lunes, 6 de septiembre de 2010

LA PARABOLA SE LAS DIEZ VIRGENES

CRISTO está sentado con sus discípulos sobre el Monte de las Olivas. El sol se ha
puesto detrás de las montañas, y las sombras de la noche, a guisa de cortina, cubren
los cielos. A plena vista se halla una casa profusamente iluminada, cual si lo fuera para
alguna fiesta. La luz irradia en raudales de sus aberturas, y un grupo expectante
aguarda en torno de ella, indicando que está a punto de aparecer una procesión
nupcial. En muchos lugares del Oriente, las fiestas de bodas se realizan por la noche.
El novio va al encuentro de su prometida y la trae a su casa. A la luz de las antorchas
la procesión nupcial va de la casa del padre de la esposa a la del esposo, donde se
ofrece una fiesta a los huéspedes invitados. En la escena que Cristo contempla, un
grupo de personas está esperando la aparición de los novios y su séquito con la
intención de unirse a la procesión.
Cerca de la casa de la novia se hallan diez doncellas vestidas de blanco. Cada una
lleva una lámpara encendida y una pequeña vasija para aceite. Todas están espera
con ansiedad la aparición del esposo. Pero se produce una demora. Transcurre una
hora tras otra, y las que están esperando se cansan y se duermen. A la media noche
se oye un clamor: "He aquí, el esposo viene; salid a recibirle". De repente se despiertan
las que dormían y saltan sobre sus pies. Ven la procesión que avanza, alumbrada por
las antorchas y alegrada por la música. Oyen la voz del esposo y de la esposa. Las
diez vírgenes toman sus lámparas 336 y comienzan a acondicionarlas, apresurándose
a marchar. Pero cinco de ellas no habían llenado sus vasijas de aceite. No presumieron
que habría una demora tan larga, y no se habían preparado para la emergencia.
Afligidas, se dirigieron a sus compañeras más prudentes, diciendo: "Dadnos de vuestro
aceite; porque nuestras lámparas se apagan". Pero las otras cinco, con sus lámparas
recién aderezadas, habían vaciado sus vasijas. No tenían aceite de sobra, y
respondieron: "Porque no nos falte a nosotras y a vosotras, id antes a los que venden,
y comprad para vosotras".
Mientras iban a comprar, la procesión avanzó y las dejó atrás. Las cinco que tenían sus
lámparas encendidas se unieron a la muchedumbre, entraron en la casa con el séquito
nupcial, y la puerta se cerró. Cuando las vírgenes fatuas llegaron al salón del banquete,
recibieron un rechazamiento inesperado. El jefe de la fiesta declaró: "No os conozco".
Fueron dejadas afuera, en la calle desierta, en las tinieblas de la noche.
Mientras Cristo estaba sentado mirando el grupo que esperaba al esposo, contó a sus
discípulos la historia de las diez vírgenes, para ilustrar con ese suceso la experiencia
de la iglesia que viviría precisamente antes de su segunda venida.
Las dos clases de personas que esperaban representan dos clases que profesan estar
esperando a su Señor. Se las llama vírgenes porque profesan una fe pura. Las
lámparas representan la Palabra de Dios. El salmista dice: "Lámpara es a mis pies tu
palabra, y lumbrera a mi camino".* El aceite es un símbolo del Espíritu Santo. Así se
representa el Espíritu en la profecía de Zacarías. "Volvió el ángel que hablaba conmigo
-dijo-, y despertóme como un hombre que es despertado de su sueño. Y díjome: ¿Qué
ves? Y respondí: He mirado, y he aquí un candelero todo de oro, con su vaso sobre su
cabeza, y sus siete lámparas encima del candelero; y siete canales para las lámparas
que 337 están encima de él; y sobre él dos olivas, la una a la derecha del vaso, y la
otra a su izquierda. Proseguí, y hablé a aquel ángel que hablaba conmigo, diciendo:
¿Qué es esto, Señor mío?... Entonces respondió y hablóme, diciendo: Esta es palabra
de Jehová a Zorobabel, en que se dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi
espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos... Hablé de nuevo, y díjele: ¿Qué significan las
dos ramas de olivas, que por medio de dos tubos de oro vierten de sí aceite como
oro?... Y él dijo: Estos dos hijos de aceite son los que están delante del Señor de toda
la tierra".*
Procedente de las dos olivas, corría el áureo aceite por los tubos hacia el recipiente del
candelero, y luego hacia las lámparas de oro que iluminaban el santuario. Así también
de los seres santos que están en la presencia de Dios, su Espíritu es impartido a los
instrumentos humanos que están consagrados a su servicio. La misión de los dos
ungidos es comunicar al pueblo de Dios que sólo la gracia celestial puede hacer de su
Palabra una lámpara para los pies y una luz para el sendero. "No con ejército, ni con
fuerza, sino con mi espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos".*
En la parábola todas las vírgenes salieron a recibir al esposo. Todas tenían lámparas y
vasijas para aceite. Por un tiempo parecía no haber diferencia entre ellas. Tal ocurre
con la iglesia que vive precisamente antes de la segunda venida de Cristo. Todos
tienen el conocimiento de las Escrituras. Todos han oído el mensaje de la pronta
venida de Cristo, y esperan confiadamente su aparición. Pero así como ocurrió en la
parábola, ocurre hoy en día. Interviene un tiempo de espera, la fe es probada; y cuando
se oye el clamor: "He aquí, el esposo viene; salid a recibirle", muchos no están listos.
No tienen aceite en sus vasijas para las lámparas. Están destituidos del Espíritu Santo.
Sin el Espíritu de Dios, un conocimiento de su Palabra 338 no tiene valor. La teoría de
la verdad, cuando no va acompañada del Espíritu Santo, no puede avivar el alma o
santificar el corazón. Uno puede estar familiarizado con los mandamientos y las
promesas de la Biblia, pero a menos que el Espíritu de Dios grabe la verdad, el
carácter no será transformado. Sin la iluminación del Espíritu, los hombres no podrán
distinguir la verdad del error, y caerán bajo las tentaciones maestras de Satanás.
La clase representada por las vírgenes fatuas no está formada de hipócritas. Sus
componentes manifiestan respeto por la verdad, la han defendido, y son atraídos hacia
aquellos que la creen; pero no se han rendido a si mismos a la obra del Espíritu Santo.
No han caído sobre la Roca, Cristo Jesús, y permitido que su vieja naturaleza fuera
quebrantada. Esta clase se halla simbolizada también por los oyentes representados
por el terreno rocoso. Reciben la palabra con prontitud, pero no asimilan sus principios.
La influencia de la palabra no es permanente. El Espíritu obra en el corazón del hombre
de acuerdo con su deseo y consentimiento, implantando en él una nueva naturaleza.
Pero las personas representadas por las vírgenes fatuas se han contentado con una
obra superficial. No conocen a Dios. No han estudiado su carácter; no han mantenido
comunión con él; por lo tanto no saben cómo confiar en él, cómo mirarlo y cómo vivir.
Su servicio a Dios degenera en formulismo. "Vendrán a ti como viene el pueblo, y se
estarán delante de ti como mi pueblo, y oirán tus palabras, y no las pondrán por obra;
antes hacen halagos con sus bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia".*
El apóstol Pablo señala que ésta será la característica especial de aquellos que vivan
precisamente antes de la segunda venida de Cristo. Dice: "En los postreros días
vendrán tiempos peligrosos: que habrá hombres amadores de si mismos... amadores
de los deleites más que de Dios; teniendo apariencia de piedad, mas habiendo negado
la eficacia de ella".* 339
Esta es la clase de personas que en tiempo de peligro clama: Paz y seguridad. Arrullan
sus corazones en la seguridad, y no sueñan con peligros. Cuando se despiertan
alarmados de su letargo, disciernen su destitución, y tratan de que otros suplan su
necesidad; pero en las cosas espirituales ningún hombre puede suplir la deficiencia del
otro. La gracia de Dios ha sido libremente ofrecida a toda alma. Se ha proclamado el
mensaje evangélico: "El que tiene sed, venga: y el que quiere, tome del agua de la vida
de balde".* Pero el carácter es intransferible. Ningún hombre puede creer por otro.
Ningún hombre puede recibir el Espíritu por otro. Nadie puede impartir a otro el carácter
que es el fruto de la obra del Espíritu. Si "estuvieren en medio de ella [la tierra] Noé,
Daniel, y Job, vivo yo, dice el Señor Jehová, no librarán hijo ni hija; ellos por su justicia
librarán su vida".*
Es en la crisis cuando se revela el carácter. Cuando la voz fervorosa proclamó a media
noche: "He aquí, el esposo viene; salid a recibirle", y las vírgenes que dormían fueron
despertadas de su sueño, se vio quién había hecho la preparación para el
acontecimiento. Ambas clases fueron tomadas desprevenidas; pero una estaba
preparada para la emergencia, y la otra fue hallada sin preparación. Así también hoy en
día, una calamidad repentina e inesperada, algo que pone al alma cara a cara con la
muerte, demostrará si uno tiene verdadera fe en las promesas de Dios. Mostrará si el
alma es sostenida por la gracia. La gran prueba final viene a la terminación del tiempo
de gracia, cuando será demasiado tarde para que la necesidad del alma sea suplida.
Las diez vírgenes están esperando en el atardecer de la historia de esta tierra. Todas
aseveran ser cristianas. Todas han recibido un llamamiento, tienen un nombre y una
lámpara: todas profesan estar realizando el servicio de Dios. Aparentemente todas
esperan la aparición de Cristo. 340 Pero cinco no están listas. Cinco quedarán
sorprendidas y espantadas fuera de la sala del banquete.
En el día final, muchos pretenderán ser admitidos en el reino de Cristo, diciendo:
"Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste". Señor, Señor,
¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre
hicimos muchos milagros?" Pero la respuesta es: "Dígoos que no os conozco; apartaos
de mí".* En esta vida no han practicado el compañerismo con Cristo; por lo tanto no
conocen el lenguaje del cielo, son extraños a sus gozos. "¿Quién de los hombres sabe
las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie
conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios".*
Las más tristes de todas las palabras jamás escuchadas por oídos mortales son las
que constituyen la sentencia: "No os conozco". El compañerismo del Espíritu, que
vosotros habéis despreciado, es lo único que podría identificaros con la gozosa multitud
en la fiesta nupcial. No podéis participar en esa escena. Su luz caería sobre ojos
cegados, su melodía en oídos sordos. Su amor y su gozo no haría vibrar ninguna
cuerda de alegría en el corazón entumecido por el mundo. Sois excluidos del cielo por
vuestra propia falta de idoneidad para habitar en él.
No podemos estar listos para encontrar al Señor despertándonos cuando se oye el
clamor: "He aquí el esposo", y entonces recoger nuestras lámparas vacías para
llenarlas. No podemos mantener a Cristo lejos de nuestra vida aquí, y sin embargo ser
hechos idóneos para su compañerismo en el cielo.
En la parábola, las vírgenes prudentes tenían aceite en las vasijas de sus lámparas. Su
luz ardió con llama viva a través de la noche de vela. Cooperaron en la iluminación
efectuada en honor del esposo. Brillando en las tinieblas, contribuyeron a iluminar el
camino que debía recorrer el 341 esposo hasta el hogar de la esposa, para celebrar la
fiesta de bodas.
Así los seguidores de Cristo han de verter luz sobre las tinieblas del mundo. Por medio
del Espíritu Santo, la Palabra de Dios es una luz cuando llega a ser un poder
transformador en la vida del que la recibe. Implantando el corazón los principios de su
Palabra, el Espíritu Santo desarrolla en los hombres los atributos de Dios. La luz de su
gloria -su carácter- ha de brillar en sus seguidores. Así ellos han de glorificar a Dios,
han de iluminar el camino a la casa del Esposo, a la ciudad de Dios, a la cena de bodas
del Cordero.
La venida del esposo ocurrió a medianoche, es decir en la hora más oscura. De la
misma manera la venida de Cristo ha de acontecer en el período más oscura de la
historia de esta tierra. Los días de Noé y Lot pintan la condición del mundo
precisamente antes de la venida del Hijo del hombre. Las Escrituras, al señalar este
tiempo, declaran que Satanás obrará con todo poder y "con todo engaño de iniquidad".*
Su forma de obrar es revelada claramente por las tinieblas que van rápidamente en
aumento, por la multitud de errores, herejías y engaños de estos últimos días. No
solamente está Satanás cautivando al mundo, sino que sus mentiras están leudando
las profesas iglesias de nuestro Señor Jesucristo. La gran apostasía se desarrollará
hasta llegar a las tinieblas de la medianoche, impenetrables como negro saco de cilicio.
Para el pueblo de Dios será una noche de prueba, una noche de lloro, una noche de
persecución por causa de la verdad. Pero en medio de esa noche de tinieblas, brillará
la luz de Dios.
El hizo que "de las tinieblas resplandeciese la luz".* Cuando "la tierra estaba
desordenada y vacía, las tinieblas estaban sobre la haz del abismo", "el Espíritu de
Dios se movía sobre la haz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz: y fue la luz".* De la
misma manera, en la noche de las tinieblas 342 espirituales, es emitida la orden divina:
"Sea la luz". El dice a su pueblo: "Levántate, resplandece, que ha venido tu lumbre, y la
gloria de Jehová ha nacido sobre ti".*
"He aquí -dicen las Escrituras- que tinieblas cubrirán la tierra y oscuridad los pueblos:
mas sobre ti nacerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria".*
El mundo está envuelto por las tinieblas de la falsa concepción de Dios. Los hombres
están perdiendo el conocimiento de su carácter, el cual ha sido mal entendido y mal
interpretado. En este tiempo, ha de proclamarse un mensaje de Dios, un mensaje que
ilumine con su influencia y salve con su poder. Su carácter ha de ser dado a conocer.
Sobre las tinieblas del mundo ha de resplandecer la luz de su gloria, de su bondad, su
misericordia y su verdad.
Esta es la obra bosquejada por el profeta Isaías en las palabras: "Levanta fuertemente
tu voz, anunciadora de Jerusalén; levántala, no temas; di a las ciudades de Judá: ¡Veis
aquí el Dios vuestro! He aquí que el Señor Jehová vendrá con fortaleza, y su brazo se
enseñoreará: he aquí que su salario viene con él, y su obra delante de su rostro".*
Aquellos que esperan la venida del Esposo han de decir al pueblo: " ¡Veis aquí el Dios
vuestro!" Los últimos rayos de luz misericordioso, el último mensaje de clemencia que
ha de darse al mundo, es una revelación de su carácter de amor. Los hijos de Dios han
de manifestar su gloria. En su vida y carácter han de revelar lo que la gracia de Dios ha
hecho por ellos.
La luz del Sol de Justicia ha de brillar en buenas obras, en palabras de verdad y
hechos de santidad.
Cristo, el resplandor de la gloria del Padre, vino al mundo como su luz. Vino a
representar a Dios ante los hombres, y de él está escrito que fue ungido "de Espíritu
Santo y de potencia" y "anduvo haciendo bienes".* En la sinagoga de Nazaret dijo: "El
Espíritu del Señor es sobre mí, por cuanto 343 me ha ungido para dar buenas nuevas a
los pobres: me ha para enviado para sanar a los quebrantados de corazón; para
pregonar a los cautivos libertad, y a los ciegos vista; para poner en libertad a los
quebrantados: para predicar el año agradable del Señor".* Esta era la obra que él
recomendó a sus discípulos que hicieran. "Vosotros sois la luz del mundo", dijo él: "Así
alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos".* Esta es la obra que el profeta
Isaías describe cuando dice: "¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los
pobres errantes metas en casa; que cuando vieres al desnudo, lo cubras, y no te
escondas de tu carne? Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salud se dejará ver
presto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia".*
De esta manera, en las noches de tinieblas espirituales, la gloria de Dios ha de brillar
por medio de su iglesias, al levantar ésta a los quebrantados y consolar a los dolientes.
En torno de nosotros, por todas partes se oyen los lamentos de tristeza del mundo. Por
doquiera están los necesitados y afligidos. A nosotros nos toca ayudarlos a aligerar y
suavizar las durezas y la miseria de la vida.
La obra práctica tendrá mucho más efecto que el mero sermonear. Hemos de dar
alimento al hambriento, vestir al desnudo y proteger al que no tiene hogar. Y se nos
llama a hacer más que esto. Únicamente el amor de Cristo puede satisfacer las
necesidades del alma. Si Cristo habita permanentemente en nosotros, nuestros
corazones estarán llenos de divina simpatía. Las fuentes selladas del amor fervoroso,
semejante al de Cristo, serán abiertas.
Dios nos pide para los necesitados no sólo nuestros dones, sino un semblante alegre,
palabras llenas de esperanza un bondadoso apretón de manos. Cuando Cristo sanaba
a los enfermos, colocaba sus manos sobre ellos. De la misma 344 manera debemos
nosotros colocarnos en intimo contacto con aquellos a quienes tratamos de beneficiar.
Hay muchas personas que han perdido la esperanza. Devolvedles la luz del sol.
Muchos han perdido su valor. Habladles alegres palabras de aliento. Orad por ellos.
Hay personas que necesitan el pan de vida. Leedles de la Palabra de Dios. Muchos
están afectados de una enfermedad del alma que ningún bálsamo humano puede
alcanzar y que ningún médico puede curar. Orad por esas almas. Llevadlas a Jesús.
Decidles que hay bálsamo en Galaad y que también hay allí Médico.
La luz es una bendición, una bendición universal que derrama sus tesoros sobre un
mundo ingrato, impío, corrompido. Tal ocurre con la luz del Sol de Justicia. Toda la
tierra, envuelta como está en las tinieblas del pecado, del dolor y el sufrimiento, ha de
ser iluminada con el conocimiento del amor de Dios. Ninguna secta, categoría o clase
de gente ha de ser privada de la luz que irradia del trono celestial.
El mensaje de esperanza y misericordia ha de ser llevado a los confines de la tierra. El
que quiere, puede extender la mano y asirse del poder de Dios, y hacer paz con él, y
hallará paz. Ya no deben los paganos seguir envueltos en las tinieblas de medianoche.
La lobreguez ha de desaparecer ante los brillantes rayos del Sol de Justicia. El poder
del infierno ha sido vencido.
Pero ningún hombre puede impartir lo que él mismo no ha recibido. En la obra de Dios,
la humanidad no puede generar nada. Ningún hombre puede por su propio esfuerzo
convertirse en un portaluz de Dios. Era el áureo aceite vertido por los mensajeros
celestiales en los tubos de oro, para ser conducido del recipiente de oro a las lámparas
del santuario, lo que producía una luz continua, brillante y resplandeciente. Es el amor
de Dios continuamente transferido al hombre lo que lo capacita para impartir luz. En
345 el corazón de todos los que están unidos a Dios por la fe, el áureo aceite del amor
fluye libremente, para brillar en buenas obras, en un servicio real y sincero por Dios.
En la inconmensurable dádiva del Espíritu Santo se hallan contenidos todos los
recursos del cielo. No es por causa de restricción alguna por parte de Dios por lo que
las riquezas de su gracia no fluyen hacia la tierra, a los hombres. Si todos tuvieran la
voluntad de recibir, todos serían llenados de su Espíritu.
Es el privilegio de toda alma ser un canal vivo por medio del cual Dios pueda comunicar
al mundo los tesoros de su gracia, las inescrutables riquezas de Cristo. No hay nada
que Cristo desee tanto como agentes que representen al mundo su Espíritu y carácter.
No hay nada que el mundo necesite tanto como la manifestación del amor del Salvador
mediante la humanidad. Todo el cielo está esperando que haya canales por medio de
los cuales pueda derramarse el aceite santo para que sea un gozo y una bendición
para los corazones humanos.
Cristo ha hecho toda provisión para que su iglesia sea un cuerpo transformado,
iluminado con la Luz del mundo, que posea la gloria de Emmanuel. Es su propósito que
todo cristiano esté rodeado de una atmósfera espiritual de luz y paz. Desea que
nosotros revelemos su propio gozo en nuestra vida.
