viernes, 25 de diciembre de 2009

Espiritualidad y eficiencia

Dios ha elegido en estos postreros días un pueblo al que ha hecho depositario de
su ley, y este pueblo tendrá siempre tareas desagradables que cumplir. "Yo sé tus
obras, y tu trabajo y paciencia; y que tú no puedes sufrir los malos, y has probado
a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has
sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado por mi nombre, y no has
desfallecido." (Apoc. 2: 2, 3.) Se requerirá mucha diligencia y una lucha continua
para mantener el mal apartado de nuestras iglesias. Debe ejercerse una disciplina
rígida e imparcial; porque algunos que tienen una apariencia de religión, tratarán
de minar la fe de los demás y trabajarán privadamente para ensalzarse a sí
mismos.
En el monte de las Olivas, el Señor Jesús declaró categóricamente que "por
haberse multiplicado la maldad, la caridad de muchos se resfriará." (Mat. 24: 12.)
Habla de una clase de personas que ha caído de un alto estado de espiritualidad.
Penetren en los corazones estas declaraciones con poder solemne y escrutador.
¿Dónde están el fervor y la devoción a Dios que corresponden a la grandeza de la
verdad que aseveramos creer? El amor al mundo y a algún pecado favorito
desarraigó del corazón el amor a la oración y a la meditación en las cosas
sagradas. Se sigue cumpliendo una serie de servicios religiosos formales; pero,
¿dónde está el amor de Jesús? La espiritualidad está muriendo. ¿ Ha de
perpetuarse este sopor, este lamentable deterioro? ¿Ha de vacilar y apagarse en
las tinieblas la lámpara de la verdad porque no se la abastece con el aceite de la
gracia?
Quisiera que cada predicador y cada uno de nuestros obreros pudiese ver este
asunto como me ha sido presentado. La estima y la suficiencia propias están
matando la vida espiritual. 211 Se ensalza el yo y se habla de él. ¡Ojalá muriese el
yo! "Cada día muero" (1 Cor. 15: 31), dijo el apóstol Pablo. Cuando esta
suficiencia propia, orgullosa y jactanciosa, y esta justicia propia complaciente,
compenetran el alma, no hay lugar para Jesús. Se le da un lugar inferior, mientras
que el yo crece en importancia y llena todo el templo del alma. Tal es la razón por
la cual el Señor puede hacer tan poco por nosotros. Si él obrase con nuestros
esfuerzos, el instrumento atribuiría toda la gloria a su propia habilidad, sabiduría y
capacidad, y se congratularía como el fariseo:"Ayuno dos veces a la semana, doy
diezmos de todo lo que poseo." (Luc. 18: 12.) Cuando el yo se oculte en Cristo, no
subirá a la superficie con tanta frecuencia. ¿Satisfaremos el deseo del Espíritu de
Dios? ¿Nos espaciaremos más en la piedad práctica y mucho menos en los
arreglos mecánicos?
Los siervos de Cristo deben vivir como a la vista de él y de los ángeles. Deben
tratar de comprender los requerimientos de nuestro tiempo y prepararse para
hacerles frente. Satanás está atacándonos constantemente en forma nueva y
desconocida, y ¿por qué habrían de ser deficientes los oficiales del ejército de
Dios? ¿Por qué dejarían sin cultivar alguna facultad de su naturaleza? Hay que
hacer una gran obra, y si falta acción armoniosa para hacerla, es por causa de la
estima y el amor propios. Es únicamente cuando nos esmeramos por ejecutar las
órdenes del Maestro sin dejar sobre la obra nuestra estampa e identidad, cuando
trabajamos eficiente y armoniosamente. "Uníos - dijo el ángel,- uníos."


JOYAS DE LOS TESTIMONIOS TOMO 2
ELENA G. DE WHITE

Bendiciones!

No hay comentarios: