltó los lazos con que Satanás sujeta a muchos. Como resultado de su sacrificio y por medio de su nombre, cada uno puede acercarse al Padre y ser perdonado. Jesús baja el brazo y nuevamente comenzamos a caminar.

Con mi mano todavía en la suya, Jesús se detiene, se da vuelta y me mira. Me explica que los pecados que me fueron mostrados no se aplican sólo a mí, sino que representan los pecados de todo el mundo. Todos deben saber que cada uno ha sido engañado de una manera u otra. Jesús enfatiza que mientras quede tiempo, debemos acercarnos al Padre en oración reverente para pedir el perdón de los pecados. Me dice que relate que ahora el ángel está señalando a los 144,000 en sus frentes. Dice Apocalipsis 14:1: Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente. Pronto, el último individuo de este grupo habrá dejado de pecar y habrá sido contado. Cuando ese número esté completo, habrá concluido el tiempo de gracia para todos los habitantes de la tierra. Jesús habrá terminado su servicio como nuestro Sumo Sacerdote y Abogado, y los 144,000 estarán listos para ser trasladados al cielo sin gustar la muerte.9

Jesús me cuenta que, debido a que Él no tuvo la propensión al pecado cuando vino a la tierra, hay algunos que enseñan que Él tuvo una ventaja que nosotros no tenemos. Algunos también enseñan que Él usó sus propios poderes. Me dice Jesús que hay que entender que Él nació como nuestro Hermano. Al nacer, Él poseyó todas las cualidades humanas que tenían Adán y Eva después de haber pecado en el Jardín de Edén. Jesús me explica que Él no utilizó sus propios poderes para tornar agua en jugo, andar sobre el agua, sanar a los ciegos, a los sordos, a los cojos, a los leprosos, ni para restaurar a la vida a los muertos. Él pidió ayuda a su Padre celestial, de la misma manera como nosotros podemos hacerlo. Además, explica Jesús, Él pudiera haber pecado, pero por medio de su Padre, Él eligió no pecar.

Entonces, Jesús revela que después de nacer, Él gateó, se cayó, tropezó y se rasguñó las rodillas. Él se rió, lloró, trabajó, jugó y se enfermó, no por haber quebrantado las leyes de la salud, sino a causa de vivir en un mundo de pecado.10Jesús vivio cada día por medio de la dirección de su Padre. Jesús experimentó toda nuestra tristeza y sufrimiento sin pecar. Demostró que nosotros podemos hacer lo mismo, aunque estemos enfermos o sufriendo dolor. No estamos obligados a pecar.

Aquéllos que toman su cruz y siguen a Jesús pueden acercarse al Padre celestial y pedir el perdón de sus pecados. Entonces, cada uno puede decidir resistir la tentación, dejar de pecar y vivir cada día permitiendo que Dios guíe sus pasos.11 Cada uno puede andar por un sendero que no esté lleno de pecado. Cada uno puede vivir una vida libre del pecado. Hay algunos que andarán por ese sendero, y hay un ángel señalador que  enumerará a cada uno.

Una vez que ese ángel haya contado al último individuo, cerrará su tintero y regresará a Jesús y al Padre celestial. Les informará que él halló y contó a los que dejaron de pecar. El Padre le dirá a Jesús que los contados—los 144,000—son testigos ante el universo de que hay individuos sin pecado, como Jesús. Me aseguró Jesús que ese número (los que son) orará al Padre como Él oró, y algunos obrarán milagros de la manera como Él los obró.12

Los 144,000 se reirán, llorarán, trabajarán, jugarán y se enfermarán, no por haber quebrantado las leyes de la salud, sino a causa de vivir en un mundo lleno de pecado. A través del Padre, algunos de ellos sanarán, proveerán alimentos del cielo y obrarán otros milagros. Teniendo una propensión hacia el pecado, elegirán no pecar, tal como Jesús eligió no pecar sin tener la propensión. De ellos el Padre celestial dirá, “Cuando los veo, veo a mi Hijo, y cuando veo a mi Hijo, los veo a ustedes”.13

Mientras Jesús y yo estamos parados conversando juntos, le digo que quisiera entender de qué manera Él fue como nosotros cuando vino a esta tierra. Ahora que Él está en el Lugar Santísimo, ¿cómo es que Él conoce todo, ya que Él se despojó de todos sus poderes cuando vino a la tierra? ¿Cómo es que Él oye su nombre cuando lo invocamos en oración?

Jesús me explica que cuando vino a esta tierra, Él se despojó de sus poderes y fue tan humano como nosotros.14 Antes de regresar al cielo, Él prometió enviar al Espíritu Santo para estar con nosotros. Aun ahora, cuando Jesús está en el cielo, todavía Él no posee sus propios poderes. Sin embargo, a causa de su relación con el Padre y el Espíritu Santo, Ellos le permiten ser omnisciente (saber/conocer todo). A través del Padre y el Espíritu Santo, Jesús sabe todo.

Cuando oramos, a Jesús se le permite saber lo que el Espíritu Santo ve y oye en esta tierra. De manera que cuando un niño le ora a Jesús, o cuando invocamos su nombre pidiendo ayuda, Él siempre nos ve y oye a través del Espíritu Santo.15

Cuando Jesús obró milagros, como cuando alimentó a los 5,000, cambió agua en jugo de uva, sanó a la gente y anduvo sobre el agua, Él no los hizo por su propia cuenta. Dios los permitió. Jesús obró cada milagro sólo a través de la voluntad y el poder de su Padre celestial.16

Para que yo pueda comprenderlo con mayor facilidad, Jesús dice que me va a mostrar en este sueño cómo es ser omnipresente (estar en todas partes simultáneamente). Sin embargo, no se me permitirá verdaderamente poseer ese poder.

Aunque estoy parado ahí con Jesús, instantáneamente y por medio del poder del Espíritu Santo, estoy en tres planetas distintos. Es difícil comprender cómo es que puedo estar plenamente consciente, mental y físicamente, de todo lo que experimento en esos planetas, mientras sigo conversando con Jesús.

En el primer planeta, camino y converso con seres creados por Jesús y el Padre, pero no puedo captar cuánto tiempo estoy con ellos. Este planeta tiene una gran variedad de animales, incluyendo peces y pájaros.

A la vez, estoy en un segundo planeta donde no hay seres creados ni animales; sólo hay plantas. Huelo los aromas maravillosos de las distintas plantas y flores al caminar. Siento la textura maravillosa de la alfombra de hierba bajo mis pies y su aroma fresco y constante. No tengo las palabras apropiadas para describir la escena que me rodea.

Simultáneamente, estoy saltando de roca en roca al bajar por el lado de una catarata hermosa. Bajo mis pies siento la textura de las piedras lisas, como también una brisa neblinosa. A la misma vez, nado bajo el agua y observo la gran diversidad de peces coloridos, mientras pienso de tantos pájaros de diversos colores que vuelan por el aire. Por todas partes hay colores vivos. Simultáneamente, vuelo por el costado de cataratas y montañas majestuosas, cubiertas de hierba. Volando, paso lagos grandes, valles y praderas llenas de flores. En este planeta, camino, salto, vuelo y nado, todo a la vez. Sin embargo, todavía estoy en el primer planeta hablando con seres creados, y también estoy plenamente consciente de que estoy conversando con Jesús.

Simultáneamente, también visito un tercer planeta, y sé que es el sexto día, porque tiene plantas y animales, y los seres están a punto de ser creados. Tengo el privilegio de ser la primera persona en visitarlo. Mientras estoy allí, puedo caminar, correr, saltar, volar, nadar y explorar el tiempo que quiera, aun más allá de esa semana de la creación.

De todos los animales en ese lugar, el que me parece más interesante de todos es uno que parece un pez manta rectangular y muy grande, pero sin cola. Está cubierto con un pelaje largo y fluido que centellea a la luz del sol. Mientras se mueve ese animal tan bello, su pelaje se ilumina con colores que cambian continuamente. Mientras se desliza a lo largo del pasto, va comiendo la hierba, dejándola toda del mismo tamaño. Debido a que asimila perfectamente lo que come, deja el césped perfectamente cortado, sin ningún desperdicio.17

Mientras estoy en ese tercer planeta, también estoy en los otros dos, y a la misma vez Jesús me está explicando que continuamente y para siempre Dios va a crear planetas y seres perfectos. Por toda la eternidad, los salvados viajarán por las galaxias y les enseñarán a los seres recién creados acerca de Jesús. De la misma manera como Dios es eterno, el universo no tiene fin. Él es el Creador; por lo tanto, Él seguirá creando para siempre.

Jesús sigue explicando que se puede comparar el número de los planetas que existen en el universo a los granos de arena en todas las playas y en todos los océanos y mares de la tierra. No podemos contarlos. De los planetas creados, sólo un puñado, medido con la mano de Dios, está habitado. Esos habitantes esperan ansiosos cada ocasión cuando Dios, el Creador Eterno, crea otro planeta, cada uno distinto a los demás. Nos dice Apocalipsis 4:11: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”.

Cuán importante es esforzarse por formar parte de los 144,000. Cuán grande será el honor que ellos tendrán de poder viajar y contar a los seres recientemente creados de Jesús y lo que Él hizo por ellos cuando estuvo en la tierra.

Al instante, nuevamente estoy de pie con Jesús. Me abraza y me dice que Él espera que nosotros invoquemos su nombre, para poder volver a levantarnos, quitar nuestra inmundicia y vestirnos con su manto. Cuando invocamos su nombre, se repite por todo el universo.

