Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto. (1 Cor. 7: 29).
Los ángeles de Dios, en sus mensajes para los hombres, representan el tiempo
como muy corto. Así me ha sido siempre presentado. Es cierto que el tiempo se
ha extendido más de lo que esperábamos en los primeros días de este mensaje.
Nuestro Salvador no apareció tan pronto como lo esperábamos. Pero, ¿ha fallado
la palabra del Señor? ¡Nunca! Debiera recordarse que las promesas y amenazas
de Dios son igualmente condicionales.
Dios ha confiado a su pueblo una obra que debe efectuarse en la tierra. Había de
ser dado el mensaje del tercer ángel, las mentes de los creyentes había de ser
dirigidas al santuario celestial, donde Cristo ha entrado para hacer expiación por
su pueblo. La reforma del día de reposo había de ser llevada adelante. Debe ser
reparada la brecha de la ley de Dios. El mensaje debe ser proclamado con fuerte
pregón para que todos los habitantes de la tierra puedan recibir la amonestación.
El pueblo de Dios debe purificar su alma mediante la obediencia a la verdad y
estar preparado para encontrarse con él sin falta, en su venida.
Si después del gran chasco de 1844 los adventistas se hubiesen mantenido firmes
en su fe, y unidos en la providencia de Dios que abría el camino, hubieran
proseguido recibiendo el mensaje del tercer ángel y proclamándolo al mundo con
el poder del Espíritu Santo. . . el Señor hubiera obrado poderosamente
acompañando sus esfuerzos, se habría completado la obra y Cristo habría venido
antes de esto para recibir a su pueblo y darle su recompensa.
Pero muchos de los creyentes adventistas claudicaron en su fe en el período de
duda e incertidumbre que siguió al chasco. . . Así se estorbó la obra y el mundo
fue dejado en tinieblas. . .
Durante cuarenta años, la incredulidad, la murmuración y la rebelión impidieron la
entrada del antiguo Israel en la tierra de Canaán. Los mismos pecados han
demorado la entrada del moderno Israel en la Canaán celestial. En ninguno de los
dos casos faltaron las promesas de Dios. La incredulidad, la mundanalidad, la falta
de consagración y las contiendas entre el profeso pueblo de Dios nos han
mantenido en este mundo de pecado y tristeza tantos años.
¡MARANATA: EL SEÑOR VIENE!
Bendciones!
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