Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando
el evangelio del reino.(Mat. 4: 23).
"Abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos" (Mat. 5: 2, 3). Estas palabras resonaron
en los oídos de la muchedumbre como algo desconocido y nuevo. Tal enseñanza
era opuesta a todo cuanto habían oído del sacerdote o del rabino. En ella no
podían notar nada que alentase el orgullo ni estimulase sus esperanzas
ambiciosas, pero este nuevo Maestro poseía un poder que los dejaba atónitos.
En la multitud que rodeaba a Jesús había algunos que sentían su pobreza
espiritual . . . Había individuos acerca de cada uno de los cuales se podía decir
que, en presencia de la pureza de Cristo, se sentía "cuitado y miserable y pobre y
ciego y desnudo" (Apoc. 3: 17). Anhelaban "la gracia de Dios que trae salvación"
(Tito 2: 11). . .
Refiriéndose a los pobres de espíritu, Jesús dice: "De ellos es el reino de Dios".
Dicho reino no es, como habían esperado los oyentes de Cristo, un gobierno
temporal y terrenal. Cristo abría ante los hombres las puertas del reino espiritual
de su amor, su gracia y su justicia . . . Sus súbditos son los pobres de espíritu, los
mansos y los que padecen persecución por causa de la justicia. De ellos es el
reino de los cielos. Si bien aún no ha terminado, en ellos se ha iniciado la obra que
los hará "aptos para participar de la suerte de los santos en luz "(Col. 1: 12).
Todos los que sientan la absoluta pobreza del alma, que saben que en sí mismos
no hay nada bueno, pueden hallar justicia y fuerza recurriendo a Jesús . . . Os
invita a cambiar vuestra pobreza por las riquezas de su gracia. No merecemos el
amor de Dios, pero Cristo, nuestro fiador, es sobremanera digno y capaz de salvar
a todos los que vengan a él. No importa cuál haya sido la experiencia del pasado
ni cuán desalentadoras sean las circunstancias del presente, si acudimos a Cristo
en nuestra condición actual: débiles, sin fuerza, desesperados, nuestro compasivo
Salvador saldrá a recibirnos mucho antes de que lleguemos y nos rodeará con sus
brazos amantes y con el manto de su propia justicia.- DMJ 13-16. 10
LA MARAVILLOSA GRACIA
ELENA G. DE WHITE
miércoles, 31 de marzo de 2010
lunes, 29 de marzo de 2010
La justicia es por medio de la fe
21 Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas;
22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,
23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,
24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,
25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,
26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.
27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe.
28 Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.
29 ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles.
30 Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión.
31 ¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley.
22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,
23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,
24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,
25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,
26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.
27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe.
28 Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.
29 ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles.
30 Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión.
31 ¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley.
domingo, 28 de marzo de 2010
LA OBRA DE DIOS SE CARACTERIZA POR LA SERENIDAD Y LA DIGNIDAD
HACE dos semanas, mientras escribía, mi hijo W. C. White entró en mi habitación
y declaró que había dos personas que deseaban hablar conmigo. Bajé las
escaleras hasta la sala de 47 recibo, y ahí encontré a un hombre y a su esposa
que afirmaban obedecer la Palabra de Dios y creer en los testimonios. Habían
tenido una experiencia inusitada durante los dos o tres años pasados. Parecían
ser gente sincera.
Escuché mientras referían algunas de sus experiencias, y luego les dije algo
acerca de la obra que tuvimos que hacer para enfrentar y oponernos al fanatismo
poco después de transcurrida la fecha cuando esperábamos ver a nuestro Señor.
Durante esos días difíciles algunos de nuestros creyentes más preciados fueron
conducidos al fanatismo. Luego les dije que antes del fin veríamos extrañas
manifestaciones protagonizadas por aquellos que profesaban ser dirigidos por el
Espíritu Santo. Algunos considerarán como algo de mucha importancia estas
manifestaciones peculiares, que no proceden de Dios, pero que están calculadas
para apartar las mentes de muchos de la enseñanza de la Palabra.
En esta etapa de nuestra historia debemos tener mucho cuidado de precavernos
contra todo lo que sepa a fanatismo y desorden. Debemos precavernos contra
todas las manifestaciones peculiares que podrían excitar la mente de los no
creyentes, y conducirlos a pensar que como pueblo nos dejamos guiar por el
impulso y nos complacemos en el ruido y la confusión acompañados de conductas
extravagantes. En los últimos días, el enemigo de la verdad presente producirá
manifestaciones que no están en armonía con la dirección del Espíritu, sino que
tienen el propósito de descarriar a aquellos que están listos a aceptar cualquier
cosa nueva y extraña.
Dije a este hermano y a su esposa que la experiencia que yo había tenido en mi
juventud, poco después de transcurrida la fecha de 1844, me había conducido a
ser sumamente precavida en la aceptación de cualquier cosa parecida a lo que en
aquel tiempo enfrentamos y reprochamos en el nombre del Señor.
No podría infligirse un daño mayor a la obra de Dios en 48 esta época que el que
le causaríamos si permitiésemos que se introdujera en nuestras iglesias un
espíritu de fanatismo acompañado por conductas extrañas, que se considerarían
equivocadamente como la obra del Espíritu de Dios.
A medida que este hermano y su esposa referían sus experiencias, que ellos
pretendían haber tenido como resultado de haber recibido el Espíritu Santo con
poder apostólico, tuve la impresión de que se trataba de una copia de aquello a lo
cual habíamos tenido que hacer frente y corregir en nuestros primeros días de
existencia.
Hacia el final de nuestra entrevista, el Hno. L propuso que oráramos juntos,
pensando que posiblemente durante la oración su esposa experimentaría aquello
que me habían descrito, y que entonces yo estaría en condiciones de discernir si
eso procedía del Señor o no. No pude consentir en ello, porque se me ha indicado
que cuando una persona ofrece exhibir tales manifestaciones peculiares, eso
constituye una clara evidencia de que no se trata de la obra de Dios.
No debemos permitir que estos incidentes nos desanimen. De tiempo en tiempo
nos veremos frente a casos tales. No demos lugar a ejercitaciones extrañas que
ciertamente alejan la mente de la dirección profunda del Espíritu Santo. La obra de
Dios se ha caracterizado siempre por la serenidad y la dignidad. No podemos
permitirnos aprobar ninguna cosa que produzca confusión y debilite nuestro fervor
con respecto a la gran obra que Dios nos ha encomendado realizar en el mundo, a
fin de prepararlo para la segunda venida de Cristo (Carta 338, 1908).
MENSAJES SELECTOS TOMO 2
ELENA G. DE WHITE
y declaró que había dos personas que deseaban hablar conmigo. Bajé las
escaleras hasta la sala de 47 recibo, y ahí encontré a un hombre y a su esposa
que afirmaban obedecer la Palabra de Dios y creer en los testimonios. Habían
tenido una experiencia inusitada durante los dos o tres años pasados. Parecían
ser gente sincera.
Escuché mientras referían algunas de sus experiencias, y luego les dije algo
acerca de la obra que tuvimos que hacer para enfrentar y oponernos al fanatismo
poco después de transcurrida la fecha cuando esperábamos ver a nuestro Señor.
Durante esos días difíciles algunos de nuestros creyentes más preciados fueron
conducidos al fanatismo. Luego les dije que antes del fin veríamos extrañas
manifestaciones protagonizadas por aquellos que profesaban ser dirigidos por el
Espíritu Santo. Algunos considerarán como algo de mucha importancia estas
manifestaciones peculiares, que no proceden de Dios, pero que están calculadas
para apartar las mentes de muchos de la enseñanza de la Palabra.
En esta etapa de nuestra historia debemos tener mucho cuidado de precavernos
contra todo lo que sepa a fanatismo y desorden. Debemos precavernos contra
todas las manifestaciones peculiares que podrían excitar la mente de los no
creyentes, y conducirlos a pensar que como pueblo nos dejamos guiar por el
impulso y nos complacemos en el ruido y la confusión acompañados de conductas
extravagantes. En los últimos días, el enemigo de la verdad presente producirá
manifestaciones que no están en armonía con la dirección del Espíritu, sino que
tienen el propósito de descarriar a aquellos que están listos a aceptar cualquier
cosa nueva y extraña.
Dije a este hermano y a su esposa que la experiencia que yo había tenido en mi
juventud, poco después de transcurrida la fecha de 1844, me había conducido a
ser sumamente precavida en la aceptación de cualquier cosa parecida a lo que en
aquel tiempo enfrentamos y reprochamos en el nombre del Señor.
No podría infligirse un daño mayor a la obra de Dios en 48 esta época que el que
le causaríamos si permitiésemos que se introdujera en nuestras iglesias un
espíritu de fanatismo acompañado por conductas extrañas, que se considerarían
equivocadamente como la obra del Espíritu de Dios.
A medida que este hermano y su esposa referían sus experiencias, que ellos
pretendían haber tenido como resultado de haber recibido el Espíritu Santo con
poder apostólico, tuve la impresión de que se trataba de una copia de aquello a lo
cual habíamos tenido que hacer frente y corregir en nuestros primeros días de
existencia.
Hacia el final de nuestra entrevista, el Hno. L propuso que oráramos juntos,
pensando que posiblemente durante la oración su esposa experimentaría aquello
que me habían descrito, y que entonces yo estaría en condiciones de discernir si
eso procedía del Señor o no. No pude consentir en ello, porque se me ha indicado
que cuando una persona ofrece exhibir tales manifestaciones peculiares, eso
constituye una clara evidencia de que no se trata de la obra de Dios.
No debemos permitir que estos incidentes nos desanimen. De tiempo en tiempo
nos veremos frente a casos tales. No demos lugar a ejercitaciones extrañas que
ciertamente alejan la mente de la dirección profunda del Espíritu Santo. La obra de
Dios se ha caracterizado siempre por la serenidad y la dignidad. No podemos
permitirnos aprobar ninguna cosa que produzca confusión y debilite nuestro fervor
con respecto a la gran obra que Dios nos ha encomendado realizar en el mundo, a
fin de prepararlo para la segunda venida de Cristo (Carta 338, 1908).
MENSAJES SELECTOS TOMO 2
ELENA G. DE WHITE
miércoles, 24 de marzo de 2010
Jesús acusa a escribas y fariseos
(Mr. 12. 38-40; Lc. 11. 37-54; 20. 45-47)
Mateo
23:1 Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo:
23:2 En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos.
23:3 Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen.
23:4 Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.
23:5 Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos;
23:6 y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas,
23:7 y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí.
23:8 Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.
23:9 Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos.
23:10 Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo.
23:11 El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo.
23:12 Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
23:13 Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando.
23:14 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación.
23:15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.
23:16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor.
23:17 ¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro?
23:18 También decís: Si alguno jura por el altar, no es nada; pero si alguno jura por la ofrenda que está sobre él, es deudor.
23:19 ¡Necios y ciegos! porque ¿cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda?
23:20 Pues el que jura por el altar, jura por él, y por todo lo que está sobre él;
23:21 y el que jura por el templo, jura por él, y por el que lo habita;
23:22 y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel que está sentado en él.
23:23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.
23:24 ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!
23:25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia.
23:26 ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio.
23:27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.
23:28 Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.
23:29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos,
23:30 y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas.
23:31 Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas.
23:32 ¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres!
23:33 ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?
23:34 Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad;
23:35 para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar.
23:36 De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación.
Dios les bendiga
Mateo
23:1 Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo:
23:2 En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos.
23:3 Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen.
23:4 Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.
23:5 Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos;
23:6 y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas,
23:7 y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí.
23:8 Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.
23:9 Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos.
23:10 Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo.
23:11 El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo.
23:12 Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
23:13 Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando.
23:14 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación.
23:15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.
23:16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor.
23:17 ¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro?
23:18 También decís: Si alguno jura por el altar, no es nada; pero si alguno jura por la ofrenda que está sobre él, es deudor.
23:19 ¡Necios y ciegos! porque ¿cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda?
23:20 Pues el que jura por el altar, jura por él, y por todo lo que está sobre él;
23:21 y el que jura por el templo, jura por él, y por el que lo habita;
23:22 y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel que está sentado en él.
23:23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.
23:24 ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!
23:25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia.
23:26 ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio.
23:27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.
23:28 Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.
23:29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos,
23:30 y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas.
23:31 Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas.
23:32 ¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres!
23:33 ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?
23:34 Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad;
23:35 para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar.
23:36 De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación.
Dios les bendiga
sábado, 20 de marzo de 2010
Los Diez Mandamientos
Éxodo 20
1 Y habló Dios todas estas palabras, diciendo:
2 Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.
3 No tendrás dioses ajenos delante de mí.
4 No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.
5 No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen,
6 y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
7 No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.
8 Acuérdate del día de reposo para santificarlo.
9 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra;
10 mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas.
11 Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.
12 Honra a tu padre y a tu madre,para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.
13 No matarás.
14 No cometerás adulterio.
15 No hurtarás.
16 No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.
17 No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.
FELIZ SABADO
1 Y habló Dios todas estas palabras, diciendo:
2 Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.
3 No tendrás dioses ajenos delante de mí.
4 No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.
5 No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen,
6 y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
7 No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.
8 Acuérdate del día de reposo para santificarlo.
9 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra;
10 mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas.
11 Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.
12 Honra a tu padre y a tu madre,para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.
13 No matarás.
14 No cometerás adulterio.
15 No hurtarás.
16 No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.
17 No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.
FELIZ SABADO
viernes, 19 de marzo de 2010
Las Plagas de Egipto
Habiendo recibido instrucciones de los ángeles, Aarón salió a recibir a su
hermano, de quien había estado tanto tiempo separado. Se encontraron en las
soledades del desierto cerca de Horeb. Allí conversaron, y "contó Moisés a Aarón
todas las palabras de Jehová que le enviaba, y todas las señales que le había
dado." Juntos hicieron el viaje a Egipto; y habiendo llegado a la tierra de Gosén,
procedieron a reunir a los ancianos de Israel. Aarón les explicó cómo Dios se
había comunicado con Moisés, y éste reveló al pueblo las señales que Dios le
había dado. "Y el pueblo creyó: oyendo que Jehová había visitado los hijos de
Israel, y que había visto su aflicción, inclináronse y adoraron." (Exo. 4: 28, 31.)
A Moisés se le había dado también un mensaje para el rey. Los dos hermanos
entraron en el palacio de Faraón como embajadores del Rey de reyes, y hablaron
en su nombre: "Jehová, el Dios de Israel, dice así: Deja ir a mi pueblo a
celebrarme fiesta en el desierto." (Véase Éxodo 5:11.)
"¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz? -preguntó el monarca quien añadió:
-Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel."
A esto contestaron ellos: "El Dios de los Hebreos nos ha encontrado: iremos,
pues, ahora, camino de tres días por el desierto, y sacrificaremos a Jehová
nuestro Dios; porque no venga sobre nosotros con pestilencia o con espada."
Ya el rey había oído hablar de ellos y del interés que estaban despertando entre el
pueblo. Se encendió su ira y les dijo: "Moisés y Aarón, ¿por qué hacéis cesar al
pueblo de su obra? Idos a vuestros cargos." Ya el reino había sufrido una gran
pérdida debido a la intervención de estos forasteros. 263
Al pensar en ello, añadió: "He aquí el pueblo de la tierra es ahora mucho, y
vosotros les hacéis cesar de sus cargos."
En su servidumbre los israelitas habían perdido hasta cierto punto el conocimiento
de la ley de Dios, y se habían apartado de sus preceptos. El sábado había sido
despreciado por la generalidad, y las exigencias de los "comisarios de tributos"
habían hecho imposible su observancia. Pero Moisés había mostrado a su pueblo
que la obediencia a Dios era la primera condición para su liberación; y los
esfuerzos hechos para restaurar la observancia del sábado habían llegado a los
oídos de sus opresores. (Véase el Apéndice, nota 4.)
El rey, muy airado, sospechaba que los israelitas tenían el propósito de rebelarse
contra su servicio. El descontento era el resultado de la ociosidad; trataría de que
no tuviesen tiempo para dedicarlo a proyectos peligrosos. Inmediatamente dictó
medidas para hacer más severa su servidumbre y aplastar el espíritu de
independencia. El mismo día, ordenó hacer, aun más cruel y opresivo su trabajo.