Entonces, Jesús y sus ángeles ascienden. El Heraldo pasa adelante y toma mi mano derecha. Sonríe y dice que Jesús sirve como nuestro Hermano. Me dice que cuando Jesús estaba siendo enjuiciado y crucificado, los ángeles observaban, esperando que Él les pidiera ayuda.18 Si Él los hubiese llamado una sola vez, ellos hubiesen ido inmediatamente a su lado. Sin embargo, Jesús eligió no hacerlo.19 Él anduvo cada día tal como nosotros podemos andar, con la ayuda de nuestro Padre celestial.

Dice el Heraldo que debo seguir por el sendero que Jesús ha trazado para mí. Cuando miro hacia adelante, le digo al Heraldo que desde donde estoy parado no veo yerba ni flores, como las hay detrás de mí. El Heraldo me recuerda que Jesús ha dicho que Él andará con cada uno de nosotros. Sin embargo, cada uno de nosotros debe aferrarse a la mano del Salvador. Si la soltamos, el sendero será un camino de tierra. Mientras estemos aferrados a su mano, el sendero será un camino verde y lleno de vida.20

Le digo al Heraldo que yo sé que estoy asido de la mano de Jesús, pero el sendero delante de mí es un camino de tierra. El Heraldo pronuncia mi nombre celestial, sonríe con paciencia y dice, “Sólo toma un paso”. Cuando tomo un paso, el sendero bajo mi pie se torna en una alfombra viva de hierba verde. Los árboles en flor exhalan su fragancia. Una gran variedad de flores cubre cada lado del sendero. Nos rodean varios tipos de mariposas y pájaros cantores. Cuando tomo otro paso, vuelvo a ver una alfombra viva de hierba verde. Ahora siento una brisa cálida y muy confortante.

El sendero verde se abre cada vez que tomo un paso. Dice el Heraldo que si seguimos aferrados de la mano de Jesús, el Padre permitirá que permanezcamos en el sendero viviente. Si soltamos esa mano hermosa, caminaremos en un sendero de tierra, y con el tiempo ese sendero quedará sumido en la oscuridad. Me dice el Heraldo que puede parecer que el sendero viviente es áspero y duro. A veces tendremos que trepar sobre muchos troncos en el sendero. Pero si miramos detenidamente, veremos que no son troncos, sino palillos. No hay peñascos, sino sólo piedrecitas.21 Con tal que permanezcamos en el sendero que Dios ha escogido para nosotros, Él nunca permitirá que haya algo que no podamos vencer. Me dice el Heraldo que debo permanecer en el sendero viviente, e intentar y esforzarme por ser uno de los 144,000 que recibirán un número.


  1. The Review and Herald (La Revista Adventista), 18 de agosto de 1874
    Satanás trató de engañar a Cristo por medio de la adulación. [Trad.]

    Manuscript Releases (Manuscritos), tomo 16, p. 171
    Un sueño que me dio el Señor el 22 de agosto.

    …Mi vida apareció delante de mí, y parecía estar tan llena de equivocaciones, que no comprendía cómo podría permanecer en pie. En ese momento, Satanás vino adonde yo estaba y me dijo, “Estás perdida; ahora me perteneces [e] irás conmigo a las regiones de las tinieblas”. No puedo describir lo que sentí. Me parecía espantoso estar separada del Jesús, a quien había amado, para morar con los que aborrecía. Al mismo tiempo, me sentía indigna de estar con el hermoso Jesús.

    Mientras estaba en esa perplejidad tan terrible, uno de los ángeles vino adonde yo estaba y le dijo a Satanás, “Ella no es propiedad tuya, porque ha sido redimida para Dios por la preciosa sangre de Jesús. Ella ha sido comprada con su sangre”. Satanás huyó. Mis sentimientos cambiaron. [Trad.]

    The Signs of the Times (Las Señales de los Tiempos), 28 de marzo de 1892
    Deberíamos dejar que nuestra fe penetre las tinieblas. Satanás es el que arroja su sombra oscura entre nuestras almas y Dios, para que no veamos a Jesús. Sin embargo, por medio de una fe viviente podemos mantenerlo delante de nosotros, sin permitir que nada se interponga entre el alma y Dios. [Trad.]

    Pacific Union Recorder (La Revista de la Unión del Pacífico), 7 de octubre de 1909
    “Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle”. (Zac. 3:1)

    Aquí, Josué aparece como el representante del pueblo de Dios. Se representa a Satanás queriendo suscitar los pecados pasados de Josué, o los pecados pasados del pueblo de Dios, de manera que pierda su confianza en Dios y su lazo con el cielo. Pero vemos que Cristo está listo para resistir la obra de Satanás. [Trad.]
  2. Fe y Obras, p. 121
    Era imposible que el pecador guardase la ley de Dios, que era santa, justa y buena; pero esta imposibilidad fue eliminada por la imputación de la justicia de Cristo al alma arrepentida y creyente.

    The Review and Herald (La Revista Adventista), 7 de mayo de 1901
    Dios no pide que el hombre haga nada que sea imposible hacer... Poseyendo nuestra naturaleza, aunque sin tacha del pecado, y tentado en todo como nosotros, Cristo guardó la ley y mostró más allá de duda alguna que el hombre también puede guardarla. [Trad.]
  3. Mensajes Selectos, tomo 3, p. 203
    Cristo vino porque el hombre no tenía ninguna posibilidad de cumplir la ley con su propio poder. Él vino a traerle la fuerza necesaria para obedecer los preceptos de la ley. Y el pecador, arrepentido de su transgresión, puede ir a Dios y decir: “Padre, te ruego que me perdones por los méritos de un Salvador crucificado y resucitado”. Dios aceptará a todos los que vienen a él en el nombre de Jesús.
  4. Manuscript Releases (Manuscritos), tomo 13, p. 18
    Él pudo haber pecado; Él pudo haber caído, pero ni por un momento hubo en Él una propensión hacia el mal. [Trad.]
  5. The Signs of the Times (Las Señales de los Tiempos), 29 de diciembre de 1887
    Cristo fue despreciado y rechazado por los hombres. Aquéllos a quienes vino a salvar no podían discernir nada deseable en Él. Si fuese a venir a nuestro mundo hoy en día, sin honores terrenales ni poderes principescos, ¿quién lo recibiría como el Rey de la gloria?  ¿Cuántos miembros de iglesia se avergonzarían tanto de Jesús y del reproche que ellos sufrirían si lo aceptan, que rehusarían seguirle? Pero su amor incomparable lo guió a soportar tristeza y reproches infinitos para poder llevar a muchos hijos e hijas a la gloria. Hoy en día, ¿quién está dispuesto a estar de parte del Señor? [Trad.]
  6. The Review and Herald (La Revista Adventista), 21 de marzo de 1912
    Dice Juan, “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. “Para que no pequéis”. Aquí es donde vosotros caéis en condenación: continuáis en el pecado. Por medio de la fuerza de Cristo, dejad de pecar. Toda la provisión ha sido hecha para que la gracia more en vosotros, para que el pecado aparezca como la cosa odiosa que es. [Trad.]
  7. Santiago 2:10
    Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.
  8. The Signs of the Times (Las Señales de los Tiempos), 6 de octubre de 1887
    Al repetir la confianza que tenéis en Jesús, Satanás huirá; porque él no soporta el nombre de Jesús.  [Trad.]

    Ibíd., 30 de octubre de 1901
    Cuánto más cerca estemos de Dios, más seguros estaremos; porque Satanás odia y teme la presencia de Dios. [Trad.]

    Testimonios para la Iglesia, tomo 1, p. 309
    Satanás no puede soportar que se recurra a su poderoso rival, porque teme y tiembla ante su fuerza y majestad. Al sonido de la oración ferviente, toda la hueste de Satanás tiembla. ... Cuando los ángeles todopoderosos, revestidos de la armadura del cielo, acuden en auxilio del alma perseguida y desfalleciente, Satanás y su hueste retroceden, sabiendo perfectamente que han perdido la batalla.

    En los Lugares Celestiales, p. 299
    Satanás recurre a todos sus poderes para el ataque en el último conflicto reñido, y la resistencia paciente del seguidor de Cristo es probada al máximo. A veces parece que va a tener que ceder. Pero una palabra de oración al Señor Jesús llega como una flecha hasta el trono de Dios, y ángeles de Dios son enviados al campo de batalla. Cambia la marea.
  9. Mensajes Selectos, tomo 3, p. 488
    ¿Estamos luchando con todas las facultades que Dios nos dio para alcanzar la medida de la estatura de hombres y mujeres en Cristo? ¿Estamos procurando su plenitud, conquistando una altura cada vez mayor, en procura de la perfección de su carácter? Cuando los siervos de Dios alcancen este punto, serán sellados en sus frentes. El ángel registrador declarará: “Consumado es”.

    Palabras de Vida del Gran Maestro, p. 47
    “Cuando el fruto fuere producido, luego se mete la hoz, porque la siega es llegada”. Cristo espera con un deseo anhelante la manifestación de sí mismo en su iglesia. Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos.

    Todo cristiano tiene la oportunidad no sólo de esperar, sino de apresurar la venida de nuestro Señor Jesucristo. (2 Pedro 3:12) Si todos los que profesan el nombre de Cristo llevaran fruto para su gloria, cuán prontamente se sembraría en todo el mundo la semilla del Evangelio. Rápidamente maduraría la gran cosecha final y Cristo vendría para recoger el precioso grano.
  10. El Deseado de Todas las Gentes, p. 436
    Se creía generalmente entre los judíos que el pecado era castigado en esta vida. Se consideraba que cada aflicción era castigo de alguna falta cometida por el mismo que sufría o por sus padres. Es verdad que todo sufrimiento es resultado de la transgresión de la ley de Dios, pero esta verdad había sido falseada. Satanás, el autor del pecado y de todos sus resultados, había inducido a los hombres a considerar la enfermedad y la muerte como procedentes de Dios, como un castigo arbitrariamente infligido por causa del pecado. Por lo tanto, aquel a quien le sobrevenía una gran aflicción o calamidad debía soportar la carga adicional de ser considerado un gran pecador.

