El Hogar Adventista o El Hogar Cristiano 434-439
77. La Navidad
La fiesta de la Navidad.-
"Ya llega la Navidad," es la nota que resuena por el mundo, del este al oeste y del norte al sur. Para los jóvenes, para los de edad madura y aun para los ancianos, es una ocasión de regocijo general. Pero, ¿qué es la Navidad para que requiera tanta atención?. . .
Se dice que el 25 de diciembre es el día en que nació Jesucristo, y la observancia de ese día se ha hecho costumbre popular. Sin embargo, no hay seguridad de que estemos guardando el día preciso en que nació nuestro Salvador. La historia no nos da pruebas ciertas de ello. La Biblia no señala la fecha exacta. Si el Señor hubiese considerado tal conocimiento como esencial para nuestra salvación, habría hablado de ello por sus profetas y apóstoles, a fin de dejarnos enterados de todo el asunto. Por lo tanto, el silencio de las Escrituras al respecto nos parece evidencia de que nos fue ocultado con el más sabio de los propósitos.
En su sabiduría, el Señor no reveló el lugar donde había sepultado a Moisés. Le enterró, luego le resucitó y lo llevó al cielo. Obró así en secreto para evitar la idolatría. Aquel contra quien se habían rebelado [los israelitas] mientras estaba en servicio activo, aquel a quien provocaron casi más allá de lo que podía soportar un ser humano, fue casi adorado como Dios después que la muerte lo separó de ellos. Por el mismo motivo Dios ocultó el día preciso en que nació Cristo, a fin de que ese día no recibiese el honor que debía darse a Cristo como Redentor del mundo y el único que debía ser recibido 435 y en quien se debía confiar por ser el único capaz de salvar hasta lo sumo a todos los que se allegan a él. La adoración del alma debe tributarse a Jesús como Hijo del Dios infinito.*
Es difícil pasarla por alto.-
En vista de que el 25 de diciembre se observa para conmemorar el nacimiento de Cristo, y en vista de que por el precepto y por el ejemplo se ha enseñado a los niños que es en verdad un día de alegría y regocijo, os resultará difícil pasar por alto esa fecha sin dedicarle cierta atención. Es posible valerse de ella con un buen propósito.
Es necesario tratar a los jóvenes con mucho cuidado. No se les debe dejar que en ocasión de Navidad busquen diversión en la vanidad y la búsqueda de placeres, o en pasatiempos que pudieran perjudicar su espiritualidad. Los padres pueden controlar esto dirigiendo la atención y las ofrendas de sus hijos hacia Dios y su causa, y hacia la salvación de las almas.
En vez de ser ahogado y prohibido arbitrariamente, el deseo de divertirse debe ser controlado y dirigido por esfuerzos esmerados de parte de los padres. Su deseo de hacer regalos puede ser desviado por cauces puros y santos a fin de que beneficie a nuestros semejantes al suplir la tesorería con recursos para la grandiosa obra que Cristo vino a hacer en este mundo. La abnegación y el sacrificio propio caracterizaron su conducta, y deben caracterizar también la de los que profesamos amar a Jesús porque en él se concentra nuestra esperanza de vida eterna.*
El intercambio de regalos.-
Se acerca la época de las fiestas con su intercambio de regalos, y tanto los jóvenes como los adultos consideran atentamente que pueden dar a sus amigos en señal de afectuoso recuerdo. Por insignificantes que sean los regalos, es agradable recibirlos de aquellos a quienes amamos. Constituyen una demostración de que no nos han olvidado, y parecen estrechar un poco más los lazos que nos unen con ellos. . . . Está bien que nos otorguemos unos a otros pruebas de cariño y aprecio con tal que no olvidemos a Dios, 436 nuestro mejor Amigo. Debemos hacer regalos que sean de verdadero beneficio para quienes los reciban. Yo recomendaría libros que ayuden a comprender la Palabra de Dios o que acrecienten nuestro amor por sus preceptos. Proveamos algo que leer para las largas veladas del invierno.*
Libros recomendados para los niños.-
Son muchos los que no tienen libros ni publicaciones relativas a la verdad presente. Representan, sin embargo, un importante renglón en el cual se puede invertir dinero. Son muchos los pequeñuelos a quienes se debieran proveer buenas lecturas. Las series de lecturas y Poesías para el Sábado* son libros preciosos que pueden introducirse en todo hogar. Las muchas sumas pequeñas que suelen gastarse en caramelos y juguetes inútiles pueden guardarse para tener con que comprar tales libros. . . .
Los que quieran ofrecer regalos valiosos a sus hijos, nietos o sobrinos, pueden proporcionarles los libros mencionados arriba, que se destinan a los niños. Para los jóvenes, la Vida de José Bates es un tesoro; también lo son los tres tomos de El Espíritu de Profecía.* Estos tomos debieran estar en cada hogar del país. Dios está dando luz del cielo, y ni una sola familia debiera quedar privada de ella. Sean los regalos que ofrezcáis de tal índole que derramen rayos de luz sobre la senda que conduce al cielo.*
No debe olvidarse a Jesús.-
Hermanos y hermanas, mientras estáis pensando en los regalos que queréis ofreceros unos a otros, quisiera haceros acordar de nuestro Amigo celestial, no sea que olvidéis lo que él nos pide. ¿No le agradará nuestra demostración de que no le hemos olvidado? Jesús, el Príncipe de vida, lo dio todo para poner la salvación a nuestro alcance. 437
. . .Hasta sufrió la muerte, para poder darnos la vida eterna.
Mediante Cristo es como recibimos toda bendición. . . . ¿No compartirá nuestro Benefactor celestial las pruebas de nuestra gratitud y amor? Venid, hermanos y hermanas, con vuestros hijos, aun con los niños de brazos, y traed vuestras ofrendas a Dios de acuerdo con lo que podáis dar. Hónrenle vuestros corazones con melodías y alabadle con vuestros labios.*
Es tiempo para honrar a Dios.-
El mundo dedica las fiestas a la frivolidad, el despilfarro, la glotonería y la ostentación. . . . En ocasión de las próximas fiestas de Navidad y Año Nuevo se desperdiciarán miles de dólares en placeres inútiles; pero es privilegio nuestro apartarnos de las costumbres y prácticas de esta época de degeneración; y en vez de gastar recursos simplemente para satisfacer el apetito y comprar inútiles adornos o prendas de vestir, podemos hacer de las próximas fiestas una ocasión de honrar y glorificar a Dios.*
Cristo debe ser el objeto supremo; pero en la forma en que se ha estado observando la Navidad, la gloria se desvía de él hacia el hombre mortal, cuyo carácter pecaminoso y defectuoso hizo necesario que el Salvador viniese a nuestro mundo. Jesús, la Majestad del cielo, el Rey del cielo, depuso su realeza, dejó su Trono de gloria, su alta investidura, y vino a nuestro mundo para traer auxilio divino al hombre caído, debilitado en su fuerza moral y corrompido por el pecado. . . .
Los padres debieran recordar estas cosas a sus hijos e instruirlos, renglón tras renglón, precepto tras precepto, en su obligación para con Dios, no en la que creen tener uno hacia otro, de honrarse y glorificarse mutuamente con regalos.*
Encaucemos sus pensamientos.-
Son muchas las cosas que pueden idearse con buen gusto y a un costo mucho menor que el de los regalos innecesarios que con tanta frecuencia se ofrecen a los niños y a los parientes. Así se manifestará cortesía en el hogar y habrá felicidad en él. 438
Podéis enseñar una lección a vuestros hijos al explicarles vuestros motivos por hacer cambios con respecto al valor de sus regalos y decirles que os convencisteis de que solíais considerar su placer antes que la gloria de Dios. Decidles que pensabais más en vuestro propio placer y en la satisfacción de ellos que en el progreso de la causa de Dios, a la cual descuidabais para manteneros en armonía con las costumbres y las tradiciones del mundo, haciendo regalos a quienes no los necesitaban. Como los antiguos magos, podéis ofrecer a Dios vuestros mejores regalos y demostrarle por vuestras ofrendas que apreciáis el don que hizo a un mundo pecaminoso. Encauzad los pensamientos de vuestros hijos en una nueva dirección, que los haga altruistas al incitarlos a presentar ofrendas a Dios por el don de su Hijo unigénito.*
"¿Tendremos árbol de Navidad?"-
Agradaría mucho a Dios que cada iglesia tuviese un árbol de Navidad del cual colgasen ofrendas, grandes y pequeñas, para esas casas de culto.* Nos han llegado cartas en las cuales se preguntaba: ¿Tendremos un árbol de Navidad? ¿No seremos en tal caso como el mundo? Contestamos: Podéis obrar como lo hace el mundo, si estáis dispuestos a ello, o actuar en forma tan diferente como sea posible de la seguida por el mundo. El elegir un árbol fragante y colocarlo en nuestras iglesias no entraña pecado, sino que éste estriba en el motivo que hace obrar y en el uso que se dé a los regalos puestos en el árbol.
El árbol puede ser tan alto y sus ramas tan extensas como convenga a la ocasión, con tal que sus ramas estén cargadas con los frutos de oro y plata de vuestra beneficencia y los ofrezcáis a Dios como regalo de Navidad. Sean vuestros donativos santificados por la oración.*
Las fiestas de Navidad y Año Nuevo pueden y deben celebrarse 439 en favor de los desamparados. Dios es glorificado cuando damos para ayudar a los que han de sustentar familias numerosas.*
No es un pecado-
No adopten los padres la conclusión de que un árbol de Navidad puesto en la iglesia para distraer a los alumnos de la escuela sabática es un pecado, porque es posible hacer de él una gran bendición. Dirigid la atención de esos alumnos hacia fines benévolos. En ningún caso debe ser la simple distracción el objeto de esas reuniones. Aunque algunos truequen estas ocasiones en momentos de negligente liviandad y no reciban la impresión divina, para otras mentes y caracteres dichas ocasiones resultan altamente benéficas. Estoy bien convencida de que pueden idearse substitutos inocentes para muchas reuniones desmoralizadoras.*
Diversiones inocentes.-
¿No os levantaréis, mis hermanas y hermanos cristianos, y no habréis de ceñiros para cumplir vuestro deber en el temor de Dios, y no ordenaréis este asunto de modo que, en vez de carecer de interés, rebose de placer inocente y lleve la señal del cielo? Sé que la clase más pobre responderá a esta sugestión. Los más ricos también debieran manifestar interés y dar regalos y ofrendas proporcionales a los recursos que Dios les confió. ¡Ojalá que en los libros del cielo se hagan acerca de la Navidad anotaciones cual nunca se las vio, por causa de los donativos que se ofrezcan para sostener la obra de Dios y el fortalecimiento de su reino!.* 440
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Hay que tener mucho cuidado por tomar parte en interpretaciones contemporáneas sobre la Navidad, a Elena G. de White nunca se le reveló al respecto de tachar la Navidad a la manera que lo hace Gambetta. Elena G. de White si es profeta, no así Gambetta.
Dios les bendiga
jueves, 16 de diciembre de 2010
jueves, 2 de diciembre de 2010
El Templo de Dios
EL PASAJE bíblico que más que ninguno había sido el fundamento y el pilar central de la fe adventista era
la declaración: "Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el Santuario."
(Daniel 8: 14, V.M.) Estas palabras habían sido familiares para todos los que creían en la próxima venida
del Señor. La profecía que encerraban era repetida como santo y seña de su fe por miles de bocas. Todos
sentían que sus esperanzas más gloriosas y más queridas dependían de los acontecimientos en ella
predichos. Había quedado demostrado que aquellos días proféticos terminaban en el otoño del año 1844.
En común con el resto del mundo cristiano, los adventistas creían entonces que la tierra, o alguna parte de
ella, era el santuario. Entendían que la purificación del santuario era la purificación de la tierra por medio
del fuego del último y supremo día, y que ello se verificaría en el segundo advenimiento. De ahí que
concluyeran que Cristo volvería a la tierra en 1844.
Pero el tiempo señalado había pasado, y el Señor no había aparecido. Los creyentes sabían que la Palabra
de Dios no podía fallar; su interpretación de la profecía debía estar pues errada; ¿pero dónde estaba el
error? Muchos cortaron sin más ni más el nudo de la dificultad negando que los 2.300 días terminasen en
1844. Este aserto no podía apoyarse con prueba alguna, a no ser con la de que Cristo no había venido en el
momento en que se le esperaba. Alegábase que si los días proféticos hubiesen terminado en 1844, Cristo
habría vuelto entonces para limpiar el santuario mediante la purificación de la tierra por fuego, y que como
no había venido, los días no podían haber terminado. 462
Aceptar estas conclusiones equivalía a renunciar a los cómputos anteriores de los períodos proféticos. Se
había comprobado que los 2.300 días principiaron cuando entró en vigor el decreto de Artajerjes
ordenando la restauración y edificación de Jerusalén, en el otoño del año 457 ant. de C. Tomando esto
como punto de partida, había perfecta armonía en la aplicación de todos los acontecimientos predichos en
la explicación de ese período hallada en Daniel 9:25 - 27. Sesenta y nueve semanas, o los 483 primeros
años de los 2.300 años debían alcanzar hasta el Mesías, el Ungido; y el bautismo de Cristo y su unción por
el Espíritu Santo, en el año 27 de nuestra era, cumplían exactamente la predicción. En medio de la
septuagésima semana, el Mesías había de ser muerto. Tres años y medio después de su bautismo, Cristo fue
crucificado, en la primavera del año 31. Las setenta semanas, o 490 años, les tocaban especialmente a los
judíos. Al fin del período, la nación selló su rechazamiento de Cristo con la persecución de sus discípulos,
y los apóstoles se volvieron hacia los gentiles en el año 34 de nuestra era. Habiendo terminado entonces los
490 primeros años de los 2.300, quedaban aún 1.810 años. Contando desde el año 34, 1.810 años llegan a
1844. "Entonces -había dicho el ángel- será purificado el Santuario." Era indudable que todas las anteriores
predicciones de la profecía se habían cumplido en el tiempo señalado.
En ese cálculo, todo era claro y armonioso, menos la circunstancia de que en 1844 no se veía
acontecimiento alguno que correspondiese a la purificación del santuario. Negar que los días terminaban en
esa fecha equivalía a confundir todo el asunto y a abandonar creencias fundadas en el cumplimiento
indudable de las profecías.
Pero Dios había dirigido a su pueblo en el gran movimiento adventista; su poder y su gloria habían
acompañado la obra, y él no permitiría que ésta terminase en la obscuridad y en un chasco, para que se la
cubriese de oprobio como si fuese una mera excitación mórbida y producto del fanatismo. No iba a dejar
463 su Palabra envuelta en dudas e incertidumbres. Aunque muchos abandonaron sus primeros cálculos de
los períodos proféticos, y negaron la exactitud del movimiento basado en ellos, otros no estaban dispuestos
a negar puntos de fe y de experiencia que estaban sostenidos por las Sagradas Escrituras y por el testimonio
del Espíritu de Dios. Creían haber adoptado en sus estudios de las profecías sanos principios de
interpretación, y que era su deber atenerse firmemente a las verdades ya adquiridas, y seguir en el mismo
camino de la investigación bíblica. Orando con fervor, volvieron a considerar su situación, y estudiaron las
Santas Escrituras para descubrir su error. Como no encontraran ninguno en sus cálculos de los períodos
proféticos, fueron inducidos a examinar más de cerca la cuestión del santuario.
En sus investigaciones vieron que en las Santas Escrituras no hay prueba alguna en apoyo de la creencia
general de que la tierra es el santuario; pero encontraron en la Biblia una explicación completa de la
cuestión del santuario, su naturaleza, su situación y sus servicios; pues el testimonio de los escritores
sagrados era tan claro y tan amplio que despejaba este asunto de toda duda. El apóstol Pablo dice en su
Epístola a los Hebreos: "En verdad el primer pacto también tenía reglamentos del culto, y su santuario que
lo era de este mundo. Porque un tabernáculo fue preparado, el primero, en que estaban el candelabro y la
mesa y los panes de la proposición; el cual se llama el Lugar Santo. Y después del segundo velo, el
tabernáculo que se llama el Lugar Santísimo: que contenía el incensario de oro y el arca del pacto, cubierta
toda en derredor de oro, en la cual estaba el vaso de oro que contenía el maná, y la vara de Aarón que
floreció, y las tablas del pacto; y sobre ella, los querubines de gloria, que hacían sombra al propiciatorio."
(Hebreos 9: 1-5, V.M.)
El santuario al cual se refiere aquí San Pablo era el tabernáculo construido por Moisés a la orden de Dios
como morada terrenal del Altísimo. "Me harán un santuario, para que yo 464 habite en medio de ellos"
(Éxodo 25: 8, V.M.), había sido la orden dada a Moisés mientras estaba en el monte con Dios. Los
israelitas estaban peregrinando por el desierto, y el tabernáculo se preparó de modo que pudiese ser llevado
de un lugar a otro; no obstante era una construcción de gran magnificencia. Sus paredes consistían en
tablones ricamente revestidos de oro y asegurados en basas de plata, mientras que el techo se componía de
una serie de cortinas o cubiertas, las de fuera de pieles, y las interiores de lino fino magníficamente
recamado con figuras de querubines. A más del atrio exterior, donde se encontraba el altar del holocausto,
el tabernáculo propiamente dicho consistía en dos departamentos llamados el lugar santo y el lugar
santísimo, separados por rica y magnífica cortina, o velo; otro velo semejante cerraba la entrada que
conducía al primer departamento.
En el lugar santo se encontraba hacia el sur el candelabro, con sus siete lámparas que alumbraban el
santuario día y noche; hacia el norte estaba la mesa de los panes de la proposición; y ante el velo que
separaba el lugar santo del santísimo estaba el altar de oro para el incienso, del cual ascendía diariamente a
Dios una nube de sahumerio junto con las oraciones de Israel.
En el lugar santísimo se encontraba el arca, cofre de madera preciosa cubierta de oro, depósito de las dos
tablas de piedra sobre las cuales Dios había grabado la ley de los diez mandamientos. Sobre el arca, a guisa
de cubierta del sagrado cofre, estaba el propiciatorio, verdadera maravilla artística, coronada por dos
querubines, uno en cada extremo y todo de oro macizo. En este departamento era donde se manifestaba la
presencia divina en la nube de gloria entre los querubines.
Después que los israelitas se hubieron establecido en Canaán el tabernáculo fue reemplazado por el templo
de Salomón, el cual, aunque edificio permanente y de mayores dimensiones, conservaba las mismas
proporciones y el mismo amueblado. El santuario subsistió así -menos durante el plazo 465 en que
permaneció en ruinas en tiempo de Daniel- hasta su destrucción por los romanos, en el año 70 de nuestra
era.
Tal fue el único santuario que haya existido en la tierra y del cual la Biblia nos dé alguna información. San
Pablo dijo de él que era el santuario del primer pacto. Pero ¿no tiene el nuevo pacto también el suyo?
Volviendo al libro de los Hebreos, los que buscaban la verdad encontraron que existía un segundo
santuario, o sea el del nuevo pacto, al cual se alude en las palabras ya citadas del apóstol Pablo: "En verdad
el primer pacto también tenía reglamentos del culto, y su santuario que lo era de este mundo." El uso de la
palabra "también" implica que San Pablo ha hecho antes mención de este santuario. Volviendo al principio
del capítulo anterior, se lee: "Lo principal, pues, entre las cosas que decimos es esto: Tenemos un tal sumo
sacerdote que se ha sentado a la diestra del trono de la Majestad en los cielos; ministro del santuario, y del
verdadero tabernáculo, que plantó el Señor, y no el hombre." (Hebreos 8: 1, 2, V.M.)
Aquí tenemos revelado el santuario del nuevo pacto. El santuario del primer pacto fue asentado por el
hombre, construido por Moisés; éste segundo es asentado por el Señor, no por el hombre. En aquel
santuario los sacerdotes terrenales desempeñaban el servicio; en éste es Cristo, nuestro gran Sumo
Sacerdote, quien ministra a la diestra de Dios. Uno de los santuarios estaba en la tierra, el otro está en el
cielo.
Además, el tabernáculo construido por Moisés fue hecho según un modelo. El Señor le ordenó: "Conforme
a todo lo que yo te mostrare, el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus vasos, así lo haréis." Y le
mandó además: "Mira, y hazlos conforme a su modelo, que te ha sido mostrado en el monte." (Éxodo 25:
9, 40.) Y San Pablo dice que el primer tabernáculo "era una parábola para aquel tiempo entonces presente;
conforme a la cual se ofrecían dones y sacrificios;" que sus santos lugares eran "representaciones de las
cosas celestiales;" que los sacerdotes que presentaban las ofrendas 466 según la ley, ministraban lo que era
"la mera representación y sombra de las cosas celestiales," y que "no entró Cristo en un lugar santo hecho
de mano, que es una mera representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora
delante de Dios por nosotros." (Hebreos 9: 9, 23; 8: 5; 9: 24, V.M.)
El santuario celestial, en el cual Jesús ministra, es el gran modelo, del cual el santuario edificado por
Moisés no era más que trasunto. Dios puso su Espíritu sobre los que construyeron el santuario terrenal. La
pericia artística desplegada en su construcción fue una manifestación de la sabiduría divina. Las paredes
tenían aspecto de oro macizo, y reflejaban en todas direcciones la luz de las siete lámparas del candelero de
oro. La mesa de los panes de la proposición y el altar del incienso relucían como oro bruñido. La magnífica
cubierta que formaba el techo, recamada con figuras de ángeles, en azul, púrpura y escarlata, realzaba la
belleza de la escena. Y más allá del segundo velo estaba la santa shekina, la manifestación visible de la
gloria de Dios, ante la cual sólo el sumo sacerdote podía entrar y sobrevivir.
El esplendor incomparable del tabernáculo terrenal reflejaba a la vista humana la gloria de aquel templo
celestial donde Cristo nuestro precursor ministra por nosotros ante el trono de Dios. La morada del Rey de
reyes, donde miles y miles ministran delante de él, y millones de millones están en su presencia (Daniel
7:10); ese templo, lleno de la gloria del trono eterno, donde los serafines, sus flamantes guardianes, cubren
sus rostros en adoración, no podía encontrar en la más grandiosa construcción que jamás edificaran manos
humanas, más que un pálido reflejo de su inmensidad y de su gloria. Con todo, el santuario terrenal y sus
servicios revelaban importantes verdades relativas al santuario celestial y a la gran obra que se llevaba allí
a cabo para la redención del hombre.
Los lugares santos del santuario celestial están representados por los dos departamentos del santuario
terrenal. Cuando 467 en una visión le fue dado al apóstol Juan que viese el templo de Dios en el cielo,
contempló allí "siete lámparas de fuego ardiendo delante del trono." (Apocalipsis 4: 5, V.M.) Vio un ángel
que tenía "en su mano un incensario de oro; y le fue dado mucho incienso, para que lo añadiese a las
oraciones de todos los santos, encima del altar de oro que estaba delante del trono." (Apocalipsis 8: 3,
V.M.) Se le permitió al profeta contemplar el primer departamento del santuario en el cielo; y vio allí las
"siete lámparas de fuego" y el "altar de oro" representados por el candelabro de oro y el altar de incienso en
el santuario terrenal. De nuevo, "fue abierto el templo de Dios" (Apocalipsis 11: 19, V.M.), y miró hacia
adentro del velo interior, el lugar santísimo. Allí vio "el arca de su pacto," representada por el cofre sagrado
construido por Moisés para guardar la ley de Dios.
Así fue como los que estaban estudiando ese asunto encontraron pruebas irrefutables de la existencia de un
santuario en el cielo. Moisés hizo el santuario terrenal según un modelo que le fue enseñado. San Pablo
declara que ese modelo era el verdadero santuario que está en el cielo. Y San Juan afirma que lo vio en el
cielo.
En el templo celestial, la morada de Dios, su trono está asentado en juicio y en justicia. En el lugar
santísimo está su ley, la gran regla de justicia por la cual es probada toda la humanidad. El arca, que
contiene las tablas de la ley, está cubierta con el propiciatorio, ante el cual Cristo ofrece su sangre a favor
del pecador. Así se representa la unión de la justicia y de la misericordia en el plan de la redención
humana. Sólo la sabiduría infinita podía idear semejante unión, y sólo el poder infinito podía realizarla; es
una unión que llena todo el cielo de admiración y adoración. Los querubines del santuario terrenal que
miraban reverentemente hacia el propiciatorio, representaban el interés con el cual las huestes celestiales
contemplan la obra de redención. Es el misterio de misericordia que los ángeles desean contemplar, a
saber: que Dios puede 468 ser justo al mismo tiempo que justifica al pecador arrepentido y reanuda sus
relaciones con la raza caída; que Cristo pudo humillarse para sacar a innumerables multitudes del abismo
de la perdición y revestirlas con las vestiduras inmaculadas de su propia justicia, a fin de unirlas con
ángeles que no cayeron jamás y permitirles vivir para siempre en la presencia de Dios.
La obra mediadora de Cristo en favor del hombre se presenta en esta hermosa profecía de Zacarías relativa
a Aquel "cuyo nombre es El Vástago." El profeta dice: "Sí, edificará el Templo de Jehová, y llevará sobre
sí la gloria; y se sentará y reinará sobre su trono, siendo Sacerdote sobre su trono; y el consejo de la paz
estará entre los dos." (Zacarías 6: 12, 13, V.M.)
"Sí, edificará el Templo de Jehová." Por su sacrificio y su mediación, Cristo es el fundamento y el
edificador de la iglesia de Dios. El apóstol Pablo le señala como "la piedra principal del ángulo: en la cual
todo el edificio, bien trabado consigo mismo, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien -
dice- vosotros también sois edificados juntamente, para ser morada de Dios, en virtud del Espíritu."
(Efesios 2: 20-22, V.M.)
"Y llevará sobre sí la gloria." Es a Cristo a quien pertenece la gloria de la redención de la raza caída. Por
toda la eternidad, el canto de los redimidos será: "A Aquel que nos ama, y nos ha lavado de nuestros
pecados en su misma sangre, . . . a él sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos." (Apocalipsis 1:
5, 6, V.M.)
"Y se sentará y reinará sobre su trono, siendo Sacerdote sobre su trono." No todavía "sobre el trono de su
gloria;" el reino de gloria no le ha sido dado aún. Solo cuando su obra mediadora haya terminado, "le dará
el Señor Dios el trono de David su padre," un reino del que "no habrá fin." (S. Lucas 1: 32, 33.) Como
sacerdote, Cristo está sentado ahora con el Padre en su trono. (Apocalipsis 3: 21.) En el trono, en compañía
469 del Dios eterno que existe por sí mismo, está Aquel que "ha llevado nuestros padecimientos, y con
nuestros dolores . . . se cargó," quien fue "tentado en todo punto, así como nosotros, mas sin pecado," para
que pudiese "también socorrer a los que son tentados." "Si alguno pecare, abogado tenemos para con el
Padre, a saber, a Jesucristo el justo. " (Isaías 53: 4; Hebreos 4: 15; 2: 18; 1 Juan 2: 1, V.M.) Su intercesión
es la de un cuerpo traspasado y quebrantado y de una vida inmaculada. Las manos heridas, el costado
abierto, los pies desgarrados, abogan en favor del hombre caído, cuya redención fue comprada a tan
infinito precio.
"Y el consejo de la paz estará entre los dos." El amor del Padre, no menos que el del Hijo, es la fuente de
salvación para la raza perdida. Jesús había dicho a sus discípulos antes de irse: "No os digo, que yo rogaré
al Padre por vosotros; pues el mismo Padre os ama." (S. Juan 16: 26, 27.) "Dios estaba en Cristo,
reconciliando consigo mismo al mundo." (2 Corintios 5: 19, V.M.) Y en el ministerio del santuario
celestial, "el consejo de la paz estará entre los dos." "De tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que cree en él, no perezca, sino que tenga vida eterna." (S. Juan 3: 16, V.M.)
Las Escrituras contestan con claridad a la pregunta: ¿Qué es el santuario? La palabra "santuario," tal cual la
usa la Biblia, se refiere, en primer lugar, al tabernáculo que construyó Moisés, como figura o imagen de las
cosas celestiales; y, en segundo lugar, al "verdadero tabernáculo" en el cielo, hacia el cual señalaba el
santuario terrenal. Muerto Cristo, terminó el ritual típico. El "verdadero tabernáculo" en el cielo es el
santuario del nuevo pacto. Y como la profecía de Daniel 8:14 se cumple en esta dispensación, el santuario
al cual se refiere debe ser el santuario del nuevo pacto. Cuando terminaron los 2.300 días, en 1844, hacía
muchos siglos que no había santuario en la tierra. De manera que la profecía: "Hasta dos mil y trescientas
tardes y mañanas; entonces será purificado el 470 Santuario," se refiere indudablemente al santuario que
está en el cielo.
Pero queda aún la pregunta más importante por contestar: ¿Qué es la purificación del santuario? En el
Antiguo Testamento se hace mención de un servicio tal con referencia al santuario terrenal. ¿Pero puede
haber algo que purificar en el cielo? En el noveno capítulo de la Epístola a los Hebreos, se menciona
claramente la purificación de ambos santuarios, el terrenal y el celestial. "Según la ley, casi todas las cosas
son purificadas con sangre; y sin derramamiento de sangre no hay remisión. Fue pues necesario que las
representaciones de las cosas celestiales fuesen purificadas con estos sacrificios, pero las mismas cosas
celestiales, con mejores sacrificios que éstos" (Hebreos 9: 22, 23, V.M.), a saber, la preciosa sangre de
Cristo.
En ambos servicios, el típico y el real, la purificación debe efectuarse con sangre; en aquél con sangre de
animales; en éste, con la sangre de Cristo. San Pablo dice que la razón por la cual esta purificación debe
hacerse con sangre, es porque sin derramamiento de sangre no hay remisión. La remisión, o sea el acto de
quitar los pecados, es la obra que debe realizarse. ¿Pero como podía relacionarse el pecado con el santuario
del cielo o con el de la tierra? Puede saberse esto estudiando el servicio simbólico, pues los sacerdotes que
oficiaban en la tierra, ministraban "lo que es la mera representación y sombra de las cosas celestiales."
(Hebreos 8: 5, V.M.)
El servicio del santuario terrenal consistía en dos partes; los sacerdotes ministraban diariamente en el lugar
santo, mientras que una vez al año el sumo sacerdote efectuaba un servicio especial de expiación en el
lugar santísimo, para purificar el santuario. Día tras día el pecador arrepentido llevaba su ofrenda a la
puerta del tabernáculo, y poniendo la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados,
transfiriéndolos así figurativamente de sí mismo a la víctima inocente. Luego se mataba el animal. "Sin
derramamiento de sangre," dice el apóstol, no hay remisión de pecados. "La vida de la carne en 471 la
sangre está." (Levítico 17: 11.) La ley de Dios quebrantada exigía la vida del transgresor. La sangre, que
representaba la vida comprometida del pecador, cuya culpa cargaba la víctima, la llevaba el sacerdote al
lugar santo y la salpicaba ante el velo, detrás del cual estaba el arca que contenía la ley que el pecador
había transgredido. Mediante esta ceremonia, el pecado era transferido figurativamente, por intermedio de
la sangre, al santuario. En ciertos casos, la sangre no era llevada al lugar santo; pero el sacerdote debía
entonces comer la carne, como Moisés lo había mandado a los hijos de Aarón, diciendo: "Dióla él a
vosotros para llevar la iniquidad de la congregación." (Levítico 10: 17.) Ambas ceremonias simbolizaban
por igual la transferencia del pecado del penitente al santuario.
Tal era la obra que se llevaba a cabo día tras día durante todo el año. Los pecados de Israel eran
transferidos así al santuario, y se hacía necesario un servicio especial para eliminarlos. Dios mandó que se
hiciera una expiación por cada uno de los departamentos sagrados. "Así hará expiación por el Santuario, a
causa de las inmundicias de los hijos de Israel y de sus transgresiones, con motivo de todos sus pecados. Y
del mismo modo hará con el Tabernáculo de Reunión, que reside con ellos, en medio de sus inmundicias."
Debía hacerse también una expiación por el altar: "Lo purificará y lo santificará, a causa de las inmundicias
de los hijos de Israel." (Levítico 16: 16, 19, V.M.)
Una vez al año, en el gran día de las expiaciones, el sacerdote entraba en el lugar santísimo para purificar el
santuario. El servicio que se realizaba allí completaba la serie anual de los servicios. En el día de las
expiaciones se llevaban dos machos cabríos a la entrada del tabernáculo y se echaban suertes sobre ellos,
"la una suerte para Jehová y la otra para Azazel." (Vers. 8.) El macho cabrío sobre el cual caía la suerte
para Jehová debía ser inmolado como ofrenda por el pecado del pueblo. Y el sacerdote debía llevar velo
adentro la sangre de aquél y rociarla sobre el propiciatorio y delante de él. También había 472 que rociar
con ella el altar del incienso, que se encontraba delante del velo.
"Y pondrá Aarón entrambas manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las
iniquidades de los hijos de Israel, y todas sus transgresiones, a causa de todos sus pecados, cargándolos así
sobre la cabeza del macho cabrío, y le enviará al desierto por mano de un hombre idóneo. Y el macho
cabrío llevará sobre sí las iniquidades de ellos a tierra inhabitada." (Levítico 16: 21, 22, V.M.) El macho
cabrío emisario no volvía al real de Israel, y el hombre que lo había llevado afuera debía lavarse y lavar sus
vestidos con agua antes de volver al campamento.
Toda la ceremonia estaba destinada a inculcar a los israelitas una idea de la santidad de Dios y de su odio al
pecado; y además hacerles ver que no podían ponerse en contacto con el pecado sin contaminarse. Se
requería de todos que afligiesen sus almas mientras se celebraba el servicio de expiación. Toda ocupación
debía dejarse a un lado, y toda la congregación de Israel debía pasar el día en solemne humillación ante
Dios, con oración, ayuno y examen profundo del corazón.
El servicio típico enseña importantes verdades respecto a la expiación. Se aceptaba un substituto en lugar
del pecador; pero la sangre de la víctima no borraba el pecado. Sólo proveía un medio para transferirlo al
santuario. Con la ofrenda de sangre, el pecador reconocía la autoridad de la ley, confesaba su culpa, y
expresaba su deseo de ser perdonado mediante la fe en un Redentor por venir; pero no estaba aún
enteramente libre de la condenación de la ley. El día de la expiación, el sumo sacerdote, después de haber
tomado una víctima ofrecida por la congregación, iba al lugar santísimo con la sangre de dicha víctima y
rociaba con ella el propiciatorio, encima mismo de la ley, para dar satisfacción a sus exigencias. Luego, en
calidad de mediador, tomaba los pecados sobre sí y los llevaba fuera del santuario. Poniendo sus manos
sobre la cabeza del segundo macho cabrío, confesaba sobre él todos esos pecados, transfiriéndolos 473 así
figurativamente de él al macho cabrío emisario. Este los llevaba luego lejos y se los consideraba como si
estuviesen para siempre quitados y echados lejos del pueblo.
Tal era el servicio que se efectuaba como "mera representación y sombra de las cosas celestiales." Y lo que
se hacía típicamente en el santuario terrenal, se hace en realidad en el santuario celestial. Después de su
ascensión, nuestro Salvador empezó a actuar como nuestro Sumo Sacerdote. San Pablo dice: "No entró
Cristo en un lugar santo hecho de mano, que es una mera representación del verdadero, sino en el cielo
mismo, para presentarse ahora delante de Dios por nosotros." (Hebreos 9: 24, V.M.)
El servicio del sacerdote durante el año en el primer departamento del santuario, "adentro del velo" que
formaba la entrada y separaba el lugar santo del atrio exterior, representa la obra y el servicio a que dio
principio Cristo al ascender al cielo. La obra del sacerdote en el servicio diario consistía en presentar ante
Dios la sangre del holocausto, como también el incienso que subía con las oraciones de Israel. Así es como
Cristo ofrece su sangre ante el Padre en beneficio de los pecadores, y así es como presenta ante él, además,
junto con el precioso perfume de su propia justicia, las oraciones de los creyentes arrepentidos. Tal era la
obra desempeñada en el primer departamento del santuario en el cielo.
Hasta allí siguieron los discípulos a Cristo por la fe cuando se elevó de la presencia de ellos. Allí se
concentraba su esperanza, "la cual -dice San Pablo- tenemos como ancla del alma, segura y firme, y que
penetra hasta a lo que está dentro del velo; adonde, como precursor nuestro, Jesús ha entrado por nosotros,
constituido sumo sacerdote para siempre." "Ni tampoco por medio de la sangre de machos de cabrío y de
terneros, sino por la virtud de su propia sangre, entró una vez para siempre en el lugar santo, habiendo ya
hallado eterna redención." (Hebreos 6: 19, 20; 9: 12, V.M.)
Este ministerio siguió efectuándose durante dieciocho 474 siglos en el primer departamento del santuario.
La sangre de Cristo, ofrecida en beneficio de los creyentes arrepentidos, les aseguraba perdón y aceptación
cerca del Padre, pero no obstante sus pecados permanecían inscritos en los libros de registro. Como en el
servicio típico había una obra de expiación al fin del año, así también, antes de que la obra de Cristo para la
redención de los hombres se complete, queda por hacer una obra de expiación para quitar el pecado del
santuario. Este es el servicio que empezó cuando terminaron los 2.300 días. Entonces, así como lo había
anunciado Daniel el profeta, nuestro Sumo Sacerdote entró en el lugar santísimo, para cumplir la última
parte de su solemne obra: la purificación del santuario.
Así como en la antigüedad los pecados del pueblo eran puestos por fe sobre la víctima ofrecida, y por la
sangre de ésta se transferían figurativamente al santuario terrenal, así también, en el nuevo pacto, los
pecados de los que se arrepienten son puestos por fe sobre Cristo, y transferidos, de hecho, al santuario
celestial. Y así como la purificación típica de lo terrenal se efectuaba quitando los pecados con los cuales
había sido contaminado, así también la purificación real de lo celestial debe efectuarse quitando o borrando
los pecados registrados en el cielo. Pero antes de que esto pueda cumplirse deben examinarse los registros
para determinar quiénes son los que, por su arrepentimiento del pecado y su fe en Cristo, tienen derecho a
los beneficios de la expiación cumplida por él. La purificación del santuario implica por lo tanto una obra
de investigación- una obra de juicio. Esta obra debe realizarse antes de que venga Cristo para redimir a su
pueblo, pues cuando venga, su galardón está con él, para que pueda otorgar la recompensa a cada uno
según haya sido su obra. (Apocalipsis 22:12.)
Así que los que andaban en la luz de la palabra profética vieron que en lugar de venir a la tierra al fin de
los 2.300 días, en 1844, Cristo entró entonces en el lugar santísimo del santuario 475 celestial para cumplir
la obra final de la expiación preparatoria para su venida.
Se vio además que, mientras que el holocausto señalaba a Cristo como sacrificio, y el sumo sacerdote
representaba a Cristo como mediador, el macho cabrío simbolizaba a Satanás, autor del pecado, sobre
quien serán colocados finalmente los pecados de los verdaderamente arrepentidos. Cuando el sumo
sacerdote, en virtud de la sangre del holocausto, quitaba los pecados del santuario, los ponía sobre la
cabeza del macho cabrío para Azazel. Cuando Cristo, en virtud de su propia sangre, quite del santuario
celestial los pecados de su pueblo al fin de su ministerio, los pondrá sobre Satanás, el cual en la
consumación del juicio debe cargar con la pena final. El macho cabrío era enviado lejos a un lugar desierto,
para no volver jamás a la congregación de Israel. Así también Satanás será desterrado para siempre de la
presencia de Dios y de su pueblo, y será aniquilado en la destrucción final del pecado y de los pecadores.
El Conflicto de los Siglos
Elena de white
la declaración: "Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el Santuario."
(Daniel 8: 14, V.M.) Estas palabras habían sido familiares para todos los que creían en la próxima venida
del Señor. La profecía que encerraban era repetida como santo y seña de su fe por miles de bocas. Todos
sentían que sus esperanzas más gloriosas y más queridas dependían de los acontecimientos en ella
predichos. Había quedado demostrado que aquellos días proféticos terminaban en el otoño del año 1844.
En común con el resto del mundo cristiano, los adventistas creían entonces que la tierra, o alguna parte de
ella, era el santuario. Entendían que la purificación del santuario era la purificación de la tierra por medio
del fuego del último y supremo día, y que ello se verificaría en el segundo advenimiento. De ahí que
concluyeran que Cristo volvería a la tierra en 1844.
Pero el tiempo señalado había pasado, y el Señor no había aparecido. Los creyentes sabían que la Palabra
de Dios no podía fallar; su interpretación de la profecía debía estar pues errada; ¿pero dónde estaba el
error? Muchos cortaron sin más ni más el nudo de la dificultad negando que los 2.300 días terminasen en
1844. Este aserto no podía apoyarse con prueba alguna, a no ser con la de que Cristo no había venido en el
momento en que se le esperaba. Alegábase que si los días proféticos hubiesen terminado en 1844, Cristo
habría vuelto entonces para limpiar el santuario mediante la purificación de la tierra por fuego, y que como
no había venido, los días no podían haber terminado. 462
Aceptar estas conclusiones equivalía a renunciar a los cómputos anteriores de los períodos proféticos. Se
había comprobado que los 2.300 días principiaron cuando entró en vigor el decreto de Artajerjes
ordenando la restauración y edificación de Jerusalén, en el otoño del año 457 ant. de C. Tomando esto
como punto de partida, había perfecta armonía en la aplicación de todos los acontecimientos predichos en
la explicación de ese período hallada en Daniel 9:25 - 27. Sesenta y nueve semanas, o los 483 primeros
años de los 2.300 años debían alcanzar hasta el Mesías, el Ungido; y el bautismo de Cristo y su unción por
el Espíritu Santo, en el año 27 de nuestra era, cumplían exactamente la predicción. En medio de la
septuagésima semana, el Mesías había de ser muerto. Tres años y medio después de su bautismo, Cristo fue
crucificado, en la primavera del año 31. Las setenta semanas, o 490 años, les tocaban especialmente a los
judíos. Al fin del período, la nación selló su rechazamiento de Cristo con la persecución de sus discípulos,
y los apóstoles se volvieron hacia los gentiles en el año 34 de nuestra era. Habiendo terminado entonces los
490 primeros años de los 2.300, quedaban aún 1.810 años. Contando desde el año 34, 1.810 años llegan a
1844. "Entonces -había dicho el ángel- será purificado el Santuario." Era indudable que todas las anteriores
predicciones de la profecía se habían cumplido en el tiempo señalado.
En ese cálculo, todo era claro y armonioso, menos la circunstancia de que en 1844 no se veía
acontecimiento alguno que correspondiese a la purificación del santuario. Negar que los días terminaban en
esa fecha equivalía a confundir todo el asunto y a abandonar creencias fundadas en el cumplimiento
indudable de las profecías.
Pero Dios había dirigido a su pueblo en el gran movimiento adventista; su poder y su gloria habían
acompañado la obra, y él no permitiría que ésta terminase en la obscuridad y en un chasco, para que se la
cubriese de oprobio como si fuese una mera excitación mórbida y producto del fanatismo. No iba a dejar
463 su Palabra envuelta en dudas e incertidumbres. Aunque muchos abandonaron sus primeros cálculos de
los períodos proféticos, y negaron la exactitud del movimiento basado en ellos, otros no estaban dispuestos
a negar puntos de fe y de experiencia que estaban sostenidos por las Sagradas Escrituras y por el testimonio
del Espíritu de Dios. Creían haber adoptado en sus estudios de las profecías sanos principios de
interpretación, y que era su deber atenerse firmemente a las verdades ya adquiridas, y seguir en el mismo
camino de la investigación bíblica. Orando con fervor, volvieron a considerar su situación, y estudiaron las
Santas Escrituras para descubrir su error. Como no encontraran ninguno en sus cálculos de los períodos
proféticos, fueron inducidos a examinar más de cerca la cuestión del santuario.
En sus investigaciones vieron que en las Santas Escrituras no hay prueba alguna en apoyo de la creencia
general de que la tierra es el santuario; pero encontraron en la Biblia una explicación completa de la
cuestión del santuario, su naturaleza, su situación y sus servicios; pues el testimonio de los escritores
sagrados era tan claro y tan amplio que despejaba este asunto de toda duda. El apóstol Pablo dice en su
Epístola a los Hebreos: "En verdad el primer pacto también tenía reglamentos del culto, y su santuario que
lo era de este mundo. Porque un tabernáculo fue preparado, el primero, en que estaban el candelabro y la
mesa y los panes de la proposición; el cual se llama el Lugar Santo. Y después del segundo velo, el
tabernáculo que se llama el Lugar Santísimo: que contenía el incensario de oro y el arca del pacto, cubierta
toda en derredor de oro, en la cual estaba el vaso de oro que contenía el maná, y la vara de Aarón que
floreció, y las tablas del pacto; y sobre ella, los querubines de gloria, que hacían sombra al propiciatorio."
(Hebreos 9: 1-5, V.M.)
El santuario al cual se refiere aquí San Pablo era el tabernáculo construido por Moisés a la orden de Dios
como morada terrenal del Altísimo. "Me harán un santuario, para que yo 464 habite en medio de ellos"
(Éxodo 25: 8, V.M.), había sido la orden dada a Moisés mientras estaba en el monte con Dios. Los
israelitas estaban peregrinando por el desierto, y el tabernáculo se preparó de modo que pudiese ser llevado
de un lugar a otro; no obstante era una construcción de gran magnificencia. Sus paredes consistían en
tablones ricamente revestidos de oro y asegurados en basas de plata, mientras que el techo se componía de
una serie de cortinas o cubiertas, las de fuera de pieles, y las interiores de lino fino magníficamente
recamado con figuras de querubines. A más del atrio exterior, donde se encontraba el altar del holocausto,
el tabernáculo propiamente dicho consistía en dos departamentos llamados el lugar santo y el lugar
santísimo, separados por rica y magnífica cortina, o velo; otro velo semejante cerraba la entrada que
conducía al primer departamento.
En el lugar santo se encontraba hacia el sur el candelabro, con sus siete lámparas que alumbraban el
santuario día y noche; hacia el norte estaba la mesa de los panes de la proposición; y ante el velo que
separaba el lugar santo del santísimo estaba el altar de oro para el incienso, del cual ascendía diariamente a
Dios una nube de sahumerio junto con las oraciones de Israel.
En el lugar santísimo se encontraba el arca, cofre de madera preciosa cubierta de oro, depósito de las dos
tablas de piedra sobre las cuales Dios había grabado la ley de los diez mandamientos. Sobre el arca, a guisa
de cubierta del sagrado cofre, estaba el propiciatorio, verdadera maravilla artística, coronada por dos
querubines, uno en cada extremo y todo de oro macizo. En este departamento era donde se manifestaba la
presencia divina en la nube de gloria entre los querubines.
Después que los israelitas se hubieron establecido en Canaán el tabernáculo fue reemplazado por el templo
de Salomón, el cual, aunque edificio permanente y de mayores dimensiones, conservaba las mismas
proporciones y el mismo amueblado. El santuario subsistió así -menos durante el plazo 465 en que
permaneció en ruinas en tiempo de Daniel- hasta su destrucción por los romanos, en el año 70 de nuestra
era.
Tal fue el único santuario que haya existido en la tierra y del cual la Biblia nos dé alguna información. San
Pablo dijo de él que era el santuario del primer pacto. Pero ¿no tiene el nuevo pacto también el suyo?
Volviendo al libro de los Hebreos, los que buscaban la verdad encontraron que existía un segundo
santuario, o sea el del nuevo pacto, al cual se alude en las palabras ya citadas del apóstol Pablo: "En verdad
el primer pacto también tenía reglamentos del culto, y su santuario que lo era de este mundo." El uso de la
palabra "también" implica que San Pablo ha hecho antes mención de este santuario. Volviendo al principio
del capítulo anterior, se lee: "Lo principal, pues, entre las cosas que decimos es esto: Tenemos un tal sumo
sacerdote que se ha sentado a la diestra del trono de la Majestad en los cielos; ministro del santuario, y del
verdadero tabernáculo, que plantó el Señor, y no el hombre." (Hebreos 8: 1, 2, V.M.)
Aquí tenemos revelado el santuario del nuevo pacto. El santuario del primer pacto fue asentado por el
hombre, construido por Moisés; éste segundo es asentado por el Señor, no por el hombre. En aquel
santuario los sacerdotes terrenales desempeñaban el servicio; en éste es Cristo, nuestro gran Sumo
Sacerdote, quien ministra a la diestra de Dios. Uno de los santuarios estaba en la tierra, el otro está en el
cielo.
Además, el tabernáculo construido por Moisés fue hecho según un modelo. El Señor le ordenó: "Conforme
a todo lo que yo te mostrare, el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus vasos, así lo haréis." Y le
mandó además: "Mira, y hazlos conforme a su modelo, que te ha sido mostrado en el monte." (Éxodo 25:
9, 40.) Y San Pablo dice que el primer tabernáculo "era una parábola para aquel tiempo entonces presente;
conforme a la cual se ofrecían dones y sacrificios;" que sus santos lugares eran "representaciones de las
cosas celestiales;" que los sacerdotes que presentaban las ofrendas 466 según la ley, ministraban lo que era
"la mera representación y sombra de las cosas celestiales," y que "no entró Cristo en un lugar santo hecho
de mano, que es una mera representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora
delante de Dios por nosotros." (Hebreos 9: 9, 23; 8: 5; 9: 24, V.M.)
El santuario celestial, en el cual Jesús ministra, es el gran modelo, del cual el santuario edificado por
Moisés no era más que trasunto. Dios puso su Espíritu sobre los que construyeron el santuario terrenal. La
pericia artística desplegada en su construcción fue una manifestación de la sabiduría divina. Las paredes
tenían aspecto de oro macizo, y reflejaban en todas direcciones la luz de las siete lámparas del candelero de
oro. La mesa de los panes de la proposición y el altar del incienso relucían como oro bruñido. La magnífica
cubierta que formaba el techo, recamada con figuras de ángeles, en azul, púrpura y escarlata, realzaba la
belleza de la escena. Y más allá del segundo velo estaba la santa shekina, la manifestación visible de la
gloria de Dios, ante la cual sólo el sumo sacerdote podía entrar y sobrevivir.
El esplendor incomparable del tabernáculo terrenal reflejaba a la vista humana la gloria de aquel templo
celestial donde Cristo nuestro precursor ministra por nosotros ante el trono de Dios. La morada del Rey de
reyes, donde miles y miles ministran delante de él, y millones de millones están en su presencia (Daniel
7:10); ese templo, lleno de la gloria del trono eterno, donde los serafines, sus flamantes guardianes, cubren
sus rostros en adoración, no podía encontrar en la más grandiosa construcción que jamás edificaran manos
humanas, más que un pálido reflejo de su inmensidad y de su gloria. Con todo, el santuario terrenal y sus
servicios revelaban importantes verdades relativas al santuario celestial y a la gran obra que se llevaba allí
a cabo para la redención del hombre.
Los lugares santos del santuario celestial están representados por los dos departamentos del santuario
terrenal. Cuando 467 en una visión le fue dado al apóstol Juan que viese el templo de Dios en el cielo,
contempló allí "siete lámparas de fuego ardiendo delante del trono." (Apocalipsis 4: 5, V.M.) Vio un ángel
que tenía "en su mano un incensario de oro; y le fue dado mucho incienso, para que lo añadiese a las
oraciones de todos los santos, encima del altar de oro que estaba delante del trono." (Apocalipsis 8: 3,
V.M.) Se le permitió al profeta contemplar el primer departamento del santuario en el cielo; y vio allí las
"siete lámparas de fuego" y el "altar de oro" representados por el candelabro de oro y el altar de incienso en
el santuario terrenal. De nuevo, "fue abierto el templo de Dios" (Apocalipsis 11: 19, V.M.), y miró hacia
adentro del velo interior, el lugar santísimo. Allí vio "el arca de su pacto," representada por el cofre sagrado
construido por Moisés para guardar la ley de Dios.
Así fue como los que estaban estudiando ese asunto encontraron pruebas irrefutables de la existencia de un
santuario en el cielo. Moisés hizo el santuario terrenal según un modelo que le fue enseñado. San Pablo
declara que ese modelo era el verdadero santuario que está en el cielo. Y San Juan afirma que lo vio en el
cielo.
En el templo celestial, la morada de Dios, su trono está asentado en juicio y en justicia. En el lugar
santísimo está su ley, la gran regla de justicia por la cual es probada toda la humanidad. El arca, que
contiene las tablas de la ley, está cubierta con el propiciatorio, ante el cual Cristo ofrece su sangre a favor
del pecador. Así se representa la unión de la justicia y de la misericordia en el plan de la redención
humana. Sólo la sabiduría infinita podía idear semejante unión, y sólo el poder infinito podía realizarla; es
una unión que llena todo el cielo de admiración y adoración. Los querubines del santuario terrenal que
miraban reverentemente hacia el propiciatorio, representaban el interés con el cual las huestes celestiales
contemplan la obra de redención. Es el misterio de misericordia que los ángeles desean contemplar, a
saber: que Dios puede 468 ser justo al mismo tiempo que justifica al pecador arrepentido y reanuda sus
relaciones con la raza caída; que Cristo pudo humillarse para sacar a innumerables multitudes del abismo
de la perdición y revestirlas con las vestiduras inmaculadas de su propia justicia, a fin de unirlas con
ángeles que no cayeron jamás y permitirles vivir para siempre en la presencia de Dios.
La obra mediadora de Cristo en favor del hombre se presenta en esta hermosa profecía de Zacarías relativa
a Aquel "cuyo nombre es El Vástago." El profeta dice: "Sí, edificará el Templo de Jehová, y llevará sobre
sí la gloria; y se sentará y reinará sobre su trono, siendo Sacerdote sobre su trono; y el consejo de la paz
estará entre los dos." (Zacarías 6: 12, 13, V.M.)
"Sí, edificará el Templo de Jehová." Por su sacrificio y su mediación, Cristo es el fundamento y el
edificador de la iglesia de Dios. El apóstol Pablo le señala como "la piedra principal del ángulo: en la cual
todo el edificio, bien trabado consigo mismo, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien -
dice- vosotros también sois edificados juntamente, para ser morada de Dios, en virtud del Espíritu."
(Efesios 2: 20-22, V.M.)
"Y llevará sobre sí la gloria." Es a Cristo a quien pertenece la gloria de la redención de la raza caída. Por
toda la eternidad, el canto de los redimidos será: "A Aquel que nos ama, y nos ha lavado de nuestros
pecados en su misma sangre, . . . a él sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos." (Apocalipsis 1:
5, 6, V.M.)
"Y se sentará y reinará sobre su trono, siendo Sacerdote sobre su trono." No todavía "sobre el trono de su
gloria;" el reino de gloria no le ha sido dado aún. Solo cuando su obra mediadora haya terminado, "le dará
el Señor Dios el trono de David su padre," un reino del que "no habrá fin." (S. Lucas 1: 32, 33.) Como
sacerdote, Cristo está sentado ahora con el Padre en su trono. (Apocalipsis 3: 21.) En el trono, en compañía
469 del Dios eterno que existe por sí mismo, está Aquel que "ha llevado nuestros padecimientos, y con
nuestros dolores . . . se cargó," quien fue "tentado en todo punto, así como nosotros, mas sin pecado," para
que pudiese "también socorrer a los que son tentados." "Si alguno pecare, abogado tenemos para con el
Padre, a saber, a Jesucristo el justo. " (Isaías 53: 4; Hebreos 4: 15; 2: 18; 1 Juan 2: 1, V.M.) Su intercesión
es la de un cuerpo traspasado y quebrantado y de una vida inmaculada. Las manos heridas, el costado
abierto, los pies desgarrados, abogan en favor del hombre caído, cuya redención fue comprada a tan
infinito precio.
"Y el consejo de la paz estará entre los dos." El amor del Padre, no menos que el del Hijo, es la fuente de
salvación para la raza perdida. Jesús había dicho a sus discípulos antes de irse: "No os digo, que yo rogaré
al Padre por vosotros; pues el mismo Padre os ama." (S. Juan 16: 26, 27.) "Dios estaba en Cristo,
reconciliando consigo mismo al mundo." (2 Corintios 5: 19, V.M.) Y en el ministerio del santuario
celestial, "el consejo de la paz estará entre los dos." "De tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que cree en él, no perezca, sino que tenga vida eterna." (S. Juan 3: 16, V.M.)
Las Escrituras contestan con claridad a la pregunta: ¿Qué es el santuario? La palabra "santuario," tal cual la
usa la Biblia, se refiere, en primer lugar, al tabernáculo que construyó Moisés, como figura o imagen de las
cosas celestiales; y, en segundo lugar, al "verdadero tabernáculo" en el cielo, hacia el cual señalaba el
santuario terrenal. Muerto Cristo, terminó el ritual típico. El "verdadero tabernáculo" en el cielo es el
santuario del nuevo pacto. Y como la profecía de Daniel 8:14 se cumple en esta dispensación, el santuario
al cual se refiere debe ser el santuario del nuevo pacto. Cuando terminaron los 2.300 días, en 1844, hacía
muchos siglos que no había santuario en la tierra. De manera que la profecía: "Hasta dos mil y trescientas
tardes y mañanas; entonces será purificado el 470 Santuario," se refiere indudablemente al santuario que
está en el cielo.
Pero queda aún la pregunta más importante por contestar: ¿Qué es la purificación del santuario? En el
Antiguo Testamento se hace mención de un servicio tal con referencia al santuario terrenal. ¿Pero puede
haber algo que purificar en el cielo? En el noveno capítulo de la Epístola a los Hebreos, se menciona
claramente la purificación de ambos santuarios, el terrenal y el celestial. "Según la ley, casi todas las cosas
son purificadas con sangre; y sin derramamiento de sangre no hay remisión. Fue pues necesario que las
representaciones de las cosas celestiales fuesen purificadas con estos sacrificios, pero las mismas cosas
celestiales, con mejores sacrificios que éstos" (Hebreos 9: 22, 23, V.M.), a saber, la preciosa sangre de
Cristo.
En ambos servicios, el típico y el real, la purificación debe efectuarse con sangre; en aquél con sangre de
animales; en éste, con la sangre de Cristo. San Pablo dice que la razón por la cual esta purificación debe
hacerse con sangre, es porque sin derramamiento de sangre no hay remisión. La remisión, o sea el acto de
quitar los pecados, es la obra que debe realizarse. ¿Pero como podía relacionarse el pecado con el santuario
del cielo o con el de la tierra? Puede saberse esto estudiando el servicio simbólico, pues los sacerdotes que
oficiaban en la tierra, ministraban "lo que es la mera representación y sombra de las cosas celestiales."
(Hebreos 8: 5, V.M.)
El servicio del santuario terrenal consistía en dos partes; los sacerdotes ministraban diariamente en el lugar
santo, mientras que una vez al año el sumo sacerdote efectuaba un servicio especial de expiación en el
lugar santísimo, para purificar el santuario. Día tras día el pecador arrepentido llevaba su ofrenda a la
puerta del tabernáculo, y poniendo la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados,
transfiriéndolos así figurativamente de sí mismo a la víctima inocente. Luego se mataba el animal. "Sin
derramamiento de sangre," dice el apóstol, no hay remisión de pecados. "La vida de la carne en 471 la
sangre está." (Levítico 17: 11.) La ley de Dios quebrantada exigía la vida del transgresor. La sangre, que
representaba la vida comprometida del pecador, cuya culpa cargaba la víctima, la llevaba el sacerdote al
lugar santo y la salpicaba ante el velo, detrás del cual estaba el arca que contenía la ley que el pecador
había transgredido. Mediante esta ceremonia, el pecado era transferido figurativamente, por intermedio de
la sangre, al santuario. En ciertos casos, la sangre no era llevada al lugar santo; pero el sacerdote debía
entonces comer la carne, como Moisés lo había mandado a los hijos de Aarón, diciendo: "Dióla él a
vosotros para llevar la iniquidad de la congregación." (Levítico 10: 17.) Ambas ceremonias simbolizaban
por igual la transferencia del pecado del penitente al santuario.
Tal era la obra que se llevaba a cabo día tras día durante todo el año. Los pecados de Israel eran
transferidos así al santuario, y se hacía necesario un servicio especial para eliminarlos. Dios mandó que se
hiciera una expiación por cada uno de los departamentos sagrados. "Así hará expiación por el Santuario, a
causa de las inmundicias de los hijos de Israel y de sus transgresiones, con motivo de todos sus pecados. Y
del mismo modo hará con el Tabernáculo de Reunión, que reside con ellos, en medio de sus inmundicias."
Debía hacerse también una expiación por el altar: "Lo purificará y lo santificará, a causa de las inmundicias
de los hijos de Israel." (Levítico 16: 16, 19, V.M.)
Una vez al año, en el gran día de las expiaciones, el sacerdote entraba en el lugar santísimo para purificar el
santuario. El servicio que se realizaba allí completaba la serie anual de los servicios. En el día de las
expiaciones se llevaban dos machos cabríos a la entrada del tabernáculo y se echaban suertes sobre ellos,
"la una suerte para Jehová y la otra para Azazel." (Vers. 8.) El macho cabrío sobre el cual caía la suerte
para Jehová debía ser inmolado como ofrenda por el pecado del pueblo. Y el sacerdote debía llevar velo
adentro la sangre de aquél y rociarla sobre el propiciatorio y delante de él. También había 472 que rociar
con ella el altar del incienso, que se encontraba delante del velo.
"Y pondrá Aarón entrambas manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las
iniquidades de los hijos de Israel, y todas sus transgresiones, a causa de todos sus pecados, cargándolos así
sobre la cabeza del macho cabrío, y le enviará al desierto por mano de un hombre idóneo. Y el macho
cabrío llevará sobre sí las iniquidades de ellos a tierra inhabitada." (Levítico 16: 21, 22, V.M.) El macho
cabrío emisario no volvía al real de Israel, y el hombre que lo había llevado afuera debía lavarse y lavar sus
vestidos con agua antes de volver al campamento.
Toda la ceremonia estaba destinada a inculcar a los israelitas una idea de la santidad de Dios y de su odio al
pecado; y además hacerles ver que no podían ponerse en contacto con el pecado sin contaminarse. Se
requería de todos que afligiesen sus almas mientras se celebraba el servicio de expiación. Toda ocupación
debía dejarse a un lado, y toda la congregación de Israel debía pasar el día en solemne humillación ante
Dios, con oración, ayuno y examen profundo del corazón.
El servicio típico enseña importantes verdades respecto a la expiación. Se aceptaba un substituto en lugar
del pecador; pero la sangre de la víctima no borraba el pecado. Sólo proveía un medio para transferirlo al
santuario. Con la ofrenda de sangre, el pecador reconocía la autoridad de la ley, confesaba su culpa, y
expresaba su deseo de ser perdonado mediante la fe en un Redentor por venir; pero no estaba aún
enteramente libre de la condenación de la ley. El día de la expiación, el sumo sacerdote, después de haber
tomado una víctima ofrecida por la congregación, iba al lugar santísimo con la sangre de dicha víctima y
rociaba con ella el propiciatorio, encima mismo de la ley, para dar satisfacción a sus exigencias. Luego, en
calidad de mediador, tomaba los pecados sobre sí y los llevaba fuera del santuario. Poniendo sus manos
sobre la cabeza del segundo macho cabrío, confesaba sobre él todos esos pecados, transfiriéndolos 473 así
figurativamente de él al macho cabrío emisario. Este los llevaba luego lejos y se los consideraba como si
estuviesen para siempre quitados y echados lejos del pueblo.
Tal era el servicio que se efectuaba como "mera representación y sombra de las cosas celestiales." Y lo que
se hacía típicamente en el santuario terrenal, se hace en realidad en el santuario celestial. Después de su
ascensión, nuestro Salvador empezó a actuar como nuestro Sumo Sacerdote. San Pablo dice: "No entró
Cristo en un lugar santo hecho de mano, que es una mera representación del verdadero, sino en el cielo
mismo, para presentarse ahora delante de Dios por nosotros." (Hebreos 9: 24, V.M.)
El servicio del sacerdote durante el año en el primer departamento del santuario, "adentro del velo" que
formaba la entrada y separaba el lugar santo del atrio exterior, representa la obra y el servicio a que dio
principio Cristo al ascender al cielo. La obra del sacerdote en el servicio diario consistía en presentar ante
Dios la sangre del holocausto, como también el incienso que subía con las oraciones de Israel. Así es como
Cristo ofrece su sangre ante el Padre en beneficio de los pecadores, y así es como presenta ante él, además,
junto con el precioso perfume de su propia justicia, las oraciones de los creyentes arrepentidos. Tal era la
obra desempeñada en el primer departamento del santuario en el cielo.
Hasta allí siguieron los discípulos a Cristo por la fe cuando se elevó de la presencia de ellos. Allí se
concentraba su esperanza, "la cual -dice San Pablo- tenemos como ancla del alma, segura y firme, y que
penetra hasta a lo que está dentro del velo; adonde, como precursor nuestro, Jesús ha entrado por nosotros,
constituido sumo sacerdote para siempre." "Ni tampoco por medio de la sangre de machos de cabrío y de
terneros, sino por la virtud de su propia sangre, entró una vez para siempre en el lugar santo, habiendo ya
hallado eterna redención." (Hebreos 6: 19, 20; 9: 12, V.M.)
Este ministerio siguió efectuándose durante dieciocho 474 siglos en el primer departamento del santuario.
La sangre de Cristo, ofrecida en beneficio de los creyentes arrepentidos, les aseguraba perdón y aceptación
cerca del Padre, pero no obstante sus pecados permanecían inscritos en los libros de registro. Como en el
servicio típico había una obra de expiación al fin del año, así también, antes de que la obra de Cristo para la
redención de los hombres se complete, queda por hacer una obra de expiación para quitar el pecado del
santuario. Este es el servicio que empezó cuando terminaron los 2.300 días. Entonces, así como lo había
anunciado Daniel el profeta, nuestro Sumo Sacerdote entró en el lugar santísimo, para cumplir la última
parte de su solemne obra: la purificación del santuario.
Así como en la antigüedad los pecados del pueblo eran puestos por fe sobre la víctima ofrecida, y por la
sangre de ésta se transferían figurativamente al santuario terrenal, así también, en el nuevo pacto, los
pecados de los que se arrepienten son puestos por fe sobre Cristo, y transferidos, de hecho, al santuario
celestial. Y así como la purificación típica de lo terrenal se efectuaba quitando los pecados con los cuales
había sido contaminado, así también la purificación real de lo celestial debe efectuarse quitando o borrando
los pecados registrados en el cielo. Pero antes de que esto pueda cumplirse deben examinarse los registros
para determinar quiénes son los que, por su arrepentimiento del pecado y su fe en Cristo, tienen derecho a
los beneficios de la expiación cumplida por él. La purificación del santuario implica por lo tanto una obra
de investigación- una obra de juicio. Esta obra debe realizarse antes de que venga Cristo para redimir a su
pueblo, pues cuando venga, su galardón está con él, para que pueda otorgar la recompensa a cada uno
según haya sido su obra. (Apocalipsis 22:12.)
Así que los que andaban en la luz de la palabra profética vieron que en lugar de venir a la tierra al fin de
los 2.300 días, en 1844, Cristo entró entonces en el lugar santísimo del santuario 475 celestial para cumplir
la obra final de la expiación preparatoria para su venida.
Se vio además que, mientras que el holocausto señalaba a Cristo como sacrificio, y el sumo sacerdote
representaba a Cristo como mediador, el macho cabrío simbolizaba a Satanás, autor del pecado, sobre
quien serán colocados finalmente los pecados de los verdaderamente arrepentidos. Cuando el sumo
sacerdote, en virtud de la sangre del holocausto, quitaba los pecados del santuario, los ponía sobre la
cabeza del macho cabrío para Azazel. Cuando Cristo, en virtud de su propia sangre, quite del santuario
celestial los pecados de su pueblo al fin de su ministerio, los pondrá sobre Satanás, el cual en la
consumación del juicio debe cargar con la pena final. El macho cabrío era enviado lejos a un lugar desierto,
para no volver jamás a la congregación de Israel. Así también Satanás será desterrado para siempre de la
presencia de Dios y de su pueblo, y será aniquilado en la destrucción final del pecado y de los pecadores.
El Conflicto de los Siglos
Elena de white
lunes, 15 de noviembre de 2010
José interpreta el sueño de Faraón
Génesis 41
1 Aconteció que pasados dos años tuvo Faraón un sueño. Le parecía que estaba junto al río;
2 y que del río subían siete vacas, hermosas a la vista, y muy gordas, y pacían en el prado.
3 Y que tras ellas subían del río otras siete vacas de feo aspecto y enjutas de carne, y se pararon cerca de las vacas hermosas a la orilla del río;
4 y que las vacas de feo aspecto y enjutas de carne devoraban a las siete vacas hermosas y muy gordas. Y despertó Faraón.
5 Se durmió de nuevo, y soñó la segunda vez: Que siete espigas llenas y hermosas crecían de una sola caña,
6 y que después de ellas salían otras siete espigas menudas y abatidas del viento solano;
7 y las siete espigas menudas devoraban a las siete espigas gruesas y llenas. Y despertó Faraón, y he aquí que era sueño.
8 Sucedió que por la mañana estaba agitado su espíritu, y envió e hizo llamar a todos los magos de Egipto, y a todos sus sabios; y les contó Faraón sus sueños, mas no había quien los pudiese interpretar a Faraón.
9 Entonces el jefe de los coperos habló a Faraón, diciendo: Me acuerdo hoy de mis faltas.
10 Cuando Faraón se enojó contra sus siervos, nos echó a la prisión de la casa del capitán de la guardia a mí y al jefe de los panaderos.
11 Y él y yo tuvimos un sueño en la misma noche, y cada sueño tenía su propio significado.
12 Estaba allí con nosotros un joven hebreo, siervo del capitán de la guardia; y se lo contamos, y él nos interpretó nuestros sueños, y declaró a cada uno conforme a su sueño.
13 Y aconteció que como él nos los interpretó, así fue: yo fui restablecido en mi puesto, y el otro fue colgado.
14 Entonces Faraón envió y llamó a José. Y lo sacaron apresuradamente de la cárcel, y se afeitó, y mudó sus vestidos, y vino a Faraón.
15 Y dijo Faraón a José: Yo he tenido un sueño, y no hay quien lo interprete; mas he oído decir de ti, que oyes sueños para interpretarlos.
16 Respondió José a Faraón, diciendo: No está en mí; Dios será el que dé respuesta propicia a Faraón.
17 Entonces Faraón dijo a José: En mi sueño me parecía que estaba a la orilla del río;
18 y que del río subían siete vacas de gruesas carnes y hermosa apariencia, que pacían en el prado.
19 Y que otras siete vacas subían después de ellas, flacas y de muy feo aspecto; tan extenuadas, que no he visto otras semejantes en fealdad en toda la tierra de Egipto.
20 Y las vacas flacas y feas devoraban a las siete primeras vacas gordas;
21 y éstas entraban en sus entrañas, mas no se conocía que hubiesen entrado, porque la apariencia de las flacas era aún mala, como al principio. Y yo desperté.
22 Vi también soñando, que siete espigas crecían en una misma caña, llenas y hermosas.
23 Y que otras siete espigas menudas, marchitas, abatidas del viento solano, crecían después de ellas;
24 y las espigas menudas devoraban a las siete espigas hermosas; y lo he dicho a los magos, mas no hay quien me lo interprete.
25 Entonces respondió José a Faraón: El sueño de Faraón es uno mismo; Dios ha mostrado a Faraón lo que va a hacer.
26 Las siete vacas hermosas siete años son; y las espigas hermosas son siete años: el sueño es uno mismo.
27 También las siete vacas flacas y feas que subían tras ellas, son siete años; y las siete espigas menudas y marchitas del viento solano, siete años serán de hambre.
28 Esto es lo que respondo a Faraón. Lo que Dios va a hacer, lo ha mostrado a Faraón.
29 He aquí vienen siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto.
30 Y tras ellos seguirán siete años de hambre; y toda la abundancia será olvidada en la tierra de Egipto, y el hambre consumirá la tierra.
31 Y aquella abundancia no se echará de ver, a causa del hambre siguiente la cual será gravísima.
32 Y el suceder el sueño a Faraón dos veces, significa que la cosa es firme de parte de Dios, y que Dios se apresura a hacerla.
33 Por tanto, provéase ahora Faraón de un varón prudente y sabio, y póngalo sobre la tierra de Egipto.
34 Haga esto Faraón, y ponga gobernadores sobre el país, y quinte la tierra de Egipto en los siete años de la abundancia.
35 Y junten toda la provisión de estos buenos años que vienen, y recojan el trigo bajo la mano de Faraón para mantenimiento de las ciudades; y guárdenlo.
36 Y esté aquella provisión en depósito para el país, para los siete años de hambre que habrá en la tierra de Egipto; y el país no perecerá de hambre.
Bendiciones
1 Aconteció que pasados dos años tuvo Faraón un sueño. Le parecía que estaba junto al río;
2 y que del río subían siete vacas, hermosas a la vista, y muy gordas, y pacían en el prado.
3 Y que tras ellas subían del río otras siete vacas de feo aspecto y enjutas de carne, y se pararon cerca de las vacas hermosas a la orilla del río;
4 y que las vacas de feo aspecto y enjutas de carne devoraban a las siete vacas hermosas y muy gordas. Y despertó Faraón.
5 Se durmió de nuevo, y soñó la segunda vez: Que siete espigas llenas y hermosas crecían de una sola caña,
6 y que después de ellas salían otras siete espigas menudas y abatidas del viento solano;
7 y las siete espigas menudas devoraban a las siete espigas gruesas y llenas. Y despertó Faraón, y he aquí que era sueño.
8 Sucedió que por la mañana estaba agitado su espíritu, y envió e hizo llamar a todos los magos de Egipto, y a todos sus sabios; y les contó Faraón sus sueños, mas no había quien los pudiese interpretar a Faraón.
9 Entonces el jefe de los coperos habló a Faraón, diciendo: Me acuerdo hoy de mis faltas.
10 Cuando Faraón se enojó contra sus siervos, nos echó a la prisión de la casa del capitán de la guardia a mí y al jefe de los panaderos.
11 Y él y yo tuvimos un sueño en la misma noche, y cada sueño tenía su propio significado.
12 Estaba allí con nosotros un joven hebreo, siervo del capitán de la guardia; y se lo contamos, y él nos interpretó nuestros sueños, y declaró a cada uno conforme a su sueño.
13 Y aconteció que como él nos los interpretó, así fue: yo fui restablecido en mi puesto, y el otro fue colgado.
14 Entonces Faraón envió y llamó a José. Y lo sacaron apresuradamente de la cárcel, y se afeitó, y mudó sus vestidos, y vino a Faraón.
15 Y dijo Faraón a José: Yo he tenido un sueño, y no hay quien lo interprete; mas he oído decir de ti, que oyes sueños para interpretarlos.
16 Respondió José a Faraón, diciendo: No está en mí; Dios será el que dé respuesta propicia a Faraón.
17 Entonces Faraón dijo a José: En mi sueño me parecía que estaba a la orilla del río;
18 y que del río subían siete vacas de gruesas carnes y hermosa apariencia, que pacían en el prado.
19 Y que otras siete vacas subían después de ellas, flacas y de muy feo aspecto; tan extenuadas, que no he visto otras semejantes en fealdad en toda la tierra de Egipto.
20 Y las vacas flacas y feas devoraban a las siete primeras vacas gordas;
21 y éstas entraban en sus entrañas, mas no se conocía que hubiesen entrado, porque la apariencia de las flacas era aún mala, como al principio. Y yo desperté.
22 Vi también soñando, que siete espigas crecían en una misma caña, llenas y hermosas.
23 Y que otras siete espigas menudas, marchitas, abatidas del viento solano, crecían después de ellas;
24 y las espigas menudas devoraban a las siete espigas hermosas; y lo he dicho a los magos, mas no hay quien me lo interprete.
25 Entonces respondió José a Faraón: El sueño de Faraón es uno mismo; Dios ha mostrado a Faraón lo que va a hacer.
26 Las siete vacas hermosas siete años son; y las espigas hermosas son siete años: el sueño es uno mismo.
27 También las siete vacas flacas y feas que subían tras ellas, son siete años; y las siete espigas menudas y marchitas del viento solano, siete años serán de hambre.
28 Esto es lo que respondo a Faraón. Lo que Dios va a hacer, lo ha mostrado a Faraón.
29 He aquí vienen siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto.
30 Y tras ellos seguirán siete años de hambre; y toda la abundancia será olvidada en la tierra de Egipto, y el hambre consumirá la tierra.
31 Y aquella abundancia no se echará de ver, a causa del hambre siguiente la cual será gravísima.
32 Y el suceder el sueño a Faraón dos veces, significa que la cosa es firme de parte de Dios, y que Dios se apresura a hacerla.
33 Por tanto, provéase ahora Faraón de un varón prudente y sabio, y póngalo sobre la tierra de Egipto.
34 Haga esto Faraón, y ponga gobernadores sobre el país, y quinte la tierra de Egipto en los siete años de la abundancia.
35 Y junten toda la provisión de estos buenos años que vienen, y recojan el trigo bajo la mano de Faraón para mantenimiento de las ciudades; y guárdenlo.
36 Y esté aquella provisión en depósito para el país, para los siete años de hambre que habrá en la tierra de Egipto; y el país no perecerá de hambre.
Bendiciones
sábado, 6 de noviembre de 2010
LA CLARA HISTORIA
Guarda, ¿qué de la noche? El guarda respondió: La mañana viene, y después la
noche; preguntad si queréis, preguntad; volved, venid. (Isa. 21: 11 úp. 12).
La comprensión de la esperanza en la segunda venida de Cristo es la clave que
abre toda la historia futura, y explica todas las lecciones del porvenir.
Ahora debe oírse a lo largo de toda la línea la voz del centinela: "La mañana viene,
y después la noche". La trompeta debe producir una nota certera porque estamos
en el gran día de la preparación del Señor.
Las verdades de la profecía están unidas, y al estudiarlas, forman un hermoso
conjunto de verdades prácticas. Todos los discursos que damos han de revelar
claramente que estamos esperando, trabajando y orando por la venida del Hijo de
Dios. Su venida es nuestra esperanza. Esta esperanza ha de estar vinculada con
todas nuestras palabras y obras, con todas nuestras asociaciones y relaciones. . .
La segunda venida del Hijo del hombre ha de ser el tema maravilloso que se
mantenga ante la gente. He aquí un tema que no debe descartarse de nuestros
discursos. Las realidades eternas deben mantenerse ante la mente, y las
atracciones del mundo aparecerán como son, completamente inútiles, como
vanidades. ¿Qué hemos de hacer con las vanidades del mundo, sus alabanzas,
sus riquezas, sus honores, o sus placeres?
Somos peregrinos y extranjeros que esperamos la bienaventurada esperanza, la
manifestación gloriosa de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, y oramos por ella.
Si creemos esto y lo manifestamos en nuestra vida práctica, ¡qué acción vigorosa
inspirarán esta fe y esta esperanza; qué ferviente amor mutuo; qué vida cuidadosa
y santa para la gloria de Dios; y en el respeto que manifestemos por la
remuneración, qué nítidas líneas de demarcación nos distinguirán con evidencia
del mundo!
La verdad de que Cristo viene debe ser mantenida ante toda mente.
*
Feliz Sabado!
noche; preguntad si queréis, preguntad; volved, venid. (Isa. 21: 11 úp. 12).
La comprensión de la esperanza en la segunda venida de Cristo es la clave que
abre toda la historia futura, y explica todas las lecciones del porvenir.
Ahora debe oírse a lo largo de toda la línea la voz del centinela: "La mañana viene,
y después la noche". La trompeta debe producir una nota certera porque estamos
en el gran día de la preparación del Señor.
Las verdades de la profecía están unidas, y al estudiarlas, forman un hermoso
conjunto de verdades prácticas. Todos los discursos que damos han de revelar
claramente que estamos esperando, trabajando y orando por la venida del Hijo de
Dios. Su venida es nuestra esperanza. Esta esperanza ha de estar vinculada con
todas nuestras palabras y obras, con todas nuestras asociaciones y relaciones. . .
La segunda venida del Hijo del hombre ha de ser el tema maravilloso que se
mantenga ante la gente. He aquí un tema que no debe descartarse de nuestros
discursos. Las realidades eternas deben mantenerse ante la mente, y las
atracciones del mundo aparecerán como son, completamente inútiles, como
vanidades. ¿Qué hemos de hacer con las vanidades del mundo, sus alabanzas,
sus riquezas, sus honores, o sus placeres?
Somos peregrinos y extranjeros que esperamos la bienaventurada esperanza, la
manifestación gloriosa de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, y oramos por ella.
Si creemos esto y lo manifestamos en nuestra vida práctica, ¡qué acción vigorosa
inspirarán esta fe y esta esperanza; qué ferviente amor mutuo; qué vida cuidadosa
y santa para la gloria de Dios; y en el respeto que manifestemos por la
remuneración, qué nítidas líneas de demarcación nos distinguirán con evidencia
del mundo!
La verdad de que Cristo viene debe ser mantenida ante toda mente.
*
Feliz Sabado!
lunes, 1 de noviembre de 2010
Génesis 6
La maldad de los hombres 1 Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas,
2 que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas.
3 Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años.
4 Había gigantes en la tierra en aquellos días,y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antig:uedad fueron varones de renombre.
5 Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.
6 Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón.
7 Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho.
8 Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová.
Noé construye el arca 9 Estas son las generaciones de Noé: Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé.
10 Y engendró Noé tres hijos: a Sem, a Cam y a Jafet.
11 Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia.
12 Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra.
13 Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra.
14 Hazte un arca de madera de gofer; harás aposentos en el arca, y la calafatearás con brea por dentro y por fuera.
15 Y de esta manera la harás: de trescientos codos la longitud del arca, de cincuenta codos su anchura, y de treinta codos su altura.
16 Una ventana harás al arca, y la acabarás a un codo de elevación por la parte de arriba; y pondrás la puerta del arca a su lado; y le harás piso bajo, segundo y tercero.
17 Y he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en que haya espíritu de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra morirá.
18 Mas estableceré mi pacto contigo, y entrarás en el arca tú, tus hijos, tu mujer, y las mujeres de tus hijos contigo.
19 Y de todo lo que vive, de toda carne, dos de cada especie meterás en el arca, para que tengan vida contigo; macho y hembra serán.
20 De las aves según su especie, y de las bestias según su especie, de todo reptil de la tierra según su especie, dos de cada especie entrarán contigo, para que tengan vida.
21 Y toma contigo de todo alimento que se come, y almacénalo, y servirá de sustento para ti y para ellos.
22 Y lo hizo así Noé; hizo conforme a todo lo que Dios le mandó.
Bendiciones
La maldad de los hombres 1 Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas,
2 que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas.
3 Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años.
4 Había gigantes en la tierra en aquellos días,y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antig:uedad fueron varones de renombre.
5 Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.
6 Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón.
7 Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho.
8 Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová.
Noé construye el arca 9 Estas son las generaciones de Noé: Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé.
10 Y engendró Noé tres hijos: a Sem, a Cam y a Jafet.
11 Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia.
12 Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra.
13 Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra.
14 Hazte un arca de madera de gofer; harás aposentos en el arca, y la calafatearás con brea por dentro y por fuera.
15 Y de esta manera la harás: de trescientos codos la longitud del arca, de cincuenta codos su anchura, y de treinta codos su altura.
16 Una ventana harás al arca, y la acabarás a un codo de elevación por la parte de arriba; y pondrás la puerta del arca a su lado; y le harás piso bajo, segundo y tercero.
17 Y he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en que haya espíritu de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra morirá.
18 Mas estableceré mi pacto contigo, y entrarás en el arca tú, tus hijos, tu mujer, y las mujeres de tus hijos contigo.
19 Y de todo lo que vive, de toda carne, dos de cada especie meterás en el arca, para que tengan vida contigo; macho y hembra serán.
20 De las aves según su especie, y de las bestias según su especie, de todo reptil de la tierra según su especie, dos de cada especie entrarán contigo, para que tengan vida.
21 Y toma contigo de todo alimento que se come, y almacénalo, y servirá de sustento para ti y para ellos.
22 Y lo hizo así Noé; hizo conforme a todo lo que Dios le mandó.
Bendiciones
lunes, 25 de octubre de 2010
El deber del atalaya
(Ez. 3.16-21) 1 Vino a mí palabra de Jehová, diciendo:
2 Hijo de hombre, habla a los hijos de tu pueblo, y diles: Cuando trajere yo espada sobre la tierra, y el pueblo de la tierra tomare un hombre de su territorio y lo pusiere por atalaya,
3 y él viere venir la espada sobre la tierra, y tocare trompeta y avisare al pueblo,
4 cualquiera que oyere el sonido de la trompeta y no se apercibiere, y viniendo la espada lo hiriere, su sangre será sobre su cabeza.
5 El sonido de la trompeta oyó, y no se apercibió; su sangre será sobre él; mas el que se apercibiere librará su vida.
6 Pero si el atalaya viere venir la espada y no tocare la trompeta, y el pueblo no se apercibiere, y viniendo la espada, hiriere de él a alguno, éste fue tomado por causa de su pecado, pero demandaré su sangre de mano del atalaya.
7 A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte.
8 Cuando yo dijere al impío: Impío, de cierto morirás; si tú no hablares para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, pero su sangre yo la demandaré de tu mano.
9 Y si tú avisares al impío de su camino para que se aparte de él, y él no se apartare de su camino, él morirá por su pecado, pero tú libraste tu vida.
2 Hijo de hombre, habla a los hijos de tu pueblo, y diles: Cuando trajere yo espada sobre la tierra, y el pueblo de la tierra tomare un hombre de su territorio y lo pusiere por atalaya,
3 y él viere venir la espada sobre la tierra, y tocare trompeta y avisare al pueblo,
4 cualquiera que oyere el sonido de la trompeta y no se apercibiere, y viniendo la espada lo hiriere, su sangre será sobre su cabeza.
5 El sonido de la trompeta oyó, y no se apercibió; su sangre será sobre él; mas el que se apercibiere librará su vida.
6 Pero si el atalaya viere venir la espada y no tocare la trompeta, y el pueblo no se apercibiere, y viniendo la espada, hiriere de él a alguno, éste fue tomado por causa de su pecado, pero demandaré su sangre de mano del atalaya.
7 A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte.
8 Cuando yo dijere al impío: Impío, de cierto morirás; si tú no hablares para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, pero su sangre yo la demandaré de tu mano.
9 Y si tú avisares al impío de su camino para que se aparte de él, y él no se apartare de su camino, él morirá por su pecado, pero tú libraste tu vida.
viernes, 15 de octubre de 2010
¿Pueden Hablarnos Nuestros Muertos?
LA OBRA ministradora de los santos ángeles, tal cual está presentada en las Santas Escrituras, es una
verdad de las más alentadoras y de las más preciosas para todo discípulo de Cristo. Pero la enseñanza de la
Biblia acerca de este punto ha sido obscurecida y pervertida por los errores de la teología popular. La
doctrina de la inmortalidad natural, tomada en un principio de la filosofía pagana e incorporada a la fe
cristiana en los tiempos tenebrosos de la gran apostasía, ha suplantado la verdad tan claramente enseñada
por la Santa Escritura, de que "los muertos nada saben." Multitudes han llegado a creer que los espíritus de
los muertos son los "espíritus ministradores, enviados para hacer servicio a favor de los que han de heredar
la salvación." Y esto a pesar del testimonio de las Santas Escrituras respecto a la existencia de los ángeles
celestiales y a la relación que ellos tienen con la historia humana desde antes que hubiese muerto hombre
alguno.
La doctrina de que el hombre queda consciente en la muerte, y más aún la creencia de que los espíritus de
los muertos vuelven para servir a los vivos, preparó el camino para el espiritismo moderno. Si los muertos
son admitidos a la presencia de Dios y de los santos ángeles y si son favorecidos con conocimientos que
superan en mucho a los que poseían anteriormente, ¿por qué no habrían de volver a la tierra para iluminar e
ilustrar a los vivos? Si, como lo enseñan los teólogos populares, los espíritus de los muertos se ciernen en
torno de sus amigos en la tierra, ¿por qué no les sería permitido comunicarse con ellos para prevenirlos del
mal o para consolarlos 608 en sus penas? ¿Cómo podrán los que creen en el estado consciente de los
muertos rechazar lo que les viene cual luz divina comunicada por espíritus glorificados? Representan un
medio de comunicación considerado sagrado, del que Satanás se vale para cumplir sus propósitos. Los
ángeles caídos que ejecutan sus órdenes se presentan como mensajeros del mundo de los espíritus. Al
mismo tiempo que el príncipe del mal asevera poner a los vivos en comunicación con los muertos, ejerce
también su influencia fascinadora sobre las mentes de aquéllos.
Satanás puede evocar ante los hombres la apariencia de sus amigos fallecidos. La imitación es perfecta; los
rasgos familiares, las palabras y el tono son reproducidos con una exactitud maravillosa. Muchas personas
se consuelan con la seguridad de que sus seres queridos están gozando de las delicias del cielo; y sin
sospechar ningún peligro, dan oídos a "espíritus seductores, y a enseñanzas de demonios."
Después que Satanás ha hecho creer a esas personas que los muertos vuelven en realidad a comunicarse
con ellas, hace aparecer a seres humanos que murieron sin preparación. Estos aseguran que son felices en
el cielo y hasta que ocupan allí elevados puestos, por lo que se difunde el error de que no se hace diferencia
entre los justos y los injustos. Esos supuestos visitantes del mundo de los espíritus dan a veces avisos y
advertencias que resultan exactos. Luego que se han ganado la confianza, presentan doctrinas que de hecho
destruyen la fe en las Santas Escrituras. Aparentando profundo interés por el bienestar de sus amigos en la
tierra, insinúan los errores más peligrosos. El hecho de que dicen algunas verdades y pueden a veces
anunciar acontecimientos da a sus testimonios una apariencia de verosimilitud; y sus falsas enseñanzas son
aceptadas por las multitudes con tanta diligencia y creídas tan a ciegas, como si se tratara de las verdades
más sagradas de la Biblia. Se rechaza la ley de Dios, se desprecia al Espíritu de gracia y se considera la
sangre de la alianza como cosa profana. Los espíritus niegan la divinidad de Cristo y hasta ponen al
Creador en 609 el mismo nivel que ellos mismos. Bajo este nuevo disfraz el gran rebelde continúa llevando
adelante la guerra que empezó en el cielo y que se prosigue en la tierra desde hace unos seis mil años.
Muchos tratan de explicar las manifestaciones espiritistas atribuyéndolas por completo al fraude y a juego
de manos de los médiums. Pero, si bien es cierto que muchas veces se han hecho pasar supercherías por
verdaderas manifestaciones, no deja de haber habido también manifestaciones de poder sobrenatural. Los
llamamientos misteriosos con que empezó el espiritismo moderno no fueron resultado de la superchería o
de la astucia humana, sino obra directa de ángeles malos, que introdujeron así uno de los engaños más
eficaces para la destrucción de las almas. Muchos hombres serán entrampados por la creencia de que el
espiritismo es tan sólo una impostura humana; pero cuando sean puestos en presencia de manifestaciones
cuyo carácter sobrenatural no pueda negarse, serán seducidos y obligados a aceptarlas como revelación del
poder divino.
Estas personas no toman en cuenta el testimonio de las Santas Escrituras respecto a los milagros de Satanás
y de sus agentes. No fue sino mediante la ayuda de Satanás que los nigromantes de Faraón pudieron imitar
la acción de Dios. San Pablo declara que antes de la segunda venida de Cristo habrá manifestaciones
análogas del poder satánico. La venida del Señor debe ser precedida de la "operación de Satanás, con todo
poder, y con señales, y con maravillas mentirosas, y con todo el artificio de la injusticia." (2 Tesalonicenses
2:9, 10, V.M.) Y el apóstol San Juan, describiendo el poder milagroso que se ha de dar a conocer en los
últimos días, declara: "Obra grandes prodigios, de tal modo que hace descender fuego del cielo a la tierra, a
la vista de los hombres. Y engaña a los que habitan sobre la tierra, por medio de las señales que se le ha
dado poder de hacer." (Apocalipsis 13: 13, 14, V.M.) Lo que se predice aquí no es una simple impostura.
Los hombres serán engañados 610 dos por los milagros que los agentes de Satanás no sólo pretenderán
hacer, sino que de hecho tendrán poder para realizar.
El príncipe de las tinieblas, que por tanto tiempo ha estado empleando los poderes de su inteligencia
superior en la obra de engaño, adapta hábilmente sus tentaciones a los hombres de todas las clases y
condiciones. A las personas cultas y refinadas les presenta el espiritismo bajo sus aspectos más sutiles e
intelectuales, y así consigue atraer a muchos a sus redes. La sabiduría que comunica el espiritismo es la que
describe el apóstol Santiago, la cual "no es la que desciende de lo alto, sino terrena, animal, diabólica."
(Santiago 3: 15.) Y esto es, precisamente, lo que encubre el gran seductor cuando el sigilo es lo que más
conviene a sus fines. El que, vestido con el brillo de celestiales serafines, pudo aparecer ante Cristo para
tentarle en el desierto, suele presentarse también a los hombres del modo más atractivo, cual si fuere ángel
de luz. Apela a la razón por la presentación de temas elevados; deleita los sentidos con escenas que
cautivan y conquistan los afectos por medio de imágenes elocuentes de amor y caridad. Excita la
imaginación en sublimes arrebatos e induce a los hombres a enorgullecerse tanto de su propia sabiduría,
que en el fondo de su corazón desprecian al Dios eterno. Ese ser poderoso que pudo transportar al
Redentor del mundo a un altísimo monte y poner ante su vista todos los reinos y la gloria de la tierra,
presentará sus tentaciones a los hombres y pervertirá los sentidos de todos los que no estén protegidos por
el poder divino.
Satanás seduce hoy día a los hombres como sedujo a Eva en el Edén, lisonjeándolos, alentando en ellos el
deseo de conocimientos prohibidos y despertando en ellos la ambición de exaltarse a sí mismos. Fue
alimentando esos males cómo cayó él mismo, y por ellos trata de acarrear la ruina de los hombres. "Y
seréis como Dios-dijo él,-conocedores del bien y del mal." (Génesis 3: 5, V.M.) El espiritismo enseña "que
el hombre es un ser susceptible de adelanto; que su destino consiste en progresar desde su nacimiento, aun
hasta la eternidad, hacia la 611 divinidad." Y además que "cada inteligencia se juzgará a sí misma y no será
juzgada por otra." "El juicio será justo, porque será el juicio que uno haga de sí mismo.... El tribunal está
interiormente en vosotros." Un maestro espiritista dijo cuando "la conciencia espiritual" se despertó en él:
"Todos mis semejantes eran semidioses no caídos." Y otro dice: "Todo ser justo y perfecto es Cristo."
Así, en lugar de la justicia y perfección del Dios infinito que es el verdadero objeto de la adoración; en
lugar de la justicia perfecta de la ley, que es el verdadero modelo de la perfección humana, Satanás ha
colocado la naturaleza pecadora del hombre sujeto al error, como único objeto de adoración, única regla
del juicio o modelo del carácter. Eso no es progreso, sino retroceso.
Hay una ley de la naturaleza intelectual y espiritual según la cual modificamos nuestro ser mediante la
contemplación. La inteligencia se adapta gradualmente a los asuntos en que se ocupa. Se asimila lo que se
acostumbra a amar y a reverenciar. Jamás se elevará el hombre a mayor altura que a la de su ideal de
pureza, de bondad o de verdad. Si se considera a sí mismo como el ideal más sublime, jamás llegará a cosa
más exaltada. Caerá más bien en bajezas siempre mayores. Sólo la gracia de Dios puede elevar al hombre.
Si depende de sus propios recursos, su conducta empeorará inevitablemente.
A los indulgentes consigo mismos, a los amigos del placer, a los sensuales, el espiritismo se presenta bajo
un disfraz menos sutil que cuando se presenta a gente más refinada e intelectual. En sus formas groseras,
aquéllos encuentran lo que está en armonía con sus inclinaciones. Satanás estudia todos los indicios de la
fragilidad humana, nota los pecados que cada hombre está inclinado a cometer, y cuida luego de que no
falten ocasiones para que las tendencias hacia el mal sean satisfechas. Tienta a los hombres para que se
excedan en cosas que son legítimas en sí mismas, a fin de que la intemperancia debilite sus fuerzas físicas y
sus energías mentales y morales. 612 Ha hecho morir y está haciendo morir miles de personas por la
satisfacción de las pasiones, embruteciendo así la naturaleza humana. Y para completar su obra, declara
por intermedio de los espíritus, que "el verdadero conocimiento coloca a los hombres por encima de toda
ley;" que "cualquier cosa que sea, es buena;" que "Dios no condena;" y que "todos los pecados que se
cometen se cometen sin envolver culpabilidad alguna." Cuando la gente es inducida así a creer que el deseo
es ley suprema, que la libertad es licencia y que el hombre no es responsable más que ante sí mismo, ¿
quién puede admirarse de que la corrupción y la depravación abunden por todas partes? Las multitudes
aceptan con avidez las enseñanzas que les dan libertad para obedecer los impulsos carnales. Se da rienda
suelta a la lujuria y el hombre pierde el imperio sobre sí mismo; las facultades del espíritu y del alma son
sometidas a los más bestiales apetitos, y Satanás prende alegremente en sus redes a millares de personas
que profesan ser discípulos de Cristo.
Pero nadie tiene por qué dejarse alucinar por los asertos engañosos del espiritismo. Dios ha dado a los
hombres luz suficiente para que puedan descubrir la trampa. Como ya lo hemos visto, la teoría que
constituye el fundamento mismo del espiritismo está en plena contradicción con las declaraciones más
terminantes de las Santas Escrituras. La Biblia declara que los muertos no saben nada, que sus
pensamientos han perecido; no tienen parte en nada de lo que se hace bajo el sol; no saben nada de las
dichas ni de las penas de los que les eran más caros en la tierra.
Además, Dios ha prohibido expresamente toda supuesta comunicación con los espíritus de los muertos. En
tiempo de los hebreos había una clase de personas que pretendía, como los espiritistas de nuestros días,
sostener comunicaciones con los muertos. Pero la Biblia declara que los "espíritus," como se solía llamar a
los visitantes de otros mundos, son "espíritus de demonios." (Compárese Números 25: 1-3; Salmo 106: 28;
1 Corintios 10: 20; Apocalipsis 16: 14.) La costumbre de tratar con 613 espíritus o adivinos fue declarada
abominación para el Señor y era solemnemente prohibida so pena de muerte. (Levítico 19: 31; 20: 27.)
Aun el nombre de la hechicería es objeto de desprecio en la actualidad. El aserto de que los hombres
pueden tener comunicación con malos espíritus es considerado como una fábula de la Edad Media. Pero el
espiritismo, que cuenta con centenares de miles y hasta con millones de adherentes, que se ha abierto
camino entre las sociedades científicas, que ha invadido iglesias y que ha sido acogido con favor entre los
cuerpos legislativos y hasta en las cortes de los reyes -este engaño colosal no es más que la reaparición,
bajo un nuevo disfraz, de la hechicería condenada y prohibida en la antigüedad.
Si no existiera otra evidencia tocante a la naturaleza real del espiritismo, debería bastar a todo cristiano el
hecho de que los espíritus no hacen ninguna diferencia entre lo que es justo y lo que es pecado, entre el
más noble y puro de los apóstoles de Cristo y los más degradados servidores de Satanás. Al representar al
hombre más vil como si estuviera altamente exaltado en el cielo, es como si Satanás declarara al mundo:
"No importa cuán malos seáis; no importa que creáis o no en Dios y en la Biblia. Vivid como gustéis, que
el cielo es vuestro hogar." Los maestros espiritistas declaran virtualmente: "Todo aquel que obra mal es
bueno a los ojos de Jehová, y él se complace en los tales; o si no, ¿dónde está el Dios de juicio?"
(Malaquías 2: 17, V.M.) La Palabra de Dios dice: "¡Ay de los que llaman a lo malo bueno, y a lo bueno
malo; que ponen tinieblas por luz, y luz por tinieblas!" (Isaías 5: 20, V.M.)
Esos espíritus mentirosos representan a los apóstoles como contradiciendo lo que escribieron bajo la
inspiración del Espíritu Santo durante su permanencia en la tierra. Niegan el origen divino de la Biblia,
anulan así el fundamento de la esperanza cristiana y apagan la luz que revela el camino hacia el cielo.
Satanás hace creer al mundo que la Biblia no es más que una ficción, o cuando mucho un libro apropiado
para la 614 infancia de la raza, del que se debe hacer poco caso ahora, o ponerlo a un lado por anticuado. Y
para reemplazar la Palabra de Dios ese mismo Satanás ofrece sus manifestaciones espiritistas. Estas están
enteramente bajo su dirección y mediante ellas puede hacer creer al mundo lo que quiere. Pone en la
obscuridad, precisamente donde le conviene que esté, el Libro que le debe juzgar a él y a sus siervos y hace
aparecer al Salvador del mundo como un simple hombre. Así como la guardia romana que vigilaba la
tumba de Jesús difundió la mentira que los sacerdotes y los ancianos insinuaron para negar su resurrección,
así también los que creen en las manifestaciones espiritistas tratan de hacer creer que no hay nada
milagroso en las circunstancias que rodearon la vida de Jesús. Después de procurar así que la gente no vea
a Jesús, le llaman la atención hacia sus propios milagros y los declaran muy superiores a las obras de
Cristo.
Es cierto que el espiritismo está mudando actualmente sus formas, y echando un velo sobre algunos de sus
rasgos más repulsivos, reviste un disfraz cristiano. Pero sus declaraciones hechas desde la tribuna y en la
prensa han sido conocidas por el público desde hace muchos años, y revelan su carácter verdadero. Esas
enseñanzas no pueden ser negadas ni encubiertas.
Hasta en su forma actual, lejos de ser más tolerable, el espiritismo es en realidad más peligroso que
anteriormente, debido a la mayor sutileza de su engaño. Mientras años atrás atacaba a Cristo y la Biblia,
declara ahora que acepta a ambos. Pero su interpretación de la Biblia está calculada para agradar al corazón
irregenerado, al paso que anula el efecto de sus verdades solemnes y vitales. Los espiritistas hacen hincapié
en el amor como si fuese atributo principal de Dios, pero lo rebajan hasta hacer de él un sentimentalismo
enfermizo y hacen poca distinción entre el bien y el mal. La justicia de Dios, su reprobación del pecado, las
exigencias de su santa ley, todo eso lo pierden de vista. Enseñan al pueblo a que mire el Decálogo como si
fuera letra muerta. Fábulas agradables y encantadoras 615 cautivan los sentidos e inducen a los hombres a
que rechacen la Biblia como fundamento de su fe. Se niega a Cristo tan descaradamente como antes; pero
Satanás ha cegado tanto al pueblo que no discierne el engaño.
Pocas son las personas que tienen justo concepto del poder engañoso del espiritismo y del peligro que hay
en caer bajo su influencia. Muchas personas juegan con él sin otro objeto que el de satisfacer su curiosidad.
No tienen fe verdadera en él y se llenarían de horror al pensar en abandonarse al dominio de los espíritus.
Pero se aventuran en terreno vedado y el poderoso destructor ejerce su ascendiente sobre ellos contra su
voluntad. Pero una vez que los induce a abandonar sus inteligencias a su dirección, los mantiene cautivos.
Es imposible que con su propia fuerza rompan el encanto hechicero y seductor. Sólo el poder de Dios
otorgado en contestación a la fervorosa oración de fe, puede libertar a esas almas prisioneras.
Todos aquellos que conservan y cultivan rasgos pecaminosos de carácter, o que fomentan un pecado
conocido, atraen las tentaciones de Satanás. Se separan de Dios y de la protección de sus ángeles, y cuando
el maligno les tiende sus redes quedan indefensos y se convierten en fácil presa. Los que de tal suerte se
abandonan al poder satánico no comprenden adónde los llevará su conducta. Pero, después de haberlos
subyugado por completo, el tentador los empleará como agentes para empujar a otros a la ruina.
El profeta Isaías dice: "Y cuando os dijeren: Acudid a los espíritus y a los adivinos, que chirrían y
mascullan; responded: ¿No debe un pueblo acudir más bien a su Dios? ¿ por los vivos acaso se ha de
acudir a los muertos? ¡A la ley y al testimonio! si no hablaren conforme a esta palabra, son aquellos para
quienes no ha amanecido." (Isaías 8: 19, 20, V.M.) Si los hombres hubiesen querido recibir la verdad tan
claramente expresada en las Santas Escrituras, referente a la naturaleza del hombre y al estado de los
muertos, reconocerían en las declaraciones y manifestaciones del espiritismo la operación de Satanás 616
con poder y con prodigios mentirosos. Pero en vez de renunciar a la libertad tan cara al corazón
pecaminoso y a sus pecados favoritos, la mayoría de los hombres cierra los ojos a la luz y sigue adelante
sin cuidarse de las advertencias, mientras Satanás tiende sus lazos en torno de ellos y los hace presa suya.
"Por cuanto no admitieron el amor de la verdad, para que fuesen salvos, . . . Dios les envía la eficaz
operación de error, a fin de que crean a la mentira." (2 Tesalonicenses 2: 10, 11, V.M.)
Los que se oponen a las enseñanzas del espiritismo atacan no sólo a los hombres, sino también a Satanás y
a sus ángeles. Han emprendido la lucha contra principados, potestades y malicias espirituales en los aires.
Satanás no cederá una pulgada de terreno mientras no sea rechazado por el poder de mensajeros celestiales.
El pueblo de Dios debe hacerle frente como lo hizo nuestro Salvador, con las palabras: "Escrito está."
Satanás puede hoy citar las Santas Escrituras como en tiempo de Cristo, y volverá a pervertir las
enseñanzas de ellas para sostener sus engaños. Los que quieran permanecer firmes en estos tiempos de
peligro deben comprender por sí mismos el testimonio de las Escrituras.
Muchos tendrán que vérselas con espíritus de demonios que personificarán a parientes o amigos queridos y
que proclamarán las herejías más peligrosas. Estos espíritus apelarán a nuestros más tiernos sentimientos
de simpatía y harán milagros con el fin de sostener sus asertos. Debemos estar listos para resistirles con la
verdad bíblica de que los muertos no saben nada y de que los que aparecen como tales son espíritus de
demonios.
Es inminente "la hora de la tentación que ha de venir en todo el mundo, para probar a los que moran en la
tierra." (Apocalipsis 3: 10.) Todos aquellos cuya fe no esté firmemente cimentada en la Palabra de Dios
serán engañados y vencidos. La operación de Satanás es "con todo el artificio de la injusticia" a fin de
alcanzar dominio sobre los hijos de los hombres; y sus engaños seguirán aumentando. Pero sólo 617 puede
lograr sus fines cuando los hombres ceden voluntariamente a sus tentaciones. Los que busquen
sinceramente el conocimiento de la verdad, y se esfuercen en purificar sus almas mediante la obediencia,
haciendo así lo que pueden en preparación para el conflicto, encontrarán; seguro refugio en el Dios de
verdad. "Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré" (Ver. 10), es la
promesa del Salvador. El enviarla a todos los ángeles del cielo para proteger a su pueblo antes que permitir
que una sola alma que confíe en él sea vencida por Satanás.
El profeta Isaías describe el terrible engaño que seducirá a los impíos y les hará creerse al amparo de los
juicios de Dios "Hemos hecho pacto con la muerte, y con el infierno tenemos hecho convenio; cuando
pasaré el azote, cual torrente, no nos alcanzará; porque hemos puesto las mentiras por nuestro refugio, y
entre los embustes nos hemos escondido." (Isaías 28: 15, V.M.) En la categoría de personas así descritas se
encuentran los que en su impenitencia y obstinación se consuelan con la seguridad de que no habrá castigo
para el pecador, de que todos los miembros de la humanidad, por grande que sea su corrupción, serán
elevados hasta el cielo para volverse como ángeles de Dios. Pero hay otros quienes de modo mucho más
aparente están haciendo un pactó con la muerte y un convenio con el infierno. Son los que renuncian a las
verdades que Dios dio como defensa para los justos en el día de congoja, y aceptan el falso refugio
ofrecido en su lugar por Satanás, o sea los asertos mentirosos del espiritismo.
La obcecación de los hombres de esta generación es indeciblemente sorprendente. Miles de personas
rechazan la Palabra de Dios como si no mereciese fe, mientras aceptan con absoluta confianza los engaños
de Satanás. Los incrédulos y escarnecedores denuncian el fanatismo, como lo llaman, de los que luchan por
la fe de los profetas y de los apóstoles, y se divierten ridiculizando las solemnes declaraciones de las Santas
Escrituras referentes a Cristo, al plan de salvación y a la retribución 618 que espera a los que rechazan la
verdad. Fingen, tener gran lástima por espíritus tan estrechos, débiles y supersticiosos, que acatan los
mandatos de Dios y satisfacen las exigencias de su ley. Hacen alarde de tanto descaro como si en realidad
hubiesen hecho un pacto con la muerte y un convenio -con el infierno como si hubiesen elevado una
barrera insalvable e indestructible entre ellos y la venganza de Dios. Nada puede despertar sus, temores. Se
han sometido tan completamente al tentador, están tan ligados a él y tan dominados por su espíritu, que no
tienen ni fuerza ni deseos para escapar de su lazo.
Satanás ha estado preparándose desde hace tiempo para su último esfuerzo para engaitar al mundo. El
cimiento de su obra lo puso en la afirmación que hiciera a Eva en el Edén: "De seguro que no moriréis."
"En el día que comiereis de él, vuestros ojos serán abiertos, y seréis como Dios, conocedores del bien y del
mal." (Génesis 3: 4, 5, V.M.) Poco a poco Satanás ha preparado el camino para su obra maestra de
seducción: el desarrollo del espiritismo. Hasta ahora no ha logrado realizar completamente sus designios;
pero lo conseguirá en el poco tiempo que nos separa del fin. El profeta dice: "Y vi ... tres espíritus
inmundos, como ranas: . . . son espíritus de demonios, que obran prodigios; los cuales salen a los reyes de
todo el mundo habitado, a juntarlos para la guerra del gran, día del Dios Todopoderoso." (Apocalipsis 16:
13, 14, V.M.) Todos menos los que estén protegidos por el poder de Dios y la fe en su Palabra, se verán
envueltos en ese engaño. Los hombres se están dejando adormecer en una seguridad fatal y sólo,
despertarán cuando la ira de Dios se derrame sobre la tierra, Dios, el Señor, dice: "También pondré el
juicio por cordel, y la justicia por plomada; y la granizada barrerá el refugio de mentiras, y las aguas
arrebatarán vuestro escondrijo. Asimismo vuestro pacto con la muerte será anulado, y vuestro convenio
con el infierno no quedará en pie cuando pasare el azote, cual torrente, vosotros seréis hollados de este
invasor." (Isaías 28: 17, 18, V.M.) 619
SEGURIDAD Y PAZ EN EL CONFLICTO DE LOS SIGLOS
Por ELENA G. de WHITE
Bendiciones!
verdad de las más alentadoras y de las más preciosas para todo discípulo de Cristo. Pero la enseñanza de la
Biblia acerca de este punto ha sido obscurecida y pervertida por los errores de la teología popular. La
doctrina de la inmortalidad natural, tomada en un principio de la filosofía pagana e incorporada a la fe
cristiana en los tiempos tenebrosos de la gran apostasía, ha suplantado la verdad tan claramente enseñada
por la Santa Escritura, de que "los muertos nada saben." Multitudes han llegado a creer que los espíritus de
los muertos son los "espíritus ministradores, enviados para hacer servicio a favor de los que han de heredar
la salvación." Y esto a pesar del testimonio de las Santas Escrituras respecto a la existencia de los ángeles
celestiales y a la relación que ellos tienen con la historia humana desde antes que hubiese muerto hombre
alguno.
La doctrina de que el hombre queda consciente en la muerte, y más aún la creencia de que los espíritus de
los muertos vuelven para servir a los vivos, preparó el camino para el espiritismo moderno. Si los muertos
son admitidos a la presencia de Dios y de los santos ángeles y si son favorecidos con conocimientos que
superan en mucho a los que poseían anteriormente, ¿por qué no habrían de volver a la tierra para iluminar e
ilustrar a los vivos? Si, como lo enseñan los teólogos populares, los espíritus de los muertos se ciernen en
torno de sus amigos en la tierra, ¿por qué no les sería permitido comunicarse con ellos para prevenirlos del
mal o para consolarlos 608 en sus penas? ¿Cómo podrán los que creen en el estado consciente de los
muertos rechazar lo que les viene cual luz divina comunicada por espíritus glorificados? Representan un
medio de comunicación considerado sagrado, del que Satanás se vale para cumplir sus propósitos. Los
ángeles caídos que ejecutan sus órdenes se presentan como mensajeros del mundo de los espíritus. Al
mismo tiempo que el príncipe del mal asevera poner a los vivos en comunicación con los muertos, ejerce
también su influencia fascinadora sobre las mentes de aquéllos.
Satanás puede evocar ante los hombres la apariencia de sus amigos fallecidos. La imitación es perfecta; los
rasgos familiares, las palabras y el tono son reproducidos con una exactitud maravillosa. Muchas personas
se consuelan con la seguridad de que sus seres queridos están gozando de las delicias del cielo; y sin
sospechar ningún peligro, dan oídos a "espíritus seductores, y a enseñanzas de demonios."
Después que Satanás ha hecho creer a esas personas que los muertos vuelven en realidad a comunicarse
con ellas, hace aparecer a seres humanos que murieron sin preparación. Estos aseguran que son felices en
el cielo y hasta que ocupan allí elevados puestos, por lo que se difunde el error de que no se hace diferencia
entre los justos y los injustos. Esos supuestos visitantes del mundo de los espíritus dan a veces avisos y
advertencias que resultan exactos. Luego que se han ganado la confianza, presentan doctrinas que de hecho
destruyen la fe en las Santas Escrituras. Aparentando profundo interés por el bienestar de sus amigos en la
tierra, insinúan los errores más peligrosos. El hecho de que dicen algunas verdades y pueden a veces
anunciar acontecimientos da a sus testimonios una apariencia de verosimilitud; y sus falsas enseñanzas son
aceptadas por las multitudes con tanta diligencia y creídas tan a ciegas, como si se tratara de las verdades
más sagradas de la Biblia. Se rechaza la ley de Dios, se desprecia al Espíritu de gracia y se considera la
sangre de la alianza como cosa profana. Los espíritus niegan la divinidad de Cristo y hasta ponen al
Creador en 609 el mismo nivel que ellos mismos. Bajo este nuevo disfraz el gran rebelde continúa llevando
adelante la guerra que empezó en el cielo y que se prosigue en la tierra desde hace unos seis mil años.
Muchos tratan de explicar las manifestaciones espiritistas atribuyéndolas por completo al fraude y a juego
de manos de los médiums. Pero, si bien es cierto que muchas veces se han hecho pasar supercherías por
verdaderas manifestaciones, no deja de haber habido también manifestaciones de poder sobrenatural. Los
llamamientos misteriosos con que empezó el espiritismo moderno no fueron resultado de la superchería o
de la astucia humana, sino obra directa de ángeles malos, que introdujeron así uno de los engaños más
eficaces para la destrucción de las almas. Muchos hombres serán entrampados por la creencia de que el
espiritismo es tan sólo una impostura humana; pero cuando sean puestos en presencia de manifestaciones
cuyo carácter sobrenatural no pueda negarse, serán seducidos y obligados a aceptarlas como revelación del
poder divino.
Estas personas no toman en cuenta el testimonio de las Santas Escrituras respecto a los milagros de Satanás
y de sus agentes. No fue sino mediante la ayuda de Satanás que los nigromantes de Faraón pudieron imitar
la acción de Dios. San Pablo declara que antes de la segunda venida de Cristo habrá manifestaciones
análogas del poder satánico. La venida del Señor debe ser precedida de la "operación de Satanás, con todo
poder, y con señales, y con maravillas mentirosas, y con todo el artificio de la injusticia." (2 Tesalonicenses
2:9, 10, V.M.) Y el apóstol San Juan, describiendo el poder milagroso que se ha de dar a conocer en los
últimos días, declara: "Obra grandes prodigios, de tal modo que hace descender fuego del cielo a la tierra, a
la vista de los hombres. Y engaña a los que habitan sobre la tierra, por medio de las señales que se le ha
dado poder de hacer." (Apocalipsis 13: 13, 14, V.M.) Lo que se predice aquí no es una simple impostura.
Los hombres serán engañados 610 dos por los milagros que los agentes de Satanás no sólo pretenderán
hacer, sino que de hecho tendrán poder para realizar.
El príncipe de las tinieblas, que por tanto tiempo ha estado empleando los poderes de su inteligencia
superior en la obra de engaño, adapta hábilmente sus tentaciones a los hombres de todas las clases y
condiciones. A las personas cultas y refinadas les presenta el espiritismo bajo sus aspectos más sutiles e
intelectuales, y así consigue atraer a muchos a sus redes. La sabiduría que comunica el espiritismo es la que
describe el apóstol Santiago, la cual "no es la que desciende de lo alto, sino terrena, animal, diabólica."
(Santiago 3: 15.) Y esto es, precisamente, lo que encubre el gran seductor cuando el sigilo es lo que más
conviene a sus fines. El que, vestido con el brillo de celestiales serafines, pudo aparecer ante Cristo para
tentarle en el desierto, suele presentarse también a los hombres del modo más atractivo, cual si fuere ángel
de luz. Apela a la razón por la presentación de temas elevados; deleita los sentidos con escenas que
cautivan y conquistan los afectos por medio de imágenes elocuentes de amor y caridad. Excita la
imaginación en sublimes arrebatos e induce a los hombres a enorgullecerse tanto de su propia sabiduría,
que en el fondo de su corazón desprecian al Dios eterno. Ese ser poderoso que pudo transportar al
Redentor del mundo a un altísimo monte y poner ante su vista todos los reinos y la gloria de la tierra,
presentará sus tentaciones a los hombres y pervertirá los sentidos de todos los que no estén protegidos por
el poder divino.
Satanás seduce hoy día a los hombres como sedujo a Eva en el Edén, lisonjeándolos, alentando en ellos el
deseo de conocimientos prohibidos y despertando en ellos la ambición de exaltarse a sí mismos. Fue
alimentando esos males cómo cayó él mismo, y por ellos trata de acarrear la ruina de los hombres. "Y
seréis como Dios-dijo él,-conocedores del bien y del mal." (Génesis 3: 5, V.M.) El espiritismo enseña "que
el hombre es un ser susceptible de adelanto; que su destino consiste en progresar desde su nacimiento, aun
hasta la eternidad, hacia la 611 divinidad." Y además que "cada inteligencia se juzgará a sí misma y no será
juzgada por otra." "El juicio será justo, porque será el juicio que uno haga de sí mismo.... El tribunal está
interiormente en vosotros." Un maestro espiritista dijo cuando "la conciencia espiritual" se despertó en él:
"Todos mis semejantes eran semidioses no caídos." Y otro dice: "Todo ser justo y perfecto es Cristo."
Así, en lugar de la justicia y perfección del Dios infinito que es el verdadero objeto de la adoración; en
lugar de la justicia perfecta de la ley, que es el verdadero modelo de la perfección humana, Satanás ha
colocado la naturaleza pecadora del hombre sujeto al error, como único objeto de adoración, única regla
del juicio o modelo del carácter. Eso no es progreso, sino retroceso.
Hay una ley de la naturaleza intelectual y espiritual según la cual modificamos nuestro ser mediante la
contemplación. La inteligencia se adapta gradualmente a los asuntos en que se ocupa. Se asimila lo que se
acostumbra a amar y a reverenciar. Jamás se elevará el hombre a mayor altura que a la de su ideal de
pureza, de bondad o de verdad. Si se considera a sí mismo como el ideal más sublime, jamás llegará a cosa
más exaltada. Caerá más bien en bajezas siempre mayores. Sólo la gracia de Dios puede elevar al hombre.
Si depende de sus propios recursos, su conducta empeorará inevitablemente.
A los indulgentes consigo mismos, a los amigos del placer, a los sensuales, el espiritismo se presenta bajo
un disfraz menos sutil que cuando se presenta a gente más refinada e intelectual. En sus formas groseras,
aquéllos encuentran lo que está en armonía con sus inclinaciones. Satanás estudia todos los indicios de la
fragilidad humana, nota los pecados que cada hombre está inclinado a cometer, y cuida luego de que no
falten ocasiones para que las tendencias hacia el mal sean satisfechas. Tienta a los hombres para que se
excedan en cosas que son legítimas en sí mismas, a fin de que la intemperancia debilite sus fuerzas físicas y
sus energías mentales y morales. 612 Ha hecho morir y está haciendo morir miles de personas por la
satisfacción de las pasiones, embruteciendo así la naturaleza humana. Y para completar su obra, declara
por intermedio de los espíritus, que "el verdadero conocimiento coloca a los hombres por encima de toda
ley;" que "cualquier cosa que sea, es buena;" que "Dios no condena;" y que "todos los pecados que se
cometen se cometen sin envolver culpabilidad alguna." Cuando la gente es inducida así a creer que el deseo
es ley suprema, que la libertad es licencia y que el hombre no es responsable más que ante sí mismo, ¿
quién puede admirarse de que la corrupción y la depravación abunden por todas partes? Las multitudes
aceptan con avidez las enseñanzas que les dan libertad para obedecer los impulsos carnales. Se da rienda
suelta a la lujuria y el hombre pierde el imperio sobre sí mismo; las facultades del espíritu y del alma son
sometidas a los más bestiales apetitos, y Satanás prende alegremente en sus redes a millares de personas
que profesan ser discípulos de Cristo.
Pero nadie tiene por qué dejarse alucinar por los asertos engañosos del espiritismo. Dios ha dado a los
hombres luz suficiente para que puedan descubrir la trampa. Como ya lo hemos visto, la teoría que
constituye el fundamento mismo del espiritismo está en plena contradicción con las declaraciones más
terminantes de las Santas Escrituras. La Biblia declara que los muertos no saben nada, que sus
pensamientos han perecido; no tienen parte en nada de lo que se hace bajo el sol; no saben nada de las
dichas ni de las penas de los que les eran más caros en la tierra.
Además, Dios ha prohibido expresamente toda supuesta comunicación con los espíritus de los muertos. En
tiempo de los hebreos había una clase de personas que pretendía, como los espiritistas de nuestros días,
sostener comunicaciones con los muertos. Pero la Biblia declara que los "espíritus," como se solía llamar a
los visitantes de otros mundos, son "espíritus de demonios." (Compárese Números 25: 1-3; Salmo 106: 28;
1 Corintios 10: 20; Apocalipsis 16: 14.) La costumbre de tratar con 613 espíritus o adivinos fue declarada
abominación para el Señor y era solemnemente prohibida so pena de muerte. (Levítico 19: 31; 20: 27.)
Aun el nombre de la hechicería es objeto de desprecio en la actualidad. El aserto de que los hombres
pueden tener comunicación con malos espíritus es considerado como una fábula de la Edad Media. Pero el
espiritismo, que cuenta con centenares de miles y hasta con millones de adherentes, que se ha abierto
camino entre las sociedades científicas, que ha invadido iglesias y que ha sido acogido con favor entre los
cuerpos legislativos y hasta en las cortes de los reyes -este engaño colosal no es más que la reaparición,
bajo un nuevo disfraz, de la hechicería condenada y prohibida en la antigüedad.
Si no existiera otra evidencia tocante a la naturaleza real del espiritismo, debería bastar a todo cristiano el
hecho de que los espíritus no hacen ninguna diferencia entre lo que es justo y lo que es pecado, entre el
más noble y puro de los apóstoles de Cristo y los más degradados servidores de Satanás. Al representar al
hombre más vil como si estuviera altamente exaltado en el cielo, es como si Satanás declarara al mundo:
"No importa cuán malos seáis; no importa que creáis o no en Dios y en la Biblia. Vivid como gustéis, que
el cielo es vuestro hogar." Los maestros espiritistas declaran virtualmente: "Todo aquel que obra mal es
bueno a los ojos de Jehová, y él se complace en los tales; o si no, ¿dónde está el Dios de juicio?"
(Malaquías 2: 17, V.M.) La Palabra de Dios dice: "¡Ay de los que llaman a lo malo bueno, y a lo bueno
malo; que ponen tinieblas por luz, y luz por tinieblas!" (Isaías 5: 20, V.M.)
Esos espíritus mentirosos representan a los apóstoles como contradiciendo lo que escribieron bajo la
inspiración del Espíritu Santo durante su permanencia en la tierra. Niegan el origen divino de la Biblia,
anulan así el fundamento de la esperanza cristiana y apagan la luz que revela el camino hacia el cielo.
Satanás hace creer al mundo que la Biblia no es más que una ficción, o cuando mucho un libro apropiado
para la 614 infancia de la raza, del que se debe hacer poco caso ahora, o ponerlo a un lado por anticuado. Y
para reemplazar la Palabra de Dios ese mismo Satanás ofrece sus manifestaciones espiritistas. Estas están
enteramente bajo su dirección y mediante ellas puede hacer creer al mundo lo que quiere. Pone en la
obscuridad, precisamente donde le conviene que esté, el Libro que le debe juzgar a él y a sus siervos y hace
aparecer al Salvador del mundo como un simple hombre. Así como la guardia romana que vigilaba la
tumba de Jesús difundió la mentira que los sacerdotes y los ancianos insinuaron para negar su resurrección,
así también los que creen en las manifestaciones espiritistas tratan de hacer creer que no hay nada
milagroso en las circunstancias que rodearon la vida de Jesús. Después de procurar así que la gente no vea
a Jesús, le llaman la atención hacia sus propios milagros y los declaran muy superiores a las obras de
Cristo.
Es cierto que el espiritismo está mudando actualmente sus formas, y echando un velo sobre algunos de sus
rasgos más repulsivos, reviste un disfraz cristiano. Pero sus declaraciones hechas desde la tribuna y en la
prensa han sido conocidas por el público desde hace muchos años, y revelan su carácter verdadero. Esas
enseñanzas no pueden ser negadas ni encubiertas.
Hasta en su forma actual, lejos de ser más tolerable, el espiritismo es en realidad más peligroso que
anteriormente, debido a la mayor sutileza de su engaño. Mientras años atrás atacaba a Cristo y la Biblia,
declara ahora que acepta a ambos. Pero su interpretación de la Biblia está calculada para agradar al corazón
irregenerado, al paso que anula el efecto de sus verdades solemnes y vitales. Los espiritistas hacen hincapié
en el amor como si fuese atributo principal de Dios, pero lo rebajan hasta hacer de él un sentimentalismo
enfermizo y hacen poca distinción entre el bien y el mal. La justicia de Dios, su reprobación del pecado, las
exigencias de su santa ley, todo eso lo pierden de vista. Enseñan al pueblo a que mire el Decálogo como si
fuera letra muerta. Fábulas agradables y encantadoras 615 cautivan los sentidos e inducen a los hombres a
que rechacen la Biblia como fundamento de su fe. Se niega a Cristo tan descaradamente como antes; pero
Satanás ha cegado tanto al pueblo que no discierne el engaño.
Pocas son las personas que tienen justo concepto del poder engañoso del espiritismo y del peligro que hay
en caer bajo su influencia. Muchas personas juegan con él sin otro objeto que el de satisfacer su curiosidad.
No tienen fe verdadera en él y se llenarían de horror al pensar en abandonarse al dominio de los espíritus.
Pero se aventuran en terreno vedado y el poderoso destructor ejerce su ascendiente sobre ellos contra su
voluntad. Pero una vez que los induce a abandonar sus inteligencias a su dirección, los mantiene cautivos.
Es imposible que con su propia fuerza rompan el encanto hechicero y seductor. Sólo el poder de Dios
otorgado en contestación a la fervorosa oración de fe, puede libertar a esas almas prisioneras.
Todos aquellos que conservan y cultivan rasgos pecaminosos de carácter, o que fomentan un pecado
conocido, atraen las tentaciones de Satanás. Se separan de Dios y de la protección de sus ángeles, y cuando
el maligno les tiende sus redes quedan indefensos y se convierten en fácil presa. Los que de tal suerte se
abandonan al poder satánico no comprenden adónde los llevará su conducta. Pero, después de haberlos
subyugado por completo, el tentador los empleará como agentes para empujar a otros a la ruina.
El profeta Isaías dice: "Y cuando os dijeren: Acudid a los espíritus y a los adivinos, que chirrían y
mascullan; responded: ¿No debe un pueblo acudir más bien a su Dios? ¿ por los vivos acaso se ha de
acudir a los muertos? ¡A la ley y al testimonio! si no hablaren conforme a esta palabra, son aquellos para
quienes no ha amanecido." (Isaías 8: 19, 20, V.M.) Si los hombres hubiesen querido recibir la verdad tan
claramente expresada en las Santas Escrituras, referente a la naturaleza del hombre y al estado de los
muertos, reconocerían en las declaraciones y manifestaciones del espiritismo la operación de Satanás 616
con poder y con prodigios mentirosos. Pero en vez de renunciar a la libertad tan cara al corazón
pecaminoso y a sus pecados favoritos, la mayoría de los hombres cierra los ojos a la luz y sigue adelante
sin cuidarse de las advertencias, mientras Satanás tiende sus lazos en torno de ellos y los hace presa suya.
"Por cuanto no admitieron el amor de la verdad, para que fuesen salvos, . . . Dios les envía la eficaz
operación de error, a fin de que crean a la mentira." (2 Tesalonicenses 2: 10, 11, V.M.)
Los que se oponen a las enseñanzas del espiritismo atacan no sólo a los hombres, sino también a Satanás y
a sus ángeles. Han emprendido la lucha contra principados, potestades y malicias espirituales en los aires.
Satanás no cederá una pulgada de terreno mientras no sea rechazado por el poder de mensajeros celestiales.
El pueblo de Dios debe hacerle frente como lo hizo nuestro Salvador, con las palabras: "Escrito está."
Satanás puede hoy citar las Santas Escrituras como en tiempo de Cristo, y volverá a pervertir las
enseñanzas de ellas para sostener sus engaños. Los que quieran permanecer firmes en estos tiempos de
peligro deben comprender por sí mismos el testimonio de las Escrituras.
Muchos tendrán que vérselas con espíritus de demonios que personificarán a parientes o amigos queridos y
que proclamarán las herejías más peligrosas. Estos espíritus apelarán a nuestros más tiernos sentimientos
de simpatía y harán milagros con el fin de sostener sus asertos. Debemos estar listos para resistirles con la
verdad bíblica de que los muertos no saben nada y de que los que aparecen como tales son espíritus de
demonios.
Es inminente "la hora de la tentación que ha de venir en todo el mundo, para probar a los que moran en la
tierra." (Apocalipsis 3: 10.) Todos aquellos cuya fe no esté firmemente cimentada en la Palabra de Dios
serán engañados y vencidos. La operación de Satanás es "con todo el artificio de la injusticia" a fin de
alcanzar dominio sobre los hijos de los hombres; y sus engaños seguirán aumentando. Pero sólo 617 puede
lograr sus fines cuando los hombres ceden voluntariamente a sus tentaciones. Los que busquen
sinceramente el conocimiento de la verdad, y se esfuercen en purificar sus almas mediante la obediencia,
haciendo así lo que pueden en preparación para el conflicto, encontrarán; seguro refugio en el Dios de
verdad. "Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré" (Ver. 10), es la
promesa del Salvador. El enviarla a todos los ángeles del cielo para proteger a su pueblo antes que permitir
que una sola alma que confíe en él sea vencida por Satanás.
El profeta Isaías describe el terrible engaño que seducirá a los impíos y les hará creerse al amparo de los
juicios de Dios "Hemos hecho pacto con la muerte, y con el infierno tenemos hecho convenio; cuando
pasaré el azote, cual torrente, no nos alcanzará; porque hemos puesto las mentiras por nuestro refugio, y
entre los embustes nos hemos escondido." (Isaías 28: 15, V.M.) En la categoría de personas así descritas se
encuentran los que en su impenitencia y obstinación se consuelan con la seguridad de que no habrá castigo
para el pecador, de que todos los miembros de la humanidad, por grande que sea su corrupción, serán
elevados hasta el cielo para volverse como ángeles de Dios. Pero hay otros quienes de modo mucho más
aparente están haciendo un pactó con la muerte y un convenio con el infierno. Son los que renuncian a las
verdades que Dios dio como defensa para los justos en el día de congoja, y aceptan el falso refugio
ofrecido en su lugar por Satanás, o sea los asertos mentirosos del espiritismo.
La obcecación de los hombres de esta generación es indeciblemente sorprendente. Miles de personas
rechazan la Palabra de Dios como si no mereciese fe, mientras aceptan con absoluta confianza los engaños
de Satanás. Los incrédulos y escarnecedores denuncian el fanatismo, como lo llaman, de los que luchan por
la fe de los profetas y de los apóstoles, y se divierten ridiculizando las solemnes declaraciones de las Santas
Escrituras referentes a Cristo, al plan de salvación y a la retribución 618 que espera a los que rechazan la
verdad. Fingen, tener gran lástima por espíritus tan estrechos, débiles y supersticiosos, que acatan los
mandatos de Dios y satisfacen las exigencias de su ley. Hacen alarde de tanto descaro como si en realidad
hubiesen hecho un pacto con la muerte y un convenio -con el infierno como si hubiesen elevado una
barrera insalvable e indestructible entre ellos y la venganza de Dios. Nada puede despertar sus, temores. Se
han sometido tan completamente al tentador, están tan ligados a él y tan dominados por su espíritu, que no
tienen ni fuerza ni deseos para escapar de su lazo.
Satanás ha estado preparándose desde hace tiempo para su último esfuerzo para engaitar al mundo. El
cimiento de su obra lo puso en la afirmación que hiciera a Eva en el Edén: "De seguro que no moriréis."
"En el día que comiereis de él, vuestros ojos serán abiertos, y seréis como Dios, conocedores del bien y del
mal." (Génesis 3: 4, 5, V.M.) Poco a poco Satanás ha preparado el camino para su obra maestra de
seducción: el desarrollo del espiritismo. Hasta ahora no ha logrado realizar completamente sus designios;
pero lo conseguirá en el poco tiempo que nos separa del fin. El profeta dice: "Y vi ... tres espíritus
inmundos, como ranas: . . . son espíritus de demonios, que obran prodigios; los cuales salen a los reyes de
todo el mundo habitado, a juntarlos para la guerra del gran, día del Dios Todopoderoso." (Apocalipsis 16:
13, 14, V.M.) Todos menos los que estén protegidos por el poder de Dios y la fe en su Palabra, se verán
envueltos en ese engaño. Los hombres se están dejando adormecer en una seguridad fatal y sólo,
despertarán cuando la ira de Dios se derrame sobre la tierra, Dios, el Señor, dice: "También pondré el
juicio por cordel, y la justicia por plomada; y la granizada barrerá el refugio de mentiras, y las aguas
arrebatarán vuestro escondrijo. Asimismo vuestro pacto con la muerte será anulado, y vuestro convenio
con el infierno no quedará en pie cuando pasare el azote, cual torrente, vosotros seréis hollados de este
invasor." (Isaías 28: 17, 18, V.M.) 619
SEGURIDAD Y PAZ EN EL CONFLICTO DE LOS SIGLOS
Por ELENA G. de WHITE
Bendiciones!
jueves, 14 de octubre de 2010
Profecía sobre Babilonia
Jeremías 50
1 Palabra que habló Jehová contra Babilonia, contra la tierra de los caldeos, por medio del profeta Jeremías.
2 Anunciad en las naciones, y haced saber; levantad también bandera, publicad, y no encubráis; decid: Tomada es Babilonia, Bel es confundido, deshecho es Merodac; destruidas son sus esculturas, quebrados son sus ídolos.
3 Porque subió contra ella una nación del norte, la cual pondrá su tierra en asolamiento, y no habrá ni hombre ni animal que en ella more; huyeron, y se fueron.
4 En aquellos días y en aquel tiempo, dice Jehová, vendrán los hijos de Israel, ellos y los hijos de Judá juntamente; e irán andando y llorando, y buscarán a Jehová su Dios.
5 Preguntarán por el camino de Sion, hacia donde volverán sus rostros, diciendo: Venid, y juntémonos a Jehová con pacto eterno que jamás se ponga en olvido.
6 Ovejas perdidas fueron mi pueblo; sus pastores las hicieron errar, por los montes las descarriaron; anduvieron de monte en collado, y se olvidaron de sus rediles.
7 Todos los que los hallaban, los devoraban; y decían sus enemigos: No pecaremos, porque ellos pecaron contra Jehová morada de justicia, contra Jehová esperanza de sus padres.
8 Huid de en medio de Babilonia, y salid de la tierra de los caldeos, y sed como los machos cabríos que van delante del rebaño.
9 Porque yo levanto y hago subir contra Babilonia reunión de grandes pueblos de la tierra del norte; desde allí se prepararán contra ella, y será tomada; sus flechas son como de valiente diestro, que no volverá vacío.
10 Y Caldea será para botín; todos los que la saquearen se saciarán, dice Jehová.
11 Porque os alegrasteis, porque os gozasteis destruyendo mi heredad, porque os llenasteis como novilla sobre la hierba, y relinchasteis como caballos.
12 Vuestra madre se avergonzó mucho, se afrentó la que os dio a luz; he aquí será la última de las naciones; desierto, sequedal y páramo.
13 Por la ira de Jehová no será habitada, sino será asolada toda ella; todo hombre que pasare por Babilonia se asombrará, y se burlará de sus calamidades.
14 Poneos en orden contra Babilonia alrededor, todos los que entesáis arco; tirad contra ella, no escatiméis las saetas, porque pecó contra Jehová.
15 Gritad contra ella en derredor; se rindió; han caído sus cimientos, derribados son sus muros, porque es venganza de Jehová. Tomad venganza de ella; haced con ella como ella hizo.
16 Destruid en Babilonia al que siembra, y al que mete hoz en tiempo de la siega; delante de la espada destructora cada uno volverá el rostro hacia su pueblo, cada uno huirá hacia su tierra.
17 Rebaño descarriado es Israel; leones lo dispersaron; el rey de Asiria lo devoró primero, Nabucodonosor rey de Babilonia lo deshuesó después.
18 Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Yo castigo al rey de Babilonia y a su tierra, como castigué al rey de Asiria.
19 Y volveré a traer a Israel a su morada, y pacerá en el Carmelo y en Basán; y en el monte de Efraín y en Galaad se saciará su alma.
20 En aquellos días y en aquel tiempo, dice Jehová, la maldad de Israel será buscada, y no aparecerá; y los pecados de Judá, y no se hallarán; porque perdonaré a los que yo hubiere dejado.
21 Sube contra la tierra de Merataim,contra ella y contra los moradores de Pecod;destruye y mata en pos de ellos, dice Jehová, y haz conforme a todo lo que yo te he mandado.
22 Estruendo de guerra en la tierra, y quebrantamiento grande.
23 !!Cómo fue cortado y quebrado el martillo de toda la tierra! !!cómo se convirtió Babilonia en desolación entre las naciones!
24 Te puse lazos, y fuiste tomada, oh Babilonia, y tú no lo supiste; fuiste hallada, y aun presa, porque provocaste a Jehová.
25 Abrió Jehová su tesoro, y sacó los instrumentos de su furor; porque esta es obra de Jehová, Dios de los ejércitos, en la tierra de los caldeos.
26 Venid contra ella desde el extremo de la tierra; abrid sus almacenes, convertidla en montón de ruinas, y destruidla; que no le quede nada.
27 Matad a todos sus novillos; que vayan al matadero. !!Ay de ellos! pues ha venido su día, el tiempo de su castigo.
28 Voz de los que huyen y escapan de la tierra de Babilonia, para dar en Sion las nuevas de la retribución de Jehová nuestro Dios, de la venganza de su templo.
29 Haced juntar contra Babilonia flecheros, a todos los que entesan arco; acampad contra ella alrededor; no escape de ella ninguno; pagadle según su obra; conforme a todo lo que ella hizo, haced con ella; porque contra Jehová se ensoberbeció, contra el Santo de Israel.
30 Por tanto, sus jóvenes caerán en sus plazas, y todos sus hombres de guerra serán destruidos en aquel día, dice Jehová.
31 He aquí yo estoy contra ti, oh soberbio, dice el Señor, Jehová de los ejércitos; porque tu día ha venido, el tiempo en que te castigaré.
32 Y el soberbio tropezará y caerá, y no tendrá quien lo levante; y encenderé fuego en sus ciudades, y quemaré todos sus alrededores.
33 Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Oprimidos fueron los hijos de Israel y los hijos de Judá juntamente; y todos los que los tomaron cautivos los retuvieron; no los quisieron soltar.
34 El redentor de ellos es el Fuerte; Jehová de los ejércitos es su nombre; de cierto abogará la causa de ellos para hacer reposar la tierra, y turbar a los moradores de Babilonia.
35 Espada contra los caldeos, dice Jehová, y contra los moradores de Babilonia, contra sus príncipes y contra sus sabios.
36 Espada contra los adivinos, y se entontecerán; espada contra sus valientes, y serán quebrantados.
37 Espada contra sus caballos, contra sus carros, y contra todo el pueblo que está en medio de ella, y serán como mujeres; espada contra sus tesoros, y serán saqueados.
38 Sequedad sobre sus aguas, y se secarán; porque es tierra de ídolos, y se entontecen con imágenes.
39 Por tanto, allí morarán fieras del desierto y chacales, morarán también en ella polluelos de avestruz; nunca más será poblada ni se habitará por generaciones y generaciones.
40 Como en la destrucción que Dios hizo de Sodoma y de Gomorra y de sus ciudades vecinas,dice Jehová, así no morará allí hombre, ni hijo de hombre la habitará.
41 He aquí viene un pueblo del norte, y una nación grande y muchos reyes se levantarán de los extremos de la tierra.
42 Arco y lanza manejarán; serán crueles, y no tendrán compasión; su voz rugirá como el mar, y montarán sobre caballos; se prepararán contra ti como hombres a la pelea, oh hija de Babilonia.
43 Oyó la noticia el rey de Babilonia, y sus manos se debilitaron; angustia le tomó, dolor como de mujer de parto.
44 He aquí que como león subirá de la espesura del Jordán a la morada fortificada; porque muy pronto le haré huir de ella, y al que yo escoja la encargaré; porque ¿quién es semejante a mí? ¿y quién me emplazará? ¿o quién será aquel pastor que podrá resistirme?
45 Por tanto, oíd la determinación que Jehová ha acordado contra Babilonia, y los pensamientos que ha formado contra la tierra de los caldeos: Ciertamente a los más pequeños de su rebaño los arrastrarán, y destruirán sus moradas con ellos.
46 Al grito de la toma de Babilonia la tierra tembló, y el clamor se oyó entre las naciones.
Bendiciones!
1 Palabra que habló Jehová contra Babilonia, contra la tierra de los caldeos, por medio del profeta Jeremías.
2 Anunciad en las naciones, y haced saber; levantad también bandera, publicad, y no encubráis; decid: Tomada es Babilonia, Bel es confundido, deshecho es Merodac; destruidas son sus esculturas, quebrados son sus ídolos.
3 Porque subió contra ella una nación del norte, la cual pondrá su tierra en asolamiento, y no habrá ni hombre ni animal que en ella more; huyeron, y se fueron.
4 En aquellos días y en aquel tiempo, dice Jehová, vendrán los hijos de Israel, ellos y los hijos de Judá juntamente; e irán andando y llorando, y buscarán a Jehová su Dios.
5 Preguntarán por el camino de Sion, hacia donde volverán sus rostros, diciendo: Venid, y juntémonos a Jehová con pacto eterno que jamás se ponga en olvido.
6 Ovejas perdidas fueron mi pueblo; sus pastores las hicieron errar, por los montes las descarriaron; anduvieron de monte en collado, y se olvidaron de sus rediles.
7 Todos los que los hallaban, los devoraban; y decían sus enemigos: No pecaremos, porque ellos pecaron contra Jehová morada de justicia, contra Jehová esperanza de sus padres.
8 Huid de en medio de Babilonia, y salid de la tierra de los caldeos, y sed como los machos cabríos que van delante del rebaño.
9 Porque yo levanto y hago subir contra Babilonia reunión de grandes pueblos de la tierra del norte; desde allí se prepararán contra ella, y será tomada; sus flechas son como de valiente diestro, que no volverá vacío.
10 Y Caldea será para botín; todos los que la saquearen se saciarán, dice Jehová.
11 Porque os alegrasteis, porque os gozasteis destruyendo mi heredad, porque os llenasteis como novilla sobre la hierba, y relinchasteis como caballos.
12 Vuestra madre se avergonzó mucho, se afrentó la que os dio a luz; he aquí será la última de las naciones; desierto, sequedal y páramo.
13 Por la ira de Jehová no será habitada, sino será asolada toda ella; todo hombre que pasare por Babilonia se asombrará, y se burlará de sus calamidades.
14 Poneos en orden contra Babilonia alrededor, todos los que entesáis arco; tirad contra ella, no escatiméis las saetas, porque pecó contra Jehová.
15 Gritad contra ella en derredor; se rindió; han caído sus cimientos, derribados son sus muros, porque es venganza de Jehová. Tomad venganza de ella; haced con ella como ella hizo.
16 Destruid en Babilonia al que siembra, y al que mete hoz en tiempo de la siega; delante de la espada destructora cada uno volverá el rostro hacia su pueblo, cada uno huirá hacia su tierra.
17 Rebaño descarriado es Israel; leones lo dispersaron; el rey de Asiria lo devoró primero, Nabucodonosor rey de Babilonia lo deshuesó después.
18 Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Yo castigo al rey de Babilonia y a su tierra, como castigué al rey de Asiria.
19 Y volveré a traer a Israel a su morada, y pacerá en el Carmelo y en Basán; y en el monte de Efraín y en Galaad se saciará su alma.
20 En aquellos días y en aquel tiempo, dice Jehová, la maldad de Israel será buscada, y no aparecerá; y los pecados de Judá, y no se hallarán; porque perdonaré a los que yo hubiere dejado.
21 Sube contra la tierra de Merataim,contra ella y contra los moradores de Pecod;destruye y mata en pos de ellos, dice Jehová, y haz conforme a todo lo que yo te he mandado.
22 Estruendo de guerra en la tierra, y quebrantamiento grande.
23 !!Cómo fue cortado y quebrado el martillo de toda la tierra! !!cómo se convirtió Babilonia en desolación entre las naciones!
24 Te puse lazos, y fuiste tomada, oh Babilonia, y tú no lo supiste; fuiste hallada, y aun presa, porque provocaste a Jehová.
25 Abrió Jehová su tesoro, y sacó los instrumentos de su furor; porque esta es obra de Jehová, Dios de los ejércitos, en la tierra de los caldeos.
26 Venid contra ella desde el extremo de la tierra; abrid sus almacenes, convertidla en montón de ruinas, y destruidla; que no le quede nada.
27 Matad a todos sus novillos; que vayan al matadero. !!Ay de ellos! pues ha venido su día, el tiempo de su castigo.
28 Voz de los que huyen y escapan de la tierra de Babilonia, para dar en Sion las nuevas de la retribución de Jehová nuestro Dios, de la venganza de su templo.
29 Haced juntar contra Babilonia flecheros, a todos los que entesan arco; acampad contra ella alrededor; no escape de ella ninguno; pagadle según su obra; conforme a todo lo que ella hizo, haced con ella; porque contra Jehová se ensoberbeció, contra el Santo de Israel.
30 Por tanto, sus jóvenes caerán en sus plazas, y todos sus hombres de guerra serán destruidos en aquel día, dice Jehová.
31 He aquí yo estoy contra ti, oh soberbio, dice el Señor, Jehová de los ejércitos; porque tu día ha venido, el tiempo en que te castigaré.
32 Y el soberbio tropezará y caerá, y no tendrá quien lo levante; y encenderé fuego en sus ciudades, y quemaré todos sus alrededores.
33 Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Oprimidos fueron los hijos de Israel y los hijos de Judá juntamente; y todos los que los tomaron cautivos los retuvieron; no los quisieron soltar.
34 El redentor de ellos es el Fuerte; Jehová de los ejércitos es su nombre; de cierto abogará la causa de ellos para hacer reposar la tierra, y turbar a los moradores de Babilonia.
35 Espada contra los caldeos, dice Jehová, y contra los moradores de Babilonia, contra sus príncipes y contra sus sabios.
36 Espada contra los adivinos, y se entontecerán; espada contra sus valientes, y serán quebrantados.
37 Espada contra sus caballos, contra sus carros, y contra todo el pueblo que está en medio de ella, y serán como mujeres; espada contra sus tesoros, y serán saqueados.
38 Sequedad sobre sus aguas, y se secarán; porque es tierra de ídolos, y se entontecen con imágenes.
39 Por tanto, allí morarán fieras del desierto y chacales, morarán también en ella polluelos de avestruz; nunca más será poblada ni se habitará por generaciones y generaciones.
40 Como en la destrucción que Dios hizo de Sodoma y de Gomorra y de sus ciudades vecinas,dice Jehová, así no morará allí hombre, ni hijo de hombre la habitará.
41 He aquí viene un pueblo del norte, y una nación grande y muchos reyes se levantarán de los extremos de la tierra.
42 Arco y lanza manejarán; serán crueles, y no tendrán compasión; su voz rugirá como el mar, y montarán sobre caballos; se prepararán contra ti como hombres a la pelea, oh hija de Babilonia.
43 Oyó la noticia el rey de Babilonia, y sus manos se debilitaron; angustia le tomó, dolor como de mujer de parto.
44 He aquí que como león subirá de la espesura del Jordán a la morada fortificada; porque muy pronto le haré huir de ella, y al que yo escoja la encargaré; porque ¿quién es semejante a mí? ¿y quién me emplazará? ¿o quién será aquel pastor que podrá resistirme?
45 Por tanto, oíd la determinación que Jehová ha acordado contra Babilonia, y los pensamientos que ha formado contra la tierra de los caldeos: Ciertamente a los más pequeños de su rebaño los arrastrarán, y destruirán sus moradas con ellos.
46 Al grito de la toma de Babilonia la tierra tembló, y el clamor se oyó entre las naciones.
Bendiciones!
martes, 12 de octubre de 2010
BUENAS NUEVAS DEL REINO
Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando
el evangelio del reino.(Mat. 4: 23).
"Abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos" (Mat. 5: 2, 3). Estas palabras resonaron
en los oídos de la muchedumbre como algo desconocido y nuevo. Tal enseñanza
era opuesta a todo cuanto habían oído del sacerdote o del rabino. En ella no
podían notar nada que alentase el orgullo ni estimulase sus esperanzas
ambiciosas, pero este nuevo Maestro poseía un poder que los dejaba atónitos.
En la multitud que rodeaba a Jesús había algunos que sentían su pobreza
espiritual . . . Había individuos acerca de cada uno de los cuales se podía decir
que, en presencia de la pureza de Cristo, se sentía "cuitado y miserable y pobre y
ciego y desnudo" (Apoc. 3: 17). Anhelaban "la gracia de Dios que trae salvación"
(Tito 2: 11). . .
Refiriéndose a los pobres de espíritu, Jesús dice: "De ellos es el reino de Dios".
Dicho reino no es, como habían esperado los oyentes de Cristo, un gobierno
temporal y terrenal. Cristo abría ante los hombres las puertas del reino espiritual
de su amor, su gracia y su justicia . . . Sus súbditos son los pobres de espíritu, los
mansos y los que padecen persecución por causa de la justicia. De ellos es el
reino de los cielos. Si bien aún no ha terminado, en ellos se ha iniciado la obra que
los hará "aptos para participar de la suerte de los santos en luz "(Col. 1: 12).
Todos los que sientan la absoluta pobreza del alma, que saben que en sí mismos
no hay nada bueno, pueden hallar justicia y fuerza recurriendo a Jesús . . . Os
invita a cambiar vuestra pobreza por las riquezas de su gracia. No merecemos el
amor de Dios, pero Cristo, nuestro fiador, es sobremanera digno y capaz de salvar
a todos los que vengan a él. No importa cuál haya sido la experiencia del pasado
ni cuán desalentadoras sean las circunstancias del presente, si acudimos a Cristo
en nuestra condición actual: débiles, sin fuerza, desesperados, nuestro compasivo
Salvador saldrá a recibirnos mucho antes de que lleguemos y nos rodeará con sus
brazos amantes y con el manto de su propia justicia.- DMJ 13-16. 10
LA MARAVILLOSA GRACIA
ELENA G. DE WHITE
Bendiciones!
el evangelio del reino.(Mat. 4: 23).
"Abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos" (Mat. 5: 2, 3). Estas palabras resonaron
en los oídos de la muchedumbre como algo desconocido y nuevo. Tal enseñanza
era opuesta a todo cuanto habían oído del sacerdote o del rabino. En ella no
podían notar nada que alentase el orgullo ni estimulase sus esperanzas
ambiciosas, pero este nuevo Maestro poseía un poder que los dejaba atónitos.
En la multitud que rodeaba a Jesús había algunos que sentían su pobreza
espiritual . . . Había individuos acerca de cada uno de los cuales se podía decir
que, en presencia de la pureza de Cristo, se sentía "cuitado y miserable y pobre y
ciego y desnudo" (Apoc. 3: 17). Anhelaban "la gracia de Dios que trae salvación"
(Tito 2: 11). . .
Refiriéndose a los pobres de espíritu, Jesús dice: "De ellos es el reino de Dios".
Dicho reino no es, como habían esperado los oyentes de Cristo, un gobierno
temporal y terrenal. Cristo abría ante los hombres las puertas del reino espiritual
de su amor, su gracia y su justicia . . . Sus súbditos son los pobres de espíritu, los
mansos y los que padecen persecución por causa de la justicia. De ellos es el
reino de los cielos. Si bien aún no ha terminado, en ellos se ha iniciado la obra que
los hará "aptos para participar de la suerte de los santos en luz "(Col. 1: 12).
