jueves, 19 de noviembre de 2009

EL MENSAJE DEL SEGUNDO ÁNGEL

PRIMEROS ESCRITOS
ELENA G. DE WHITE

Al negarse las iglesias a aceptar el mensaje del primer ángel rechazaron la luz del cielo
y perdieron el favor de Dios. Confiaban en su propia fuerza, y al oponerse al primer
mensaje se colocaron donde no podían ver la luz del mensaje del segundo ángel. Pero
los amados del Señor, que estaban oprimidos, aceptaron el mensaje: "Ha caído
Babilonia," y salieron de las iglesias.
Cerca del término del mensaje del segundo ángel vi una intensa luz del cielo que
brillaba sobre el pueblo de Dios. Los rayos de está luz eran tan brillantes como los del
sol. Y oí las voces de los ángeles que exclamaban: "¡Aquí viene el esposo; salid a
recibirle!" (Véase el Apéndice.) 238
Era el clamor de media noche, que había de dar poder al mensaje del segundo ángel.
Fueron enviados ángeles del cielo para alentar a los desanimados santos y prepararlos
para la magna obra que les aguardaba. Los hombres de mayor talento no fueron los
primeros en recibir este mensaje, sino que fueron enviados ángeles a los humildes y
devotos, y los constriñeron a pregonar el clamor: "¡Aquí viene el esposo; salid a
recibirle!" Aquellos a quienes se confió esta proclamación se apresuraron y con el
poder del Espíritu Santo publicaron el mensaje y despertaron a sus desalentados
hermanos. Esta obra no se fundaba en la sabiduría y erudición de los hombres, sino en
el poder de Dios, y sus santos que escucharon el clamor no pudieron resistirle. Los
primeros en recibir este mensaje fueron los más espirituales, y los que en un principio
habían dirigido la obra fueron los últimos en recibirlo y ayudar a que resonase más
potente el pregón: "¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!"
En todas partes del país fue proyectada luz sobre el mensaje del segundo ángel y el
anuncio enterneció el corazón de millares de personas. Propagóse de villa en villa y de
ciudad en ciudad, hasta despertar por completo al expectante pueblo de Dios. En
muchas iglesias no fue permitido dar el mensaje, y gran número de fieles que tenían el
viviente testimonio abandonaron aquellas caídas iglesias. El pregón de media noche
efectuaba una potente obra. El mensaje escudriñaba los corazones, e inducía a los
creyentes a buscar por sí mismos una vívida experiencia. Comprendían que no podían
apoyarse unos en otros.
Los santos esperaban anhelosamente a su Señor con ayunos, vigilias y casi continuas
oraciones. Aun algunos pecadores miraban la fecha con terror; pero la gran mayoría
manifestaba espíritu satánico en su oposición al mensaje. Hacían burla y escarnio
repitiendo por todas partes: "Del día y la hora nadie sabe." Ángeles malignos los
movían a endurecer sus corazones y a rechazar todo rayo de luz celeste, para 239
sujetarlos en los lazos de Satanás. Muchos de los que afirmaban estar esperando a
Cristo no tomaban parte en la obra del mensaje. La gloria de Dios que habían
presenciado, la humildad y profunda devoción de los que esperaban, y el peso
abrumador de las pruebas, los movían a declarar que aceptaban la verdad; pero no se
habían convertido ni estaban apercibidos para la venida de su Señor.
Sentían los santos un espíritu de solemne y fervorosa oración. Reinaba entre ellos una
santa solemnidad. Los ángeles vigilaban con profundísimo interés los efectos del
mensaje y alentaban a quienes lo recibían, apartándolos de las cosas terrenas para
abastecerse ampliamente en la fuente de salvación. Dios aceptaba entonces a su
pueblo. Jesús lo miraba complacido, porque reflejaba su imagen. Habían hecho un
completo sacrificio, una entera consagración, y esperaban ser transmutados en
inmortalidad. Pero estaban destinados a un nuevo y triste desengaño. Pasó el tiempo
en que esperaban la liberación. Se vieron aún en la tierra, y nunca les habían sido más
evidentes los efectos de la maldición. Habían puesto sus afectos en el cielo y habían
saboreado anticipadamente la inmortal liberación; pero sus esperanzas no se habían
realizado.
El miedo experimentado por muchos no se desvaneció en seguida ni se atrevieron a
proclamar su triunfo sobre los desengañados. Pero al ver que no aparecía ninguna
señal de la ira de Dios, se recobraron del temor que habían sentido y comenzaron sus
befas y burlas. Nuevamente habían sido probados los hijos de Dios. El mundo se
burlaba de ellos y los vituperaba; pero los que habían creído sin duda alguna que Jesús
vendría antes de entonces a resucitar a los muertos, transformar a los santos vivientes,
adueñarse del reino y poseerlo para siempre, sintieron lo mismo que los discípulos en
el sepulcro de Cristo: "Se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto."

`` Otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación``

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