    Así estaba preparado el camino para que los judíos rechazaran a Jesús. El que “llevó ... nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores,” iba a ser tenido por los judíos “por azotado, por herido de Dios y abatido;” y de él escondieron “el rostro.” Isaías 53:4, 3.
  11. The Review and Herald (La Revista Adventista), 14 de mayo de 1908
    Dijo Cristo al tentador, “Vete de mí, Satanás ...”

    De la misma manera nosotros podemos resistir la tentación y obligar a Satanás a apartarse de nosotros. Jesús ganó la victoria por medio de la sumisión y la fe en Dios, y por medio del apóstol nos dice, “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. [Trad.]
  12. Juan 14:12
    De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.

    Hebreos 2:4
    Testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo...

    Testimonios para la Iglesia, tomo 5, p. 196
    Aquí vemos que la iglesia, el santuario del Señor, era la primera en sentir los golpes de la ira de Dios. Los ancianos, aquellos a quienes Dios había brindado gran luz, que se habían destacado como guardianes de los intereses espirituales del pueblo, habían traicionado su cometido. Habían asumido la actitud de que no necesitamos esperar milagros ni la señalada manifestación del poder de Dios como en tiempos anteriores.

    El Conflicto de los Siglos, p. 670
    Vendrán siervos de Dios con semblantes iluminados y resplandecientes de santa consagración, y se apresurarán de lugar en lugar para proclamar el mensaje celestial. Miles de voces predicarán el mensaje por toda la tierra. Se realizarán milagros, los enfermos sanarán y signos y prodigios seguirán a los creyentes.

    Manuscript Release (Manuscrito) 311, p. 36
    Cristo acompañará a estos obreros humildes. Ángeles del cielo colaborarán con ellos en sus esfuerzos sacrificados. Jesús conmoverá los corazones por medio del poder del Espíritu Santo. Dios obrará milagros en la conversión de los pecadores. Se unirán a la feligresía de la iglesia hombres y mujeres. [Trad.]
  13. Nuestra Elevada Vocación, p. 17
    A medida que Satanás trata de romper las barreras del alma, tentándonos a transigir en el pecado, debemos procurar mantener nuestra relación con Dios mediante una fe viva, y tener confianza en su fortaleza para capacitarnos para vencer toda barrera. Debemos huir del mal y buscar la justicia, la humildad, y la santidad ...

    Mente, Carácter y Personalidad, tomo 2, p. 102
    Aquí es donde usted cae en condenación: continúa en pecado. Con la fuerza de Cristo deje de pecar. Se ha hecho toda provisión para que la gracia more en usted, para que el pecado aparezca siempre tan odioso como es, es decir, como pecado.
  14. The Review and Herald (La Revista Adventista), 30 de enero de 1903
    Para llevar a cabo el plan misericordioso de Dios a favor de la raza caída, Él se despojó de todo.  [Trad.]

    Ibíd., 21 de abril de 1896
    Cristo rindió todo para buscar y salvar lo que se había perdido, para recuperar la perla que Él valoraba a un precio infinito. [Trad.]
  15. The Review and Herald (La Revista Adventista), 25 de agosto de 1896
    El Señor Jesucristo actúa por medio del Espíritu Santo; porque es su Representante. [Trad.].

    The Youth’s Instructor, (El Instructor de la Juventud), 15 de diciembre de 1898
    Él [Cristo] es nuestro Abogado por medio del Espíritu Santo.  [Trad.]
  16. Juan 5:19
    De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.

    Juan 14:10
    ... el Padre que mora en mí, Él hace las obras.
  17. 1 Corintios 2:9
    Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.

    Manuscript Releases (Manuscritos), tomo 6, p. 30
    La sabiduría divina se manifiesta en una variedad infinita de procesos de la creación visible. En el reino de la naturaleza, la uniformidad no es la norma que se sigue.  [Trad.]
  18. Primeros Escritos, p. 176
    Los ángeles que se cernían sobre la escena de la crucifixión de Cristo, se indignaron al oir el escarnio de los príncipes...  Deseaban rescatar y libertar a Jesús...
  19. The Review and Herald (La Revista Adventista), 9 de enero de 1883
    Pero Él eligió cambiar todas las riquezas, honor y gloria del cielo por la pobreza de la humanidad, y su estado de alto mando por los horrores del Getsemaní y la humillación y agonía del Calvario. [Trad.]
  20. The Review and Herald (La Revista Adventista), 7 de octubre de 1890
    Al aproximarnos al fin del tiempo, la corriente del mal se dirige más y más decididamente hacia la perdición. Sólo podremos estar seguros mientras estemos aferrados a la mano de Jesús, mirando constantemente al Autor y Consumador de nuestra fe. Él es nuestro poderoso Ayudador.  [Trad.]
  21. Manuscript Releases (Manuscritos), tomo 4, p. 179
    ¡Oh! Cuántos andan por una senda oscura, mirando las cosas objetables y feas a cada lado, cuando un paso más arriba están las flores. [Trad.]

    The Review and Herald (La Revista Adventista), 25 de julio de 1871
    Los cristianos deberían ser los seres vivientes más alegres y felices. [Trad.]

    Ibíd., 23 de julio de 1895
    Están por caer las últimas siete plagas sobre los desobedientes. Muchos han dejado pasar desatendida la invitación del evangelio. Ellos han sido examinados y probados, pero les ha parecido que se han alzado obstáculos amenazadores delante de ellos que han bloqueado su marcha hacia adelante. Por medio de la fe, la perseverancia y el valor, muchos sobrellevarán esos obstáculos y saldrán a la luz gloriosa. Casi inconscientemente se han erigido barreras por la senda estrecha y angosta; se han colocado piedras de tropiezo en el sendero. Todas éstas se desvanecerán. [Trad.]


¿CÓMO PODEMOS DEJAR DE PECAR?

Primeramente, tenemos que entender qué es el pecado. Nos dice 1 Juan 3:4 que “Todo aquél que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley”. Romanos 4:15 dice: Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión”.
El pecado es quebrantar las leyes de Dios. También es pecado quebrantar las leyes federales y del estado. Sin embargo, esta cita del Espíritu de Profecía explica la excepción a la obediencia de las leyes humanas:  “Vi que es nuestro deber en todos los casos obedecer las leyes de nuestro país, a menos que estén en conflicto con la ley superior que Dios dio en forma audible en el Sinaí, y después grabó en tablas de piedra con su propio dedo.” Testimonios para la Iglesia, tomo 1, p. 322.
Muchos comprenden que es pecado quebrantar los Diez Mandamientos. Pero, ¿de cuáles otras maneras pecamos?
  • Al ser descuidados al hablar o al dejar de velar los pensamientos
  • Cuando albergamos malos sentimientos, tales como la ira o los celos
  • Cuando nos quejamos con frecuencia y sin gran motivo
  • Cuando quebrantamos las leyes de la salud, tales como llevar un régimen alimenticio malsano, descuidar el ejercicio, ser intemperantes y aun compadecerse de uno mismo
  • Al participar en diversiones mundanas
  • Cuando acusamos a los hermanos
  • Cuando no reprendemos lo malo dentro de la familia o la iglesia
  • Cuando no oramos o estudiamos la Palabra de Dios
Otros pecados tienen que ver con el carácter, tales como ser:
  • Impacientes
  • Codiciosos
  • Egoístas
  • Orgullosos
  • Implacables
  • Haraganes
  • Desconsiderados de los demás
  • Desconfiados de la Palabra de Dios
Muchos cristianos están cansados del pecado y quieren dejar de pecar. Cuando el Espíritu Santo obra en sus corazones, se dan cuenta que si siguen pecando, lo van a contristar.
Dios quiere que seamos perfectos para salvarnos y para vindicar su carácter. ¿Le creemos cuando nos dice que la obediencia perfecta es posible? Satanás insiste que, a raíz de nuestra naturaleza pecaminosa, no es posible. ¿Quién tiene razón? El pueblo remanente de Dios tiene el privilegio de demostrar que Satanás es un mentiroso. Como parte de ese proceso, nosotros tenemos que hacer nuestra parte para dejar de pecar; entonces Dios puede hacer su parte para ayudarnos.
Cada alma debe pelear sus propias batallas. Ella misma debe vestirse con la armadura. Debe orar por su propia cuenta. Debe tener comunión con Dios a favor de sí misma. Debe vigilar atentamente su propia alma, sabiendo que si hace su parte, Dios no dejará de hacer la suya.  Signs of the Times, 24 de octubre de 1900
Debemos recordar que no nacemos pecadores, sino que elegimos pecar. Llegamos a ser culpables gracias a nuestras elecciones, no a causa de nuestra naturaleza. Elena de White declara específicamente que el pueblo de Dios logrará la victoria sobre sus pecados individuales antes de que Jesús venga.
He aquí algunas sugerencias de lo que Vd. puede hacer para obtener la victoria sobre el pecado.
  • Pida al Señor con fe un deseo profundo de dejar de pecar.
    • Esté de acuerdo con lo que Dios dice.
    • Decida obedecer con un espíritu dispuesto y una buena motivación.
    • Si no tiene el deseo, pídalo a Dios en oración sincera.
  • Deshágase de cualquier cosa que facilite el pecar.
    • Reemplace hábitos malos con buenos.
    • Manténgase ocupado haciendo cosas buenas.
  • Debido a que cada resistencia a la tentación facilita poder resistir la próxima vez,
    • Cuando venga la tentación, resístala inmediatamente.
    • No la contemple en la mente.
  • Ore mucho y estudie la Biblia para prepararse para cualquier tentación.
    • Aférrese a las promesas de Dios.
  • Cumpla con el mensaje pro salud.
    • Cuidar el cuerpo fortalece la capacidad mental para resistir la tentación.
  • Cuando caiga en el pecado:
    • Inmediatamente pida perdón en el nombre de Jesús.
    • Comience de nuevo.
    • No dé por sentada la misericordia de Dios, pensando que Él siempre lo perdonará.
    • No se permita seguir pecando por descuido.
  • Cada pecado glorifica a Satanás y constituye una burla de Jesús. Por lo tanto,  la última generación de Dios aprenderá a odiar el pecado tanto, que preferirá morir a cometer una acción pecadora.
    • Aprenda a amar a Dios de todo corazón.
    • Rinda todo a Dios, especialmente su voluntad, su corazón y su servicio.
    • Para tener el poder para siempre obedecer a Dios, mantenga a Cristo en el corazón; nazca de nuevo cada día.
    • Para continuar su crecimiento cristiano, mantenga su enfoque en Jesús y en su carácter perfecto.
  • La perfección consiste en crecer espiritualmente y aprender más de Dios. Él no nos responsabiliza por los pecados cometidos en ignorancia, sino por hacer caso omiso a mayor luz. Dios no puede perdonar los pecados que cometemos a causa de una ceguera intencional.
Cuando vengan pruebas y oposición, puede regocijarse con valor y fe, sabiendo que eso le proporcionará la victoria sobre el yo y producirá un carácter perfecto. ¡No vale la pena conservar nada que le haga correr el riesgo de perder la vida eterna!
Puesto que su vida [la de Cristo] fue señalada por la abnegación, el sufrimiento y el sacrificio propio continuos, no nos quejaremos si somos participantes con él. Podemos caminar seguros en la senda más oscura si la Luz del mundo es nuestro guía...  Mensajes Selectos, tomo 1, p. 32

¿Cómo es que Dios nos ayuda a dejar de pecar?

  • Nos dice cuáles son los requisitos.
Cristo murió para hacer posible dejar de pecar, y el pecado es la transgresión de la ley. The Review and Herald (La Revista Adventista), 28 de agosto de 1894
Cada uno que se entrega plenamente a Dios recibe el privilegio de vivir sin pecado, en obediencia a la ley del cielo. ... Dios requiere que le rindamos una obediencia perfecta. Ibíd., 27 de septiembre de 1906
Cristo vino a esta tierra y vivió una vida de obediencia perfecta, para que por su gracia, los hombres y mujeres también puedan vivir vidas de obediencia perfecta. Esto es necesario para su salvación. Ibíd., 15 de marzo de 1906
Cuando terminen nuestras faenas terrenales, y Cristo venga por sus hijos fieles, brillaremos como el sol en el reino de nuestro Padre. Pero antes de que venga ese tiempo, todo lo que sea imperfecto en nosotros será quitado. Toda envidia, y celos, y malas sospechas, y todo plan egoísta, habrán sido eliminados de la vida. Mensajes Selectos, tomo 3, p. 488
  • Promete ayudarnos cuando seamos tentados.
Y a aquél que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría. Judas 1:24.
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Filipenses 4:13.
Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio. 2 Pedro 2:9.
Hombres y mujeres pueden vivir la vida que Cristo vivió en este mundo si se revisten de su poder y siguen sus instrucciones. Pueden recibir, en su lucha con Satanás, todos los socorros que Cristo mismo recibió. Pueden llegar a ser más que vencedores, por Aquel que los amó y se dio a sí mismo por ellos. Testimonios para la Iglesia, tomo 9, p. 19
  • Nos protege de una tentación mayor de la que podamos llevar.
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. 1 Corintios 10:13.
Si queréis estar bajo la bandera manchada de sangre del príncipe Emmanuel, haciendo fielmente su servicio, nunca necesitáis ceder a la tentación; porque a vuestro lado hay Uno que es capaz de impedir que falléis. Nuestra Elevada Vocación, p. 21
Por medio del plan de la redención, Dios ha provisto los medios para subyugar cada rasgo pecaminoso y resistir cada tentación, no importa cuán fuerte. The Review and Herald, 22 de diciembre de 1885
  • Nos ofrece a sí mismo como ejemplo para mostrarnos cómo vencer.
Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca.  1 Pedro 2:21-22.
Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. ... El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. ... Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.  1 Juan 3:2-9.
Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. 2 Corintios 10:4-5.
Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carneGálatas 5:16.
El Salvador llevó sobre sí los achaques de la humanidad y vivió una vida sin pecado, para que los hombres no teman que la flaqueza de la naturaleza humana les impida vencer. Cristo vino para hacernos “participantes de la naturaleza divina,” y su vida es una afirmación de que la humanidad, en combinación con la divinidad, no pecaEl Ministerio de Curación, p. 136
Jesús no reveló cualidades ni ejerció facultades que los hombres no pudieran tener por la fe en él. Su perfecta humanidad es lo que todos sus seguidores pueden poseer si quieren vivir sometidos a Dios como él vivió. El Deseado de Todas las Gentes, p. 619
Él no consintió en pecar. Ni siquiera por un pensamiento cedió a la tentación. Así también podemos hacer nosotros. Ibíd., p. 98
Estuvo sujeto a todos los conflictos que nosotros tenemos que arrostrar, a fin de sernos un ejemplo en la niñez, la adolescencia y la edad adulta. Ibíd., p. 52
  • Nos promete la victoria con sus fuerzas.
Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. Apocalipsis 3:21.
Cuando la voluntad del hombre coopera con la voluntad de Dios, llega a ser omnipotente. Cualquier cosa que debe hacerse por orden suya, puede llevarse a cabo con su fuerza. Todos sus mandatos son habilitaciones. Palabras de Vida del Gran Maestro, p. 268
Podemos vencer plenamente y por completo. Jesús murió para hacernos un camino de salida, a fin de que pudiésemos vencer todo mal genio, todo pecado, toda tentación y sentarnos al fin con él.  Testimonios para la Iglesia, tomo 1, p. 136
El ideal de Dios para sus hijos es más elevado de lo que puede alcanzar el más sublime pensamiento humano. “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” Esta orden es una promesa. El plan de redención contempla nuestro completo rescate del poder de Satanás. Cristo separa siempre del pecado al alma contrita. Vino para destruir las obras del diablo, y ha hecho provisión para que el Espíritu Santo sea impartido a toda alma arrepentida, para guardarla de pecar.  Satanás se alegra cuando oye a los que profesan seguir a Cristo buscando excusas por su deformidad de carácter. Son estas excusas las que inducen a pecar. No hay disculpa para el pecado. Un temperamento santo, una vida semejante a la de Cristo, es accesible para todo hijo de Dios arrepentido y creyente.
El ideal del carácter cristiano es la semejanza con Cristo. Como el Hijo del hombre fué perfecto en su vida, los que le siguen han de ser perfectos en la suya. Jesús fue hecho en todo semejante a sus hermanos. Se hizo carne, como somos carne. Tuvo hambre y sed, y sintió cansancio. Fue sostenido por el alimento y refrigerado por el sueño. Participó de la suerte del hombre, aunque era el inmaculado Hijo de Dios. Era Dios en la carne. Su carácter ha de ser el nuestroEl Deseado de Todas las Gentes,  pp. 277-278
... [T]enéis el privilegio de tener a Cristo morando en vuestro corazón por fe, y él puede vencer el pecado en vosotros cuando cooperáis con sus esfuerzos. Nuestra Elevada Vocación, p. 78
Una vez que se ha obtenido una victoria, la siguiente es más fácil de conseguir. Si Moisés hubiera desaprovechado las oportunidades y los privilegios que Dios le prometía, habría desaprovechado la luz celestial y se habría convertido en un hombre vencido y miserable. El pecado viene de abajo y cuando es acariciado Satanás se apodera del alma para atizar en ella hasta el mismo fuego del infierno. Dios no dio su ley para impedir la salvación de las almas, sino que quiere que todas se salven. El hombre tiene la luz y las oportunidades; si las aprovecha, vencerá. Mediante su vida pueden mostrar el poder vencedor de la gracia de Dios.
Cuando un hombre se esfuerza día a día, con sinceridad, por vencer los defectos de su carácter, recibe a Cristo en el templo de su alma y la luz de Cristo está en él. Los brillantes rayos de la luz del rostro de Cristo elevan y ennoblecen todo su ser.  Testimonios para la Iglesia, tomo 4, pp. 339-340

Ernie Knoll - Un niño llamado promesa

17 de febrero de 2014
por Ernie Knoll
www.formypeople.org


En mi sueño estoy de pie junto al Heraldo. Me llama por mi nombre celestial y me dice que observe a una joven mientras entra a una habitación. Miro hacia la izquierda y veo a una joven en bata de baño. En la mano derecha tiene un objeto que mide unas cuatro pulgadas (diez centímetros) de largo. Una gran sonrisa adorna su rostro, y sus ademanes muestran mucha alegría. Se dirige hacia el sofá y se sienta acurrucada. Unos momentos más tarde, su esposo entra y la mira. Ve su sonrisa, pero no lo que ella tiene en la mano. Sencillamente le pregunta por qué está tan contenta y sonriente. Ella lo mira y le dice que está contenta porque sabe que él va a ser un padre maravilloso para su niño. Entonces le muestra el objeto, y ahora comprendo que ellos acaban de enterarse de que ella está embarazada.

Ahora el Heraldo me ha llevado y estoy parado en un terreno grande. Varios ángeles están junto a nosotros. Cada uno de ellos tiene una bolsa llena de semillas en las manos. El Heraldo se dirige hacia uno de los ángeles y saca un puñado de semillas de la bolsa. Me dice que esas bolsas tienen muchas semillas. Entonces comienza a explicarme que sólo son semillas. Me pregunta, “¿Son plantas? ¿Son flores? ¿Son árboles? ¿Son mazorcas? ¿Son sandías? ¿Son pimentones”? Él contesta, “No, solamente son semillas”. Se inclina y hace una pequeña hilera recta en la tierra. Entonces toma algunas semillas y las distribuye por la hilera. Tapa las semillas con la tierra junto a la hilera. Cuando nos ponemos de pie, una lluvia suave comienza a caer. Entonces, deja de llover y el sol brilla radiante. Entonces veo una luz muy brillante que baja del cielo y brilla sobre las semillas que fueron colocadas en la tierra. Al instante, distintas clases de plantas comienzan a brotar.

El Heraldo explica que todo lo que es vida viene a través del Padre, a través de Jesús y a través del Espíritu Santo. Al Heraldo se le permitió ayudar a dar vida a las plantas, a servir como un procreador. Sin embargo, él no les dio vida a las plantas, sino que simplemente colocó las semillas en la tierra, las cuidó, guió y regó. El agua es esencial para el crecimiento de las plantas. Sin ella, se marchitarán y morirán. De la misma manera, nosotros necesitamos el Espíritu Santo, representado por el agua, para que no nos marchitemos ni muramos espiritualmente. De igual importancia para el crecimiento debido de las plantas, es el sol. De la misma manera, nosotros necesitamos el Sol de justicia. Sin Dios el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, la semilla es sólo una semilla. Dios es quien da vida a las plantas, y esa vida es suya.1 El Heraldo sigue diciéndome que las plantas no le pertenecen a él; le pertenecen a Dios.

Al instante me encuentro parado junto a un gallinero cercado para que otros animales no se metan. Veo muchos pollos yendo de aquí a allá. Algunos están en el área preparada para anidar. El Heraldo me dice que estas aves son gallinas. Entramos en el gallinero, y él me muestra varios huevos en uno de los nidos. Me dice que son huevos de gallina. Entonces me dice que me fije que aquí, en ese gallinero, sólo hay gallinas y huevos. Tres veces me dice que los huevos sólo son huevos.

Entonces me lleva a otro gallinero. El Heraldo dice que me fije que no sólo hay muchas gallinas, sino que también hay varios gallos. Me explica que la gallina es la hembra y el gallo es el macho. Me dice que una vez que el gallo haya fertilizado a la gallina, el huevo que ella pone ya no es simplemente un huevo. Tres veces me dice que me fije que el huevo ya no es simplemente un huevo, sino que ahora tiene vida. Dentro del huevo se encuentra algo que, con el tiempo, llegará a ser otro pollo. Cubriendo el interior de ese huevo valioso hay una membrana que mantendrá el agua necesaria para que crezca. La gallina se posará horas sobre ese huevo para calentarlo, de la misma manera como el sol calentó las plantas. Debajo de esa gallina hay una vida que será atendida y cuidada hasta el momento cuando el pollito salga del cascarón.

Entonces, el Heraldo me dice que él simplemente colocó las semillas en la tierra, las cubrió con tierra, las regó y dejó que el sol brillara sobre ellas. Sin embargo, fue el Creador quien les dio vida. La gallina y el gallo sólo hacen lo que fueron creados para hacer. La gallina no crea el huevo; ella sólo lo pone, cumpliendo con lo que fue diseñada para hacer. El gallo no crea el huevo; él simplemente lo fertiliza, cumpliendo con lo que fue diseñado para hacer. Conforme al plan del Creador, los huevos fertilizados llegan a ser pollos.

Ahora el Heraldo y yo regresamos adonde está la pareja joven que supo que iba a tener un hijo. La semilla del esposo fertilizó el huevo de la esposa; entonces, conforme al plan, el huevo fertilizado fue colocado en su matriz. En lo que pareció ser sólo momentos breves, pero en realidad fue un período de muchos meses, vemos cambiar el cuerpo de la esposa mientras lleva en su matriz a un niño que crece.

Cuando llega el día especial, la madre da a luz. Sé que ningún hombre puede comprender el gran amor que una madre puede tener por el bebé al cual ha dado a luz. Durante muchos meses, ella y el bebé han sido como una sola cosa. Se forma un vínculo aún más estrecho cuando ella comienza a alimentar y cuidar al recién nacido. Sigo observando mientras los padres se turnan para cuidar al pequeñito. Mientras que la madre dedica muchas noches para alimentar a su precioso bebé, ellos comparten momentos especiales. El padre obtiene un segundo empleo para mantener a su familia.

Silenciosamente, el Heraldo y yo miramos absortos al ser pequeño que los padres procrearon como una de las creaciones de Dios, tal como Él crea las semillas que llegan a ser plantas y los huevos que llegan a ser pollos. Todos le pertenecen, porque Él es el Creador.

Mientras el Heraldo y yo observamos al bebé durmiendo en una cuna, vemos que los padres duermen cerca, listos para despertar y cuidar a su pequeñito. Ahora, varios ángeles que no he visto antes entran a la habitación y rodean al bebé. Un ángel tiene en sus manos una cobija blanca muy pequeña con letras de oro puro, delineadas en rojo vivo, que deletran “INOCENTE”. Otro ángel sostiene una banderilla blanca especial, y otro tiene una tableta de cristal. Sé que este ángel vino para registrar y marcar el fin de la vida que fue creada cuando fue fertilizada, esa vida que pertenece al que está en el cielo.

Trato de correr hacia el bebé para detener a esos ángeles, porque comprendo lo que están a punto de hacer. El Heraldo me detiene y me regaña. Me pregunta si soy más grande que el que está sentado en el cielo. ¿A quién pertenece este pequeñito? Al que está en el cielo. ¿Qué derecho tengo yo de decidir algo contrario a lo que ha decidido el Padre celestial? En los ojos del Heraldo hay una mirada que nunca he visto antes. Me dice que permanezca en mi lugar y sea fiel y obediente. Aunque no siempre comprendamos, debemos ser obedientes. Me explica que pronto comprenderé por qué.

Vuelvo a mi lugar y observo que el bebé respira una última vez y entonces queda sin vida. El ángel cubre con la cobijita blanca al niño que “duerme”. Todos los ángeles se van, excepto el Heraldo, quien permanece de pie junto a mí. Nuevamente, desde lo más profundo de mi alma surgen sentimientos en contra de Satanás. Esto ha sucedido por culpa de él, a causa de su rebelión en contra de la perfección del Padre celestial.

Ahora veo a la joven madre despertar, pendiente de su bebé. Oigo sus gritos al descubrir que su bebé no tiene vida. Son sonidos que nadie debiera escuchar jamás. Suelto la mano del Heraldo y comienzo a irme, porque no puedo soportar lo que veo y oigo.

Al instante, estoy de pie en el pasillo donde he estado en muchas ocasiones anteriores. El Heraldo viene hacia donde estoy con una mirada de paciencia, amor y preocupación en el rostro. Por otra parte, estoy seguro que mis ojos reflejan ira. Lo miro y con voz ardiente y frustrada le pregunto, “¿POR QUÉ?” Con voz tierna y paciente me llama por mi nombre celestial y dice, “Tú eres un mensajero del Padre que está sentado en su trono. Has estado sentado junto a Él y Él te ha hablado directamente. Él te ha recordado que eres un mensajero, y que Él te ha llamado para llevar mensajes a su pueblo, a los que claman a Él durante tiempos de crecimiento y siembra, como también durante los tiempos de aflicción. Eres un mensajero, y se te está dando un mensaje que debes llevar. Sé un mensajero y registra estas palabras con cuidado. Lleva el mensaje a los que deben recibir sus palabras, ¿Crees acaso que éste es el único niño que ha ido al descanso”?

El Heraldo levanta la mano y señala a la pared. Comienzo a leer las siguientes palabras:

El Deseado de Todas las Gentes, pp. 46, 47
Envió inmediatamente soldados a Belén con órdenes de matar a todos los niños menores de dos años. Los tranquilos hogares de la ciudad de David presenciaron aquellas escenas de horror que seis siglos antes habían sido presentadas al profeta. “Voz fué oída en Ramá, grande lamentación, lloro y gemido: Raquel que llora sus hijos; y no quiso ser consolada, porque perecieron.” ... Este acto de crueldad fue uno de los últimos que ensombrecieron el reinado de Herodes. Poco después de la matanza de los inocentes, cayó bajo esa mano que nadie puede apartar. Sufrió una muerte horrible.

El Heraldo baja la mano y dice, “Los inocentes, sus inocentes, duermen. A nosotros que servimos, a nosotros que queríamos levantar espadas y escudos, se nos mandó a permanecer en nuestro sitio y bajar nuestras espadas y escudos. Tú debes seguir en pie, conforme te ha sido dicho. Nosotros servimos porque Dios es el que servimos. Servimos sabiendo que su camino siempre es el mejor. Te fue mostrado que cuando nació tu Gran Salvador y Hermano, a nosotros se nos mandó a envainar nuestras espadas. Al escuchar el gemido más débil, queríamos cuidar al que es nuestro Señor y Maestro. Pero se nos mandó a permanecer en nuestro lugar. Cuando comenzó a caminar, queríamos agarrarlo para que no razguñara, cortara ni lastimara ese cuerpo perfecto y real. Sin embargo, se nos dijo que permaneciéramos en nuestro lugar. Cuando el látigo fue alzado para golpearlo, cuando le escupieron, se nos mandó a permanecer en nuestro lugar. De pie en nuestro lugar, sabíamos que ninguno merecía el Regalo que ustedes estaban golpeando y escupiendo. Con sólo recibir la palabra, queríamos, y estábamos listos para destruir a todos los que Él había creado. Unos pocos de nosotros que permanecíamos en nuestro lugar podríamos destruir, y estábamos dispuestos a destruir, a cada uno de ustedes que golpeaban a ese Ser perfecto que vino como un bebé, creció como niño y tomó tu lugar. Era necesario que terminara la vida del Dador de la vida, para que Él pudiera otorgar la vida eterna”.

