miércoles, 18 de noviembre de 2009

EL MENSAJE DEL PRIMER ÁNGEL

PRIMEROS ESCRITOS
ELENA G. DE WHITE

Vi que Dios estaba en la proclamación del tiempo en 1843. Era su propósito despertar
a la gente y colocarla en un punto de prueba donde se decidiese en pro o en contra de
la verdad. Algunos ministros se convencieron de la exactitud de los cálculos y las
interpretaciones dadas a los periodos proféticos, y renunciando a su orgullo, a sus
emolumentos y a sus parroquias, fueron de lugar en lugar para proclamar el mensaje.
Pero como este mensaje del cielo sólo podía encontrar cabida en el corazón de
algunos de los que se llamaban ministros de Cristo, la obra fue confiada a muchos que
no eran predicadores. Algunos dejaron sus campos y otros sus tiendas y almacenes
para proclamar el mensaje; y aun no faltaron profesionales de carrera liberal que
abandonaron el ejercicio de su profesión para sumarse a la obra impopular de difundir
el mensaje del primer ángel.
Hubo ministros que desechando sus opiniones y sentimientos sectarios se unieron para
proclamar la venida de Jesús. Doquiera se publicaba el mensaje, conmoviese el ánimo
de la gente. Los pecadores se arrepentían, lloraban e impetraban perdón; y quienes
habían cometido algún hurto o desfalco, anhelaban restituir la substracción. Los padres
233 sentían profundísima solicitud por sus hijos. Los que recibían el mensaje
exhortaban a los parientes y amigos todavía no convertidos, y con el alma doblegada
bajo el peso del solemne mensaje, los amonestaban e invitaban a prepararse para la
venida del Hijo del hombre. Eran personas de corazón muy empedernido las que no
quisieron ceder al peso de las evidencias dadas por las cariñosas advertencias. Esta
obra purificadora de las almas desviaba los afectos de las cosas mundanas y los
conducía a una consagración no sentida hasta entonces
Millares de personas abrazaban la verdad predicada por Guillermo Miller, y se
levantaban siervos de Dios con el espíritu y el poder de Elías para proclamar el
mensaje. Como Juan, el precursor de Jesús, los que predicaban ese solemne mensaje
se veían movidos a poner la segura raíz de los árboles, y exhortar a los hombres a que
diesen frutos de arrepentimiento. Propendía su testimonio a influir poderosamente en
las iglesias y manifestar su verdadero carácter. Al resonar la solemne amonestación de
que huyesen de la ira venidera, muchos miembros de las iglesias recibieron el
salutífero mensaje, y echando de ver sus apostasías lloraron amargas lágrimas de
arrepentimiento, y con profunda angustia de ánimo se humillaron ante Dios. Cuando el
Espíritu de Dios se posó sobre ellos, ayudaron a difundir el pregón: "Temed a Dios, y
dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado."
La predicación de una fecha definida para el advenimiento levantó violenta oposición
en todas partes, desde el ministro en el púlpito hasta el más descuidado y empedernido
pecador. El ministro hipócrita y el descarado burlón decían: "Pero del día y la hora
nadie sabe." Ni los unos ni los otros querían ser enseñados y corregidos por quienes
señalaban el año en que creían que terminaban los periodos proféticos y llamaban la
atención a las señales que indicaban que Cristo estaba cerca, a las puertas. Muchos
pastores del rebaño, que 234 aseguraban amar a Jesús, decían que no se oponían a la
predicación de la venida de Cristo, sino al hecho de que se fijara una fecha para esa
venida. Pero el omnividente ojo de Dios leía en sus corazones. No deseaban que Jesús
estuviese cerca. Comprendían que su profana conducta no podría resistir la prueba,
porque no andaban por el humilde sendero que trazara Cristo. Aquellos falsos pastores
se interpusieron en el camino de la obra de Dios. La verdad predicada con poder
convincente despertó a la gente, que como el carcelero empezó a preguntar: "¿Qué
debo hacer para ser salvo?" Pero los malos pastores se interpusieron entre la verdad y
los oyentes, predicando cosas halagadoras para apartarlos de la verdad. Se unieron
con Satanás y sus ángeles para clamar: "Paz, paz," cuando no había paz. Quienes
amaban sus comodidades, y estaban contentos lejos de Dios, no quisieron que se los
despertase de su carnal seguridad. Vi que los ángeles lo anotaban todo. Las vestiduras
de aquellos profanos pastores estaban teñidas con la sangre de las almas.
Los ministros que no querían aceptar este mensaje salvador, estorbaron a quienes lo
hubieran recibido. La sangre de las almas está sobre ellos. Los predicadores y la gente
se coligaron en oposición a este mensaje del cielo, para perseguir a Guillermo Miller y a
quienes con él se unían en la obra. Se hicieron circular calumnias para perjudicar su
influencia, y diferentes veces, después de declarar Miller el consejo de Dios e infundir
contundentes verdades en el corazón del auditorio se encendía violenta cólera contra
él, y al salir del lugar de la reunión le acechaban algunos para quitarle la vida. Pero
Dios envió ángeles para protegerlo, y le salvaron de manos de las enfurecidas turbas.
Su obra no estaba aún terminada.
