sábado, 3 de mayo de 2014

Ernie Knoll - Un niño llamado promesa

17 de febrero de 2014
por Ernie Knoll
www.formypeople.org


En mi sueño estoy de pie junto al Heraldo. Me llama por mi nombre celestial y me dice que observe a una joven mientras entra a una habitación. Miro hacia la izquierda y veo a una joven en bata de baño. En la mano derecha tiene un objeto que mide unas cuatro pulgadas (diez centímetros) de largo. Una gran sonrisa adorna su rostro, y sus ademanes muestran mucha alegría. Se dirige hacia el sofá y se sienta acurrucada. Unos momentos más tarde, su esposo entra y la mira. Ve su sonrisa, pero no lo que ella tiene en la mano. Sencillamente le pregunta por qué está tan contenta y sonriente. Ella lo mira y le dice que está contenta porque sabe que él va a ser un padre maravilloso para su niño. Entonces le muestra el objeto, y ahora comprendo que ellos acaban de enterarse de que ella está embarazada.

Ahora el Heraldo me ha llevado y estoy parado en un terreno grande. Varios ángeles están junto a nosotros. Cada uno de ellos tiene una bolsa llena de semillas en las manos. El Heraldo se dirige hacia uno de los ángeles y saca un puñado de semillas de la bolsa. Me dice que esas bolsas tienen muchas semillas. Entonces comienza a explicarme que sólo son semillas. Me pregunta, “¿Son plantas? ¿Son flores? ¿Son árboles? ¿Son mazorcas? ¿Son sandías? ¿Son pimentones”? Él contesta, “No, solamente son semillas”. Se inclina y hace una pequeña hilera recta en la tierra. Entonces toma algunas semillas y las distribuye por la hilera. Tapa las semillas con la tierra junto a la hilera. Cuando nos ponemos de pie, una lluvia suave comienza a caer. Entonces, deja de llover y el sol brilla radiante. Entonces veo una luz muy brillante que baja del cielo y brilla sobre las semillas que fueron colocadas en la tierra. Al instante, distintas clases de plantas comienzan a brotar.

El Heraldo explica que todo lo que es vida viene a través del Padre, a través de Jesús y a través del Espíritu Santo. Al Heraldo se le permitió ayudar a dar vida a las plantas, a servir como un procreador. Sin embargo, él no les dio vida a las plantas, sino que simplemente colocó las semillas en la tierra, las cuidó, guió y regó. El agua es esencial para el crecimiento de las plantas. Sin ella, se marchitarán y morirán. De la misma manera, nosotros necesitamos el Espíritu Santo, representado por el agua, para que no nos marchitemos ni muramos espiritualmente. De igual importancia para el crecimiento debido de las plantas, es el sol. De la misma manera, nosotros necesitamos el Sol de justicia. Sin Dios el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, la semilla es sólo una semilla. Dios es quien da vida a las plantas, y esa vida es suya.1 El Heraldo sigue diciéndome que las plantas no le pertenecen a él; le pertenecen a Dios.

Al instante me encuentro parado junto a un gallinero cercado para que otros animales no se metan. Veo muchos pollos yendo de aquí a allá. Algunos están en el área preparada para anidar. El Heraldo me dice que estas aves son gallinas. Entramos en el gallinero, y él me muestra varios huevos en uno de los nidos. Me dice que son huevos de gallina. Entonces me dice que me fije que aquí, en ese gallinero, sólo hay gallinas y huevos. Tres veces me dice que los huevos sólo son huevos.

Entonces me lleva a otro gallinero. El Heraldo dice que me fije que no sólo hay muchas gallinas, sino que también hay varios gallos. Me explica que la gallina es la hembra y el gallo es el macho. Me dice que una vez que el gallo haya fertilizado a la gallina, el huevo que ella pone ya no es simplemente un huevo. Tres veces me dice que me fije que el huevo ya no es simplemente un huevo, sino que ahora tiene vida. Dentro del huevo se encuentra algo que, con el tiempo, llegará a ser otro pollo. Cubriendo el interior de ese huevo valioso hay una membrana que mantendrá el agua necesaria para que crezca. La gallina se posará horas sobre ese huevo para calentarlo, de la misma manera como el sol calentó las plantas. Debajo de esa gallina hay una vida que será atendida y cuidada hasta el momento cuando el pollito salga del cascarón.

Entonces, el Heraldo me dice que él simplemente colocó las semillas en la tierra, las cubrió con tierra, las regó y dejó que el sol brillara sobre ellas. Sin embargo, fue el Creador quien les dio vida. La gallina y el gallo sólo hacen lo que fueron creados para hacer. La gallina no crea el huevo; ella sólo lo pone, cumpliendo con lo que fue diseñada para hacer. El gallo no crea el huevo; él simplemente lo fertiliza, cumpliendo con lo que fue diseñado para hacer. Conforme al plan del Creador, los huevos fertilizados llegan a ser pollos.