Ahora el Heraldo me dice que si hubiese permanecido junto a él, hubiese visto que la joven pareja había seguido adelante; habían colocado en la tierra por un tiempo a su bebé, al pequeño regalo que les había sido confiado. El Heraldo me pregunta si deseo regresar con él para ver, para que pueda comprender. Tomo su mano, y ahora nos hallamos en un cementerio. Veo a la joven pareja durante el servicio fúnebre. Veo cuando colocan el pequeño ataúd en la tierra. El pastor dice que ese pequeñito duerme hasta el día glorioso cuando Jesús descienda del cielo y llame a los suyos a despertar. Él llamará a los inocentes a levantarse para ser colocados nuevamente en los brazos de sus madres fieles.

Entonces el Heraldo me dice que Jesús dijo, “Dejad a los niños venir a mí”. El Heraldo me explica que pronto lo comprenderé mejor. Este inocente que pertenece al Padre celestial fue colocado en la tierra para dormir hasta que Jesús, el Eterno, venga en las nubes y llame a los inocentes de la tierra. El mismo Jesús que fue colocado en el vientre de María; el mismo Jesús que nació y creció como uno de ustedes; el mismo Jesús que mataron; el mismo Jesús que un viernes antes de la puesta del sol fue colocado en la tierra, en una tumba, y descansó durante las horas del sábado; ese mismo Jesús fue llamado por el Padre y el Espíritu Santo a levantarse de una tumba terrenal para volver a vivir. Ese mismo Jesús que descansó el sábado, se levantó el domingo, no para descansar, sino para trabajar. Su trabajo es servir eternamente.

A pesar de que Satanás tiene las llaves de esta tierra, Jesús tiene las llaves para los que mueren y son colocados en la tierra.2 Aquéllos que creen en Él y claman a su nombre serán llamados a salir de la tierra cuando Él venga por segunda vez. Los que estén cubiertos con una cobija blanca con las palabras “Inocente,” serán resucitados por Aquél que es el Creador. Jesús tiene las llaves eternas para los que crean en Él y clamen a ese nombre perfecto. Aquéllos que caminen y lleguen a ser perfectos como Jesús, serán llamados a la vida eterna en Él. “La orden de Cristo es: ‘Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto’. Mateo 5:48. Aquí nos muestra que en nuestro ámbito podemos ser tan perfectos como Dios es perfecto en el suyo”. Testimonios para la Iglesia, p. 446

Ahora el Heraldo me vuelve a llevar al pasillo y me explica que muchos inocentes duermen en la tierra. Me muestra que, a causa del pecado, muchos no llegaron al día de su nacimiento. Algunos mueren mientras crecen en la matriz, y otros son sacados deliberadamente de la matriz. Esto ocurre debido a una concepción como resultado de violencia, o a causa de la falta de madurez o integridad espiritual de los compañeros.3 No importa cuáles hayan sido las circunstancias, esos inocentes le pertenecen a Dios y están cubiertos con “la cobija blanca de la inocencia”.4

El Heraldo hace una pausa y dice, “Tal como están registradas las palabras de Jesús, ‘Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios’ (Marcos 10:14). Declara Jesús, ‘Dejad venir a mí a los niños cubiertos con mi manto, porque ellos entrarán al reino de mi Padre a través de mi sangre. Estos son los inocentes’ ”.

Esto nos provee otro vistazo de la maravillosa verdad de lo que significa estar cubierto con la justicia de Cristo. A todos los niños antes de la edad de responsabilidad, como también los abortados espontánea y deliberadamente, Dios los considera como seres que no se han rebelado ni desobedecido sus mandamientos. Por lo tanto, sobre ellos será colocado el manto de la justicia de Cristo, y Dios les dará la bienvenida a su reino. Aunque nosotros heredamos la tendencia hacia el pecado, no hay tal cosa como pecado original. No nacemos en pecado; elegimos pecar o no pecar.

Muchos supuestos expertos han declarado que la homosexualidad es algo con que se nace, y que su estilo de vida debe ser aceptado como correcto. Sin embargo, ni dos hombres ni dos mujeres pueden producir hijos juntos. Eso no forma parte del plan del Creador, y cualquier cosa que no sea parte de su plan, no puede ser aceptado en el cielo.

El Heraldo sigue explicando: “A cada madre que permanece fiel y ha perdido a un bebé durante un embarazo o después del nacimiento, se le promete que su niño será colocado en sus brazos”. Le pregunto al Heraldo en cuanto a las madres que han sufrido abortos espontáneos o han abortado a muchos niños. Él me explica que si las madres siguen siendo fieles, se les dará la oportunidad de cuidar a cada uno de esos niños, y que los ángeles las ayudarán. Le pregunto en cuanto a la culpabilidad que cada madre pueda sentir cuando otros la vean con muchos niños. Me contesta el Heraldo, “Tal como dijo Jesús, ‘El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar una piedra’ ” (Juan 8:7). No importará que lo salvados se enteren o no si en la tierra un niño fue desechado.

El Heraldo sigue explicándome que un agricultor que siembra un tallo de maíz, lo cuida de la misma manera como un agricultor cuida varias hectáreas de maíz. Sin embargo, el agricultor sabe que un tallo de maíz que no crece debidamente, tal como Dios lo planeó, se marchitará y morirá; será como si nunca hubiese sido. Le pido al Heraldo que me explique más claramente lo del tallo imperfecto de maíz. Él sonríe con paciencia y dice que los que nacen con grandes deformidades físicas o mentales serán como si nunca hubiesen sido. Debemos darnos cuenta de que Dios sabe lo que es mejor.5

Me pregunta el Heraldo si comprendo plenamente todo lo que se me ha mostrado, y le contesto que sí. Entonces me dice que debe mostrarme otra cosa, y que recuerde que, en calidad de mensajero, debo reportar fielmente lo que se me muestre.

Ahora estoy de pie en la tierra en calidad de observador. En muchos sitios, la tierra sobre la cual Satanás ha caminado está destrozada. Eso señala que el pecado se ha extendido mucho. Miro hacia arriba y veo a Jesús en el cielo. Acaba de tocar su trompeta. Tal como lo he visto anteriormente, sé que ésta es su segunda venida, una promesa que Él hizo a todos. Rápidamente recuerdo sus palabras cuando se fue de esta tierra, para preparar un lugar para su pueblo y regresar a buscarlos.

Entonces veo que en el mundo entero, la tierra se está abriendo. Ya no puede retener a los santos donde fueron colocados, como semillas, aguardando a Jesús, el Gran Segador, que viene para recoger sus frutos. Él murió en la cruz y su sangre fue puesta en la tierra, entró en la tumba y fue resucitado para dar vida eterna a su pueblo. Ahora, al mandato de Jesús, desde las profundidades de la tierra o los mares observo despertar los justos que murieron desde el comienzo de la tierra. Sus cuerpos son hechos nuevos y perfectos, sin ninguna señal de pecado. Al mirar a los ojos de Jesús, inmediatamente tengo una sensación sobrecogedora que he recibido un cuerpo completamente nuevo.

Mientras subo al aire lentamente, sé que debo darme vuelta para mirar la tierra, la cual no es otra cosa que una gran tumba de muerte. De repente, veo algo que sé es importante y debo explicar claramente. Sin embargo, sé que lo que veo es un símbolo que se me muestra de una manera que todos puedan comprender. Desde huecos pequeños en la superficie de la tierra veo algo que se asemeja a bolitas de luz brillante, pequeñas y perfectas, que rápidamente se lanzan al aire. Muy interesado, observo un sinnúmero de ángeles que desciende aún más rápidamente. Cada ángel agarra con la mano uno de esos objetos pequeños y brillantes, y con la otra mano lo cubre. Cada uno de esos objetos es uno del sinnúmero de inocentes que pertenecen al Padre celestial. El fulgor que los rodea es el manto blanco de Jesús. Entonces, veo que los inocentes crecen hasta llegar al tamaño de un bebé.

Vuelvo a mirar a los ojos de Jesús, mi Salvador, esos ojos que tienen el amor del amor de los amores. Al ascender hacia la nube inmensa donde Él está, sé que muchos están ansiosos de saludarlo por primera vez. Los fieles que conocieron a Jesús cuando estuvo en esta tierra se sienten emocionados de volver a verlo.

Parado sobre la nube, mis pies descalzos sienten su suavidad, tal como la sentí antes. Veo un sinnúmero de ángeles con bebés en los brazos o con niños pequeños a su lado. A través de lágrimas de alegría que corren por mis mejillas, observo a los ángeles acercarse a ciertas madres que perdieron a sus pequeñitos, y a cada una les entregan sus hijos. Tienen en sus brazos el cumplimiento de la promesa de Dios. Los ángeles cuidan a otros que esperan recibir padres. Sin embargo, cada uno tiene como padre al Padre celestial, y cada uno es su hijito.

Mirando asombrado todo lo que veo, me doy cuenta de algo que no había notado antes. Ninguno de los bebés llora. Al contrario, cuando son entregados a los brazos de sus madres, cada pequeño inocente sonríe o se ríe. Al ver cumplirse la promesa de Dios, las lágrimas de gozo de las madres testifican del amor que fluye del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Ahora soy llevado a la misma pareja que vi anteriormente, cuyo bebé fue al descanso. Veo devolver a esos padres el mismo bebé que les fue quitado. ¿Por qué les fue quitado ese bebé? ¿Por qué les fue devuelto? “En el corazón de Jesús hay amor para ti, un amor puro y tierno, un amor profundo y sincero”.

Mientras la gran nube viaja hacia el cielo, veo que ángeles cuidan a bebés y niños. Sus padres no fueron salvados por su falta de fidelidad.6 Veo a ángeles acercarse a los salvados que no pudieron tener hijos en la tierra. Les preguntan si desean cuidar a uno o más de estos niños. A nadie se le obliga a hacerlo, porque el Padre nunca obliga. Algunos los piden por su propia cuenta. Otros recibirán niños más adelante. Todo se hará conforme al plan de Dios y a su tiempo, porque Él siempre es recto.

Ahora veo a ciertos hombres y mujeres en el cielo que en la tierra nunca se casaron, porque eran considerados indeseables. Sin embargo, anhelaban tener una familia e hijos. Ahora, ellos esperan recibir uno o más niños. Ellos no son hombres ni mujeres ni esposos, sino amigos que se unen como uno para criar a niños inocentes juntos. Les enseñan del gran amor y obra del Padre celestial, de Jesús y del Espíritu Santo.

Al mirar la nube, veo el sinnúmero de los redimidos desde el principio de la tierra. Algunos son de gran estatura; algunos no tienen padres. Sin embargo, todos tienen algo en común: Jesús es su Salvador. No tengo palabras para explicar lo que mis ojos ven, a no ser estas palabras preciosas: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16. ¡Amor! Es el amor del gran YO SOY, el amor del amor de los amores que es la Fuente de todo el amor. Ellos son Amor. Aunque permanezcamos fieles, todavía somos indignos de recibir ese amor increíble, otorgado tan libremente. Gracias al gran amor de Dios, nosotros recibiremos un manto y una corona.7

El Heraldo me toma de la mano e inmediatamente estoy de nuevo en el pasillo. Él espera pacientemente hasta que controle mis emociones, para que pueda seguir sirviendo. Al rato me recuerda que yo sirvo como un mensajero. Lo que se me muestra es de tal manera que todos puedan entender.

Ahora estoy con el Heraldo en calidad de observador. Él me explica que debe mostrarme un evento que ocurrirá después de pasar los 1,000 años en el cielo. La Gran Ciudad Celestial ha descendido sobre la gran planicie preparada por Jesús. Sentado en su trono muy elevado, Él está por pedir que caiga el juicio final sobre los impíos que están afuera de la Ciudad Santa. Los que han servido en el templo de los 144,000 han terminado la revisión de los registros. Los que eran bebés y niños serán los únicos que crecerán en el cielo. Los demás retienen su misma altura. En la Tierra Nueva, todos crecerán hasta llegar a la altura de Adán.

Ahora veo a los inocentes que ahora son adultos con sus coronas de luz pura. Noto que sus coronas no se parecen a las demás coronas. Cada una se ajusta perfectamente alrededor de sus frentes. Entre muchas barritas o franjas que componen la corona, rayitos de luz brillante sobresalen desde ángulos distintos. Parece el revés de la corona de espinas que Jesús llevó. Las coronas serán faros que todos podrán ver, recuerdos constantes de su inocencia, muerte y resurrección a la vida eterna. De la misma manera, aunque Jesús era inocente, Él murió y resucitó a la vida eterna.

Mientras miro a los inocentes, ahora adultos, ellos ascienden a la parte superior del muro de la ciudad. Los veo mirar con ojos inocentes e ingenuos hacia la inmensa muchedumbre de los impíos. Observo como ellos, por primera vez y con sus ojos inocentes, ven las evidencias de lo que el pecado ha causado. Miran a Satanás y a sus ángeles, y entonces, miran al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo y al gran número de ángeles que no siguieron a Satanás. Ven que los impíos han perdido la gloria que el Gran Creador les otorgó cuando los creó. Miran a los perdidos, los cuales llevan las señales claras del pecado, porque siguieron a Satanás en vez de aceptar a Jesús. Los perdidos salieron de la tierra con la misma mirada pecaminosa y degradante que tenían cuando fueron colocados en la tierra.

Los inocentes miran a los redimidos y entonces a la multitud incontable de los que rehusaron aceptar el don gratuito de la vida eterna. Los inocentes entienden quién es Jesús, lo que Él abandonó, por qué vino a la tierra, por qué murió y por qué servirá como Rey del Universo. Veo que lágrimas corren por sus mejillas, porque por primera vez observan el pecado con sus propios ojos inocentes. Por primera vez ven lo que ha hecho Satanás. Veo que los consuelan los que los adoptaron.

El Heraldo me toma de la mano, e inmediatamente estoy de nuevo en el pasillo. Me dice que debe mostrarme algo más. Rápidamente pienso en tanto que me ha mostrado. ¿Cómo es posible que haya más? Él sonríe y dice, “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó”.8

Me dice que documente cuidadosamente lo que veo. Estoy en el templo de los 144,000 y observo a una pareja que está viendo un video de alguien que no llegó al cielo. Cuando termina el video, los dos salen del templo y comienzan a hablar de lo que vieron. En la tierra, esa pareja era un matrimonio, pero en el cielo no son marido y mujer, ni varón y hembra.9 (Nótese, por favor, que en las partes de este sueño que presentan asuntos celestiales, usamos palabras que indican género para ayudar al entendimiento. En el cielo y en la Tierra Nueva, los humanos no tendrán las características físicas de los nombres ni de las mujeres. Sin embargo, conservarán su personalidad masculina o femenina. “Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo. Mateo 22:30.) Esa pareja estará junta para siempre, como los mejores amigos. Parece que sé que hace poco tiempo que están en el cielo, y que la tierra todavía no ha sido creada de nuevo.

A poca distancia de ellos está un niño de unos dos años de edad. Yo sé que este niño había sido un varoncito que fue abortado en la tierra. Aunque fue descartado, todavía pertenecía a quien lo creó, a su Padre celestial. Ellos caminan hacia el niñito, sentado solo en la yerba. Está rodeado de mariposas, pajaritos y otros animales. El hombre se sienta junto a él y le pregunta qué está haciendo. El niño alza la vista y dice que estaba pensando que quisiera tener alguien con quien jugar. El hombre le pregunta, “¿Dónde están tus padres”? El niño contesta que él no cree que tiene padres allí. El hombre y la mujer se miran; entonces el hombre le pregunta al niñito qué le gustaría hacer. Él dice que le encantaría jugar a la pilla [perseguido]. El hombre y la mujer se ríen y dicen que no creen que él podría huir, porque ellos son mucho más grandes. Entonces, el hombre le dice al niño que les encantaría jugar con él y le preguntan si le gustaría ir con ellos. El niño sonríe ampliamente y dice que le encantaría ir con ellos. Debido a que Dios no les obligaría a aceptar al niño, ellos podrían haberlo saludado y seguido con lo que estaban haciendo. El niñito hubiera seguido esperando.

Cuando se paran, el niño mira hacia el templo y de nuevo a la pareja. Les pregunta, “Ustedes estaban adentro. Ustedes son ‘esos’, ¿cierto”? Ellos sonríen y le contestan que sí. Extendiendo la mano, el hombre lo toma de la mano derecha, la mujer de la izquierda y comienzan a caminar y conversar. Pronto llegan a la mansión de la mujer.

Jesús los acompaña. Entiendo que Jesús acompañará a cada uno de los redimidos para siempre. Mientras el hombre mira a Jesús, le pregunta si pueden tener una caja de arena grande para jugar. Jesús mira al hombre, como pensando de lo que ellos van a hacer, y contesta, “Sí, absolutamente”. Cuando el hombre, la mujer y el niño se meten en la caja grande de arena, el hombre vuelve a mirar a Jesús, y sé que quisiera pedir algo muy especial. Le pide a Jesús algunos carritos, camiones, tractores y excavadores. Jesús lo mira, como si estuviese recordando sus propios juguetes cuando era niño en la tierra. Sonríe ampliamente y vuelve a contestar, “Sí, absolutamente”.

Ahora, el hombre y el niño se sientan en la caja de arena con todos los juguetes nuevos y comienzan a jugar juntos. La mujer los mira y dice que va a traer comida para ellos y que regresa pronto. Mientras el hombre y el niño siguen jugando, el hombre le enseña cómo hacer caminos y túneles como se solía hacer en la tierra. El niño se ríe al escuchar los sonidos de motor que hace el hombre y pronto comienza a imitar los mismos sonidos.

En lo que parece ser momentos más tarde, pero en realidad caminos y túneles más tarde, la mujer regresa con un plato grande de alimentos. Extiende algo blanco y grande sobre la yerba y todos se sientan allí. Comen, conversan y se ríen. El niñito come algo que parece una inmensa cereza jugosa. Se ríen al ver el jugo correr por su carita. Mientras continúan con su fiesta, la mujer sugiere que cuando terminen de comer, pueden ir a nadar. Entonces escucho por primera vez al niño decir, “¿Me lo prometen”? La pareja se mira y entonces miran al niño. Ella le contesta, “Te lo prometemos”.

Después de comer, se levantan y la mujer instintivamente se agacha y carga al niñito. Aferrándose a ella con sus bracitos y piernitas, le dice casi en un susurro, “¿Me prometes que no me vas a soltar”? La mujer lo estrecha amorosamente, lo besa en la mejilla y le dice, “Te prometemos que nunca te dejaremos ir”. El niño cierra los ojos y recuesta su cabecita en el pecho de la mujer como para descansar, porque se siente seguro y contento.