Todos los que sientan la absoluta pobreza del alma, que saben que en sí mismos
no hay nada bueno, pueden hallar justicia y fuerza recurriendo a Jesús . . . Os
invita a cambiar vuestra pobreza por las riquezas de su gracia. No merecemos el
amor de Dios, pero Cristo, nuestro fiador, es sobremanera digno y capaz de salvar
a todos los que vengan a él. No importa cuál haya sido la experiencia del pasado
ni cuán desalentadoras sean las circunstancias del presente, si acudimos a Cristo
en nuestra condición actual: débiles, sin fuerza, desesperados, nuestro compasivo
Salvador saldrá a recibirnos mucho antes de que lleguemos y nos rodeará con sus
brazos amantes y con el manto de su propia justicia.- DMJ 13-16. 10
LA MARAVILLOSA GRACIA
ELENA G. DE WHITE
Bendiciones!
martes, 28 de septiembre de 2010
El mensaje a Laodicea
Apocalipsis 3
14 Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto:
15 Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. !!Ojalá fueses frío o caliente!
16 Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
17 Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
18 Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la verg:uenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.
19 Yo reprendo y castigo a todos los que amo;sé, pues, celoso, y arrepiéntete.
20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
21 Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.
22 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Bendiciones.
14 Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto:
15 Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. !!Ojalá fueses frío o caliente!
16 Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
17 Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
18 Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la verg:uenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.
19 Yo reprendo y castigo a todos los que amo;sé, pues, celoso, y arrepiéntete.
20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
21 Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.
22 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Bendiciones.
domingo, 19 de septiembre de 2010
Falsa profecía de Hananías
Jeremías 28
1 Aconteció en el mismo año, en el principio del reinado de Sedequíasrey de Judá, en el año cuarto, en el quinto mes, que Hananías hijo de Azur, profeta que era de Gabaón, me habló en la casa de Jehová delante de los sacerdotes y de todo el pueblo, diciendo:
2 Así habló Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, diciendo: Quebranté el yugo del rey de Babilonia.
3 Dentro de dos años haré volver a este lugar todos los utensilios de la casa de Jehová, que Nabucodonosor rey de Babilonia tomó de este lugar para llevarlos a Babilonia,
4 y yo haré volver a este lugar a Jeconías hijo de Joacim, rey de Judá, y a todos los transportados de Judá que entraron en Babilonia, dice Jehová; porque yo quebrantaré el yugo del rey de Babilonia.
5 Entonces respondió el profeta Jeremías al profeta Hananías, delante de los sacerdotes y delante de todo el pueblo que estaba en la casa de Jehová.
6 Y dijo el profeta Jeremías: Amén, así lo haga Jehová. Confirme Jehová tus palabras, con las cuales profetizaste que los utensilios de la casa de Jehová, y todos los transportados, han de ser devueltos de Babilonia a este lugar.
7 Con todo eso, oye ahora esta palabra que yo hablo en tus oídos y en los oídos de todo el pueblo:
8 Los profetas que fueron antes de mí y antes de ti en tiempos pasados, profetizaron guerra, aflicción y pestilencia contra muchas tierras y contra grandes reinos.
9 El profeta que profetiza de paz, cuando se cumpla la palabra del profeta, será conocido como el profeta que Jehová en verdad envió.
10 Entonces el profeta Hananías quitó el yugo del cuello del profeta Jeremías, y lo quebró.
11 Y habló Hananías en presencia de todo el pueblo, diciendo: Así ha dicho Jehová: De esta manera romperé el yugo de Nabucodonosor rey de Babilonia, del cuello de todas las naciones, dentro de dos años. Y siguió Jeremías su camino.
12 Y después que el profeta Hananías rompió el yugo del cuello del profeta Jeremías, vino palabra de Jehová a Jeremías, diciendo:
13 Ve y habla a Hananías, diciendo: Así ha dicho Jehová: Yugos de madera quebraste, mas en vez de ellos harás yugos de hierro.
14 Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Yugo de hierro puse sobre el cuello de todas estas naciones, para que sirvan a Nabucodonosor rey de Babilonia, y han de servirle; y aun también le he dado las bestias del campo.
15 Entonces dijo el profeta Jeremías al profeta Hananías: Ahora oye, Hananías: Jehová no te envió, y tú has hecho confiar en mentira a este pueblo.
16 Por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí que yo te quito de sobre la faz de la tierra; morirás en este año, porque hablaste rebelión contra Jehová.
17 Y en el mismo año murió Hananías, en el mes séptimo.
Bendiciones!
1 Aconteció en el mismo año, en el principio del reinado de Sedequíasrey de Judá, en el año cuarto, en el quinto mes, que Hananías hijo de Azur, profeta que era de Gabaón, me habló en la casa de Jehová delante de los sacerdotes y de todo el pueblo, diciendo:
2 Así habló Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, diciendo: Quebranté el yugo del rey de Babilonia.
3 Dentro de dos años haré volver a este lugar todos los utensilios de la casa de Jehová, que Nabucodonosor rey de Babilonia tomó de este lugar para llevarlos a Babilonia,
4 y yo haré volver a este lugar a Jeconías hijo de Joacim, rey de Judá, y a todos los transportados de Judá que entraron en Babilonia, dice Jehová; porque yo quebrantaré el yugo del rey de Babilonia.
5 Entonces respondió el profeta Jeremías al profeta Hananías, delante de los sacerdotes y delante de todo el pueblo que estaba en la casa de Jehová.
6 Y dijo el profeta Jeremías: Amén, así lo haga Jehová. Confirme Jehová tus palabras, con las cuales profetizaste que los utensilios de la casa de Jehová, y todos los transportados, han de ser devueltos de Babilonia a este lugar.
7 Con todo eso, oye ahora esta palabra que yo hablo en tus oídos y en los oídos de todo el pueblo:
8 Los profetas que fueron antes de mí y antes de ti en tiempos pasados, profetizaron guerra, aflicción y pestilencia contra muchas tierras y contra grandes reinos.
9 El profeta que profetiza de paz, cuando se cumpla la palabra del profeta, será conocido como el profeta que Jehová en verdad envió.
10 Entonces el profeta Hananías quitó el yugo del cuello del profeta Jeremías, y lo quebró.
11 Y habló Hananías en presencia de todo el pueblo, diciendo: Así ha dicho Jehová: De esta manera romperé el yugo de Nabucodonosor rey de Babilonia, del cuello de todas las naciones, dentro de dos años. Y siguió Jeremías su camino.
12 Y después que el profeta Hananías rompió el yugo del cuello del profeta Jeremías, vino palabra de Jehová a Jeremías, diciendo:
13 Ve y habla a Hananías, diciendo: Así ha dicho Jehová: Yugos de madera quebraste, mas en vez de ellos harás yugos de hierro.
14 Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Yugo de hierro puse sobre el cuello de todas estas naciones, para que sirvan a Nabucodonosor rey de Babilonia, y han de servirle; y aun también le he dado las bestias del campo.
15 Entonces dijo el profeta Jeremías al profeta Hananías: Ahora oye, Hananías: Jehová no te envió, y tú has hecho confiar en mentira a este pueblo.
16 Por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí que yo te quito de sobre la faz de la tierra; morirás en este año, porque hablaste rebelión contra Jehová.
17 Y en el mismo año murió Hananías, en el mes séptimo.
Bendiciones!
viernes, 17 de septiembre de 2010
Jeremías es amenazado de muerte
Jeremías 26
1 En el principio del reinado de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, vino esta palabra de Jehová, diciendo:
2 Así ha dicho Jehová: Ponte en el atrio de la casa de Jehová, y habla a todas las ciudades de Judá, que vienen para adorar en la casa de Jehová, todas las palabras que yo te mandé hablarles; no retengas palabra.
3 Quizá oigan, y se vuelvan cada uno de su mal camino, y me arrepentiré yo del mal que pienso hacerles por la maldad de sus obras.
4 Les dirás, pues: Así ha dicho Jehová: Si no me oyereis para andar en mi ley, la cual puse ante vosotros,
5 para atender a las palabras de mis siervos los profetas, que yo os envío desde temprano y sin cesar, a los cuales no habéis oído,
6 yo pondré esta casa como Silo, y esta ciudad la pondré por maldición a todas las naciones de la tierra.
7 Y los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron a Jeremías hablar estas palabras en la casa de Jehová.
8 Y cuando terminó de hablar Jeremías todo lo que Jehová le había mandado que hablase a todo el pueblo, los sacerdotes y los profetas y todo el pueblo le echaron mano, diciendo: De cierto morirás.
9 ¿Por qué has profetizado en nombre de Jehová, diciendo: Esta casa será como Silo, y esta ciudad será asolada hasta no quedar morador? Y todo el pueblo se juntó contra Jeremías en la casa de Jehová.
10 Y los príncipes de Judá oyeron estas cosas, y subieron de la casa del rey a la casa de Jehová, y se sentaron en la entrada de la puerta nueva de la casa de Jehová.
11 Entonces hablaron los sacerdotes y los profetas a los príncipes y a todo el pueblo, diciendo: En pena de muerte ha incurrido este hombre; porque profetizó contra esta ciudad, como vosotros habéis oído con vuestros oídos.
12 Y habló Jeremías a todos los príncipes y a todo el pueblo, diciendo: Jehová me envió a profetizar contra esta casa y contra esta ciudad, todas las palabras que habéis oído.
13 Mejorad ahora vuestros caminos y vuestras obras, y oíd la voz de Jehová vuestro Dios, y se arrepentirá Jehová del mal que ha hablado contra vosotros.
14 En lo que a mí toca, he aquí estoy en vuestras manos; haced de mí como mejor y más recto os parezca.
15 Mas sabed de cierto que si me matáis, sangre inocente echaréis sobre vosotros, y sobre esta ciudad y sobre sus moradores; porque en verdad Jehová me envió a vosotros para que dijese todas estas palabras en vuestros oídos.
16 Y dijeron los príncipes y todo el pueblo a los sacerdotes y profetas: No ha incurrido este hombre en pena de muerte, porque en nombre de Jehová nuestro Dios nos ha hablado.
17 Entonces se levantaron algunos de los ancianos de la tierra y hablaron a toda la reunión del pueblo, diciendo:
18 Miqueas de Moreset profetizó en tiempo de Ezequías rey de Judá, y habló a todo el pueblo de Judá, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Sion será arada como campo, y Jerusalén vendrá a ser montones de ruinas, y el monte de la casa como cumbres de bosque.
19 ¿Acaso lo mataron Ezequías rey de Judá y todo Judá? ¿No temió a Jehová, y oró en presencia de Jehová, y Jehová se arrepintió del mal que había hablado contra ellos? ¿Haremos, pues, nosotros tan gran mal contra nuestras almas?
20 Hubo también un hombre que profetizaba en nombre de Jehová, Urías hijo de Semaías, de Quiriat-jearim, el cual profetizó contra esta ciudad y contra esta tierra, conforme a todas las palabras de Jeremías;
21 y oyeron sus palabras el rey Joacim y todos sus grandes, y todos sus príncipes, y el rey procuró matarle; entendiendo lo cual Urías, tuvo temor, y huyó a Egipto.
22 Y el rey Joacim envió hombres a Egipto, a Elnatán hijo de Acbor y otros hombres con él, a Egipto;
23 los cuales sacaron a Urías de Egipto y lo trajeron al rey Joacim, el cual lo mató a espada, y echó su cuerpo en los sepulcros del vulgo.
24 Pero la mano de Ahicam hijo de Safán estaba a favor de Jeremías, para que no lo entregasen en las manos del pueblo para matarlo.
Bendiciones!
1 En el principio del reinado de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, vino esta palabra de Jehová, diciendo:
2 Así ha dicho Jehová: Ponte en el atrio de la casa de Jehová, y habla a todas las ciudades de Judá, que vienen para adorar en la casa de Jehová, todas las palabras que yo te mandé hablarles; no retengas palabra.
3 Quizá oigan, y se vuelvan cada uno de su mal camino, y me arrepentiré yo del mal que pienso hacerles por la maldad de sus obras.
4 Les dirás, pues: Así ha dicho Jehová: Si no me oyereis para andar en mi ley, la cual puse ante vosotros,
5 para atender a las palabras de mis siervos los profetas, que yo os envío desde temprano y sin cesar, a los cuales no habéis oído,
6 yo pondré esta casa como Silo, y esta ciudad la pondré por maldición a todas las naciones de la tierra.
7 Y los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron a Jeremías hablar estas palabras en la casa de Jehová.
8 Y cuando terminó de hablar Jeremías todo lo que Jehová le había mandado que hablase a todo el pueblo, los sacerdotes y los profetas y todo el pueblo le echaron mano, diciendo: De cierto morirás.
9 ¿Por qué has profetizado en nombre de Jehová, diciendo: Esta casa será como Silo, y esta ciudad será asolada hasta no quedar morador? Y todo el pueblo se juntó contra Jeremías en la casa de Jehová.
10 Y los príncipes de Judá oyeron estas cosas, y subieron de la casa del rey a la casa de Jehová, y se sentaron en la entrada de la puerta nueva de la casa de Jehová.
11 Entonces hablaron los sacerdotes y los profetas a los príncipes y a todo el pueblo, diciendo: En pena de muerte ha incurrido este hombre; porque profetizó contra esta ciudad, como vosotros habéis oído con vuestros oídos.
12 Y habló Jeremías a todos los príncipes y a todo el pueblo, diciendo: Jehová me envió a profetizar contra esta casa y contra esta ciudad, todas las palabras que habéis oído.
13 Mejorad ahora vuestros caminos y vuestras obras, y oíd la voz de Jehová vuestro Dios, y se arrepentirá Jehová del mal que ha hablado contra vosotros.
14 En lo que a mí toca, he aquí estoy en vuestras manos; haced de mí como mejor y más recto os parezca.
15 Mas sabed de cierto que si me matáis, sangre inocente echaréis sobre vosotros, y sobre esta ciudad y sobre sus moradores; porque en verdad Jehová me envió a vosotros para que dijese todas estas palabras en vuestros oídos.
16 Y dijeron los príncipes y todo el pueblo a los sacerdotes y profetas: No ha incurrido este hombre en pena de muerte, porque en nombre de Jehová nuestro Dios nos ha hablado.
17 Entonces se levantaron algunos de los ancianos de la tierra y hablaron a toda la reunión del pueblo, diciendo:
18 Miqueas de Moreset profetizó en tiempo de Ezequías rey de Judá, y habló a todo el pueblo de Judá, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Sion será arada como campo, y Jerusalén vendrá a ser montones de ruinas, y el monte de la casa como cumbres de bosque.
19 ¿Acaso lo mataron Ezequías rey de Judá y todo Judá? ¿No temió a Jehová, y oró en presencia de Jehová, y Jehová se arrepintió del mal que había hablado contra ellos? ¿Haremos, pues, nosotros tan gran mal contra nuestras almas?
20 Hubo también un hombre que profetizaba en nombre de Jehová, Urías hijo de Semaías, de Quiriat-jearim, el cual profetizó contra esta ciudad y contra esta tierra, conforme a todas las palabras de Jeremías;
21 y oyeron sus palabras el rey Joacim y todos sus grandes, y todos sus príncipes, y el rey procuró matarle; entendiendo lo cual Urías, tuvo temor, y huyó a Egipto.
22 Y el rey Joacim envió hombres a Egipto, a Elnatán hijo de Acbor y otros hombres con él, a Egipto;
23 los cuales sacaron a Urías de Egipto y lo trajeron al rey Joacim, el cual lo mató a espada, y echó su cuerpo en los sepulcros del vulgo.
24 Pero la mano de Ahicam hijo de Safán estaba a favor de Jeremías, para que no lo entregasen en las manos del pueblo para matarlo.
Bendiciones!
jueves, 16 de septiembre de 2010
La copa de ira para las naciones
Jeremias
15 Porque así me dijo Jehová Dios de Israel: Toma de mi mano la copa del vino de este furor, y da a beber de él a todas las naciones a las cuales yo te envío.
16 Y beberán, y temblarán y enloquecerán, a causa de la espada que yo envío entre ellas.
17 Y tomé la copa de la mano de Jehová, y di de beber a todas las naciones, a las cuales me envió Jehová:
18 a Jerusalén, a las ciudades de Judá y a sus reyes, y a sus príncipes, para ponerlos en ruinas, en escarnio y en burla y en maldición, como hasta hoy;
19 a Faraón rey de Egipto, a sus siervos, a sus príncipes y a todo su pueblo;
20 y a toda la mezcla de naciones, a todos los reyes de tierra de Uz, y a todos los reyes de la tierra de Filistea, a Ascalón, a Gaza, a Ecrón y al remanente de Asdod;
21 a Edom, a Moab y a los hijos de Amón;
22 a todos los reyes de Tiro, a todos los reyes de Sidón, a los reyes de las costas que están de ese lado del mar;
23 a Dedán, a Tema y a Buz, y a todos los que se rapan las sienes;
24 a todos los reyes de Arabia, a todos los reyes de pueblos mezclados que habitan en el desierto;
25 a todos los reyes de Zimri, a todos los reyes de Elam, a todos los reyes de Media;
26 a todos los reyes del norte, los de cerca y los de lejos, los unos con los otros, y a todos los reinos del mundo que están sobre la faz de la tierra; y el rey de Babilonia beberá después de ellos.
27 Les dirás, pues: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Bebed, y embriagaos, y vomitad, y caed, y no os levantéis, a causa de la espada que yo envío entre vosotros.
28 Y si no quieren tomar la copa de tu mano para beber, les dirás tú: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Tenéis que beber.
29 Porque he aquí que a la ciudad en la cual es invocado mi nombre yo comienzo a hacer mal; ¿y vosotros seréis absueltos? No seréis absueltos; porque espada traigo sobre todos los moradores de la tierra, dice Jehová de los ejércitos.
30 Tú, pues, profetizarás contra ellos todas estas palabras y les dirás: Jehová rugirá desde lo alto, y desde su morada santa dará su voz; rugirá fuertemente contra su morada; canción de lagareros cantará contra todos los moradores de la tierra.
31 Llegará el estruendo hasta el fin de la tierra, porque Jehová tiene juicio contra las naciones; él es el Juez de toda carne; entregará los impíos a espada, dice Jehová.
32 Así ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí que el mal irá de nación en nación, y grande tempestad se levantará de los fines de la tierra.
33 Y yacerán los muertos de Jehová en aquel día desde un extremo de la tierra hasta el otro; no se endecharán ni se recogerán ni serán enterrados; como estiércol quedarán sobre la faz de la tierra.
34 Aullad, pastores, y clamad; revolcaos en el polvo, mayorales del rebaño; porque cumplidos son vuestros días para que seáis degollados y esparcidos, y caeréis como vaso precioso.
35 Y se acabará la huida de los pastores, y el escape de los mayorales del rebaño.
36 !!Voz de la gritería de los pastores, y aullido de los mayorales del rebaño! porque Jehová asoló sus pastos.
37 Y los pastos delicados serán destruidos por el ardor de la ira de Jehová.
38 Dejó cual leoncillo su guarida; pues asolada fue la tierra de ellos por la ira del opresor, y por el furor de su saña.
Bendiciones!
15 Porque así me dijo Jehová Dios de Israel: Toma de mi mano la copa del vino de este furor, y da a beber de él a todas las naciones a las cuales yo te envío.
16 Y beberán, y temblarán y enloquecerán, a causa de la espada que yo envío entre ellas.
17 Y tomé la copa de la mano de Jehová, y di de beber a todas las naciones, a las cuales me envió Jehová:
18 a Jerusalén, a las ciudades de Judá y a sus reyes, y a sus príncipes, para ponerlos en ruinas, en escarnio y en burla y en maldición, como hasta hoy;
19 a Faraón rey de Egipto, a sus siervos, a sus príncipes y a todo su pueblo;
20 y a toda la mezcla de naciones, a todos los reyes de tierra de Uz, y a todos los reyes de la tierra de Filistea, a Ascalón, a Gaza, a Ecrón y al remanente de Asdod;
21 a Edom, a Moab y a los hijos de Amón;
22 a todos los reyes de Tiro, a todos los reyes de Sidón, a los reyes de las costas que están de ese lado del mar;
23 a Dedán, a Tema y a Buz, y a todos los que se rapan las sienes;
24 a todos los reyes de Arabia, a todos los reyes de pueblos mezclados que habitan en el desierto;
25 a todos los reyes de Zimri, a todos los reyes de Elam, a todos los reyes de Media;
26 a todos los reyes del norte, los de cerca y los de lejos, los unos con los otros, y a todos los reinos del mundo que están sobre la faz de la tierra; y el rey de Babilonia beberá después de ellos.
27 Les dirás, pues: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Bebed, y embriagaos, y vomitad, y caed, y no os levantéis, a causa de la espada que yo envío entre vosotros.
28 Y si no quieren tomar la copa de tu mano para beber, les dirás tú: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Tenéis que beber.
29 Porque he aquí que a la ciudad en la cual es invocado mi nombre yo comienzo a hacer mal; ¿y vosotros seréis absueltos? No seréis absueltos; porque espada traigo sobre todos los moradores de la tierra, dice Jehová de los ejércitos.
30 Tú, pues, profetizarás contra ellos todas estas palabras y les dirás: Jehová rugirá desde lo alto, y desde su morada santa dará su voz; rugirá fuertemente contra su morada; canción de lagareros cantará contra todos los moradores de la tierra.
31 Llegará el estruendo hasta el fin de la tierra, porque Jehová tiene juicio contra las naciones; él es el Juez de toda carne; entregará los impíos a espada, dice Jehová.
32 Así ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí que el mal irá de nación en nación, y grande tempestad se levantará de los fines de la tierra.
33 Y yacerán los muertos de Jehová en aquel día desde un extremo de la tierra hasta el otro; no se endecharán ni se recogerán ni serán enterrados; como estiércol quedarán sobre la faz de la tierra.
34 Aullad, pastores, y clamad; revolcaos en el polvo, mayorales del rebaño; porque cumplidos son vuestros días para que seáis degollados y esparcidos, y caeréis como vaso precioso.
35 Y se acabará la huida de los pastores, y el escape de los mayorales del rebaño.
36 !!Voz de la gritería de los pastores, y aullido de los mayorales del rebaño! porque Jehová asoló sus pastos.
37 Y los pastos delicados serán destruidos por el ardor de la ira de Jehová.
38 Dejó cual leoncillo su guarida; pues asolada fue la tierra de ellos por la ira del opresor, y por el furor de su saña.
Bendiciones!
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