Ahora el Heraldo y yo regresamos adonde está la pareja joven que supo que iba a tener un hijo. La semilla del esposo fertilizó el huevo de la esposa; entonces, conforme al plan, el huevo fertilizado fue colocado en su matriz. En lo que pareció ser sólo momentos breves, pero en realidad fue un período de muchos meses, vemos cambiar el cuerpo de la esposa mientras lleva en su matriz a un niño que crece.

Cuando llega el día especial, la madre da a luz. Sé que ningún hombre puede comprender el gran amor que una madre puede tener por el bebé al cual ha dado a luz. Durante muchos meses, ella y el bebé han sido como una sola cosa. Se forma un vínculo aún más estrecho cuando ella comienza a alimentar y cuidar al recién nacido. Sigo observando mientras los padres se turnan para cuidar al pequeñito. Mientras que la madre dedica muchas noches para alimentar a su precioso bebé, ellos comparten momentos especiales. El padre obtiene un segundo empleo para mantener a su familia.

Silenciosamente, el Heraldo y yo miramos absortos al ser pequeño que los padres procrearon como una de las creaciones de Dios, tal como Él crea las semillas que llegan a ser plantas y los huevos que llegan a ser pollos. Todos le pertenecen, porque Él es el Creador.

Mientras el Heraldo y yo observamos al bebé durmiendo en una cuna, vemos que los padres duermen cerca, listos para despertar y cuidar a su pequeñito. Ahora, varios ángeles que no he visto antes entran a la habitación y rodean al bebé. Un ángel tiene en sus manos una cobija blanca muy pequeña con letras de oro puro, delineadas en rojo vivo, que deletran “INOCENTE”. Otro ángel sostiene una banderilla blanca especial, y otro tiene una tableta de cristal. Sé que este ángel vino para registrar y marcar el fin de la vida que fue creada cuando fue fertilizada, esa vida que pertenece al que está en el cielo.

Trato de correr hacia el bebé para detener a esos ángeles, porque comprendo lo que están a punto de hacer. El Heraldo me detiene y me regaña. Me pregunta si soy más grande que el que está sentado en el cielo. ¿A quién pertenece este pequeñito? Al que está en el cielo. ¿Qué derecho tengo yo de decidir algo contrario a lo que ha decidido el Padre celestial? En los ojos del Heraldo hay una mirada que nunca he visto antes. Me dice que permanezca en mi lugar y sea fiel y obediente. Aunque no siempre comprendamos, debemos ser obedientes. Me explica que pronto comprenderé por qué.

Vuelvo a mi lugar y observo que el bebé respira una última vez y entonces queda sin vida. El ángel cubre con la cobijita blanca al niño que “duerme”. Todos los ángeles se van, excepto el Heraldo, quien permanece de pie junto a mí. Nuevamente, desde lo más profundo de mi alma surgen sentimientos en contra de Satanás. Esto ha sucedido por culpa de él, a causa de su rebelión en contra de la perfección del Padre celestial.

Ahora veo a la joven madre despertar, pendiente de su bebé. Oigo sus gritos al descubrir que su bebé no tiene vida. Son sonidos que nadie debiera escuchar jamás. Suelto la mano del Heraldo y comienzo a irme, porque no puedo soportar lo que veo y oigo.

Al instante, estoy de pie en el pasillo donde he estado en muchas ocasiones anteriores. El Heraldo viene hacia donde estoy con una mirada de paciencia, amor y preocupación en el rostro. Por otra parte, estoy seguro que mis ojos reflejan ira. Lo miro y con voz ardiente y frustrada le pregunto, “¿POR QUÉ?” Con voz tierna y paciente me llama por mi nombre celestial y dice, “Tú eres un mensajero del Padre que está sentado en su trono. Has estado sentado junto a Él y Él te ha hablado directamente. Él te ha recordado que eres un mensajero, y que Él te ha llamado para llevar mensajes a su pueblo, a los que claman a Él durante tiempos de crecimiento y siembra, como también durante los tiempos de aflicción. Eres un mensajero, y se te está dando un mensaje que debes llevar. Sé un mensajero y registra estas palabras con cuidado. Lleva el mensaje a los que deben recibir sus palabras, ¿Crees acaso que éste es el único niño que ha ido al descanso”?

El Heraldo levanta la mano y señala a la pared. Comienzo a leer las siguientes palabras:

El Deseado de Todas las Gentes, pp. 46, 47
Envió inmediatamente soldados a Belén con órdenes de matar a todos los niños menores de dos años. Los tranquilos hogares de la ciudad de David presenciaron aquellas escenas de horror que seis siglos antes habían sido presentadas al profeta. “Voz fué oída en Ramá, grande lamentación, lloro y gemido: Raquel que llora sus hijos; y no quiso ser consolada, porque perecieron.” ... Este acto de crueldad fue uno de los últimos que ensombrecieron el reinado de Herodes. Poco después de la matanza de los inocentes, cayó bajo esa mano que nadie puede apartar. Sufrió una muerte horrible.