En aquel país el material de construcción más común eran los ladrillos secados al
sol; las paredes de los mejores edificios se construían de este material, y luego se
recubrían de piedra, y la fabricación de los ladrillos requería un gran número de
siervos. Como el barro se mezclaba con paja, para que se adhiriera bien, se
requerían grandes cantidades de este último elemento; el rey ordenó ahora que no
se suministrara más paja; que los obreros debían buscarla ellos mismos, y esto
exigiéndoselas que produjeran la misma cantidad de ladrillos.
Esta orden causó gran consternación entre los israelitas por todos los ámbitos del
país. Los comisarios egipcios habían nombrado a capataces hebreos para dirigir el
trabajo del pueblo, y estos capataces eran responsables de la producción de los
que estaban bajo su cuidado. Cuando la exigencia del rey se puso en vigor, el
pueblo se diseminó por todo el país para recoger rastrojo en vez de paja; pero les
fue imposible realizar la cantidad de trabajo acostumbrada. A causa del 264
fracasó, los capataces hebreos fueron azotados cruelmente.
Estos capataces creyeron que su opresión venía de sus comisarios, y no del rey
mismo; y se presentaron ante éste con sus quejas. Su protesta fue recibida por
Faraón con un denuesto: "Estáis ociosos, sí, ociosos, y por eso decís: Vamos, y
sacrifiquemos a Jehová." Se les ordenó regresar a su trabajo, con la declaración
de que de ninguna manera se aligerarían sus cargas. Al volver, encontraron a
Moisés y a Aarón y clamaron ante ellos: "Mire Jehová sobre vosotros, y juzgue;
pues habéis hecho heder nuestro olor delante de Faraón y de sus siervos,
dándoles el cuchillo en las manos para que nos maten."
HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS
ELENA G. DE WHITE
hermano, de quien había estado tanto tiempo separado. Se encontraron en las
soledades del desierto cerca de Horeb. Allí conversaron, y "contó Moisés a Aarón
todas las palabras de Jehová que le enviaba, y todas las señales que le había
dado." Juntos hicieron el viaje a Egipto; y habiendo llegado a la tierra de Gosén,
procedieron a reunir a los ancianos de Israel. Aarón les explicó cómo Dios se
había comunicado con Moisés, y éste reveló al pueblo las señales que Dios le
había dado. "Y el pueblo creyó: oyendo que Jehová había visitado los hijos de
Israel, y que había visto su aflicción, inclináronse y adoraron." (Exo. 4: 28, 31.)
A Moisés se le había dado también un mensaje para el rey. Los dos hermanos
entraron en el palacio de Faraón como embajadores del Rey de reyes, y hablaron
en su nombre: "Jehová, el Dios de Israel, dice así: Deja ir a mi pueblo a
celebrarme fiesta en el desierto." (Véase Éxodo 5:11.)
"¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz? -preguntó el monarca quien añadió:
-Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel."
A esto contestaron ellos: "El Dios de los Hebreos nos ha encontrado: iremos,
pues, ahora, camino de tres días por el desierto, y sacrificaremos a Jehová
nuestro Dios; porque no venga sobre nosotros con pestilencia o con espada."
Ya el rey había oído hablar de ellos y del interés que estaban despertando entre el
pueblo. Se encendió su ira y les dijo: "Moisés y Aarón, ¿por qué hacéis cesar al
pueblo de su obra? Idos a vuestros cargos." Ya el reino había sufrido una gran
pérdida debido a la intervención de estos forasteros. 263
Al pensar en ello, añadió: "He aquí el pueblo de la tierra es ahora mucho, y
vosotros les hacéis cesar de sus cargos."
En su servidumbre los israelitas habían perdido hasta cierto punto el conocimiento
de la ley de Dios, y se habían apartado de sus preceptos. El sábado había sido
despreciado por la generalidad, y las exigencias de los "comisarios de tributos"
habían hecho imposible su observancia. Pero Moisés había mostrado a su pueblo
que la obediencia a Dios era la primera condición para su liberación; y los
esfuerzos hechos para restaurar la observancia del sábado habían llegado a los
oídos de sus opresores. (Véase el Apéndice, nota 4.)
El rey, muy airado, sospechaba que los israelitas tenían el propósito de rebelarse
contra su servicio. El descontento era el resultado de la ociosidad; trataría de que
no tuviesen tiempo para dedicarlo a proyectos peligrosos. Inmediatamente dictó
medidas para hacer más severa su servidumbre y aplastar el espíritu de
independencia. El mismo día, ordenó hacer, aun más cruel y opresivo su trabajo.
En aquel país el material de construcción más común eran los ladrillos secados al
sol; las paredes de los mejores edificios se construían de este material, y luego se
recubrían de piedra, y la fabricación de los ladrillos requería un gran número de
siervos. Como el barro se mezclaba con paja, para que se adhiriera bien, se
requerían grandes cantidades de este último elemento; el rey ordenó ahora que no
se suministrara más paja; que los obreros debían buscarla ellos mismos, y esto
exigiéndoselas que produjeran la misma cantidad de ladrillos.
