jueves, 30 de julio de 2009

PARA MEDITAR

Juan 5
El paralítico de Betesda 1 Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.
2 Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos.
3 En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua.
4 Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.
5 Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.
6 Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?
7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.
8 Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda.

TESTIMONIOS SELECTOS TOMO 1
Por ELENA G. DE WHITE

AGUAS VIVAS-UN SUEÑO
Mi esposo asistió a ciertas reuniones en Nueva Hampshire y Maine. Durante su
ausencia estaba yo muy conturbada por temor de que se contagiase del cólera, a la
sazón prevaleciente. Pero una noche, soñé que mientras a nuestro alrededor morían
muchos del cólera, mi marido propuso que fuéramos a dar un paseo. Durante el paseo,
observé que él tenía los ojos inyectados de sangre, el rostro encendido y los labios
pálidos. Le manifesté mis temores de que fuese fácil presa del cólera, y él me dijo:
"Andemos un poco más, y te enseñaré un seguro remedio para el cólera."
Anduvimos algo más hasta llegar a un puente tendido sobre un río, y de pronto se
arrojó mi esposo a las aguas y desapareció de mi vista. Quedé asustada; pero no tardó
en resurgir con un vaso de centelleante agua en la mano. La bebió, diciendo: "Esta
agua cura todas las enfermedades." Sumergióse de nuevo en el río y sacó otro vaso de
límpida agua, que alzó repitiendo las mismas palabras.
Me entristecí porque no me había ofrecido de aquella agua, y él me dijo:
-En el fondo de este río hay un manantial secreto que cura toda clase de
enfermedades, y quien de sus aguas quiera beber ha de sumergirse en persona. Nadie
puede obtenerla por mano ajena."
Según bebía mi esposo el vaso de agua, le miraba el semblante. Su complexión era
natural y gallarda. Denotaba salud y vigor. Al despertarme, se habían disipado todos
mis temores, y confié a mi esposo al cuidado de un Dios misericordioso, creyendo
firmemente que me lo devolvería sano y salvo. 124

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