lunes, 13 de julio de 2009

¿GIGANTES O ENANOS ESPIRITUALES?

Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. 2 Cor. 7: 1.

El Señor reprende y corrige a los que profesan observar su ley. Señala sus pecados y presenta su iniquidad, porque desea separar de ellos todo pecado y perversidad, a fin de que perfeccionen la santidad en su temor, y estén preparados para morir en el Señor, o ser trasladados al cielo. Dios los reprende y corrige, a fin de que sean refinados, santificados, elevados, y finalmente exaltados a su propio trono.

Dios no aceptará nada que no sea pureza y santidad; una mancha, una arruga, un defecto de carácter, nos apartarán del cielo para siempre, con todas sus glorias y sus tesoros.

La mayoría de los que profesan ser cristianos no tienen idea de la fuerza espiritual que podrían tener si fuesen tan ambiciosos, celosos y perseverantes para alcanzar el conocimiento de las cosas divinas como lo son para obtener las miserables y perecederas cosas de esta vida. Las masas que profesan ser cristianas se satisfacen con su condición de enanos espirituales. No están dispuestas a buscar primeramente el reino de Dios y su justicia; de ahí que la piedad sea para ellas un misterio oculto e incomprensible. No conocen a Cristo por experiencia.

Se ha hecho amplia provisión para todos los que sincera, ferviente y meditativamente se dedican a la tarea de perfeccionar la santidad en el temor de Dios. Fuerza, gracia y gloria han sido provistas por medio de Cristo, para que los ángeles ministradores las lleven a los herederos de la salvación. Nadie es tan miserable, corrompido y vil, que no pueda encontrar en Jesús, que murió por él, fortaleza, pureza y justicia, si quiere abandonar sus pecados, dejar la senda de la iniquidad y volverse con plena decisión del corazón al Dios viviente. El espera para quitarles sus vestiduras, manchadas y contaminadas por el pecado, para revestirlos de las blancas y resplandecientes túnicas de justicia; y los intima a vivir, no a morir. En él pueden florecer. Sus ramas no se secarán ni serán infructíferas. Si moran en él, podrán extraer savia y nutrición de él, e imbuidos de su Espíritu, caminar como él anduvo, vencer como él venció, y ser exaltados a su diestra.

Elena G de White. Dios nos cuida.


Dios les bendiga

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