Esta orden causó gran consternación entre los israelitas por todos los ámbitos del
país. Los comisarios egipcios habían nombrado a capataces hebreos para dirigir el
trabajo del pueblo, y estos capataces eran responsables de la producción de los
que estaban bajo su cuidado. Cuando la exigencia del rey se puso en vigor, el
pueblo se diseminó por todo el país para recoger rastrojo en vez de paja; pero les
fue imposible realizar la cantidad de trabajo acostumbrada. A causa del 264
fracasó, los capataces hebreos fueron azotados cruelmente.
Estos capataces creyeron que su opresión venía de sus comisarios, y no del rey
mismo; y se presentaron ante éste con sus quejas. Su protesta fue recibida por
Faraón con un denuesto: "Estáis ociosos, sí, ociosos, y por eso decís: Vamos, y
sacrifiquemos a Jehová." Se les ordenó regresar a su trabajo, con la declaración
de que de ninguna manera se aligerarían sus cargas. Al volver, encontraron a
Moisés y a Aarón y clamaron ante ellos: "Mire Jehová sobre vosotros, y juzgue;
pues habéis hecho heder nuestro olor delante de Faraón y de sus siervos,
dándoles el cuchillo en las manos para que nos maten."
HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS
ELENA G. DE WHITE
miércoles, 17 de marzo de 2010
Mientras se alejaba de Madián...
Mientras se alejaba de Madián, Moisés tuvo una terrible y sorprendente
manifestación del desagrado del Señor. Se le apareció un ángel en forma
amenazadora, como si fuera a destruirle inmediatamente. No le dio ninguna
explicación; pero Moisés recordó que había desdeñado uno de los requerimientos
de Dios, y cediendo a la persuasión de su esposa, había dejado de cumplir el rito
de la circuncisión en su hijo menor. No había cumplido con la condición que podía
dar a su hijo el derecho a recibir las bendiciones del pacto de Dios con Israel, y tal
descuido de parte del jefe elegido no podía menos que menoscabar ante el pueblo
la fuerza de los preceptos divinos. Séfora, temiendo que su esposo fuese muerto,
realizó ella misma el rito, y entonces el ángel permitió a Moisés continuar la
marcha. En su misión ante Faraón, Moisés iba a exponerse a un gran peligro; su
vida podría conservarse sólo mediante la protección de los santos ángeles. Pero
no estaría seguro mientras tuviera un deber conocido sin cumplir, pues los ángeles
de Dios no podrían escudarle.
En el tiempo de la angustia que vendrá inmediatamente antes de la venida de
Cristo, los justos serán resguardados por el ministerio de los santos ángeles; pero
no habrá seguridad para el transgresor de la ley de Dios. Los ángeles no podrán
entonces proteger a los que estén menospreciando uno de los preceptos divinos.
HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS
ELENA G. DE WHITE
manifestación del desagrado del Señor. Se le apareció un ángel en forma
amenazadora, como si fuera a destruirle inmediatamente. No le dio ninguna
explicación; pero Moisés recordó que había desdeñado uno de los requerimientos
de Dios, y cediendo a la persuasión de su esposa, había dejado de cumplir el rito
de la circuncisión en su hijo menor. No había cumplido con la condición que podía
dar a su hijo el derecho a recibir las bendiciones del pacto de Dios con Israel, y tal
descuido de parte del jefe elegido no podía menos que menoscabar ante el pueblo
la fuerza de los preceptos divinos. Séfora, temiendo que su esposo fuese muerto,
realizó ella misma el rito, y entonces el ángel permitió a Moisés continuar la
marcha. En su misión ante Faraón, Moisés iba a exponerse a un gran peligro; su
vida podría conservarse sólo mediante la protección de los santos ángeles. Pero
no estaría seguro mientras tuviera un deber conocido sin cumplir, pues los ángeles
de Dios no podrían escudarle.
En el tiempo de la angustia que vendrá inmediatamente antes de la venida de
Cristo, los justos serán resguardados por el ministerio de los santos ángeles; pero
no habrá seguridad para el transgresor de la ley de Dios. Los ángeles no podrán
entonces proteger a los que estén menospreciando uno de los preceptos divinos.
HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS
ELENA G. DE WHITE
lunes, 15 de marzo de 2010
YO SOY me ha enviado a vosotros."
Se le ordenó a Moisés que reuniera primero a los ancianos de Israel, a los más
nobles y rectos de entre ellos, a los que habían lamentado durante mucho tiempo
su servidumbre, y que les declarase el mensaje de Dios, con la promesa de la
liberación. Después había de ir con los ancianos ante el rey, y decirle: "Jehová, el
Dios de los Hebreos, nos ha encontrado; por tanto nosotros iremos ahora camino
de tres días por el desierto, para que sacrifiquemos a Jehová nuestro Dios."
A Moisés se le había prevenido que Faraón se opondría a la súplica de permitir la
salida de Israel. Sin embargo, el ánimo del siervo de Dios no debía decaer; porque
el Señor haría de ésta, una ocasión para manifestar su poder ante los egipcios y
ante su pueblo. "Empero yo extenderé mi mano, y heriré a Egipto con todas mis
maravillas que haré en él, y entonces os dejará ir."
También se le dieron instrucciones acerca de las medidas que había de tomar
para el viaje. El Señor declaró: "Yo daré a este pueblo gracia en los ojos de los
Egipcios, para que cuando os partierais, no salgáis vacíos: sino que demandará
cada mujer a su vecina y a su huéspeda vasos de plata, vasos de oro, y vestidos."
Los egipcios se habían enriquecido mediante el trabajo exigido injustamente a los
israelitas, y como éstos habían de emprender su viaje hacia su nueva morada, era
justo que reclamaran la remuneración de sus años de trabajo. Por lo tanto habían
de pedir artículos de valor, que pudieran transportarse fácilmente, y Dios les daría
favor ante los egipcios. Los poderosos milagros realizados para su liberación iban
a infundir terror entre los opresores, de tal manera que lo solicitado por los siervos
sería otorgado.
Moisés veía ante sí dificultades que le parecían insalvables. ¿Qué prueba podría
dar a su pueblo de que realmente iba como enviado de Dios? "He aquí -dijo- que
ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido 259
Jehová." Entonces Dios le dio una evidencia que apelaba a sus propios sentidos.
Le dijo que arrojara su vara al suelo. Al hacerlo, convirtióse en una serpiente"
(V.M., véase el Apéndice, nota 3), "y Moisés huía de ella." Dios le ordenó que la
tomara, y en su mano "tornóse vara." Le mandó que pusiese su mano en su seno.
Obedeció y "he aquí que su mano estaba leprosa como la nieve." Cuando le dijo
que volviera a ponerla en su seno, al sacarla encontró que se había vuelto de
nuevo como la otra. Mediante estas señales, el Señor aseguró a Moisés que su
propio pueblo, así como también Faraón, se convencerían de que Uno más
poderoso que el rey de Egipto se manifestaba entre ellos.
Pero el siervo de Dios todavía estaba anonadado por la obra extraña y maravillosa
que se le pedía que hiciera. Acongojado y temeroso, alegó como excusa su falta
de elocuencia. Dijo: "¡Ay Señor! yo no soy hombre de palabras de ayer ni de
anteayer, ni aun desde que tú hablas a tu siervo;. porque soy tardo en el habla y
torpe de lengua." Había estado tanto tiempo alejado de los egipcios que ya no
tenía un conocimiento claro de su idioma ni lo usaba con soltura como cuando
estaba entre ellos.
El Señor le dijo: "¿Quién dio la boca al hombre? ¿no soy yo Jehová?" Y se le
volvió a asegurar la ayuda divina: "Ahora pues, ve, que yo seré en tu boca, y te
enseñaré lo que hayas de hablar."
Pero Moisés insistió en que se escogiera a una persona más competente. Estas
excusas procedían al principio de su humildad y timidez; pero una vez que el
Señor le hubo prometido quitar todas las dificultades y darle éxito, toda evasiva o
queja referente a su falta de preparación demostraba falta de confianza en Dios.
Entrañaba un temor de que Dios no tuviera capacidad para prepararlo para la gran
obra a la cual le había llamado, o que había cometido un error en la selección del
hombre.
Dios le indicó a Moisés que se uniese a su hermano mayor, 260 Aarón, quien,
debido a que había estado usando diariamente la lengua egipcia, podía hablarla
perfectamente. Se le dijo que Aarón vendría a su encuentro. Las siguientes
palabras del Señor fueron una orden perentoria: "Tú hablarás a él, y pondrás en su
boca las palabras, y yo seré en tu boca y en la suya, y os enseñaré lo que hayáis
de hacer. Y él hablará por ti al pueblo; y él te será a ti en lugar de boca, y tú serás
para él en lugar de Dios. Y tomarás esta vara en tu mano, con la cual harás las
señales." Moisés no pudo oponerse más; pues todo fundamento para las excusas
había desaparecido.
El mandato divino halló a Moisés sin confianza en sí mismo, tardo para hablar y
tímido. Estaba abrumado con el sentimiento de su incapacidad para ser el
portavoz de Dios ante Israel. Pero una vez aceptada la tarea, la emprendió de
todo corazón, poniendo toda su confianza en el Señor. La grandeza de su misión
exigía que ejercitara las mejores facultades de su mente. Dios bendijo su pronta
obediencia, y llegó a ser elocuente, confiado, sereno y apto para la mayor obra
jamás dada a hombre alguno. Este es un ejemplo de lo que hace Dios para
fortalecer el carácter de los que confían plenamente en él, y sin reserva alguna
cumplen sus mandatos.
El hombre obtiene poder y eficiencia cuando acepta las responsabilidades que
Dios deposita en él, y procura con toda su alma la manera de capacitarse para
cumplirlas bien. Por humilde que sea su posición o por limitada que sea su
habilidad, el tal logrará verdadera grandeza si, confiando en la fortaleza divina,
procura realizar su obra con fidelidad. Si Moisés hubiera dependido de su propia
fuerza y sabiduría, y se hubiera mostrado deseoso de aceptar el gran encargo,
habría revelado su entera ineptitud para tal obra. El hecho de que un hombre
comprenda sus debilidades prueba por lo menos que reconoce la magnitud de la
obra que se le asignó y que hará de Dios su consejero y fortaleza.
Moisés regresó a casa de su suegro, y le expresó su deseo de visitar a sus
hermanos en Egipto. Jetro le dio su consentimiento 261y su bendición diciéndole:
"Ve en paz." Con su esposa y sus hijos, Moisés emprendió el viaje. No se atrevió a
dar a conocer su misión, por temor a que su suegro no permitiese a su esposa y a
sus hijos acompañarle. Pero antes de llegar a Egipto, Moisés mismo pensó que
para la seguridad de ellos convenía hacerlos regresar a su morada en Madián.
Un secreto temor a Faraón y a los egipcios, cuya ira se había encendido contra él
hacía cuarenta años, había hecho que Moisés se sintiera aun menos dispuesto a
volver a Egipto; pero una vez que principió a cumplir el mandato divino, el Señor le
reveló que sus enemigos habían muerto.
HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS
ELENA G. DE WHITE
BENDICIONES!
nobles y rectos de entre ellos, a los que habían lamentado durante mucho tiempo
su servidumbre, y que les declarase el mensaje de Dios, con la promesa de la
liberación. Después había de ir con los ancianos ante el rey, y decirle: "Jehová, el
Dios de los Hebreos, nos ha encontrado; por tanto nosotros iremos ahora camino
de tres días por el desierto, para que sacrifiquemos a Jehová nuestro Dios."
A Moisés se le había prevenido que Faraón se opondría a la súplica de permitir la
salida de Israel. Sin embargo, el ánimo del siervo de Dios no debía decaer; porque
el Señor haría de ésta, una ocasión para manifestar su poder ante los egipcios y
ante su pueblo. "Empero yo extenderé mi mano, y heriré a Egipto con todas mis
maravillas que haré en él, y entonces os dejará ir."
También se le dieron instrucciones acerca de las medidas que había de tomar
para el viaje. El Señor declaró: "Yo daré a este pueblo gracia en los ojos de los
Egipcios, para que cuando os partierais, no salgáis vacíos: sino que demandará
cada mujer a su vecina y a su huéspeda vasos de plata, vasos de oro, y vestidos."
Los egipcios se habían enriquecido mediante el trabajo exigido injustamente a los
israelitas, y como éstos habían de emprender su viaje hacia su nueva morada, era
justo que reclamaran la remuneración de sus años de trabajo. Por lo tanto habían
de pedir artículos de valor, que pudieran transportarse fácilmente, y Dios les daría
favor ante los egipcios. Los poderosos milagros realizados para su liberación iban
a infundir terror entre los opresores, de tal manera que lo solicitado por los siervos
sería otorgado.
Moisés veía ante sí dificultades que le parecían insalvables. ¿Qué prueba podría
dar a su pueblo de que realmente iba como enviado de Dios? "He aquí -dijo- que
ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido 259
Jehová." Entonces Dios le dio una evidencia que apelaba a sus propios sentidos.
Le dijo que arrojara su vara al suelo. Al hacerlo, convirtióse en una serpiente"
(V.M., véase el Apéndice, nota 3), "y Moisés huía de ella." Dios le ordenó que la
tomara, y en su mano "tornóse vara." Le mandó que pusiese su mano en su seno.
Obedeció y "he aquí que su mano estaba leprosa como la nieve." Cuando le dijo
que volviera a ponerla en su seno, al sacarla encontró que se había vuelto de
nuevo como la otra. Mediante estas señales, el Señor aseguró a Moisés que su
propio pueblo, así como también Faraón, se convencerían de que Uno más
poderoso que el rey de Egipto se manifestaba entre ellos.
Pero el siervo de Dios todavía estaba anonadado por la obra extraña y maravillosa
que se le pedía que hiciera. Acongojado y temeroso, alegó como excusa su falta
de elocuencia. Dijo: "¡Ay Señor! yo no soy hombre de palabras de ayer ni de
anteayer, ni aun desde que tú hablas a tu siervo;. porque soy tardo en el habla y
torpe de lengua." Había estado tanto tiempo alejado de los egipcios que ya no
tenía un conocimiento claro de su idioma ni lo usaba con soltura como cuando
estaba entre ellos.
El Señor le dijo: "¿Quién dio la boca al hombre? ¿no soy yo Jehová?" Y se le
volvió a asegurar la ayuda divina: "Ahora pues, ve, que yo seré en tu boca, y te
enseñaré lo que hayas de hablar."
Pero Moisés insistió en que se escogiera a una persona más competente. Estas
excusas procedían al principio de su humildad y timidez; pero una vez que el
Señor le hubo prometido quitar todas las dificultades y darle éxito, toda evasiva o
queja referente a su falta de preparación demostraba falta de confianza en Dios.
Entrañaba un temor de que Dios no tuviera capacidad para prepararlo para la gran
obra a la cual le había llamado, o que había cometido un error en la selección del
hombre.
Dios le indicó a Moisés que se uniese a su hermano mayor, 260 Aarón, quien,
debido a que había estado usando diariamente la lengua egipcia, podía hablarla
perfectamente. Se le dijo que Aarón vendría a su encuentro. Las siguientes
palabras del Señor fueron una orden perentoria: "Tú hablarás a él, y pondrás en su
boca las palabras, y yo seré en tu boca y en la suya, y os enseñaré lo que hayáis
de hacer. Y él hablará por ti al pueblo; y él te será a ti en lugar de boca, y tú serás
para él en lugar de Dios. Y tomarás esta vara en tu mano, con la cual harás las
señales." Moisés no pudo oponerse más; pues todo fundamento para las excusas
había desaparecido.
El mandato divino halló a Moisés sin confianza en sí mismo, tardo para hablar y
tímido. Estaba abrumado con el sentimiento de su incapacidad para ser el
portavoz de Dios ante Israel. Pero una vez aceptada la tarea, la emprendió de
todo corazón, poniendo toda su confianza en el Señor. La grandeza de su misión
exigía que ejercitara las mejores facultades de su mente. Dios bendijo su pronta
obediencia, y llegó a ser elocuente, confiado, sereno y apto para la mayor obra
jamás dada a hombre alguno. Este es un ejemplo de lo que hace Dios para
fortalecer el carácter de los que confían plenamente en él, y sin reserva alguna
cumplen sus mandatos.
El hombre obtiene poder y eficiencia cuando acepta las responsabilidades que
Dios deposita en él, y procura con toda su alma la manera de capacitarse para
cumplirlas bien. Por humilde que sea su posición o por limitada que sea su
habilidad, el tal logrará verdadera grandeza si, confiando en la fortaleza divina,
procura realizar su obra con fidelidad. Si Moisés hubiera dependido de su propia
fuerza y sabiduría, y se hubiera mostrado deseoso de aceptar el gran encargo,
habría revelado su entera ineptitud para tal obra. El hecho de que un hombre
comprenda sus debilidades prueba por lo menos que reconoce la magnitud de la
obra que se le asignó y que hará de Dios su consejero y fortaleza.
Moisés regresó a casa de su suegro, y le expresó su deseo de visitar a sus
hermanos en Egipto. Jetro le dio su consentimiento 261y su bendición diciéndole:
"Ve en paz." Con su esposa y sus hijos, Moisés emprendió el viaje. No se atrevió a
dar a conocer su misión, por temor a que su suegro no permitiese a su esposa y a
sus hijos acompañarle. Pero antes de llegar a Egipto, Moisés mismo pensó que
para la seguridad de ellos convenía hacerlos regresar a su morada en Madián.
Un secreto temor a Faraón y a los egipcios, cuya ira se había encendido contra él
hacía cuarenta años, había hecho que Moisés se sintiera aun menos dispuesto a
volver a Egipto; pero una vez que principió a cumplir el mandato divino, el Señor le
reveló que sus enemigos habían muerto.
HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS
ELENA G. DE WHITE
BENDICIONES!
sábado, 6 de marzo de 2010
RESURRECCIÓN A UNA NUEVA VIDA
Por que somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. (Rom. 6: 4).
El pecador arrepentido, que da los pasos necesarios requeridos en la conversión, conmemora con su bautismo la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Desciende al agua a la semejanza de la muerte y sepultura de Cristo, y sale de las aguas a la semejanza de su resurrección: no para volver a la vieja vida de pecado, sino para vivir una nueva vida en Cristo Jesús (Spirit of Prophecy, tomo 3, pág. 204).
El que había dicho: "pongo mi vida para volverla a tomar" (Juan 10: 17), salió de la tumba a la vida que era él mismo, Murió la humanidad; la divinidad no murió. En su divinidad, Cristo poseía el poder para romper las ataduras de la muerte. Declara que él tiene vida en sí mismo para dar vida a quienes quiera.
Todos los seres creados viven por la voluntad y el poder de Dios. Son recipientes de la vida del Hijo de Dios. No importa cuán capaces y talentosos sean, cuán grandes sus facultades, reciben la vida de la Fuente de toda vida. El es el manantial, el origen de la vida. Sólo Aquel que es el único que tiene inmortalidad, que mora en luz y vida, podría decir: "Tengo poder para ponerla [su vida] y tengo poder para volverla a tomar" (vers. 18) ...
Cristo tenía la facultad de dar inmortalidad. La vida que había puesto en su humanidad, tomó de nuevo y la dio para la humanidad...
Cristo se hizo uno con la humanidad, para que la humanidad pudiera volverse una en espíritu y vida con él. Por virtud de esa unión, en obediencia con la Palabra de Dios, su vida se convierte en la vida de la humanidad. Dice al penitente: "Yo soy la resurrección y la vida" (Juan 11 : 25). La muerte es considerada por Cristo como un sueño de silencio y oscuridad (Selected Messages. tomo 1, págs. 301-303). 74
Fuente: A fin de conocerle - Elena G. de White.
Dios les bendiga
El pecador arrepentido, que da los pasos necesarios requeridos en la conversión, conmemora con su bautismo la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Desciende al agua a la semejanza de la muerte y sepultura de Cristo, y sale de las aguas a la semejanza de su resurrección: no para volver a la vieja vida de pecado, sino para vivir una nueva vida en Cristo Jesús (Spirit of Prophecy, tomo 3, pág. 204).
El que había dicho: "pongo mi vida para volverla a tomar" (Juan 10: 17), salió de la tumba a la vida que era él mismo, Murió la humanidad; la divinidad no murió. En su divinidad, Cristo poseía el poder para romper las ataduras de la muerte. Declara que él tiene vida en sí mismo para dar vida a quienes quiera.
Todos los seres creados viven por la voluntad y el poder de Dios. Son recipientes de la vida del Hijo de Dios. No importa cuán capaces y talentosos sean, cuán grandes sus facultades, reciben la vida de la Fuente de toda vida. El es el manantial, el origen de la vida. Sólo Aquel que es el único que tiene inmortalidad, que mora en luz y vida, podría decir: "Tengo poder para ponerla [su vida] y tengo poder para volverla a tomar" (vers. 18) ...
Cristo tenía la facultad de dar inmortalidad. La vida que había puesto en su humanidad, tomó de nuevo y la dio para la humanidad...
Cristo se hizo uno con la humanidad, para que la humanidad pudiera volverse una en espíritu y vida con él. Por virtud de esa unión, en obediencia con la Palabra de Dios, su vida se convierte en la vida de la humanidad. Dice al penitente: "Yo soy la resurrección y la vida" (Juan 11 : 25). La muerte es considerada por Cristo como un sueño de silencio y oscuridad (Selected Messages. tomo 1, págs. 301-303). 74
Fuente: A fin de conocerle - Elena G. de White.
Dios les bendiga
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