18 de enero de 2014
por Ernie Knoll
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En mi sueño, estoy sentado sobre una roca grande junto a un sendero de tierra. Sopla una brisa tibia. Estoy pensando de mi vida y cuántos senderos distintos he tomado. Pienso en tantos altibajos, pero más que nada pienso en los mensajes de Dios que he recibido, y cómo ellos han cambiado muchas vidas. Ahora, muchos caminan con Dios y con Jesús como nunca antes. Pienso en tantos individuos que nos envían correos electrónicos diciéndonos cómo sus vidas han cambiado. Pienso en Becky y en nuestra hija; pero también pienso en la soledad que siento. Aunque tengo a mi familia y los que están a mi lado y han estado a mi lado a lo largo de los años, en el fondo siento una soledad profunda y vacía.
Allí sentado, estoy pensando constantemente. Pareciera que en mi soledad estoy suplicándole a mi Padre celestial. Pienso de mi gran necesidad de hablar con Él y de estar con Él. Sin embargo, debido a todo lo que he visto y experimentado, es muy difícil expresar con palabras lo que siento. Me siento muy solo y afligido en mi camino con mi Padre. Siento una separación y la necesidad de poder conversar abiertamente con Él.
El sonido de una voz interrumpe mis pensamientos. Miro hacia arriba y obligo a mi rostro a sonreir, para disimular cómo me siento en lo profundo de mi ser. Es la misma sonrisa que uso cuando no quiero que las personas con quienes hablo sepan cuán solo me siento, ni mi necesidad constante de sentir el amor y ver el rostro de mi Padre. Levanto la cabeza y sonrío sin ganas para saludar a quien me llama por mi nombre.
Cuando alzo la vista hacia la persona que me llama por mi nombre terrenal, veo un rostro conocido que ahora me llama por mi nombre celestial. Es el ángel a quien llamo el ángel anunciador. He aprendido que él es el que me dijo que no es digno de ser llamado por su nombre, sino que sólo debo pronunciar el nombre de Jesús, ya que ése es el único nombre digno de ser pronunciado. También sé que este ángel ocupa un puesto junto a Gabriel, el ángel a quien llamo el Heraldo.
Me dice que me levante del trono rocoso que ocupo junto al sendero de tierra. Me dice que me levante de este trono en el cual estoy sentado, desmoralizado y pensando de mi soledad. Coloca su mano sobre mi hombro y me dice que se me ha dicho muchas veces que nunca estoy solo. Me recuerda que lo único que tengo que hacer es clamar el nombre de Jesús, y Él enviará legiones de ángeles para consolarme. Me dice que el Gran Consolador, precisamente quien Jesús dijo que enviaría, siempre está conmigo.
Nuevamente el ángel me llama por mi nombre celestial y dice, “Creado por el Padre, hermano del Salvador, mensajero de Dios: Levántate y sirve a nuestro Padre que está en el cielo; santo es su nombre. Levántate, mensajero, y sirve”. Cuando me pongo de pie, él señala hacia la derecha. Observo descender a un conjunto de ángeles santos. Son serafines, y al contemplarlos me doy cuenta que no tienen cuerpos como los otros ángeles o los seres humanos. Al parecer, constan de energía pura.
Al descender, veo que tienen seis alas. Hay tres a la izquierda y tres a la derecha. Tienen dos alas justo debajo de la cabeza, otras dos cerca del medio del cuerpo y las últimas dos cerca del centro de lo que serían sus piernas. Las alas no se mueven como alas con plumas, sino como una llama de fuego. Las alas se mueven como si fuesen alas separadas de fuego; sin embargo, no son de fuego. Son alas de energía pura que forman parte de sus cuerpos. Ahora veo que al moverse, las alas crean un sonido constante. El sonido del movimiento de sus alas me recuerda el zumbido de un colibrí volando. Pienso en el aleteo silbante que producen las alas de una paloma cuando se echa a volar. Recuerdo el tamboreo claro de un pavo (guajalote) que desea impresionar a otro pavo. Sin embargo, el sonido constante que escucho de las alas de los serafines es un Santo, Santo, Santo, suave, dulce y apacible. Sé que estos ángeles especiales exudan amor.
El ángel anunciador extiende la mano y me pregunta si estoy dispuesto a permitir que estos ángeles me escolten a un sitio especial, preparado. Levanto mi mano derecha y asciendo. Al principio subo lentamente, y después me muevo rápidamente con estos ángeles. No les digo nada; sólo escucho el sonido constante que proviene del movimiento de sus alas: Santo, Santo, Santo.
Me llevan a lo que sé es el centro de la gran ciudad. Me llevan a un cuarto ubicado dentro de un cuarto, que está dentro de otro cuarto, que está dentro de varios otros cuartos. Entonces, me guían a un trono pequeño del oro más puro. Cuando me siento, me doy cuenta que se conforma a mi cuerpo. El trono no es duro, sino suave como una almohada. Jamás me he sentado en una silla tan cómoda; sin embargo, sé que ésta no es una simple silla, sino un trono.
En este lugar se reúne un conjunto grande de serafines. Ahora veo que un conjunto grande de querubines también se reúne alrededor del trono. Estos ángeles extienden la mano y toman un velo de su espalda, con el cual cubren sus rostros hermosos. Los querubines comienzan a cantar de la santidad y el amor del Padre, con el acompañamiento suave de las alas de los serafines.
Mientras estoy sentado ahí, comprendo que estoy en un sitio especial y preparado. Se me hace entender que a pesar de lo que veo a continuación, en realidad muchos cuartos separan al Padre de ese lugar. Si no fuera así, su presencia me consumiría instantáneamente.
Lo que veo a continuación es muy singular.Los querubines y serafines cambian la manera como se muestran a sí mismos. Veo que los serafines cubren las partes superiores e inferiores de sus cuerpos. Con las alas del medio, ascienden para evitar tocar el suelo.1 Los querubines inclinan sus cabezas. Por instinto, me arrodillo e inclino la cabeza, como si estuviera a punto de orar a mi Padre. Entonces oigo una voz que me dice que me levante y me siente en mi trono junto a Él.
Junto a mi trono veo un pie enorme. Creo que debe medir unos ocho pies de largo (2 ½ metros). El color del pie es un bronce dorado y perfecto. Nunca se me ocurrió pensar que Dios tuviese dedos en los pies, pero cada uno de los dedos de sus pies es perfecto y simétrico. Contemplo asombrado lo que veo.
Al mismo tiempo, los ángeles alzan sus voces alabando a la Gran Santidad. En mi mente parece que comprendo muy claramente el amor. Sé que el Espíritu Santo, el Gran Consolador, es amor. Él es el Gran Consolador del amor. Sé que Jesús es el amor del amor de los amores. Pero aquí, junto a mí, está la verdadera fuente, la verdadera fuente de todo el amor. Aquí, junto a mí, está la fuente de TODO el amor. Estoy sentado junto a la fuente de TODO lo que es amor. Me siento abrumado y asombrado de saber que estoy sentado junto a mi Diseñador, mi Creador, mi Constructor. Estoy asombrado de estar junto al Gran YO SOY y la FUENTE de todo el amor.2
Dios me habla y explica que Él preparó ese sitio para encontrarnos, y debido a que Él está en todas partes, también está separado de ese lugar por muchos cuartos. Me dice que escuche y entienda. Para comenzar me dice que Él conoce mi soledad y mi gran deseo de caminar y estar con Él. Me explica que Él sabe cómo nos vamos a sentir antes de que comencemos el pensamiento. Dice el Comentario Bíblico Adventista del Séptimo Día, tomo 7, p. 934, “La familia de Dios en la tierra, sujeta a tentaciones y pruebas, está muy cerca de su corazón de amor”. Me cuenta de su deseo de caminar y compartir tantas cosas. Me dice que pasaremos la eternidad aprendiendo lo que Él y Jesús decidieron sería necesario hacer para salvarnos a nosotros, su creación. Me dice que Él envió a Jesús a andar por la tierra para estar con nosotros y enseñarnos.
Ahora oigo a Dios decirme que anhela que llegue el día cuando podamos caminar juntos por un sendero, y que aguarda el momento cuando podamos sentarnos y conversar juntos. Ahora siento el amor que dimana de su voz al decirme que anhela el día cuando yo pueda sentarme en mi trono junto a Él. Sé que no debo alzar la vista para verlo; sólo puedo contemplar su pie bellísimo y perfecto. Le digo que yo también anhelo que llegue ese día cuando pueda sentarme junto a Él.
Oigo a esa voz perfecta, la fuente de todo el amor, llamarme por mi nombre celestial. Me dice que aunque Él anhela que llegue ese día, debo comprender que he sido llamado para sentarme junto a Él en calidad de mensajero. Lo que he oído no es un mensaje sólo para mí; Él desea que todos comprendan lo que yo he escuchado. Su pie se mueve un poco, y me dice que les comunique a otros que Él conoce cada uno de nuestros pensamientos. Él dice, “Diles que conozco la soledad que cada uno siente, la separación que arde como un fuego en sus corazones, el deseo de caminar conmigo y sentarse conmigo. Yo, también, quiero caminar y sentarme con ustedes”.
Dios me dice que Él sabe que cada uno de nosotros lucha y batalla diariamente contra las tentaciones de Satanás. Él conoce y oye el remordimiento que entonces surge en nuestros pensamientos. Él conoce el cansancio que sentimos, como si cada uno de nosotros estuviese perdido y anhelando sentir amor, anhelando tener un brazo, una voz suave o una mano colocada sobre la espalda. Sepan que Dios, su Hijo Jesús y el Gran Consolador están ahí; siempre están con ustedes. Sólo hay que llamarlos. Cuando lo necesiten, en el nombre de Jesús y por su sangre, manden que Satanás y sus ángeles se aparten de ustedes. Decidan en sus corazones apartarse de la tentación. Tomen el primer paso, y el Señor estará ahí para recogerlos y cargarlos. Él los ama, y ustedes son suyos. Jesús pagó el precio máximo por ustedes.
Entonces, oigo a Dios llamarme por mi nombre celestial y decir, “Anhelo el día cuando pueda rodear con mis brazos a cada uno de mis hijos. Tú eres mi hijo, y no pasa un día sin que yo oiga tus pensamientos. No pasa un día que Yo no llore, que no me ría. Cuando caes, Yo estoy allí para levantarte. Estoy contigo cuando estás enfermo. Estoy presente mientras juegas; estoy presente mientras trabajas. Estoy contigo viéndote dormir. No pasa un día que Yo no esté parado junto a ti. En tus momentos más oscuros y solos, Yo estoy contigo. Estoy de pie rodeándote con mi brazo, aunque no puedes ver ni sentir mi brazo rodearte. Eres mi hijo, y te amo y quiero cuidarte. Hijos míos, Yo soy su Padre y les amo”.3 Ahora me doy cuenta plenamente que este mensaje no es sólo para mí, sino para cada uno de su pueblo. Es un mensaje para los que quieran conocerlo y aceptarlo.
El Padre sigue diciéndome que Él está a punto de mandar a sus ángeles a comenzar su última tarea; el plan que Él y Jesús prepararon está por completarse. El universo está observando con ojos y oídos atentos. Los ángeles están listos para descender a la tierra para cumplir con lo que Dios les mande. Él me dice que ya se me ha mostrado que pronto se cumplirá Ezequiel 9. Me dice que quiere mostrarme algo de una manera que su pueblo lo comprenda. Me dice que pronto enviará a sus ángeles misericordiosos a llevar a muchos al descanso, para que no tengan que pasar por los eventos que están por ocurrir durante un tiempo que nunca antes se ha visto. Me dice que observe.
Miro hacia arriba, y hacia la derecha veo algo que parece una nube, pero es una imagen clara, como un video de lo que está por acontecer. Me dice el Padre que esto se cumplirá cuando Él lo mande. En un abrir y cerrar de ojos, veo que muchas islas de distintos tamaños desaparecen bajo la superficie del agua. Al observar cada isla, es como si desde la profundidad del mar una mano la agarrase y la hundiese rápidamente. Cada isla desaparece tan rápidamente que la succión causada por el hundimiento de la isla se lleva cualquier cosa que flote. Al instante, todo y todos desaparecen.
Me dice que cada uno va al descanso más rápidamente de lo que desaparecen las islas. Ninguno de los fieles involucrados se dará cuenta de nada, hasta que la gran voz de Jesús los llame a despertar de sus tumbas durante su segunda venida. Para otros, será cuando Jesús los llame para el juicio después del milenio en el cielo. Él me dice que muchos de los fieles de Dios van a pensar que deben huir de las islas a un continente para hallar refugio. Pero, los ángeles de Dios los llevarán al descanso de todas maneras, no importa dónde estén ni adónde vayan. Me dice que todo va según su plan. Benditos sean los que descansan hasta el día cuando sean llamados para encontrarse con su Salvador cuando Él regrese a esta tierra por segunda vez.
Entonces, le digo al Padre que debo hacerle una pregunta de parte de dos individuos. Me dice que Él ya conoce mi pregunta, y que ha escuchado sus pensamientos y oraciones. Me dice que dos hermanos, Nelson Cruz y Christopher Cruz, recibieron invitaciones para servir a Dios con el Ministerio Para Mi Pueblo. Pero llegó un momento cuando cada uno de ellos despedazó su invitación y abandonó su llamado. A causa de esto, ellos comenzaron a andar como Hazen Foss, quien rechazó el llamado de Dios justo antes de que Elena de White aceptara el suyo.
Algunos habían preguntado qué hacer en cuando a ambos hermanos. De manera que Dios me dio instrucciones que su iglesia debía tomar la decisión. Me dijo, “Debe entenderse que cuando ellos se apartaron de Mí, con una de mis manos los tenía asidos por sus chaquetas, y en la otra mano tenía otra invitación. Yo conozco a los que llamo, y sabía que ellos regresarían a servir. Si un hermano acepta la invitación, él servirá y guiará como un ejemplo del pastor en el sueño “El Pastor Mayor de Edad”. Si el otro hermano acepta la invitación, él servirá tal como él ha sido instruido, a través de los dones que serían derramados por medio del servicio de su esposa, Marisol. Al servir juntos como un solo hombre, Dios escogería a estos dos para dirigir.
A continuación, me doy cuenta que el Padre vuelve a mover el pie. Me recuerda de la oportunidad cuando Él abrió las ventanas de los cielos y cayeron monedas de oro para permitir que el Ministerio Para Mi Pueblo hiciese lo que Dios había pedido. Entonces, parece que sé que Dios levanta su brazo derecho e inmediatamente el Heraldo (cuyo nombre es Gabriel), se presenta delante de Dios. El ángel anunciador está parado hacia la derecha, justo detrás de Gabriel. El ángel guíador está de pie detrás de ellos y hacia la izquierda. Muchos arcángeles están de pie detrás del ángel guiador. De pie detrás de ellos está lo que quiero llamar un escuadrón de ángeles vestidos de batalla. Este grupo grande está ataviado para destruir. Otro escuadrón está vestido de una manera como para consolar. Otro escuadrón está vestido para proteger. Veo a muchos otros escuadrones que comparecen para servir, según se les ha dicho y mandado.
A continuación, el Padre le habla a Gabriel, quien inmediatamente se arrodilla. Escucho mientras Dios lo instruye a enviar ciertos escuadrones de ángeles a quienes Dios elija. Juntamente con esos escuadrones, Dios envía su Santo Espíritu. Él explica que el Espíritu Santo les hablará a los que han sido seleccionados para vender ciertos artículos sobrantes, tales como casas, tierras y artículos de valor; o para dar fondos sobrantes que deben ser colocados junto al trono de Dios. A aquéllos que obedezcan la voz de Dios, al fin no les quedará nada de valor terrenal.4 Ellos tendrán escuadrones de ángeles que los mantendrán y protegerán, aunque tengan que moverlos rápidamente de un sitio a otro para protegerlos. Eso me recuerda la historia de Felipe, mencionado en la Biblia como alguien que fue llevado rápidamente de un lugar a otro. Mientras se derrama la ira de Dios, cuando sea necesario los fieles serán movidos instantáneamente.
El Padre celestial dice lo siguiente: “A los que oigan mi voz y mis mensajes, pero se burlen de mis instrucciones, los ayes serán multiplicados setenta veces siete. Les quitaré y destruiré todos sus tesoros terrenales. Entonces mandaré que queden sin posesiones y sin la protección divina. Se permitirá que Satanás y sus ángeles les causen daños. Los que no presten atención a mi llamado quedarán como en un mar, con la carga de sus posesiones colgada cual yugo pesado alrededor de sus cuellos”.5
Dios sigue diciendo, “Los que pido que den todo pero rehusan hacerlo, maldecirán sus ídolos terrenales. Se darán cuenta y los escupirán, pero será demasiado tarde. Los que se aferran a cualquier cosa de valor deben colocarla ahora delante de mi trono; de otra manera, esos artículos les serán quitados y el peso de su valor se tornará en una maldicion”. Nos dice Isaías 2:20: “Aquel día arrojará el hombre a los topos y murciélagos sus ídolos de plata y sus ídolos de oro, que le hicieron para que adorase”.
El Padre manda lo siguiente: “Coloca un escuadrón de ángeles alrededor de cada uno de los pobres, cuya única posesión es un corazón de oro puro. Protejan y cuiden a éstos, mis joyas preciosas, éstos que brillan más que cualquier sol. Cuando suban las aguas, muevan a cada uno de ellos un lugar más seguro. Cuando la tierra se abra, muévanlos a tierra firme. Cuando caigan los elementos, muévanlos a un sitio protegido. Mantengan brillosas esas joyas, porque se sentarán junto a Mí en mi trono”.6
Entonces el Padre manda otra cosa al Heraldo. “Envía mis ángeles destructores. Suelta los vientos que están controlados. Deja que Satanás nuevamente tema por su propia existencia. Deja que la tierra sienta mi ira; pero controla a los ángeles. Salva a mi pueblo hasta que envíe a mi Hijo para redimir a los suyos”.
Levanto la mano para hacer una pregunta. Todo queda en silencio. Sé que Dios está mirándome. Dice, “Haz tu pregunta para que todos la oigan. Ya tengo mi respuesta preparada”. Le pregunto, “¿Ya vas a enviar a los ángeles para destruir y hacer caer las bolas de fuego”? Me contesta, “Mañana enviaré a mi Hijo en las nubes para redimir a los que Él compró. Al día siguiente, regresaremos para hacer la tierra nueva. Mi tiempo no es como el tuyo, ni mi día como el tuyo”. Dice Isaías 55:8, “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová”.
El Padre añade, “En este momento pido que los que den de sí mismos den ahora, porque la obra final debe completarse. Yo podría simplemente crear todas las monedas de oro con la misma facilidad con la que creé el oro del cual fueron hechas las monedas. Sin embargo, cada individuo debe mostrar que está dispuesto a hacer su parte. ¿Cómo puedo pedir que pastores vengan a servir sin tener los fondos suficientes para que sirvan? Los que se les pida cavar una zanja van a necesitar herramientas. ¿Cómo podrán cavar sin palas”?
“Aquéllos que quieren bolas de fuego, los que esperan una ley dominical y los que quieren ver los eventos que han esperado por tanto tiempo, den todo lo que puedan.7 Los que den no necesitarán nada, porque serán movidos de un sitio a otro en las alas de los ángeles, para servir de testigos ante el universo reunido, y atestar del cumplimiento de mis promesas. Serán colocados donde no sufrirán ningún daño; verán eventos nunca antes vistos desde brazos seguros”.8
Ahora veo que Gabriel se pone de pie y se dirige al sinnúmero de ángeles congregados delante del trono de Dios. Después de pronunciar lo que parece ser una palabra, manda que todos los ángeles se vayan. Entonces, Gabriel se dirige a los serafines y les instruye que me lleven de regreso adonde debo preparar este mensaje.
Oigo que el Padre vuelve a dirigirse hacia mí. Me llama Ernesto, y entonces pronuncia mi nombre celestial. Me explica, “En los atrios celestiales se oye pronunciar tu nombre repetidas veces, porque muchas oraciones se elevan por ti. Si tú y Becky permanecen fieles, te prometo hacerlos amigos por toda la eternidad. Ya no serán hombre y mujer, sino como uno. Donde tú estés, ella estará; donde ella esté, tú estarás. Ambos viajarán juntos para siempre. Ambos nombres reflejarán el nombre del otro, como en un espejo. Para este momento, voy a crear muchos ángeles nuevos del mismo tipo”.
Al instante, veo frente a mí la formación de esos ángeles nuevos. Miden unos 35 pies de alto (unos 10½ metros) y son enormes. En la mano derecha, cada uno tiene una barra larga. El diámetro de las barras es más o menos un pie (⅓ metro), y parecen ser hechas de energía pura. No puedo contar rápidamente estos ángeles nuevos que están de pie ante mí. Inmediatamente se les manda a siempre rodear a Becky y a mí, y a proveer protección especial, además de la que ya proveen los ángeles guardianes. Sé que ningún ángel maligno podrá atravesar esos ángeles, y que todos los que estén dentro del círculo de estos ángeles estarán seguros. Hasta los ángeles que estén dentro del círculo de estos ángeles estarán seguros de los ataques de Satanás. En Hijos e Hijas de Dios, p. 38, leemos que, “La obra de los ángeles consiste en retener los poderes de Satanás”.
Escucho a Dios pronunciar sólo unas pocas palabras, porque los ángeles nuevos ya saben cómo deben proteger. Inmediatamente, estoy rodeado junto con Gabriel, los serafines y muchos otros ángeles. Se nos coloca dentro de un cúmulo de ángeles, como si estuviésemos en el centro de una bola. Cada ángel nuevo sostiene su barra en la mano derecha. Escribió Elena de White, “Dios encarga a los ángeles a cuidar, animar y bendecir a la humanidad, para ayudarnos en todo sentido posible a resistir las tentaciones de Satanás”. The Youth’s Instructor (El Instructor de la Juventud), 12 de noviembre de 1896.
Ahora veo algo que parece un granero rojo. Dice Gabriel que anteriormente las monedas de oro cayeron desde una ventana. Esos fondos fueron dados para que Becky y yo pudiésemos servir. Sin embargo, ha llegado el momento de servir aún más. Es hora de llamar a los que van a servir, como en el sueño “El Pastor Mayor de Edad”. Es hora de sanar a los que necesitan ser sanados.
El Heraldo agarra la puerta del granero y comienza a abrirla de un lado al otro. Dice, “Aquí está lo que fue colocado delante del trono del Padre. Aquí están los medios para hacer la obra necesaria. Aquí están los medios; Él es el camino”. Cuando Gabriel abre la puerta del granero, hay tantas monedas que no dejan de caer. Gabriel explica que las riquezas del Padre son grandes. Él derramará bendiciones incomprensibles sobre los que sirven.
El Heraldo camina hacia donde estamos Becky y yo. Nos entrega a cada uno un papel enrollado y atado con algo que parece una cinta de oro puro. Lo desenvolvemos, nos miramos el uno al otro y leemos las instrucciones de Dios para nosotros.
- Isaías 6:1-3
... En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.
Conflicto y Valor, p. 232
Fue en circunstancias difíciles y desalentadoras cuando Isaías, aún joven, fue llamado a la misión profética. El desastre amenazaba a su país. ... Era la perversidad del pueblo lo que sumía al siervo del Señor en la más profunda depresión. Por su apostasía y rebelión, dicho pueblo estaba atrayendo sobre sí los juicios de Dios. El joven profeta había sido llamado a darle un mensaje de amonestación, y sabía que encontraría una resistencia obstinada... Su tarea le parecía casi desesperada...
Tales eran los pensamientos que se agolpaban en su mente mientras estaba debajo del pórtico del santo templo. De repente, la puerta y el velo interior del templo parecieron alzarse o retraerse, y se le permitió mirar adentro, al lugar santísimo, donde ni siquiera los pies del profeta podían penetrar. Se alzó delante de él una visión de Jehová sentado sobre un trono alto y elevado, mientras que su séquito llenaba el templo. A cada lado del trono se cernían los serafines, que volaban con dos alas, mientras que con otras dos velaban su rostro en adoración, y con otras dos cubrían sus pies...
Nunca antes había comprendido Isaías la grandeza de Jehová o su perfecta santidad; y le parecía que debido a su fragilidad e indignidad humanas debía perecer en aquella presencia divina. “¡Ay de mí!—exclamó—que soy muerto; que siendo hombre inmundo de labios y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos”. Pero se le acercó un serafín con el fin de hacerle idóneo para su gran misión. Un carbón ardiente del altar tocó sus labios mientras se le dirigían las palabras: “He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado”. Y cuando se oyó la voz de Dios que decía: “¿A quién enviaré, y quién nos irá?” Isaías respondió con plena confianza: “Heme aquí, envíame a mí”... El profeta había sido fortalecido para la obra que tenía delante de sí. - El Deseado de Todas las Gentes, p. 12
Pero apartándonos de todas las representaciones menores, contemplamos a Dios en Jesús. Mirando a Jesús, vemos que la gloria de nuestro Dios consiste en dar. “Nada hago de mí mismo,” dijo Cristo; “me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre.” “No busco mi gloria,” sino la gloria del que me envió. Juan 8:28; 6:57; 8:50; 7:18. En estas palabras se presenta el gran principio que es la ley de la vida para el universo. Cristo recibió todas las cosas de Dios, pero las recibió para darlas. Así también en los atrios celestiales, en su ministerio en favor de todos los seres creados, por medio del Hijo amado fluye a todos la vida del Padre; por medio del Hijo vuelve, en alabanza y gozoso servicio, como una marea de amor, a la gran Fuente de todo. Y así, por medio de Cristo, se completa el circuito de beneficencia, que representa el carácter del gran Dador, la ley de la vida.
Recibiréis Poder, p. 133
El Señor nos ha mandado a llamar a Dios nuestro Padre, a considerarlo como la fuente del afecto paternal, el manantial de ese amor que a lo largo de los siglos ha estado fluyendo por intermedio del corazón humano. Toda la piedad, la compasión y el amor que se ha manifestado en la tierra siempre ha emanado del trono de Dios, y, comparado con el amor que habita en su corazón, es como una fuente al lado del océano. Su amor ha estado fluyendo perpetuamente para fortalecer al débil, darle apoyo al pusilánime y valor moral al inconstante. Dios actúa por intermedio de Jesús; y el ser humano puede acudir al Padre en el nombre de su Hijo. Nuestra ciencia y nuestro canto es: “Escuchen lo que el Señor ha hecho por mí”.
- Juan 16:27
Pues el Padre mismo os ama ....
