sábado, 27 de septiembre de 2014

Ernie Knoll - El árbol, la madera y la Verdad

7 de septiembre de 2014
por Ernie Knoll
www.formypeople.org

En mi sueño, estoy parado en el lecho seco de un río. Me doy cuenta que hubo un tiempo en que era ancho y el agua era profunda. Ahora, puedo caminar muy fácilmente de un lado al otro. Miro a mis pies y noto que la tierra está seca, polvorienta. El ángel guía está de pie junto a mí. Sonríe y me dice que hoy es un día muy especial, porque hace tres años y medio que me fue dado un mensaje maravilloso en el sueño, “¿Hacia dónde estás mirando”? Él levanta el brazo derecho y veo que la tierra seca del río se forma en letras de agua viva que suben al aire. Sé que el agua viva representa a Jesús. Éstas son las palabras que veo:

De repente, siento que alguien me ha tomado la mano derecha, y al instante estoy de pie en el pasillo. El Heraldo ha estado conmigo todo ese tiempo. Me llama por mi nombre celestial y dice,  “Todo lo que tienes, le pertenece al Padre celestial. Lo que Él te ha mostrado es un mensaje para todos. Él aguarda hasta que cada individuo tome la hermosa y santa mano de Jesús. El Salvador espera con la mano extendida hacia aquéllos que decidan tomarla. A cada uno le pregunta,  ¿“Hacia dónde estás mirando”? Cada uno debe fijar sus ojos en Jesús y mirar plenamente hacia su rostro maravilloso.  Si lo hacen, la luz de su gloria y su gracia hará que todas las cosas de esta tierra se tornen opacas.” El Heraldo me llama por mi nombre celestial y dice que cada uno debiera preguntarse a sí mismo, ¿“Hacia dónde estás mirando”?
El ángel guía baja el brazo y veo que las palabras suben hasta que ya no las puedo ver. El río todavía está seco. Me dice que no debemos enfocarnos en esta tierra vieja, porque va a ser destruida, junto con los que han seguido al cabecilla de las mentiras. Sólo será saciada la sed de los que se aferren firmemente a la mano del que es el Agua Viva Eterna.1 El agua de la verdad fluirá a través de ellos.

Ahora miro detrás de mí a la ribera del río seco y veo a varios otros ángeles de pie allí. El ángel anunciador extiende su mano para ayudarme a subir del fondo del río seco. De repente, aparece una multitud de ángeles. Se arrodillan e inclinan sus cabezas en reverencia. Las aves dejan de cantar; los insectos dejan de chirriar; el viento deja de soplar, y todo en la naturaleza queda en silencio.

Ahora escucho algo que suena como truenos ondulantes a lo largo del lecho seco del río. Sin embargo, baja de las montañas y de todas partes. Oigo las voces de Dios el Padre, de Jesús y del Espíritu Santo que hablan como uno. Están diciendo que miremos hacia el norte para ver la señal temprana de los migradores alados tomando vuelo temprano. Entonces oigo estas palabras: “Ahora irrumpirán mis lágrimas y serán tan copiosas que la tierra no podrá absorberlas. Son muchas, porque mi alma está angustiada. Grandes serán las inundaciones a causa de mis lágrimas.2 Se moverá la tierra a causa de mis lágrimas. El mundo se regocijará porque por fin ha llegado la lluvia. El mundo no sabrá que ésas son mis lágrimas que vendrán a causa de lo que ahora debo hacer. La tierra se abrirá a causa de mi ira.3 Sin embargo, sufro con muchas lágrimas por lo que debo hacer ahora. Pedí que cada uno tomase la mano de Jesús. Vuestro Salvador esperó con la mano extendida para los que decidiesen tomarla. Pregunté a cada uno, ‘¿Hacia dónde estás mirando’?4 Mi calendario dice que ya han pasado tres años y medio. Llegó la hora”.5

Ahora noto que todos los ángeles retroceden mientras desciende el Heraldo desde lo alto. Me sonríe y llama por mi nombre celestial. Recuerdo que cuando el Heraldo viene acompañado de ángeles, el mensaje es muy especial. Ahora él revela que se le ha pedido que comunique un mensaje de gran verdad que debe ser compartido.