La morada del Espíritu en nuestro corazón se revelará por la manifestación del amor
celestial. La plenitud divina fluirá a través del agente humano consagrado, para ser
luego transmitida a los demás.
El Sol de Justicia "en sus alas traerá salud".* Así también de todo verdadero discípulo
ha de emanar una influencia productora de vida, valor, utilidad y verdadera sanidad.
La religión de Cristo significa más que el perdón del pecado; significa la extirpación de
nuestros pecados y el henchimiento del vacío con las gracias del Espíritu Santo. 346
Significa iluminación divina, regocijo en Dios, Significa un corazón despojado del yo y
bendecido con la presencia permanente de Cristo. Cuando Cristo reina en el alma, hay
pureza, libertad del pecado. Se cumple en la vida la gloria, la plenitud, la totalidad del
plan evangélico. La aceptación del Salvador produce un resplandor de perfecta paz, y
amor perfecto, de perfecta seguridad. La belleza y fragancia del carácter de Cristo,
reveladas en la vida, testifican de que Dios ha enviado ciertamente a su Hijo al mundo,
para ser su Salvador.
Cristo no pide que sus seguidores luchen por brillar. El dice: Dejad que brille vuestra
luz. Si habéis recibido la gracia de Dios, la luz está en vosotros. Quitad los
impedimentos, y la gloria del Señor se revelará. La luz brillará, para penetrar y disipar
las tinieblas. No podéis dejar de brillar en vuestra esfera de influencia.
La revelación de su propia gloria en la forma humana, acercará tanto el cielo a los
hombres que la belleza que adorne el templo interior se verá en toda alma en quien
more el Salvador. Los hombres serán cautivados por la gloria de un Cristo que mora en
el corazón. Y en corrientes de alabanza y acción de gracias procedentes de muchas
almas así ganadas para Dios, la gloria refluirá al gran Dador.
"Levántate, resplandece; que ha venido tu lumbre, y la gloria de Jehová ha nacido
sobre ti".* Este mensaje se da a aquellos que salen al encuentro del Esposo. Cristo
viene con poder y grande gloria. Viene con su propia gloria y con la gloria del Padre.
Viene con todos los santos ángeles. Mientras todo el mundo esté sumido en tinieblas,
habrá luz en toda morada de los santos. Ellos percibirán la primera luz de su segunda
venida. La luz no empañada brillará del esplendor de Cristo el Redentor, y él será
admirado por todos los que le han servido. Mientras los impíos huyan de su presencia,
los seguidores de Cristo se regocijarán. El patriarca Job, mirando hacia adelante, al
tiempo del segundo 347 advenimiento de Cristo, dijo: "Al cual yo tengo de ver por mí
mismo, y mis ojos le mirarán; y ya no como a un extraño".* Cristo ha sido un
compañero diario y un amigo familiar para sus fieles seguidores. Estos han vivido en
contacto íntimo, en constante comunión con Dios. Sobre ellos ha nacido la gloria del
Señor. En ellos se ha reflejado la luz del conocimiento de la gloria de Dios . en la faz de
Jesucristo. Ahora se regocijan en los rayos no empañados de la refulgencia y gloria del
Rey en su majestad. Están preparados para la comunión del cielo; pues tienen el cielo
en sus corazones.
Con cabezas levantadas, con los alegres rayos del Sol de Justicia brillando sobre ellos,
regocijándose porque su redención se acerca, salen al encuentro del Esposo, diciendo:
"He aquí éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará".*
"Y oí como la voz de una grande compañía, y como el ruido de muchas aguas, y como
la voz de grandes truenos, que decía: Aleluya: porque reinó el Señor nuestro
Todopoderoso. Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque son venidas las
bodas del Cordero, y su esposa se ha aparejado... Y él me dice: Escribe:
Bienaventurados los que son llamados a la cena del Cordero". El "es el Señor de los
señores, y el Rey de los reyes: y los que están con él son llamados, y elegidos, y
fieles".*


PALABRAS DE VIDA DEL GRAN MAESTRO
ELENA G. DE WHITE

http://www.4shared.com/file/36039820/ba28b6cc/03-01_La_parabola_de_las_diez_virgenes.html


Bendiciones.

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