Alza Tus Ojos, p. 21
Descorriendo el velo que oculta la gloria de Dios, se lo ve en su lugar, sublime, santo y elevado, no en un estado de soledad sino rodeado por diez mil veces diez mil y miles de miles de seres santos y felices, todos aguardando llevar un mensaje, cumplir sus órdenes. El cielo entero se halla en comunicación activa con cada parte del universo a través de una variedad de canales; y el Santo está atento, inclinándose desde su trono para escuchar cada sonido que se pronuncia, observando los movimientos de cada influencia terrenal. Allí se ve al Ser más elevado condescendiendo con el más humilde, aprobando o condenando cada acción que se realiza. - The Review and Herald (La Revista Adventista), 3 de noviembre de 1885
El mensaje debe ir adelante, a pesar de los tiempos difíciles. Ahora debemos hacer esfuerzos especiales en esta dirección, mientras los ángeles sostienen los cuatro vientos. Pronto pasará el tiempo para trabajar. ¿Quién no desea tener una parte en esta obra final? Todos pueden hacer algo. Los que no puedan darse a sí mismos, pueden dar de sus medios, y todos pueden orar que el Señor no sólo suscite obreros, sino que la tesorería, ahora vacía, sea suplida con los fondos necesarios para extender la obra. Oren, hermanos, oren fervientemente, que sean abiertos los corazones de algunos que están haciendo muy poco, y de otros que todavía no han hecho nada, y que los medios que Dios les ha confiado puedan ser usados para su gloria. [Trad.]
Testimonios para la Iglesia, tomo 3, p. 421
El principio de la cruz de Cristo impone a todos los que creen, la pesada obligación de negarse ellos mismos, de impartir la luz a otros y de dar de sus recursos para extender la luz. Si están en relación con el cielo, se dedicarán a la obra en armonía con los ángeles. - Primeros Escritos, p. 57
Vi que si algunos se aferraban a sus propiedades y no preguntaban al Señor en qué consistía su deber, él no se lo hará conocer y les permitirá conservar sus propiedades, pero en el tiempo de angustia éstas se levantarán delante de ellos como una montaña para aplastarlos, y ellos tratarán de deshacerse de ellas, pero no podrán. Oí a algunos lamentarse así: “La causa languidecía, los hijos de Dios morían por carecer de la verdad, y nosotros no hicimos esfuerzos para suplir la falta; ahora nuestras propiedades no tienen valor. ¡Ojalá que nos hubiésemos librado de ellas y hecho tesoros en los cielos!” - Malaquías 3:17
Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve..
¡Maranata: El Señor Viene!, p. 268
Durante la noche pasó ante mí una escena sumamente impresionante. Parecía haber gran confusión y lucha de ejércitos. Un mensajero del Señor se paró ante mí y dijo: “Llama a tu familia. Yo os conduciré; seguidme”. Me llevó por un oscuro pasaje a través de un bosque; luego por un desfiladero de las montañas, y dijo: “Aquí estarás segura”. Había otros que habían sido llevados a aquel retiro. El mensajero celestial dijo: “El tiempo de prueba vendrá como ladrón en la noche, como el Señor anunció que vendría”.
En el tiempo de angustia que vendrá inmediatamente antes de la venida de Cristo, los justos serán resguardados por el ministerio de los santos ángeles; pero no habrá seguridad para el transgresor de la ley de Dios. Los ángeles no podrán entonces proteger a los que estén menospreciando uno de los preceptos divinos. - Palabras de Vida del Gran Maestro, p. 47
Todo cristiano tiene la oportunidad no sólo de esperar, sino de apresurar la venida de nuestro Señor Jesucristo. - Salmo 91:4, 7-11
Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro...Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegará. Ciertamente con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los impíos. Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos.
¡Maranata: El Señor Viene!, p. 268
En el período final de la historia de esta tierra, el Señor obrará poderosamente en favor de los que se mantengan firmemente por lo recto... En medio del tiempo de angustia cual nunca hubo desde que fue nación, sus escogidos permanecerán inconmovibles. Satanás, con toda la hueste del mal, no puede destruir al más débil de los santos de Dios. Los protegerán ángeles excelsos en fortaleza, y Jehová se revelará en su favor como “Dios de dioses”, que puede salvar hasta lo sumo a los que ponen su confianza en él.
En los Lugares Celestiales, p. 259
En la vida futura comprenderemos las cosas que aquí nos dejaron grandemente perplejos. Nos daremos cuenta de qué poderoso Ayudador tuvimos y cómo los ángeles de Dios fueron comisionados para guardarnos a medida que seguíamos el consejo de la Palabra de Dios.