El sueño cambia, y ahora veo una representación de tres tronos idénticos en un semicírculo, frente el uno al otro. Sé que el Padre celestial se sienta en uno; Jesús se sienta en otro, y el Espíritu Santo en el otro. Se me muestra lo que veo de una manera que yo lo pueda comprender.

Escucho mientras los tres discuten cómo salvarían a los dos seres que ellos crearon en la Tierra. Aunque ellos sabían desde el principio que Adán y Eva pecarían, entiendo que la discusión que observo ocurre después de que Adán y Eva cayeron en el pecado.6 Oigo a Jesús hablar de la creación de Adán y cómo lo formó del polvo de la tierra. Habla de cuando Él hizo que Adán durmiese mientras Él creó a Eva de una de las costillas del lado derecho de Adán, para mostrar que ella siempre debía estar al lado de Adán para ser su ayuda idónea.

Jesús les suplicó al Padre y al Espíritu Santo que llevasen a cabo el plan para salvar a Adán y Eva y el resto de la humanidad del engaño de Lucifer. Dijo que Él estaba dispuesto a abandonar su trono en el cielo para salvarlos. Yo escucho mientras el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo discuten el plan completo de la salvación. Parece que la discusión dura un rato, pero no sé cuánto tiempo. Entonces, los tres tomaron una decisión unida, unificada. Hicieron planes alternativos para los que no eligiesen seguir el plan divino.

Los oigo seleccionar, aun antes de nacer, a los que serían invitados a servir, algunos con mucha dificultad. A lo largo de la historia de la tierra, muchos individuos existirían con el único propósito de animar a otros. Cada uno sería un testimonio al universo del gran plan divino de la salvación. Igual que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo conocen el principio, también conocen el fin. Ellos conocían el sendero de muchos que lo caminaron con un solo propósito. Oigo mencionar nombres bíblicos, como el de Moisés, el que recibiría los Diez Mandamientos de Dios; Esteban, el que sería apedreado; Abraham, quien fundaría la nación israelita; Noé, el que construiría el arca; Enoc, el que caminaría con Dios; y muchos más que servirían de profetas con mensajes, tales como Isaías y Daniel. Aun Elena de White fue escogida como un cumplimiento del testimonio de Jesús.

Sé que las palabras siguientes fueron anotadas antes de ser escritas en la tierra. “Y yo me eché a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira que no lo hagas: yo soy siervo contigo y con tus hermanos que tienen el testimonio de Jesús: adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía”. Apocalipsis 19:10.

Ahora veo al Padre celestial, al Hijo y al Espíritu Santo en lo que sé es la ciudad de Jerusalén en esta tierra. Observo a Jesús arrodillarse en la tierra y, con sus propias manos cava un hueco. Mira hacia el Padre y el Espíritu Santo. El Padre tiene en las manos algo que sé es la semilla de un árbol. El Padre le entrega la semilla al Espíritu Santo, quien la entrega a Jesús. Jesús toma la semilla y la coloca en la tierra. La tapa con tierra y encima forma un pequeño montículo de tierra. Entonces, se levanta y los Tres forman un semicírculo alrededor del montículo.

Ahora veo que el montículo comienza a resplandecer con mucho fulgor, como si fuese una luz. Un árbol muy pequeñito se abre camino por la tierra, e inmediatamente veo que tiene tres hojas. Una es azul, otra es blanca y la otra es roja. El color azul representa el amor de Dios y su ley; el color blanco representa su justicia; y el rojo simboliza la sangre que fluiría de Jesús. Sé que el árbol creció de los nutrientes en las tres hojas coloridas, y que dentro de poco esas hojas cayeron a la tierra y hojas verdes comenzaron a crecer.

Ahora oigo al Padre llamar a muchos ángeles que vayan al sitio donde crece el árbol. Les dice que ese sitio es santo. En ese momento recuerdo que a Moisés se le dijo que se quitara las sandalias en el sitio de la zarza ardiente, porque la presencia de Dios santificó ese terreno. El Padre manda a los ángeles celestiales a proteger el árbol de cualquier ser humano, de los elementos, y de Satanás y sus ángeles malignos. Nadie debe molestar ese árbol. Inmediatamente, los ángeles celestiales forman un círculo protector alrededor del árbol.

Observo una ocasión cuando niños se acercaron a jugar cerca del árbol, pero perdieron interés y se fueron. En otra oportunidad, se acercaron al árbol hombres con herramientas para cortar árboles, pero decidieron seguir adelante sin cortarlo.

Entonces observé al Padre y al Espíritu Santo mirarse el uno al otro y entonces mirar a Jesús. El Padre extendió sus manos y las colocó sobre los hombros de Jesús, y Jesús inclinó la cabeza. Lo oigo hablar, pero no entiendo sus palabras. Parece que sé que ha llegado el momento para una gran separación. Es un momento muy triste, pero es necesario. Sin embargo, es un momento de mucho regocijo.

Al instante, veo el momento cuando Jesús se tornó en algo como una semilla pequeña. El Padre extendió sus manos y la colocó en las manos del Espíritu Santo. Veo al Espíritu Santo acercarse a una mujer, quien yo sé es María cuando estaba comprometida con José. El Espíritu Santo coloca la semilla en su matriz. Ahora oigo la voz del Padre proclamar: “Aquí está mi Hijo, el que creó la tierra de la nada, el que creó a Adán del polvo de la tierra, el que le sacó una costilla a Adán y creó una mujer. Ahora, una mujer dará a luz a un Hijo que salvará a todos los que invoquen su nombre, Emanuel”. En mi mente, las palabras de Mateo 1:23 parecen fluir como agua viva: “He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros”.

Vuelvo a pensar del sueño, “¿Hacia dónde estás mirando”? que recibí hace tres años y medio. Pienso del hombre que perdió todo y de los que cantaron “Fija tus ojos en Cristo”. Recuerdo que el nombre Manuel, usado en el sueño, en realidad representaba a Emanuel. Al Heraldo se le dijo que dijese, “Cada uno debe fijar sus ojos en Jesús y mirar plenamente hacia su rostro maravilloso. Si lo hacen, Él hará que todas las cosas de esta tierra se tornen opacas, y los iluminará con la luz de su gloria y su gracia.” El Heraldo me llama por mi nombre celestial y dice que cada uno debe preguntarse a sí mismo, ¿“Hacia dónde estás mirando”?

Ahí parado, mi mente repasa rápidamente la historia de este mundo, comenzando con el momento cuando Jesús fue colocado en la matriz de una virgen. Pienso de su nacimiento, cómo creció y aprendió, cómo enseñó y animó. Pienso de su mano extendida hacia todos. Los que se aferren a su mano recibirán vida sin pecado por toda la eternidad. Desde su niñez, Jesús vivió la vida de un siervo perfecto, siempre atento y servicial.

Observo llegar el momento cuando Aquél que es Dios ha de ser golpeado y colocado en una cruz. Observo cuando dan órdenes a un leñador que prepare una cruz para la ejecución de Jesús. Observo a muchos ángeles guiar los pasos del leñador. Lo escoltan al mismo lugar donde Jesús cavó un hueco en la tierra y sembró la semilla en la tierra. Cuando el leñador se acerca a ese sitio especial, los ángeles se apartan de allí. El árbol ya crecido será utilizado para hacer la cruz del Salvador. Ahora, todos los que fijen sus ojos en Jesús podrán ser salvos.

El leñador hace lo que le mandaron a hacer. Observo mientras corta el árbol. Después que cae a la tierra, corta las ramas y las coloca en una pila. Entonces, le quita la corteza y la coloca toda sobre la pila de madera. Recuerdo que a Jesús le quitaron toda la ropa. Entonces, el leñador corta el árbol en trozos más pequeños  y veo que forma dos vigas cuadradas. En cada una hace un corte para poder juntarlas. En ambos extremos de una, él coloca un bloquecito de madera en el lugar donde serían clavadas las manos de Jesús y sus brazos serían amarrados con una soga. Coloca otro bloque pequeño en la parte inferior de la otra viga, en el lugar donde serían clavados los pies de Jesús. Cuando clavaron sus manos y sus pies, los torcieron de una manera que causase dolor. Las sogas también causaron dolor. Entonces, los soldados levantaron la cruz y la dejaron caer en su lugar. 

Veo al leñador prender fuego a todos los desperdicios del árbol. Me explica el Heraldo que esa acción simboliza una última ofrenda de holocausto. Sirvió de ejemplo de lo que se debe hacer con el pan que sobre del servicio sagrado la Santa Cena del Señor.7

Hágase todo lo posible para suplir una cantidad correcta de pan y vino para los participantes. Para el culto de la Santa Cena, sólo debe usarse jugo de uva sin fermentar y pan sin levadura.8 Una vez que hayan sido bendecidos el pan y el vino, después que todos hayan participado y termine el culto, los que deseen pueden participar respetuosamente de más pan y vino. Si todavía sobran emblemas que hayan sido bendecidos, deben ser desechados debidamente. El vino debe ser vertido en un hueco cavado en la tierra, tal como la sangre de Jesús cayó a la tierra. El pan debe ser colocado en un recipiente y quemado cuidadosamente, hasta que sólo queden cenizas. Si sobran emblemas que no hayan sido bendecidos, pueden ser consumidos normalmente.

Cambia el sueño y ahora observo ante mis ojos una escena lúgubre. La cruz de Jesús,  instrumento de tortura y muerte, está vacía.9 Después de su muerte, para bajar su cuerpo de la cruz, cortaron las sogas y halaron los bloques de madera que sostenían sus manos y pies.

Mientras Jesús descansa en la tumba, al ponerse el sol el cielo se torna rojo como la sangre. Los ángeles que cuidaron el árbol especial se han reunido en torno al pie de la cruz. Directamente encima de la cruz, el cielo se ve un azul oscuro. De repente, el cielo se llena de ángeles. Yo sé que la gente en la tierra no puede ver ni oír la escena que ahora se representa muy alto sobre ellos. Sigo mirando hacia arriba y veo que el Heraldo canta una nota mientras el cielo azul oscuro se ilumina con blancura. Entonces, todos los ángeles comienzan a cantar el himno, “En el monte Calvario”. Es un canto que había sido escrito antes de que Jesús sembrase el árbol. Antes de que naciese Jorge Bennard, las palabras ya aparecían en el libro de los himnos en el cielo. La letra y la música fueron anotadas durante el gran plan de la salvación de todos. 

Sé que el terreno donde el árbol para la cruz fue sembrado era santo. El árbol fue creado para soportar al Creador, quien fue colocado en la tierra que Él había creado. Ahora, los ángeles cantan de la importancia de aquel árbol y la cruz. Cantan del árbol, de la madera y de la verdad. Cantan de Emanuel.10
En el monte Calvario estaba una cruz,
emblema de afrenta y dolor,
y yo amo esa cruz do murió mi Jesús
por salvar al más vil pecador.

Coro:
¡Oh! yo siempre amaré esa cruz,
en sus triunfos mi gloria será;
y algún día en vez de una cruz,
mi corona Jesús me dará.

Y aunque el mundo desprecie la cruz de Jesús,
para mí tiene suma atracción,
pues en ella llevó el Cordero de Dios
de mi alma la condenación.

Coro

En la cruz de Jesús do su sangre vertió,
hermosura contemplo sin par;
pues en ella triunfante a la muerte venció,
y mi ser puede santificar.
Coro
Yo seré siempre fiel a la cruz de Jesús,
su oprobio con Él llevaré,
y algún día feliz con los santos en luz
para siempre su gloria veré.
Coro*
 
Al contemplar la escena, me siento muy indigno. Nosotros, que sólo tenemos que tomar la mano de Jesús, somos indignos. Las lágrimas corren por mi rostro al escuchar a esos ángeles cantar. Mientras cantan, ellos no representan el himno, sino que cantan cada palabra como si fuese un regalo de la boca misma del Espíritu Santo. Ningún ser humano sería capaz de cantar ese himno como lo cantan los ángeles. Ellos contemplan cada palabra y cantan de sus corazones.

Sé que sirvo como mensajero de Dios y comparto lo que se me muestra, pero no lo merezco. Ahora siento una mano cálida en mi hombro. Cuando me doy vuelta, veo que el Heraldo me entrega un paño blanco para secarme la cara. Me sonríe y dice que el mensaje que debe dar es que soy muy amado, de la misma manera que todos son muy amados. 

Ahora el Heraldo me dice que es hora de compartir el sueño siguiente para que muchos entiendan más acerca de ese canto hermoso, “En el monte Calvario”. La cruenta cruz es más importante de lo que nos damos cuenta. Explica el Heraldo que debe mostrarme algo que la cruenta cruz hizo posible.

Me lleva a un cuarto donde una mujer está arrodillada junto a su cama. Ella junta sus manos, inclina la cabeza, cierra los ojos y comienza a orar en silencio. Yo conozco a esa mujer, pero no sé lo que ora. Le pregunto al Heraldo si me es permitido compartir con ella esta parte del sueño. Él me explica que debo contárselo, porque ella está preguntando cómo debe orar. A ella se le relató este sueño antes de ser publicado para que todos lo lean.

Entonces, el Heraldo dice que mire atentamente. Ahora observo algo que parece un humo de distintos colores que asciende de esa persona hasta el trono del Padre.11 Jesús escucha las palabras en tanto que el Espíritu Santo las entrega. Dice el Heraldo que el Padre está a la expectativa para oír las súplicas, y que ellas tienen para Él un aroma muy fragante. Las palabras tiernas de la mujer no han sido escritas ni practicadas, sino que vienen de su corazón. Así hará cada uno del pueblo de Dios si ha tomado la mano de Jesús.

Me dice el Heraldo que mire atentamente mientras él extiende la mano y toma una partícula diminuta de humo. Entonces toma otra partícula y me dice que mire con cuidado. Veo algo que parece una gema hermosa. El Heraldo vuelve a meter la mano en el humo, agarra varias partículas y las separa, una de otra. Las coloca frente a mí para que pueda observar muchas gemas hermosas de distintos colores. Me dice que huela el aroma. Al instante, huelo muchas cosas distintas y maravillosas, tales como una variedad de flores y árboles y frutas. Me dice el Heraldo que es por Jesús que cada uno de nosotros puede acudir al Padre y hablar con Él.

El Heraldo hace una pausa y me explica que los ángeles que sirven esperan que el Padre les dirija la palabra. Sin embargo, nosotros aquí en la tierra, los que tomamos la mano de Emanuel, tenemos el privilegio de hablar directamente con el Padre en cualquier momento. Somos muy amados, y los ángeles se deleitan en servirnos, los amados de Dios. El Padre espera con anhelo que cada uno de nosotros hable con Él. Para Él, nuestras oraciones son bellas, y Él disfruta mucho de su aroma. Él anhela mantenernos y cuidarnos.

Ahora el Heraldo me vuelve a llevar al lecho seco del río. Cuando miro, veo que sopla el viento y sube el polvo. Me dice el Heraldo que mire hacia el norte, y veo a muchas aves volando hacia el sur. Me señala a un calendario, y me doy cuenta que es demasiado pronto para que las aves comiencen a volar hacia el sur para pasar el invierno. Observo el vuelo de muchas aves; algunas graznan al volar.

El Heraldo toma mi mano y subimos más alto sobre la orilla. Él extiende sus alas, las cuales forman como un techo sobre mí. El cielo se oscurece, se forman nubes y gotas de lluvia comienzan a caer lentamente. En lo que parece ser pocos segundos, caen más gotas. La lluvia cae sobre la tierra seca y polvorienta, la cual ha formado una superficie dura, de manera que no absorbe a lluvia, y el agua se profundiza. El lecho del río, antes seco, se llena de agua y comienza a fluir. En cosa de minutos, hay un torrente de agua que sube rápidamente. El Heraldo me lleva a un sitio más alto donde pueda estar seguro. Observo que las inundaciones y la destrucción alcanzan al mundo entero, que siega la tristeza de Dios. En algunas partes, la tierra se abre en hundimientos para tragar grandes cantidades de la inundación. La destrucción es grande. Ha terminado la sequía, pero por toda la tierra se ve la tristeza de Dios. 

Ahora el Heraldo me recuerda que Dios ha esperado tres años y medio que cada uno elija. Se ha cumplido el tiempo. Es con mucha tristeza que el Padre celestial irrumpe en lágrimas a causa de lo que Él debe hacer ahora. Al comenzar las lluvias, veo a la gente cantando alabanzas a Dios por la bendición que está recibiendo. Ellos no comprenden la gran tristeza de Dios. No comprenden que la lluvia es semejante a sus lágrimas, a causa de lo que Él debe hacer. El mundo ha sufrido de sequía, y ahora está comenzando a experimentar la tristeza de Dios. Lamentablemente, muchos no lo entenderán. Sólo los que hayan tomado la mano de Jesús, de Emanuel; sólo los que hayan creído antes de aumentar las pruebas; sólo ellos entenderán.

