miércoles, 23 de noviembre de 2011

EL PADRENUESTRO



8 de noviembre de 2011

por Ernie Knoll

www.formypeople.org



En mi sueño, veo a un hombre atándose los zapatos. Un ángel que no el Heraldo, me llama por mi nombre celestial y me dice que preste atención a lo que hace el hombre. Después de atarse los zapatos, se pone de pie y su esposa entra al cuarto. Le recuerda que el tanque de gasolina del auto está casi vacío, y que use $10.00 para comprar gasolina, porque van a necesitar el auto el sábado. Él coloca el dinero en su bolsillo y se prepara para salir a hacer mandados. Se detienen para orar juntos antes de que él salga por un rato.

Él pronuncia una oración sencilla de su corazón, como si estuviese de rodillas delante de Dios en su trono. Pide que ángeles protectores los cuiden a los dos mientras hacen la voluntad de Dios. Pide la protección de Dios por su esposa mientras están separados, y que los ángeles lo protejan a él en el camino. Yo comprendo que es su costumbre orar cuando van a estar separados el uno del otro, aunque sea por un corto tiempo. Se levantan, y él dice que regresará pronto. Ella le dice que vaya con los ángeles.

Él se sienta en el auto, comienza su lista de mandados y pronto se olvida de poner gasolina en el tanque casi vacío. El ángel y yo observamos que va por el campo, por un camino poco transitado. El auto se para, y él se da cuenta de que se le ha agotado la gasolina. Entonces recuerda que debía haber llenado el tanque. Al mirar por el espejo retrovisor, ve un camión de remolque con luces amarillas intermitentes. Sale del auto para saludar al chofer del remolque, quien camina hacia su auto. El chofer del remolque le pregunta si tiene problemas con su auto, y el hombre le explica que se le agotó la gasolina. El ángel y yo escuchamos y observamos desde el otro lado del camino, pero no se nos puede ver.

El chofer del remolque le dice al hombre que él tiene gasolina para su auto. El chofer va a la parte trasera de su camión y saca un recipiente de cinco galones de gasolina. Entonces, lo vierte en el tanque del auto. Cuando termina, le dice al hombre que ahora su auto podrá arrancar, y le desea un buen día. El hombre le contesta, “Pero, no le he pagado por el combustible. Lo único que tengo es un billete de $10.00, y usted me ha puesto como $20.00 de gasolina en el auto”. El chofer le explica que él no necesita ningún dinero, y le sugiere que se lo dé a alguien que esté haciendo la obra de Dios. Le abre la puerta del auto y sugiere que lo arranque. El hombre se sienta, mueve la llave de contacto, y el auto arranca. El chofer del remolque sonríe y dice, “Dios lo bendiga. Vaya con los ángeles”. El hombre en el auto sonríe, recordando que eso es lo que su esposa acostumbra decir. Él se va, y el chofer del remolque regresa a su camión. Parado junto a la puerta del camión remolque, mira hacia donde estamos nosotros y nos saluda con la mano. El ángel que me acompaña sonríe y le devuelve el saludo. Ahora, el camión de remolque desaparece lentamente, y el chofer se transforma en un ángel. Mira hacia arriba y sube al cielo como una centella.

Estoy llorando por lo que acabo de ver. Me dice el ángel que cuando oramos pidiendo la protección de los ángeles, Dios los enviará para ayudarnos, si es su voluntad. Él dice que es un honor y un privilegio muy especial poder hablar directamente con el Padre celestial, gracias a lo que Jesús hizo por nosotros.

Ahora, el ángel me lleva al mismo salón de clases donde he estado antes. Hay una silla para sentarme, y el ángel se para frente a algo que parece un pizarrón blanco. Me dice que él ha sido enviado para enseñarme cómo Cristo oraba. Comienza explicándome que los discípulos le pidieron a Jesús que les enseñase a orar. Me revela que muchos han olvidado cómo orar y que, tristemente, muchos ni siquiera se aprovechan del honor y privilegio de hablar con su Padre celestial. Muchos pasan la vida entera sin orar.

Mientras el ángel habla, veo que aparecen palabras en el pizarrón blanco detrás de él. Nótese la oración, tal como fue dada: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria por todos los siglos. Amén”. [Mateo 6:10-13].1

Nótese cómo Jesús comienza la oración diciendo, “Padre nuestro que estás en los cielos”. Aquí Jesús nos enseña a Quién debemos dirigirnos. Al decir, “Padre nuestro”, Jesús sirve de portavoz para muchos. Entonces, reconoce dónde está el Padre al decir, “que estás en los cielos”.

Entonces, Jesús dice, “Santificado sea tu nombre”. Jesús muestra que cuando le hablamos al Padre, debe ser un tiempo sagrado y reverente, y que nuestros pensamientos y palabras deben mostrar respeto, porque el Padre es santo y merece respeto.

Entonces Jesús ora, “Venga tu reino”. Aquí, Jesús se refiere a cuando el Padre venga con su reino y no habrá más pecado. La tierra será creada nueva, y la gran ciudad descansará sobre la tierra nueva.

Después, dice Jesús, “Hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra”. Jesús pide que en esta tierra se hagan la voluntad, las instrucciones, los pedidos y peticiones del Padre, tal como son hechos en el cielo.

Sigue Jesús diciendo, “El pan nuestro dánoslo hoy”. Jesús sólo pide por el pan necesario para ese día. Él no pide varios panes para sostenerlos hasta la semana siguiente. Debemos vivir un día a la vez. No tenemos ninguna promesa para mañana ni para la semana siguiente. Sólo debemos pedir lo que necesitamos para este día.

Jesús nos muestra que debemos orar, “Y perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Esto explica la importancia de pedir el perdón por nuestros pecados, y muestra que debemos perdonar a los que nos hayan ofendido. ¿Cómo podemos esperar que el Padre nos perdone, si nosotros no perdonamos a los que hayan pecado en contra de nosotros? Si hemos prestado dinero a alguien, y ese individuo no puede devolverlo, debemos perdonar la deuda. ¿Cómo podemos esperar que el Padre nos dé libremente a nosotros, si no perdonamos las deudas de los demás? Una vez que hayamos hecho esto, podemos arrodillarnos con la conciencia limpia, para pedir que el Padre nos perdone nuestros propios pecados.

A continuación, Jesús ora, “Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal”. Jesús pide que cada individuo que camina por el sendero como un pecador, pida que se lo mantenga en él, sin ceder a la tentación. Él muestra la importancia de pedir al Padre que atienda a cada uno en su camino diario, porque Satanás enviará tentaciones durante el día. Debemos pedir la dirección del Padre cada día, para que la senda en la cual andamos sea protegida por los guardianes del sendero santo.

Me dice el ángel que muchos no prestan la atención debida a cómo Jesús termina su oración diciendo, “Porque tuyo es el reino, y el poder y la gloria por todos los siglos”. Cuando Jesús dice esto, también se refiere a la Divinidad. De la misma manera como mandó, “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo,” Jesús representa el reino como el trono del Padre; el poder es el Espíritu Santo, y la gloria es el Hijo de Dios.

Nótese que Jesús mostró que al orar, no se debe repetir constantemente el nombre del Padre. Es como si alguien le hablase a un amigo y repitiese su nombre en cada frase. Algunos tienen el hábito de repetir su nombre sin necesidad. Esto no se debe hacer, y al tomar el nombre del Padre en vano, el que ora es culpable de quebrantar el tercer mandamiento. El nombre de Dios debe pronunciarse con meditación, atención y reverencia.2

Nótese que el Padrenuestro es corto, y dice precisamente lo que es necesario decir. Una oración larga no es necesaria. Sin embargo, en privado, hay momentos cuando podemos acercarnos al Padre con una oración más larga. Sin embargo, por lo general, eso no se debe hacer cuando se ora en público.3

Cada uno de nosotros tiene el privilegio de hablarle al Padre celestial. Aunque el Padre oye cada oración que se pronuncia, si no es una oración sincera del corazón, Él no la contestará. Cuando oramos correctamente, Él contestará, pero puede no ser de la manera como quisiéramos.

Cada oración enviada al Padre siempre debe terminar en el nombre de Jesús. Él es el motivo por el cual tenemos el privilegio de acercarnos al Padre en oración. A pesar de eso, tantos desperdician el privilegio tan bendito de la oración.


    1. Signs of the Times (Las Señales de los Tiempos), 28 de octubre de 1903
      Es importantísimo que comprendamos cómo orar correctamente. Nos servirá de gran beneficio estudiar atentamente la oración que Jesús les dio a sus discípulos. [Trad.]
    2. La Educación, p. 218
      También se debe manifestar reverencia hacia el nombre de Dios. Nunca se lo debiera pronunciar a la ligera o con indiferencia. Hasta en la oración habría que evitar su repetición frecuente o innecesaria. “Santo y temible es su nombre” [Salmo 119:9]. Los ángeles, al pronunciarlo, cubren sus rostros. ¡Con cuánta reverencia deberíamos pronunciarlo nosotros que somos caídos y pecadores!
    3. Testimonios para la Iglesia, tomo 2, p. 512
      En la oración privada, todos tienen el privilegio de orar todo el tiempo que deseen, y de ser tan explícitos como quieran. Pueden orar por todos sus parientes y amigos. La cámara secreta es el lugar donde se han de contar todas las dificultades, pruebas y tentaciones particulares. La reunión para adorar a Dios en conjunto no es el lugar donde se hayan de revelar las cosas privadas del corazón.

      El Evangelismo, p. 111
      Las oraciones ofrecidas en público deben ser cortas y directas. Dios no requiere de nosotros que hagamos tediosos los momentos de culto con largas peticiones... Algunos minutos son suficientes para una petición común en público.

      The Review and Herald (La Revista Adventista), 14 de enero de 1902
      Ocurre generalmente que, cuánta menos potencia celestial tenga la oración, más larga será. A menos que usted sepa que Dios está dirigiendo la oración, no dedique mucho tiempo a la oración delante de una congregación. Las oraciones hechas en público deben ser cortas y fervorosas. La oración eficaz del justo puede mucho; pero la oración pronunciada en tonos bajos, monótonos y sin ánimo no es aceptada por Dios. Elévese a Dios la voz de oración de corazones abrumados por su gran necesidad. Debe haber un reavivamiento del Espíritu Santo, para que sus oraciones se llenen del poder del cielo. [Trad.]

Fuente: http://www.formypeople.org/Sp/sp_59_the_lords_prayer.shtml

No hay comentarios: