Colosenses 2
8 Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de
los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo.
9 Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad,
10 y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.
11 En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo;
12 sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.
13 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él,perdonándoos todos los pecados,
14 anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz,
15 y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.
16 Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo,
17 todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.
HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS
ELENA G. DE WHITE
CUANDO Adán y Eva fueron creados recibieron el conocimiento de la ley de Dios;
conocieron los derechos que la ley tenía sobre ellos; sus preceptos estaban
escritos en sus corazones. Cuando el hombre cayó a causa de su transgresión, la
ley no fue cambiada, sino que se estableció un sistema de redención para hacerle
volver a la obediencia. Se le dio la promesa de un Salvador, y se establecieron
sacrificios que dirigían sus pensamientos hacia el futuro, hacia la muerte de Cristo
como supremo sacrificio. Si nunca se hubiera violado la ley de Dios, no habría
habido muerte ni se habría necesitado un Salvador, ni tampoco sacrificios.
Adán enseñó a sus descendientes la ley de Dios, y así fue transmitida de padres a
hijos durante las siguientes generaciones. No obstante las medidas
bondadosamente tomadas para la redención del hombre, pocos la aceptaron y
prestaron obediencia. Debido a la transgresión, el mundo se envileció tanto que
fue menester limpiarlo de su corrupción mediante el diluvio. La ley fue preservada
por Noé y su familia, y Noé enseñó los diez mandamientos a sus descendientes.
Cuando los hombres se apartaron nuevamente de Dios, el Señor eligió a Abrahán,
de quien declaró: "Oyó Abrahán mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos,
mis estatutos, y mis leyes." (Gén. 26:5.) Le dio el rito de la circuncisión, como
señal de que quienes lo recibían eran dedicados al servicio de Dios, y prometían
permanecer separados de la idolatría y obedecer la ley de Dios. La falta de
voluntad para cumplir esta promesa, que los descendientes de Abrahán
evidenciaron en su tendencia a formar alianzas con los paganos y adoptar sus
prácticas, fue la causa de su estada y 379 servidumbre en Egipto. Pero en su
relación con los idólatras y su forzada sumisión a los egipcios, los israelitas
corrompieron aun más su conocimiento de los preceptos divinos al mezclarlos con
las crueles y viles enseñanzas del paganismo. Por lo tanto, cuando los sacó de
Egipto, el Señor descendió sobre el Sinaí, envuelto en gloria y rodeado de sus
ángeles, y con grandiosa majestad pronunció su ley a todo el pueblo.
Aun entonces Dios no confió sus preceptos a la memoria de un pueblo inclinado a
olvidar sus requerimientos, sino que los escribió sobre tablas de piedra. Quiso
alejar de Israel toda posibilidad de mezclar las tradiciones paganas con sus santos
preceptos, o de confundir sus mandamientos con costumbres o reglamentos
humanos, Pero hizo más que sólo darles los preceptos del Decálogo. El pueblo se
había mostrado tan susceptible a descarriarse, que no quiso dejarles ninguna
puerta abierta a la tentación. A Moisés se le dijo que escribiera, como Dios se lo
había mandado, derechos y leyes que contenían instrucciones minuciosas
respecto a lo que el Señor requería. Estas instrucciones relativas a los deberes del
pueblo para con Dios, a los deberes de unos para con otros, y para con los
extranjeros, no eran otra cosa que los principios de los diez mandamientos
ampliados y dados de una manera específica, en forma tal que ninguno pudiera
errar. Tenían por objeto resguardar la santidad de los diez mandamientos
grabados en las tablas de piedra.
Si el hombre hubiera guardado la ley de Dios, tal como le fue dada a Adán
después de su caída, preservada por Noé y observada por Abrahán, no habría
habido necesidad del rito de la circuncisión. Y si los descendientes de Abrahán
hubieran guardado el pacto del cual la circuncisión era una señal, jamás habrían
sido inducidos a la idolatría, ni habría sido necesario que sufrieran una vida de
esclavitud en Egipto; habrían conservado el conocimiento de la ley de Dios y no
habría sido necesario proclamarla desde el Sinaí, o grabarla sobre tablas de
piedra. Y si el pueblo hubiera practicado los 380 principios de los diez
mandamientos, no habría habido necesidad de las instrucciones adicionales que
se le dieron a Moisés.
El sistema de sacrificios confiado a Adán fue también pervertido por sus
descendientes. La superstición, la idolatría, la crueldad y el libertinaje
corrompieron el sencillo y significativo servicio que Dios había establecido. A
través de su larga relación con los idólatras, el pueblo de Israel había mezclado
muchas costumbres paganas con su culto; por consiguiente, en el Sinaí el Señor
le dio instrucciones definidas tocante al servicio de los sacrificios. Una vez
terminada la construcción del santuario, Dios se comunicó con Moisés desde la
nube de gloria que descendía sobre el propiciatorio, y le dio instrucciones
completas acerca del sistema de sacrificios y ofrendas, y las formas del culto que
debían emplearse en el santuario. De esa manera se dio a Moisés la ley
ceremonial, que fue escrita por él en un libro. Pero la ley de los diez
mandamientos pronunciada desde el Sinaí había sido escrita por Dios mismo en
las tablas de piedra, y fue guardada sagradamente en el arca.
Muchos confunden estos dos sistemas y se valen de los textos que hablan de la
ley ceremonial para tratar de probar que la ley moral fue abolida; pero esto es
pervertir las Escrituras. La distinción entre los dos sistemas es clara. El sistema
ceremonial se componía de símbolos que señalaban a Cristo, su sacrificio y su
sacerdocio. Esta ley ritual, con sus sacrificios y ordenanzas, debían los hebreos
seguirla hasta que el símbolo se cumpliera en la realidad de la muerte de Cristo.
Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Entonces debían cesar todas
las ofrendas de sacrificio. Tal es la ley que Cristo quitó de en medio y clavó en la
cruz. (Col. 2: 14.)
BENDICIONES!
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