El Heraldo baja la mano y dice, “Los inocentes, sus inocentes, duermen. A nosotros que servimos, a nosotros que queríamos levantar espadas y escudos, se nos mandó a permanecer en nuestro sitio y bajar nuestras espadas y escudos. Tú debes seguir en pie, conforme te ha sido dicho. Nosotros servimos porque Dios es el que servimos. Servimos sabiendo que su camino siempre es el mejor. Te fue mostrado que cuando nació tu Gran Salvador y Hermano, a nosotros se nos mandó a envainar nuestras espadas. Al escuchar el gemido más débil, queríamos cuidar al que es nuestro Señor y Maestro. Pero se nos mandó a permanecer en nuestro lugar. Cuando comenzó a caminar, queríamos agarrarlo para que no razguñara, cortara ni lastimara ese cuerpo perfecto y real. Sin embargo, se nos dijo que permaneciéramos en nuestro lugar. Cuando el látigo fue alzado para golpearlo, cuando le escupieron, se nos mandó a permanecer en nuestro lugar. De pie en nuestro lugar, sabíamos que ninguno merecía el Regalo que ustedes estaban golpeando y escupiendo. Con sólo recibir la palabra, queríamos, y estábamos listos para destruir a todos los que Él había creado. Unos pocos de nosotros que permanecíamos en nuestro lugar podríamos destruir, y estábamos dispuestos a destruir, a cada uno de ustedes que golpeaban a ese Ser perfecto que vino como un bebé, creció como niño y tomó tu lugar. Era necesario que terminara la vida del Dador de la vida, para que Él pudiera otorgar la vida eterna”.

Ahora el Heraldo me dice que si hubiese permanecido junto a él, hubiese visto que la joven pareja había seguido adelante; habían colocado en la tierra por un tiempo a su bebé, al pequeño regalo que les había sido confiado. El Heraldo me pregunta si deseo regresar con él para ver, para que pueda comprender. Tomo su mano, y ahora nos hallamos en un cementerio. Veo a la joven pareja durante el servicio fúnebre. Veo cuando colocan el pequeño ataúd en la tierra. El pastor dice que ese pequeñito duerme hasta el día glorioso cuando Jesús descienda del cielo y llame a los suyos a despertar. Él llamará a los inocentes a levantarse para ser colocados nuevamente en los brazos de sus madres fieles.

Entonces el Heraldo me dice que Jesús dijo, “Dejad a los niños venir a mí”. El Heraldo me explica que pronto lo comprenderé mejor. Este inocente que pertenece al Padre celestial fue colocado en la tierra para dormir hasta que Jesús, el Eterno, venga en las nubes y llame a los inocentes de la tierra. El mismo Jesús que fue colocado en el vientre de María; el mismo Jesús que nació y creció como uno de ustedes; el mismo Jesús que mataron; el mismo Jesús que un viernes antes de la puesta del sol fue colocado en la tierra, en una tumba, y descansó durante las horas del sábado; ese mismo Jesús fue llamado por el Padre y el Espíritu Santo a levantarse de una tumba terrenal para volver a vivir. Ese mismo Jesús que descansó el sábado, se levantó el domingo, no para descansar, sino para trabajar. Su trabajo es servir eternamente.

A pesar de que Satanás tiene las llaves de esta tierra, Jesús tiene las llaves para los que mueren y son colocados en la tierra.2 Aquéllos que creen en Él y claman a su nombre serán llamados a salir de la tierra cuando Él venga por segunda vez. Los que estén cubiertos con una cobija blanca con las palabras “Inocente,” serán resucitados por Aquél que es el Creador. Jesús tiene las llaves eternas para los que crean en Él y clamen a ese nombre perfecto. Aquéllos que caminen y lleguen a ser perfectos como Jesús, serán llamados a la vida eterna en Él. “La orden de Cristo es: ‘Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto’. Mateo 5:48. Aquí nos muestra que en nuestro ámbito podemos ser tan perfectos como Dios es perfecto en el suyo”. Testimonios para la Iglesia, p. 446

Ahora el Heraldo me vuelve a llevar al pasillo y me explica que muchos inocentes duermen en la tierra. Me muestra que, a causa del pecado, muchos no llegaron al día de su nacimiento. Algunos mueren mientras crecen en la matriz, y otros son sacados deliberadamente de la matriz. Esto ocurre debido a una concepción como resultado de violencia, o a causa de la falta de madurez o integridad espiritual de los compañeros.3 No importa cuáles hayan sido las circunstancias, esos inocentes le pertenecen a Dios y están cubiertos con “la cobija blanca de la inocencia”.4

El Heraldo hace una pausa y dice, “Tal como están registradas las palabras de Jesús, ‘Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios’ (Marcos 10:14). Declara Jesús, ‘Dejad venir a mí a los niños cubiertos con mi manto, porque ellos entrarán al reino de mi Padre a través de mi sangre. Estos son los inocentes’ ”.

Esto nos provee otro vistazo de la maravillosa verdad de lo que significa estar cubierto con la justicia de Cristo. A todos los niños antes de la edad de responsabilidad, como también los abortados espontánea y deliberadamente, Dios los considera como seres que no se han rebelado ni desobedecido sus mandamientos. Por lo tanto, sobre ellos será colocado el manto de la justicia de Cristo, y Dios les dará la bienvenida a su reino. Aunque nosotros heredamos la tendencia hacia el pecado, no hay tal cosa como pecado original. No nacemos en pecado; elegimos pecar o no pecar.

Muchos supuestos expertos han declarado que la homosexualidad es algo con que se nace, y que su estilo de vida debe ser aceptado como correcto. Sin embargo, ni dos hombres ni dos mujeres pueden producir hijos juntos. Eso no forma parte del plan del Creador, y cualquier cosa que no sea parte de su plan, no puede ser aceptado en el cielo.

El Heraldo sigue explicando: “A cada madre que permanece fiel y ha perdido a un bebé durante un embarazo o después del nacimiento, se le promete que su niño será colocado en sus brazos”. Le pregunto al Heraldo en cuanto a las madres que han sufrido abortos espontáneos o han abortado a muchos niños. Él me explica que si las madres siguen siendo fieles, se les dará la oportunidad de cuidar a cada uno de esos niños, y que los ángeles las ayudarán. Le pregunto en cuanto a la culpabilidad que cada madre pueda sentir cuando otros la vean con muchos niños. Me contesta el Heraldo, “Tal como dijo Jesús, ‘El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar una piedra’ ” (Juan 8:7). No importará que lo salvados se enteren o no si en la tierra un niño fue desechado.

El Heraldo sigue explicándome que un agricultor que siembra un tallo de maíz, lo cuida de la misma manera como un agricultor cuida varias hectáreas de maíz. Sin embargo, el agricultor sabe que un tallo de maíz que no crece debidamente, tal como Dios lo planeó, se marchitará y morirá; será como si nunca hubiese sido. Le pido al Heraldo que me explique más claramente lo del tallo imperfecto de maíz. Él sonríe con paciencia y dice que los que nacen con grandes deformidades físicas o mentales serán como si nunca hubiesen sido. Debemos darnos cuenta de que Dios sabe lo que es mejor.5

Me pregunta el Heraldo si comprendo plenamente todo lo que se me ha mostrado, y le contesto que sí. Entonces me dice que debe mostrarme otra cosa, y que recuerde que, en calidad de mensajero, debo reportar fielmente lo que se me muestre.

Ahora estoy de pie en la tierra en calidad de observador. En muchos sitios, la tierra sobre la cual Satanás ha caminado está destrozada. Eso señala que el pecado se ha extendido mucho. Miro hacia arriba y veo a Jesús en el cielo. Acaba de tocar su trompeta. Tal como lo he visto anteriormente, sé que ésta es su segunda venida, una promesa que Él hizo a todos. Rápidamente recuerdo sus palabras cuando se fue de esta tierra, para preparar un lugar para su pueblo y regresar a buscarlos.

Entonces veo que en el mundo entero, la tierra se está abriendo. Ya no puede retener a los santos donde fueron colocados, como semillas, aguardando a Jesús, el Gran Segador, que viene para recoger sus frutos. Él murió en la cruz y su sangre fue puesta en la tierra, entró en la tumba y fue resucitado para dar vida eterna a su pueblo. Ahora, al mandato de Jesús, desde las profundidades de la tierra o los mares observo despertar los justos que murieron desde el comienzo de la tierra. Sus cuerpos son hechos nuevos y perfectos, sin ninguna señal de pecado. Al mirar a los ojos de Jesús, inmediatamente tengo una sensación sobrecogedora que he recibido un cuerpo completamente nuevo.

Mientras subo al aire lentamente, sé que debo darme vuelta para mirar la tierra, la cual no es otra cosa que una gran tumba de muerte. De repente, veo algo que sé es importante y debo explicar claramente. Sin embargo, sé que lo que veo es un símbolo que se me muestra de una manera que todos puedan comprender. Desde huecos pequeños en la superficie de la tierra veo algo que se asemeja a bolitas de luz brillante, pequeñas y perfectas, que rápidamente se lanzan al aire. Muy interesado, observo un sinnúmero de ángeles que desciende aún más rápidamente. Cada ángel agarra con la mano uno de esos objetos pequeños y brillantes, y con la otra mano lo cubre. Cada uno de esos objetos es uno del sinnúmero de inocentes que pertenecen al Padre celestial. El fulgor que los rodea es el manto blanco de Jesús. Entonces, veo que los inocentes crecen hasta llegar al tamaño de un bebé.

Vuelvo a mirar a los ojos de Jesús, mi Salvador, esos ojos que tienen el amor del amor de los amores. Al ascender hacia la nube inmensa donde Él está, sé que muchos están ansiosos de saludarlo por primera vez. Los fieles que conocieron a Jesús cuando estuvo en esta tierra se sienten emocionados de volver a verlo.

Parado sobre la nube, mis pies descalzos sienten su suavidad, tal como la sentí antes. Veo un sinnúmero de ángeles con bebés en los brazos o con niños pequeños a su lado. A través de lágrimas de alegría que corren por mis mejillas, observo a los ángeles acercarse a ciertas madres que perdieron a sus pequeñitos, y a cada una les entregan sus hijos. Tienen en sus brazos el cumplimiento de la promesa de Dios. Los ángeles cuidan a otros que esperan recibir padres. Sin embargo, cada uno tiene como padre al Padre celestial, y cada uno es su hijito.

Mirando asombrado todo lo que veo, me doy cuenta de algo que no había notado antes. Ninguno de los bebés llora. Al contrario, cuando son entregados a los brazos de sus madres, cada pequeño inocente sonríe o se ríe. Al ver cumplirse la promesa de Dios, las lágrimas de gozo de las madres testifican del amor que fluye del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Ahora soy llevado a la misma pareja que vi anteriormente, cuyo bebé fue al descanso. Veo devolver a esos padres el mismo bebé que les fue quitado. ¿Por qué les fue quitado ese bebé? ¿Por qué les fue devuelto? “En el corazón de Jesús hay amor para ti, un amor puro y tierno, un amor profundo y sincero”.

Mientras la gran nube viaja hacia el cielo, veo que ángeles cuidan a bebés y niños. Sus padres no fueron salvados por su falta de fidelidad.6 Veo a ángeles acercarse a los salvados que no pudieron tener hijos en la tierra. Les preguntan si desean cuidar a uno o más de estos niños. A nadie se le obliga a hacerlo, porque el Padre nunca obliga. Algunos los piden por su propia cuenta. Otros recibirán niños más adelante. Todo se hará conforme al plan de Dios y a su tiempo, porque Él siempre es recto.

Ahora veo a ciertos hombres y mujeres en el cielo que en la tierra nunca se casaron, porque eran considerados indeseables. Sin embargo, anhelaban tener una familia e hijos. Ahora, ellos esperan recibir uno o más niños. Ellos no son hombres ni mujeres ni esposos, sino amigos que se unen como uno para criar a niños inocentes juntos. Les enseñan del gran amor y obra del Padre celestial, de Jesús y del Espíritu Santo.

Al mirar la nube, veo el sinnúmero de los redimidos desde el principio de la tierra. Algunos son de gran estatura; algunos no tienen padres. Sin embargo, todos tienen algo en común: Jesús es su Salvador. No tengo palabras para explicar lo que mis ojos ven, a no ser estas palabras preciosas: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16. ¡Amor! Es el amor del gran YO SOY, el amor del amor de los amores que es la Fuente de todo el amor. Ellos son Amor. Aunque permanezcamos fieles, todavía somos indignos de recibir ese amor increíble, otorgado tan libremente. Gracias al gran amor de Dios, nosotros recibiremos un manto y una corona.7

El Heraldo me toma de la mano e inmediatamente estoy de nuevo en el pasillo. Él espera pacientemente hasta que controle mis emociones, para que pueda seguir sirviendo. Al rato me recuerda que yo sirvo como un mensajero. Lo que se me muestra es de tal manera que todos puedan entender.

Ahora estoy con el Heraldo en calidad de observador. Él me explica que debe mostrarme un evento que ocurrirá después de pasar los 1,000 años en el cielo. La Gran Ciudad Celestial ha descendido sobre la gran planicie preparada por Jesús. Sentado en su trono muy elevado, Él está por pedir que caiga el juicio final sobre los impíos que están afuera de la Ciudad Santa. Los que han servido en el templo de los 144,000 han terminado la revisión de los registros. Los que eran bebés y niños serán los únicos que crecerán en el cielo. Los demás retienen su misma altura. En la Tierra Nueva, todos crecerán hasta llegar a la altura de Adán.

Ahora veo a los inocentes que ahora son adultos con sus coronas de luz pura. Noto que sus coronas no se parecen a las demás coronas. Cada una se ajusta perfectamente alrededor de sus frentes. Entre muchas barritas o franjas que componen la corona, rayitos de luz brillante sobresalen desde ángulos distintos. Parece el revés de la corona de espinas que Jesús llevó. Las coronas serán faros que todos podrán ver, recuerdos constantes de su inocencia, muerte y resurrección a la vida eterna. De la misma manera, aunque Jesús era inocente, Él murió y resucitó a la vida eterna.

Mientras miro a los inocentes, ahora adultos, ellos ascienden a la parte superior del muro de la ciudad. Los veo mirar con ojos inocentes e ingenuos hacia la inmensa muchedumbre de los impíos. Observo como ellos, por primera vez y con sus ojos inocentes, ven las evidencias de lo que el pecado ha causado. Miran a Satanás y a sus ángeles, y entonces, miran al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo y al gran número de ángeles que no siguieron a Satanás. Ven que los impíos han perdido la gloria que el Gran Creador les otorgó cuando los creó. Miran a los perdidos, los cuales llevan las señales claras del pecado, porque siguieron a Satanás en vez de aceptar a Jesús. Los perdidos salieron de la tierra con la misma mirada pecaminosa y degradante que tenían cuando fueron colocados en la tierra.

