lunes, 17 de agosto de 2009

LA ARMADURA DE DIOS

Efesios 6

10 Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.
11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,
15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.
16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;
19 y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio,
20 por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.

HIJOS E HIJAS DE DIOS
Compilación de los escritos de ELENA G. DE WHITE

Los hijos e hijas de Dios deben mostrar su procedencia celestial. El hombre
grande a la vista de Dios es el que en medio de las multitudes, de los cuidados y
las premuras financieras, mantiene su alma pura, sin mancha de contaminación
mundanal. Al confiar firmemente en Dios por medio de la oración y la fe, el alma
se mantendrá en una independencia moral, y no obstante mantendrá una actitud
bondadosa, amante y delicada. Se resistirán las tentaciones que ofrece el medio
ambiente, se mantendrá la comunión con Dios, y la comunicación entre vuestra
alma y Dios os capacitará para transmitir a otros, mediante vuestras relaciones
sociales, las más exquisitas bendiciones que el cielo os haya concedido . . . En
todos sus procedimientos se advertirá una justicia exacta e imparcial, pero allí no
termina su deber. Dios requiere algo más. El demanda que améis a las almas
como Cristo las amó.- Carta 7, 1883. 274

`Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.`

No hay comentarios: