jueves, 20 de agosto de 2009

LA SALVACIÓN: UNA EXPERIENCIA DIARIA

Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. (1 Cor. 10: 12).


La caída de Pedro no fue instantánea, sino gradual. La confianza propia lo indujo a
creer que estaba salvado, y dio paso tras paso en el camino descendente hasta
que pudo negar a su Maestro. Nunca podemos con seguridad poner la confianza
en el yo, ni tampoco, estando, como nos hallamos, fuera del cielo, hemos de sentir
que nos encontramos seguros contra la tentación. Nunca debe enseñarse a los
que aceptan al Salvador, aunque sean sinceros en su conversión, a decir o sentir
que están salvados. Eso es engañoso. Debe enseñarse a todos a acariciar la
esperanza y la fe, pero aun cuando nos entregamos a Cristo y sabemos que él
nos acepta, no estamos fuera del alcance de la tentación. . . Sólo el que soporte la
prueba, "recibirá la corona de vida" (Sant. 1: 12). . . Los que aceptan a Cristo dicen
en su primera fe: "Soy salvo" están en peligro de confiar en sí mismos. . . Se nos
amonesta: "el que piense estar firme, mire no caiga" (1 Cor. 10: 12). Nuestra única
seguridad está en desconfiar constantemente de nosotros mismos y confiar en
Cristo.*
Hay muchos que profesan seguir a Cristo, pero que nunca llegan a ser cristianos
maduros. Admiten que el hombre está caído, que sus facultades están debilitadas,
que es incapaz de hazañas morales, pero añaden que Cristo ha llevado todas las
cargas, todos los sufrimientos, toda la abnegación, y que están dispuestos a dejar
que él lo lleve todo. Dicen que no hay nada que puedan hacer sino creer; pero dijo
Cristo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz,
y sígame" (Mat. 16: 24). . .
Nunca debemos descansar satisfechos de nuestra condición y cesar de progresar
diciendo: "Estoy salvado". Cuando se fomenta esta idea, cesan de existir los
motivos para velar, para orar, para realizar fervientes esfuerzos a fin de avanzar
hacia logros más elevados. Ninguna lengua santificada pronunciará esas palabras
hasta que venga Cristo y entremos por las puertas de la ciudad de Dios. Entonces,
con plena razón podremos dar gloria a Dios y al Cordero por la liberación eterna. .
. No puede jactarse de la victoria el que se reviste de la armadura, pues tiene
todavía que pelear la batalla y ganar la victoria. El que soporte hasta el fin es el
que será salvo.*

¡MARANATA: EL SEÑOR VIENE!


`Misericordia y paz y amor os sean multiplicados.`

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