¿Hacia dónde has estado mirando? ¿Has mirado sólo queriendo reprochar el mensaje y el mensajero, o has fijado tus ojos en Jesús?12 ¿Sólo ves una cruz, o piensas de la importancia del árbol, de la madera, y de la verdad? Jesús es el Creador del árbol. Él fue sacrificado en el madero. Jesús es el camino. Nadie se acerca al Padre a menos que tome la mano de Jesús, de Emanuel, quien es la Verdad.


    1. Testimonios para la Iglesia, tomo 4, p. 551
      La seguridad está en abandonar todo apoyo terrenal y aferrarnos a la mano del que levantó y salvó al discípulo que se hundía en el mar tormentoso.

      Juan 4:14
      Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.

      Jeremías 17:13
      ¡Oh Jehová, esperanza de Israel! todos los que te dejan serán avergonzados; y los que se apartan de mí serán escritos en el polvo, porque dejaron a Jehová, manantial de aguas vivas.
    2. 1 Samuel 12:17
      ... él dará truenos y lluvias, para que conozcáis y veáis que es grande vuestra maldad que habéis hecho ante los ojos de Jehová...
    3. Isaías 28:21
      Porque Jehová se levantará como en el monte Perazim, como en el valle de Gabaón se enojará; para hacer su obra, su extraña obra, y para hacer su operación, su extraña operación.
    4. Mateo 16:24
      Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
    5. Santiago 5:17
      Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses.

      Testimonios para la Iglesia, tomo 3, p. 317
      Todos ellos debieran aprender del ejemplo de Elías. Su palabra privó a la tierra de los tesoros del cielo, el rocío y la lluvia, durante tres años. Sólo su palabra fue la llave para abrir el cielo y traer la lluvia.
    6. El Deseado de Todas las Gentes, p. 14
      Desde el principio, Dios y Cristo sabían de la apostasía de Satanás y de la caída del hombre seducido por el apóstata. Dios no ordenó que el pecado existiese, sino que previó su existencia, e hizo provisión para hacer frente a la terrible emergencia.

      Éste fue un sacrificio voluntario. Jesús podría haber permanecido al lado del Padre. Podría haber conservado la gloria del cielo, y el homenaje de los ángeles. Pero prefirió devolver el cetro a las manos del Padre, y bajar del trono del universo, a fin de traer luz a los que estaban en tinieblas, y vida a los que perecían.

      Manuscript Releases (Manuscritos), tomo. 9, p. 230
      Después de la caída de Adán y Eva, la raza quedó sumida en una desgracia sin esperanzas. Fue entonces que se puso en marcha el gran plan de redención. Fue entonces que el Hijo de Dios consintió abandonar el trono de su Padre, dejar a un lado su corona real, vestirse de humanidad, tomar sobre sí la naturaleza del hombre y ser un hombre entre los hombres. Se hizo Varón de dolores, experimentado en quebranto, herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados.  [Trad.]

      Patriarcas y Profetas, p. 48
      El Hijo de Dios, el glorioso Soberano del cielo, se conmovió de compasión por la raza caída. Una infinita misericordia conmovió su corazón al evocar las desgracias de un mundo perdido. Pero el amor divino había concebido un plan mediante el cual el hombre podría ser redimido. La quebrantada ley de Dios exigía la vida del pecador. En todo el universo sólo existía uno que podía satisfacer sus exigencias en lugar del hombre. Puesto que la ley divina es tan sagrada como el mismo Dios, sólo uno igual a Dios podría expiar su transgresión. Ninguno sino Cristo podía salvar al hombre de la maldición de la ley, y colocarlo otra vez en armonía con el Cielo. Cristo cargaría con la culpa y la vergüenza del pecado, que era algo tan abominable a los ojos de Dios que iba a separar al Padre y su Hijo. Cristo descendería a la profundidad de la desgracia para rescatar la raza caída.
    7. Éxodo 12:8-10
      Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán. Ninguna cosa comeréis de él cruda, ni cocida en agua, sino asada al fuego; su cabeza con sus pies y sus entrañas. Ninguna cosa dejaréis de él hasta la mañana; y lo que quedare hasta la mañana, lo quemaréis en el fuego.
    8. El Deseado de Todas las Gentes, p. 609
      Cristo estaba todavía a la mesa en la cual se había servido la cena pascual. Delante de él estaban los panes sin levadura que se usaban en ocasión de la Pascua. El vino de la Pascua, exento de toda fermentación, estaba sobre la mesa. Estos emblemas empleó Cristo para representar su propio sacrificio sin mácula. Nada que fuese corrompido por la fermentación, símbolo de pecado y muerte, podía representar al “Cordero sin mancha y sin contaminación.” 1 Pedro 1:19.
    9. Filipenses 2:8
      Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
    10. Gálatas 6:14
      Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo...
    11. Apocalipsis 8:4
      Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos.
    12. El Conflicto de los Siglos, pp. 386-387
      Siglo tras siglo las amonestaciones que Dios dirigió al mundo por medio de sus siervos, fueron recibidas con la misma incredulidad y falta de fe. Cuando la maldad de los antediluvianos le indujo a enviar el diluvio sobre la tierra, les dio primero a conocer su propósito para ofrecerles oportunidad de apartarse de sus malos caminos. Durante ciento veinte años oyeron resonar en sus oídos la amonestación que los llamaba al arrepentimiento, no fuese que la ira de Dios los destruyese. Pero el mensaje se les antojó fábula ridícula, y no lo creyeron. Envalentonándose en su maldad, se mofaron del mensajero de Dios, se rieron de sus amenazas, y hasta le acusaron de presunción. ¿Cómo se atrevía él solo a levantarse contra todos los grandes de la tierra? Si el mensaje de Noé era verdadero, ¿por qué no lo reconocía por tal el mundo entero? y ¿por qué no le daba crédito? ¡Era la afirmación de un hombre contra la sabiduría de millares! No quisieron dar fe a la amonestación, ni buscar protección en el arca.

      Los burladores llamaban la atención a las cosas de la naturaleza,—a la sucesión invariable de las estaciones, al cielo azul que nunca había derramado lluvia, a los verdes campos refrescados por el suave rocío de la noche,—y exclamaban: “¿No habla acaso en parábolas?” Con desprecio declaraban que el predicador de la justicia era fanático rematado; y siguieron corriendo tras los placeres y andando en sus malos caminos con más empeño que nunca antes. Pero su incredulidad no impidió la realización del acontecimiento predicho. Dios soportó mucho tiempo su maldad, dándoles amplia oportunidad para arrepentirse, pero a su debido tiempo sus juicios cayeron sobre los que habían rechazado su misericordia.

      Cristo declara que habrá una incredulidad análoga respecto a su segunda venida. Así como en tiempo de Noé los hombres “no entendieron hasta que vino el diluvio, y los llevó a todos; así,” según las palabras de nuestro Salvador, “será la venida del Hijo del hombre.” Mateo 24:39. Cuando los que profesan ser el pueblo de Dios se unan con el mundo, viviendo como él vive y compartiendo sus placeres prohibidos; cuando el lujo del mundo se vuelva el lujo de la iglesia; cuando las campanas repiquen a bodas, y todos cuenten en perspectiva con muchos años de prosperidad mundana,—entonces, tan repentinamente como el relámpago cruza el cielo, se desvanecerán sus visiones brillantes y sus falaces esperanzas.

      The Spirit of Prophecy (El Espíritu de Profecía), tomo 4, p. 208
      En su gran misericordia, el Señor no envía juicios a la tierra sin antes advertir a sus habitantes por boca de sus siervos... Cuando la maldad de los antediluvianos le indujo a enviar el diluvio sobre la tierra, les dio primero a conocer su propósito para ofrecerles oportunidad de apartarse de sus malos caminos. [Trad.]

*En el monte Calvario, letra de Jorge Bennard; traducido por Speros D. Athans

Fuente:  http://www.formypeople.org/Sp/sp_70_the_tree_the_wood_the_truth.shtml