Ahora recibo un entendimiento más profundo de que este niño que fue abortado, que fue soltado, también representa a Jesús. En algún momento en nuestras vidas, todos hemos abortado a Jesús. Ahora, Él viene a cada uno de nosotros y nos pide que le prometamos que no lo soltaremos.10

Sin discutir la “adopción celestial”, el hombre y la mujer saben que deben aceptar a ese niñito en su familia. Ambos toman la decisión como uno. En su sabiduría, Dios aguardará el momento oportuno y no obligará una adopción. Ésa también será una opción. Sin embargo, los que estén dispuestos, recibirán la oportunidad maravillosa de criar a un niño en un lugar perfecto.11

Observo a la familia nueva dirigirse a un riachuelo. En pocos momentos llegan y lavan el jugo de la carita de su niño. El padre le dice a su hijo que quiere enseñarle a nadar. Mirando a su padre, el niño pregunta, “¿Me lo prometes”? El padre le contesta, “Te lo prometo. Comencemos ahora mismo”. La madre se sienta en la ribera y los observa mientras nadan y juegan.

Parece que han pasado minutos, pero después de lo que podrían haber sido horas, regresan a la casa de la madre. Con lágrimas de alegría en los ojos, ella lo llama “hijo”, le dice que es su madre y le promete que él estará con ellos siempre. El hombre le dice al hijo que él es su padre y que, tal como le han prometido, él estará con ellos siempre. Le explica que, porque ellos son su madre y padre, tienen dos mansiones en la ciudad celestial para su familia. También le dicen al niño que, cuando llegue el momento oportuno, Dios hará construir una mansión para él. La madre le dice que él tiene familiares que ellos quieren que conozca. El niñito pregunta, “¿Yo tengo hermanos o hermanas”? Ella le sonríe y dice que él forma parte de una familia que siempre lo amará, y que ésa siempre será una promesa. Sin embargo, ella le enfatiza que lo más importante de todo es que primero aprenda de Jesús. El niño pregunta, “¿Quién es Jesús”?12 El padre contesta, “Tenemos mucho que decirte. Vayamos a la casa de tu madre para descansar un rato”.

Después de lo que parecen ser momentos, pero podría haber sido horas más tarde, los tres salen de la mansión. Oigo al padre decirle a su hijo que lo van a llevar a un sitio especial para comenzar a enseñarle de Jesús. Levanta a su hijo y lo lleva en sus brazos. La madre coloca su mano alrededor del brazo del padre. Él le dice a su hijo, “Vamos a subir. ¿Estás listo”? Su hijito pregunta, “¿Vamos a volar”? Los padres contestan, “Te lo prometemos”.

Ellos despegan y vuelan a la extensión del espacio. Hacen una pausa y miran hacia atrás, hacia el reino celestial que parece estar sostenido en el espacio por majestuosas columnas invisibles. Delante de ellos, en todas las direcciones, pueden verse muchas galaxias brillantes e iluminadas, llenas de las creaciones de Dios. El padre comienza la primera lección del niño diciendo, “En el principió creó Dios los cielos y la tierra”.

En calidad de observador, comprendo que las lecciones de este niño comienzan con la creación de la tierra y todos los eventos que ocurrieron durante la semana de la creación, concluyendo con el séptimo día sábado. Su instrucción continúa con el engaño de Eva por Satanás y la entrada del pecado; la destrucción del mundo por el diluvio; el nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesús; y los eventos importantes hasta su segunda venida.

Entonces veo a los tres en un planeta. Sentados en la cima y al borde de una catarata hermosa, disfrutan de un panorama magnífico. Escucho mientras ellos continúan su discusión de Jesús. Observo a los tres viajar por el universo, y su hijo llega a conocer muchos otros seres creados. Él escucha mientras sus padres les relatan acerca de Jesús y la vida de ellos en la tierra.

Sé que ha pasado tiempo, porque los veo durante momentos breves mientras el niño crece rápidamente. Mientras le enseñan diariamente, él aprende más de Jesús. No hay un sitio mejor que el cielo y todo el universo para que ese niño y otros aparendan para siempre del amor de Dios. Le dicen a su hijo que un día él va a viajar, y por toda la eternidad él compartirá con otros el amor de Jesús y el amor de los inocentes por su Salvador. Él escucha a sus padres contarle de la promesa que hizo Jesús de regesar a la tierra para hacerla nueva. Observo a ese niño pequeño crecer hasta llegar a ser un muchachito y un joven.

Ahora puedo ver que los padres y muchos otros lo miran de pie junto a Jesús durante una gran presentación. Alrededor de Jesús hay un coro de muchos ángeles. Jesús pide que venga un ángel cargador, el cual se acerca y le entrega un manto blanco y puro. En el borde del manto se ve la palabra “INOCENTE” en letras de oro puro delineadas en un rojo muy vivo. Jesús, su Salvador, toma el manto y lo coloca sobre este hombre ya crecido. Él proclama, “Es por mi sangre y la promesa de nuestro Padre celestial, que te otorgo mi manto de justicia”. Se acerca otro ángel y le entrega a Jesús una corona de luz brillante. Él toma la corona, la coloca sobre la cabeza del joven y dice, “Es por medio de la corona de espinas que yo recibí, que ahora te presento una corona de luz y vida”.13

Ahora Jesús se da vuelta y llama al Padre celestial. Mientras observamos, una mansión hermosísima se construye en un sitio de la ciudad celestial que parece amplio y vacío. Todos alzan sus voces en un canto de alabanza. El joven, que fue hallado inocente, que fue desechado antes de nacer pero fue reclamado por el Padre celestial como una joya brillante, ahora está vestido y coronado como un príncipe del reino celestial. El universo ve a este joven como uno a quien Jesús llama su hermano y quien el Padre celestial llama hijo. Es un niño llamado Promesa.


  1. 1 Corintios 3:7-9
    Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.

    The Review and Herald (La Revista Adventista), October 18, 1898
    Y una vez que el hombre haya hecho su parte, el poder milagroso de Dios da vida y fuerza a las cosas que fueron colocadas en la tierra.
  2. Apocalipsis 1:18
    Yo soy ... el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
  3. Jeremías 2:33, 34
    ¿Por qué adornas tu camino para hallar amor? Aun a las malvadas enseñaste tus caminos. Aun en tus faldas se halló la sangre de los pobres, de los inocentes. No los hallaste en ningún delito.
  4. Jeremías 1:5
    Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué.
  5. Spiritual Gifts (Dones Espirituales), tomo 1, p. 193
    Vi que el amo del esclavo tendría que responder por el alma de su esclavo, a quien ha mantenido en ignorancia; y todos los pecados del esclavo serán visitados sobre su amo. Dios no puede llevar al cielo al esclavo que ha sido mantenido en ignorancia y degradación, sin conocimiento de Dios ni de la Biblia, con sólo el temor del látigo de su amo, y con una posición menos elevada que las bestias de su amo. Pero un Dios compasivo hace por él lo mejor que puede hacer. Le permite ser como si nunca hubiera sido; mientras que su amo tendrá que sufrir las últimas siete plagas y entonces resucitar en la segunda resurrección y sufrir la segunda muerte tan terrible. Entonces, la ira de Dios quedará apaciguada. [Trad.]
  6. Mensajes Selectos, tomo 2, p. 297
    Cuando los niñitos salen inmortalizados de sus lechos polvorientos, inmediatamente vuelan hacia los brazos de sus madres. Se reúnen para nunca más separarse. Pero muchos niñitos no tienen madres allí. Procuramos en vano escuchar el canto de triunfo entonado con arrobamiento por la madre. Los ángeles reciben a los niños sin madres y los conducen hacia el árbol de la vida.
  7. The Signs of the Times (Señales de los Tiempos], 27 de junio de 1900
    Jesús, el inmaculado, murió sin haber hecho nada digno de muerte. El pecador se salva sin haber hecho nada que merezca la salvación. Él no tiene absolutamente ningún mérito. Pero, revestido con el manto impecable de la justicia de Cristo, es aceptado por Dios. Un camino vivo ha sido abierto. Cristo ha comprado la vida y la inmortalidad. Por medio de la obediencia a Dios, los pecadores pueden hallar el perdón y la paz. [Trad.]
  8. 1 Corinthians 2:9
    Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.
  9. Mensajes Selectos, tomo 1, p. 203
    Hay quienes hoy día expresan su creencia de que habrá casamientos y nacimientos en la tierra nueva, pero los que creen en las Escrituras no pueden aceptar tales doctrinas. La doctrina de que nacerán niños en la tierra nueva no es una parte de la “palabra profética más segura”. 2 Pedro 1:19. Las palabras de Cristo son demasiado claras para ser mal entendidas. Debieran resolver para siempre la cuestión de los casamientos y nacimientos en la tierra nueva. Ni los que serán levantados de los muertos ni los que serán trasladados sin ver la muerte se casarán o serán dados en casamiento. Serán como los ángeles de Dios, miembros de la familia real.
  10. The Faith I Live By, p. 99
    Si soltamos la mano de Jesús, no nos queda nada a que aferrarnos. [Trad.]
  11. Isaías 54:1
    Regocíjate, oh estéril, la que no daba a luz; levanta canción y da voces de júbilo, la que nunca estuvo de parto; porque más son los hijos de la desamparada que los de la casada, ha dicho Jehová.
  12. Zacarías 13:6
    ¿Qué heridas son éstas en tus manos?
  13. Mensajes Selectos, tomo 2, p. 297
    Jesús coloca el dorado anillo de luz, la corona, sobre sus cabecitas.

Fuente: http://www.formypeople.org/Sp/sp_67_a_child_named_promise.shtml