Los inocentes miran a los redimidos y entonces a la multitud incontable de los que rehusaron aceptar el don gratuito de la vida eterna. Los inocentes entienden quién es Jesús, lo que Él abandonó, por qué vino a la tierra, por qué murió y por qué servirá como Rey del Universo. Veo que lágrimas corren por sus mejillas, porque por primera vez observan el pecado con sus propios ojos inocentes. Por primera vez ven lo que ha hecho Satanás. Veo que los consuelan los que los adoptaron.

El Heraldo me toma de la mano, e inmediatamente estoy de nuevo en el pasillo. Me dice que debe mostrarme algo más. Rápidamente pienso en tanto que me ha mostrado. ¿Cómo es posible que haya más? Él sonríe y dice, “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó”.8

Me dice que documente cuidadosamente lo que veo. Estoy en el templo de los 144,000 y observo a una pareja que está viendo un video de alguien que no llegó al cielo. Cuando termina el video, los dos salen del templo y comienzan a hablar de lo que vieron. En la tierra, esa pareja era un matrimonio, pero en el cielo no son marido y mujer, ni varón y hembra.9 (Nótese, por favor, que en las partes de este sueño que presentan asuntos celestiales, usamos palabras que indican género para ayudar al entendimiento. En el cielo y en la Tierra Nueva, los humanos no tendrán las características físicas de los nombres ni de las mujeres. Sin embargo, conservarán su personalidad masculina o femenina. “Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo. Mateo 22:30.) Esa pareja estará junta para siempre, como los mejores amigos. Parece que sé que hace poco tiempo que están en el cielo, y que la tierra todavía no ha sido creada de nuevo.

A poca distancia de ellos está un niño de unos dos años de edad. Yo sé que este niño había sido un varoncito que fue abortado en la tierra. Aunque fue descartado, todavía pertenecía a quien lo creó, a su Padre celestial. Ellos caminan hacia el niñito, sentado solo en la yerba. Está rodeado de mariposas, pajaritos y otros animales. El hombre se sienta junto a él y le pregunta qué está haciendo. El niño alza la vista y dice que estaba pensando que quisiera tener alguien con quien jugar. El hombre le pregunta, “¿Dónde están tus padres”? El niño contesta que él no cree que tiene padres allí. El hombre y la mujer se miran; entonces el hombre le pregunta al niñito qué le gustaría hacer. Él dice que le encantaría jugar a la pilla [perseguido]. El hombre y la mujer se ríen y dicen que no creen que él podría huir, porque ellos son mucho más grandes. Entonces, el hombre le dice al niño que les encantaría jugar con él y le preguntan si le gustaría ir con ellos. El niño sonríe ampliamente y dice que le encantaría ir con ellos. Debido a que Dios no les obligaría a aceptar al niño, ellos podrían haberlo saludado y seguido con lo que estaban haciendo. El niñito hubiera seguido esperando.

Cuando se paran, el niño mira hacia el templo y de nuevo a la pareja. Les pregunta, “Ustedes estaban adentro. Ustedes son ‘esos’, ¿cierto”? Ellos sonríen y le contestan que sí. Extendiendo la mano, el hombre lo toma de la mano derecha, la mujer de la izquierda y comienzan a caminar y conversar. Pronto llegan a la mansión de la mujer.

Jesús los acompaña. Entiendo que Jesús acompañará a cada uno de los redimidos para siempre. Mientras el hombre mira a Jesús, le pregunta si pueden tener una caja de arena grande para jugar. Jesús mira al hombre, como pensando de lo que ellos van a hacer, y contesta, “Sí, absolutamente”. Cuando el hombre, la mujer y el niño se meten en la caja grande de arena, el hombre vuelve a mirar a Jesús, y sé que quisiera pedir algo muy especial. Le pide a Jesús algunos carritos, camiones, tractores y excavadores. Jesús lo mira, como si estuviese recordando sus propios juguetes cuando era niño en la tierra. Sonríe ampliamente y vuelve a contestar, “Sí, absolutamente”.

Ahora, el hombre y el niño se sientan en la caja de arena con todos los juguetes nuevos y comienzan a jugar juntos. La mujer los mira y dice que va a traer comida para ellos y que regresa pronto. Mientras el hombre y el niño siguen jugando, el hombre le enseña cómo hacer caminos y túneles como se solía hacer en la tierra. El niño se ríe al escuchar los sonidos de motor que hace el hombre y pronto comienza a imitar los mismos sonidos.

En lo que parece ser momentos más tarde, pero en realidad caminos y túneles más tarde, la mujer regresa con un plato grande de alimentos. Extiende algo blanco y grande sobre la yerba y todos se sientan allí. Comen, conversan y se ríen. El niñito come algo que parece una inmensa cereza jugosa. Se ríen al ver el jugo correr por su carita. Mientras continúan con su fiesta, la mujer sugiere que cuando terminen de comer, pueden ir a nadar. Entonces escucho por primera vez al niño decir, “¿Me lo prometen”? La pareja se mira y entonces miran al niño. Ella le contesta, “Te lo prometemos”.

Después de comer, se levantan y la mujer instintivamente se agacha y carga al niñito. Aferrándose a ella con sus bracitos y piernitas, le dice casi en un susurro, “¿Me prometes que no me vas a soltar”? La mujer lo estrecha amorosamente, lo besa en la mejilla y le dice, “Te prometemos que nunca te dejaremos ir”. El niño cierra los ojos y recuesta su cabecita en el pecho de la mujer como para descansar, porque se siente seguro y contento.

Ahora recibo un entendimiento más profundo de que este niño que fue abortado, que fue soltado, también representa a Jesús. En algún momento en nuestras vidas, todos hemos abortado a Jesús. Ahora, Él viene a cada uno de nosotros y nos pide que le prometamos que no lo soltaremos.10

Sin discutir la “adopción celestial”, el hombre y la mujer saben que deben aceptar a ese niñito en su familia. Ambos toman la decisión como uno. En su sabiduría, Dios aguardará el momento oportuno y no obligará una adopción. Ésa también será una opción. Sin embargo, los que estén dispuestos, recibirán la oportunidad maravillosa de criar a un niño en un lugar perfecto.11

Observo a la familia nueva dirigirse a un riachuelo. En pocos momentos llegan y lavan el jugo de la carita de su niño. El padre le dice a su hijo que quiere enseñarle a nadar. Mirando a su padre, el niño pregunta, “¿Me lo prometes”? El padre le contesta, “Te lo prometo. Comencemos ahora mismo”. La madre se sienta en la ribera y los observa mientras nadan y juegan.

Parece que han pasado minutos, pero después de lo que podrían haber sido horas, regresan a la casa de la madre. Con lágrimas de alegría en los ojos, ella lo llama “hijo”, le dice que es su madre y le promete que él estará con ellos siempre. El hombre le dice al hijo que él es su padre y que, tal como le han prometido, él estará con ellos siempre. Le explica que, porque ellos son su madre y padre, tienen dos mansiones en la ciudad celestial para su familia. También le dicen al niño que, cuando llegue el momento oportuno, Dios hará construir una mansión para él. La madre le dice que él tiene familiares que ellos quieren que conozca. El niñito pregunta, “¿Yo tengo hermanos o hermanas”? Ella le sonríe y dice que él forma parte de una familia que siempre lo amará, y que ésa siempre será una promesa. Sin embargo, ella le enfatiza que lo más importante de todo es que primero aprenda de Jesús. El niño pregunta, “¿Quién es Jesús”?12 El padre contesta, “Tenemos mucho que decirte. Vayamos a la casa de tu madre para descansar un rato”.

Después de lo que parecen ser momentos, pero podría haber sido horas más tarde, los tres salen de la mansión. Oigo al padre decirle a su hijo que lo van a llevar a un sitio especial para comenzar a enseñarle de Jesús. Levanta a su hijo y lo lleva en sus brazos. La madre coloca su mano alrededor del brazo del padre. Él le dice a su hijo, “Vamos a subir. ¿Estás listo”? Su hijito pregunta, “¿Vamos a volar”? Los padres contestan, “Te lo prometemos”.

Ellos despegan y vuelan a la extensión del espacio. Hacen una pausa y miran hacia atrás, hacia el reino celestial que parece estar sostenido en el espacio por majestuosas columnas invisibles. Delante de ellos, en todas las direcciones, pueden verse muchas galaxias brillantes e iluminadas, llenas de las creaciones de Dios. El padre comienza la primera lección del niño diciendo, “En el principió creó Dios los cielos y la tierra”.

En calidad de observador, comprendo que las lecciones de este niño comienzan con la creación de la tierra y todos los eventos que ocurrieron durante la semana de la creación, concluyendo con el séptimo día sábado. Su instrucción continúa con el engaño de Eva por Satanás y la entrada del pecado; la destrucción del mundo por el diluvio; el nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesús; y los eventos importantes hasta su segunda venida.

Entonces veo a los tres en un planeta. Sentados en la cima y al borde de una catarata hermosa, disfrutan de un panorama magnífico. Escucho mientras ellos continúan su discusión de Jesús. Observo a los tres viajar por el universo, y su hijo llega a conocer muchos otros seres creados. Él escucha mientras sus padres les relatan acerca de Jesús y la vida de ellos en la tierra.

Sé que ha pasado tiempo, porque los veo durante momentos breves mientras el niño crece rápidamente. Mientras le enseñan diariamente, él aprende más de Jesús. No hay un sitio mejor que el cielo y todo el universo para que ese niño y otros aparendan para siempre del amor de Dios. Le dicen a su hijo que un día él va a viajar, y por toda la eternidad él compartirá con otros el amor de Jesús y el amor de los inocentes por su Salvador. Él escucha a sus padres contarle de la promesa que hizo Jesús de regesar a la tierra para hacerla nueva. Observo a ese niño pequeño crecer hasta llegar a ser un muchachito y un joven.

Ahora puedo ver que los padres y muchos otros lo miran de pie junto a Jesús durante una gran presentación. Alrededor de Jesús hay un coro de muchos ángeles. Jesús pide que venga un ángel cargador, el cual se acerca y le entrega un manto blanco y puro. En el borde del manto se ve la palabra “INOCENTE” en letras de oro puro delineadas en un rojo muy vivo. Jesús, su Salvador, toma el manto y lo coloca sobre este hombre ya crecido. Él proclama, “Es por mi sangre y la promesa de nuestro Padre celestial, que te otorgo mi manto de justicia”. Se acerca otro ángel y le entrega a Jesús una corona de luz brillante. Él toma la corona, la coloca sobre la cabeza del joven y dice, “Es por medio de la corona de espinas que yo recibí, que ahora te presento una corona de luz y vida”.13

Ahora Jesús se da vuelta y llama al Padre celestial. Mientras observamos, una mansión hermosísima se construye en un sitio de la ciudad celestial que parece amplio y vacío. Todos alzan sus voces en un canto de alabanza. El joven, que fue hallado inocente, que fue desechado antes de nacer pero fue reclamado por el Padre celestial como una joya brillante, ahora está vestido y coronado como un príncipe del reino celestial. El universo ve a este joven como uno a quien Jesús llama su hermano y quien el Padre celestial llama hijo. Es un niño llamado Promesa.


  1. 1 Corintios 3:7-9
    Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.

    The Review and Herald (La Revista Adventista), October 18, 1898
    Y una vez que el hombre haya hecho su parte, el poder milagroso de Dios da vida y fuerza a las cosas que fueron colocadas en la tierra.
  2. Apocalipsis 1:18
    Yo soy ... el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
  3. Jeremías 2:33, 34
    ¿Por qué adornas tu camino para hallar amor? Aun a las malvadas enseñaste tus caminos. Aun en tus faldas se halló la sangre de los pobres, de los inocentes. No los hallaste en ningún delito.
  4. Jeremías 1:5
    Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué.
  5. Spiritual Gifts (Dones Espirituales), tomo 1, p. 193
    Vi que el amo del esclavo tendría que responder por el alma de su esclavo, a quien ha mantenido en ignorancia; y todos los pecados del esclavo serán visitados sobre su amo. Dios no puede llevar al cielo al esclavo que ha sido mantenido en ignorancia y degradación, sin conocimiento de Dios ni de la Biblia, con sólo el temor del látigo de su amo, y con una posición menos elevada que las bestias de su amo. Pero un Dios compasivo hace por él lo mejor que puede hacer. Le permite ser como si nunca hubiera sido; mientras que su amo tendrá que sufrir las últimas siete plagas y entonces resucitar en la segunda resurrección y sufrir la segunda muerte tan terrible. Entonces, la ira de Dios quedará apaciguada. [Trad.]
  6. Mensajes Selectos, tomo 2, p. 297
    Cuando los niñitos salen inmortalizados de sus lechos polvorientos, inmediatamente vuelan hacia los brazos de sus madres. Se reúnen para nunca más separarse. Pero muchos niñitos no tienen madres allí. Procuramos en vano escuchar el canto de triunfo entonado con arrobamiento por la madre. Los ángeles reciben a los niños sin madres y los conducen hacia el árbol de la vida.
  7. The Signs of the Times (Señales de los Tiempos], 27 de junio de 1900
    Jesús, el inmaculado, murió sin haber hecho nada digno de muerte. El pecador se salva sin haber hecho nada que merezca la salvación. Él no tiene absolutamente ningún mérito. Pero, revestido con el manto impecable de la justicia de Cristo, es aceptado por Dios. Un camino vivo ha sido abierto. Cristo ha comprado la vida y la inmortalidad. Por medio de la obediencia a Dios, los pecadores pueden hallar el perdón y la paz. [Trad.]
  8. 1 Corinthians 2:9
    Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.
  9. Mensajes Selectos, tomo 1, p. 203
    Hay quienes hoy día expresan su creencia de que habrá casamientos y nacimientos en la tierra nueva, pero los que creen en las Escrituras no pueden aceptar tales doctrinas. La doctrina de que nacerán niños en la tierra nueva no es una parte de la “palabra profética más segura”. 2 Pedro 1:19. Las palabras de Cristo son demasiado claras para ser mal entendidas. Debieran resolver para siempre la cuestión de los casamientos y nacimientos en la tierra nueva. Ni los que serán levantados de los muertos ni los que serán trasladados sin ver la muerte se casarán o serán dados en casamiento. Serán como los ángeles de Dios, miembros de la familia real.
  10. The Faith I Live By, p. 99
    Si soltamos la mano de Jesús, no nos queda nada a que aferrarnos. [Trad.]
  11. Isaías 54:1
    Regocíjate, oh estéril, la que no daba a luz; levanta canción y da voces de júbilo, la que nunca estuvo de parto; porque más son los hijos de la desamparada que los de la casada, ha dicho Jehová.
  12. Zacarías 13:6
    ¿Qué heridas son éstas en tus manos?
  13. Mensajes Selectos, tomo 2, p. 297
    Jesús coloca el dorado anillo de luz, la corona, sobre sus cabecitas.

Fuente: http://www.formypeople.org/Sp/sp_67_a_child_named_promise.shtml

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