miércoles, 15 de julio de 2009

ENVEJECER AIROSAMENTE

No me deseches en el tiempo de la vejez; cuando mi fuerza se acabare, no me desampares. Sal. 71: 9.

David rogó al Señor que no lo desamparara en su vejez. ¿Y por qué oró así? Observó que la mayoría de los ancianos a su alrededor eran desdichados porque los rasgos desafortunados de su carácter empeoraban con la edad. Si habían sido por naturaleza avaros y codiciosos, lo eran en forma mucho más desagradable en los años maduros. Si habían sido celosos, irritables e impacientes, manifestaban especialmente esos defectos cuando ancianos.

David sentía gran angustia al ver que los reyes y los nobles que parecían haber temido a Dios mientras gozaban de la fuerza de su virilidad, se ponían celosos de sus mejores amigos y parientes cuando llegaban a viejos. Temían de continuo que fuesen motivos egoístas los que inducían a sus amigos a manifestar interés por ellos. Escuchaban las sugestiones y los consejos engañosos de los extraños respecto a aquellos en quienes debieran haber confiado. Sus celos irrefrenados ardían a veces como llamas, porque no todos concordaban con su juicio decrépito. Su avaricia era horrible. A menudo pensaban que sus propios hijos y deudos deseaban que muriesen para reemplazarlos, poseer sus riquezas y recibir los homenajes que se les concedían. Y algunos estaban de tal manera dominados por sus sentimientos celosos y codiciosos que llegaban a destruir a sus propios hijos.

David notaba que aunque había sido recta la vida de algunos mientras disfrutaban de la fuerza de la virilidad, al sobrevenirles la vejez parecían perder el dominio propio. Satanás intervenía y guiaba su mente, volviéndolos inquietos y descontentos...

David quedó profundamente conmovido; y se angustiaba al pensar en su propia vejez. Temía que Dios le abandonase y que, al ser tan desdichado como otras personas ancianas cuya conducta había notado, quedara expuesto al oprobio de los enemigos del Señor. Sintiendo esta preocupación, rogó fervientemente: "No me deseches en el tiempo de la vejez; cuando mi fuerza se acabare, no me desampares".

Elena G. de White. Dios nos cuida.


Dios les bendiga

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