Los más devotos recibían alegremente el mensaje. Sabían que dimanaba de Dios, y
que había sido dado en tiempo oportuno. Los ángeles contemplaban con profundísimo
interés el resultado del mensaje celestial, y cuando las iglesias 235 se desviaban de él
y lo rechazaban, consultaban ellos tristemente con Jesús, quién apartaba su rostro de
las iglesias y ordenaba a sus ángeles que velasen fielmente sobre las preciosas almas
que no rechazaban el testimonio, porque aún había de iluminarlas otra luz.
Vi que si los que se llamaban cristianos hubiesen amado la aparición de su Salvador y
hubiesen puesto en él sus afectos, convencidos de que nada en la tierra podía
compararse con él, habrían escuchado gozosos la primera intimación de su
advenimiento. Pero el desagrado, que manifestaban al oír hablar de la venida de su
Señor, era prueba concluyente de que no le amaban. Satanás y sus ángeles triunfaban
echando en cara a Cristo y sus ángeles que quienes profesaban ser su pueblo tenían
tan poco amor a Jesús que no deseaban su segundo advenimiento.
Vi a los hijos de Dios que esperaban gozosamente a su Señor. Pero Dios quería
probarlos. Su mano encubrió un error cometido al computar los períodos proféticos.
Quienes esperaban a su Señor no advirtieron la equivocación ni tampoco la echaron de
ver los hombres más eruditos que se oponían a la determinación de la fecha. Dios
quiso que su pueblo tropezase con un desengaño. Pasó la fecha señalada, y quienes
habían esperado con gozosa expectación a su Salvador quedaron tristes y
descorazonados, mientras que quienes no habían amado la aparición de Jesús, pero
por miedo habían aceptado el mensaje, se alegraron de que no viniese cuando se le
esperaba. Su profesión de fe no había afectado su corazón ni purificado su conducta.
El paso de la fecha estaba bien calculado para revelar el ánimo de los tales. Estos
fueron los primeros en ponerse a ridiculizar a los entristecidos y descorazonados fieles
que verdaderamente deseaban la aparición de su Salvador. Vi la sabiduría manifestada
por Dios al probar a su pueblo y proporcionar el medio de descubrir quiénes se
retirarían y volverían atrás en la hora de la prueba. 236
Jesús y toda la hueste celestial miraban con simpatía y amor a quienes con dulce
expectación habían anhelado ver a quien amaban. Los ángeles se cernían sobre ellos y
los sostenían en la hora de su prueba. Los que habían rechazado el mensaje
permanecieron en tinieblas, y la ira de Dios se encendió contra ellos por no haber
recibido la luz que les había enviado desde el cielo. Pero los desalentados fieles que no
podían comprender por qué no había venido su Señor no quedaron en tinieblas.
Nuevamente se les indujo a escudriñar en la Biblia los períodos proféticos. La mano del
Señor se apartó de las cifras, y echaron de ver el error. Advirtieron que los periodos
proféticos alcanzaban hasta 1844, y que la misma prueba que habían aducido para
demostrar que los períodos proféticos terminaban en 1843 demostraba que terminarían
en 1844. La luz de la Palabra de Dios iluminó su situación y descubrieron que había un
período de tardanza. "Aunque [la visión] tardare, espéralo." En su amor a la inmediata
venida de Cristo habían pasado por alto la demora de la visión, calculada para
comprobar quiénes eran los que verdaderamente esperaban al Salvador. De nuevo
señalaron una fecha. Sin embargo, yo vi que muchos de ellos no podían sobreponerse
a su desaliento para llegar al grado de celo y energía que caracterizara su fe en 1843.
Satanás y sus ángeles triunfaron sobre ellos, y los que no habían querido recibir el
mensaje se congratulaban de la perspicacia y prudencia previsoras que habían
revelado al no ceder a lo que llamaban engaño. No echaban de ver que estaban
rechazando el consejo de Dios contra sí mismos y obrando unidos con Satanás y sus
ángeles para poner en perplejidad al pueblo de Dios que vivía de acuerdo con el
mensaje celestial.
Los creyentes en este mensaje fueron oprimidos en las iglesias. Durante algún tiempo
el miedo impidió, a quienes no querían recibir el mensaje, que actuaran de acuerdo con
lo que sentían; pero al transcurrir la fecha revelaron sus 237 verdaderos sentimientos.
Deseaban acallar el testimonio que los que aguardaban se veían compelidos a dar, de
que los períodos proféticos se extendían hasta 1844. Los creyentes explicaron con
claridad su error y expusieron las razones por las cuales esperaban a su Señor en
1844. Sus adversarios no podían aducir argumentos contra las poderosas razones
expuestas. Sin embargo, se encendió la ira de las iglesias, que estaban resueltas a no
recibir la evidencia y a no permitir el testimonio en sus congregaciones a fin de que los
demás no pudieran oírlo. Quienes no se avinieron a privar a los demás de la luz que
Dios les había dado fueron expulsados de las iglesias; pero Jesús estaba con ellos y se
regocijaban a la luz de su faz. Estaban dispuestos a recibir el mensaje del segundo
ángel.

``Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo``

No hay comentarios: